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TEXTOS ELECTRÓNICOS / ELECTRONIC TEXTS

Obras de Cervantes. Association for Hispanic Classical Theater, Inc.

Obras de Cervantes /Los baños de Argel / versos 262-566

Electronic text by Vern G.Williamsen and J T Abraham

LOS BAÑOS DE ARGEL, Part 2 of 9

[Vase]. Salen don LOPE y VIVANCO, cautivos, con sus cadenas a los pies
D. LOPE: Ventura, y no poca, ha sido haber escapado hoy del trabajo prevenido. VIVANCO: Cuando no trabajo, estoy más cansado y más molido. Para mí es grave tormento este estrecho encerramiento, y es alivio a mi pesar ver el campo o ver la mar. D. LOPE: Pues yo en verlo me atormento, porque la melanconía que el no tener libertad encierra en el alma mía, quiere triste soledad más que alegre compañía. Trabajar y no comer, bien fácil se echa de ver que son pasos de la muerte.
Sale un CRISTIANO cautivo, que viene huyendo del GUARDIÁN, que viene tras él dándole de palos
GUARDIÁN: ¡Oh chufetre! ¿Desta suerte siempre os habéis de esconder? Que os crïastes en regalo, inútil perro, barrunto. CRISTIANO: ¡Por Dios, fende, que estoy malo! GUARDIÁN: Pues yo os curaré en un punto con el sudor deste palo. CRISTIANO: Con calentura contina, que me turba y desatina, estoy ha más de dos días.
[Vanse], dándole de palos, estos dos
GUARDIÁN: ¿Y por eso te escondías? CRISTIANO: Sí, fende. GUARDIÁN: ¡Perro, camina! D. LOPE: ¡Por Dios, que es un buen soldado, y no lo hace de vicio el mísero apaleado! VIVANCO: Mirad, pues, qué beneficio ha en su enfermedad hallado. ¿No es notable desatino que está un cautivo vecino a la muerte y no le creen? Y, cuando muerto le ven, dicen: "¡Gualá, que el mezquino estaba malo, sin duda!" ¡Oh canalla fementida, de toda piedad desnuda! ¿Quién, al perder de la vida, queréis que al mentir acuda? De nuestra calamidad con vuestra incredulidad, la muerte es testigo cierto; más creéis a un hombre muerto, que al vivo de más verdad. D. LOPE: Alza los ojos y atiende a aquella parte, Vivanco, y mira si comprehende tu vista que un paño blanco de una luenga caña pende.
Parece una caña, atado un paño blanco en ella, con un bulto
VIVANCO: Bien dices, y atado está. Quiérome llegar allá para ver esta hazaña. ¡Por Dios, que se alza la caña! D. LOPE: Ve, quizá se abajará. VIVANCO: No es para mí esta aventura, don Lope; ven tú a proballa, que no sé quién me asegura que han de venir a alcanzalla las manos de tu ventura. D. LOPE: Algún muchacho habrá puesto cebo o lazo allí dispuesto para cazar los vencejos. VIVANCO: No está hondo, ni está lejos; ven, y verémoslo presto. ¿No ves cómo se te inclina la caña? ¡Vive el Señor, que ésta es cosa peregrina! D. LOPE: En el trapo está el favor. VIVANCO: Si es favor, desata aína. D. LOPE: Once escudos de oro son; entrellos viene un doblón que parece necesario paternóster del rosario. VIVANCO: ¡Bien propria comparación! D. LOPE: La caña se tornó a alzar. ¿Qué maná del cielo es ésta? ¿Qué Abacuc nos vino a dar en nuestra prisión la cesta deste que es más que manjar? VIVANCO: ¿Por qué, don Lope, no acudes a dar gracias y saludes a quien hizo esta hazaña? ¡Oh caña, de hoy más no caña, sino vara de virtudes! D. LOPE: ¿A quién quieres que las dé, si en aquella celosía estrecha nadie se ve? VIVANCO: Pues alguien aquesto envía. D. LOPE: Claro está, mas quién, no sé. Quizá será renegada cristiana la que se agrada de mostrarse compasiva, o ya cristiana cautiva en esta casa encerrada. Mas, quienquiera que ella sea, es bien que las apariencias de agradecidos nos vea: hazle dos mil reverencias, porque nuestro intento crea; yo a lo morisco haré ceremonias, por si fue mora la que hizo el bien.
[Sale] HAZÉN, renegado
D. LOPE: Calla, porque viene Hazén. VIVANCO: ¡Noramala venga el pe...! Las dos erres y la o me como contra mi gusto. D. LOPE: Creo, por Dios, que te oyó. VIVANCO: Si él me oyó, por Dios, fue justo no acabar su nombre yo. HAZÉN: Con vuestras dos firmas solas pisaré alegre y contento las riberas españolas; llevaré propicio el viento, manso el mar, blandas sus olas. A España quiero tornar, y a quien debo confesar mi mozo y antiguo yerro; no como Yzuf, aquel perro que fue a vender su lugar.
Dales un papel escrito
Aquí va cómo es verdad que he tratado a los cristianos con mucha afabilidad, sin tener en lengua o manos la turquesca crüeldad; cómo he a muchos socorrrido; cómo, niño, fui oprimido a ser turco; cómo voy en corso, pero que soy buen cristiano en lo escondido, y quizá hallaré ocasión para quedarme en la tierra, para mí, de promisión. D. LOPE: Es la enmienda en el que yerra arras de su salvación. Echaremos de buen grado las firmas que nos pedís, que ya está experimentado ser verdad cuanto decís, Hazén, y que sois honrado. Y quiera el cielo divino que os facilite el camino como vos lo deseáis. VIVANCO: A mucho os determináis. HAZÉN: Pues a más me determino; que he de procurar alzar la galeota en que voy. D. LOPE: ¿Cómo lo pensáis trazar? HAZÉN: Ya con otros cuatro estoy convenido. VIVANCO: Temo azar, si es que entre muchos se sabe: que no hay cosa que se acabe aquí en Argel sin afrenta cuando a muchos se da cuenta. HAZÉN: En los que digo, más cabe. D. LOPE: ¿Sabrías decir, Hazén, quién mora en aquella casa? HAZÉN: ¿En aquella? VIVANCO: Sí. HAZÉN: Muy bien. Un moro de buena masa, principal y hombre de bien, y rico en extremo grado; y, sobre todo, le ha dado el cielo una hija tal, que de belleza el caudal todo en ella está cifrado. Muley Maluco apetece ser su marido. D. LOPE: Y el moro ¿qué dice? HAZÉN: Que la merece, no por rey, mas por el oro que en la dote el rey ofrece: que en esta nación confusa que dé el marido se usa la dote, y no la mujer. VIVANCO: ¿Y ella está del parecer del padre? HAZÉN: No lo rehúsa. D. LOPE: ¿Está acaso alguna esclava, ya renegada o cristiana, en esta casa? HAZÉN: Una estaba años ha, llamada Juana. Sí, sí; Juana se llama[ba], y el sobrenombre tenía, creo, que de Rentería. D. LOPE: ¿Qué se hizo? HAZÉN: Ya murió, y a aquesta mora crïó que denantes os decía. Ella fue una gran matrona, archivo de cristiandad, de las cautivas corona; no quedó en esta ciudad otra tan buena persona. Los tornadizos lloramos su falta, porque quedamos ciegos sin su luz y aviso. Por cobralla, el cielo quiso que la perdiesen sus amos. D. LOPE: Vete en paz, y aquesta tarde ven por tus firmas, Hazén.
Vane HAZÉN
HAZÉN: La Trinidad toda os guarde. VIVANCO: Bien podemos deste bien hacer otra vez alarde. ¿Cuántos son? D. LOPE: ¿Once no dije? Pero lo que aquí me aflige es no ver [a] quien los dio. VIVANCO: ¿Quién? Para mí tengo yo que fue Aquél que el cielo rige, que por no vistos caminos su pródiga mano acorre a los míseros mezquinos; y ansí, a nosotros socorre, aunque de tal gracia indignos.
Parece la caña otra vez, con otro paño de más bulto
Mira que otra vez asoma la caña. D. LOPE: Trabajo toma de ir a ver si se te inclina. VIVANCO: Aquesta pesca es divina, aunque sea de Mahoma. Mas, apenas muevo el pie hacia allá, cuando levantan la caña, y no sé por qué; si es que de mí se espantan, díganlo y me volveré. Para ti, amigo, se guarda esta ventura gallarda; ven y veremos lo que es; y no empereces los pies, que, si el bien llega, no tarda.
Inclínase la caña a don LOPE, y desata el paño
D. LOPE: Más peso tiene, a mi ver, que el de denantes aquéste. VIVANCO: Más numos debe de haber. D. LOPE: ¡Ta, ta, billetico es éste! VIVANCO: ¿Quiéresle agora leer? Mira si es oro o argento, primero, que de contento estoy para reventar. ¿Que no lo queréis mirar?
Pónese don LOPE a leer el billete; y, antes que le acabe de leer, dice
D. LOPE: ¡Por Dios, que pasan de ciento, y son los más de a dos caras! VIVANCO: ¿Para qué a leer te paras? A contarlos te apresura. D. LOPE: Cierto que es esta aventura rarísima entre las raras. VIVANCO: ¿Qué es lo que dice el papel? D. LOPE: En lo poco que he leído, milagros he visto en él. VIVANCO: Oye, que siento rüido. D. LOPE: Gente viene de tropel; en el rancho nos entremos, adonde a solas podremos ver lo que el billete dice. VIVANCO: ¿Despedístete? D. LOPE: Sí hice. VIVANCO: Desorejado tenemos.
Sale el GUARDIÁN Bají y un moro llamado CARAHOJA, y un CRISTIANO atadas las orejas con un paño sangriento, como que las trae cortadas
CARAHOJA: ¿No os dije, perro insensato, que, si huíades por tierra, que os haría aqueste trato? CRISTIANO: Es grande el gusto que encierra voz de libertad. CARAHOJA: ¡Oh ingrato! Por la mar te he aconsejado que huyas; mas tú, malvado, que en los estorbos no miras, siempre a huir por tierra aspiras. CRISTIANO: Hasta quedar enterrado. CARAHOJA: Tres veces por tierra ha huido este perro, y treinta doblas di aquellos que le han traído. CRISTIANO: Si las prisiones no doblas, haz cuenta que me has perdido: que, aunque me desmoches todo, y me pongas de otro modo peor que éste en que me veo, tanto el ser libre deseo, que a la fuga me acomodo por la tierra o por el viento, por el agua y por el fuego; que, a la libertad atento, a cualquier cosa me entrego que me muestre este contento. Y, aunque más te encolerices, respondo a lo que me dices, que das en mi huida cortes, que no importa el ramo cortes, si no arrancas las raíces. Si no me cortas los pies, al huirme no hay reparo. GUARDIÁN: Carahoja, ¿éste no es español? CARAHOJA: ¿Pues no está claro? ¿En su brío no lo ves? GUARDIÁN: Por Alá, que, aunque esté muerto, estás de guardallo incierto. ¡Éntrate, perro, a curar! Aqueste le habrás de dar a la limosna. CARAHOJA: Está cierto.
[Vase] el CRISTIANO
GUARDIÁN: Oye, que un tiro han tirado en la mar. CARAHOJA: No le he sentido.
[Sale] un CAUTIVO
CAUTIVO: Fendi, Cauralí es llegado, y viene, según he oído, rico, próspero y honrado; y el rey sale a la marina, que ver allí determina los cautivos y el despojo. GUARDIÁN: ¿Quieres venir? CARAHOJA: Yo estoy cojo. GUARDIÁN: Pues poco a poco camina.