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TEXTOS ELECTRÓNICOS / ELECTRONIC TEXTS

Obras de Cervantes. Association for Hispanic Classical Theater, Inc.

Obras de Cervantes / Los baños de Argel / versos 882-1300

Electronic text by Vern G.Williamsen and J T Abraham

LOS BAÑOS DE ARGEL, Part 4 of 9

JORNADA SEGUNDA

HALIMA, mujer de CAURALÍ, y doña COSTANZA

HALIMA: ¿Cómo te hallas, cristiana? COSTANZA: Bien, señora; que en ser tuya mucho mi ventura gana. HALIMA: Que gana más la que es suya, bien se ve ser cosa llana. Al no tener libertad, no hay mal que tenga igualdad: sélo yo, sin ser esclava. COSTANZA: Yo, señora, esto pensaba. HALIMA: Piensas contra la verdad. Sólo por estar sujeta a mi esposo, estoy de suerte que el corazón se me aprieta. COSTANZA: Blando del marido fuerte hace la mujer discreta. HALIMA: ¿Eres casada? COSTANZA: Pudiera serlo, si lo permitiera el cielo, que no lo quiso. HALIMA: Tu gentileza y aviso corren igual la carrera.

[Salen] CAURALÍ y Don FERNANDO como cautivo
CAURALÍ: Ella es hermosa en extremo; mas llega a su hermosura su riguridad, que temo. ¡Ya, amor, desta piedra dura saca el fuego en que me quemo! Hete dado cuenta desto, para que en mi gusto el resto eches de tu discreción. D. [FERNANDO]: Más pide la obligación, buen señor, en que me has puesto. Muéstrame tú la cautiva; que, aunque más exenta viva del grande poder de amor, la has de ver de tu dolor, o amorosa, o compasiva. CAURALÍ: Vesla allí; y ésta es Halima, mi mujer y tu señora. D. [FERNANDO]: ¡A fe que es prenda de estima! HALIMA: Pues, amigo, ¿qué hay ahora? CAURALÍ: Más de un ¡ay! que me lastima. HALIMA: ¿Á:lzase el rey con la presa? CAURALÍ: No fuera desdicha aquésa. HALIMA: Pues, ¿qué daño puede haber? CAURALÍ: ¿No es mal mandarme volver en corso con toda priesa? Mas Alá lo hará mejor. Aqueste esclavo os presento, que es cristiano de valor. D. [FERNANDO]: (¿Juzgo, veo, entiendo, siento? [Aparte] ¿Éste es esfuerzo, o temor? ¿No están mirando mis ojos los ricos altos despojos por quien al mar me arrojé? ¿No es ésta, que el alma fue, la gloria de sus enojos?) CAURALÍ: ¿Con quién hablas, di, cristi[a]no? ¿Por qué no te echas por tierra y Halima besas la mano? D. [FERNANDO]: Más acierta el q[ue] más yerra, viendo un dolor sobrehumano. Dame, señora, los pies, que este que postrado ves ante ellos es tu cautivo. HALIMA: Ahora esclavo recibo que será señor después. ¿Conoces a esta cautiva? D. [FERNANDO]: No, por cierto. COSTANZA: (Bien dijiste; [Aparte] y si de memoria priva un dolor, muera ésta triste, porque olvidada no viva. Pero quizá disimulas y mentiras acomulas que ser de provecho sientes.) CAURALÍ: ¿Por qué, hablando entre los dientes, las razones no articulas? D. [FERNANDO]: ¿Cómo os llamáis? COSTANZA: ¿Yo? Costanza. D. [FERNANDO]: ¿Sois soltera, o sois casada? COSTANZA: De serlo tuve esperanza. D. [FERNANDO]: ¿Y estáis ya desesperada? COSTANZA: Aún vive la confïanza; que, mientras dura la vida, es necedad conocida desesperarse del bien. D. [FERNANDO]: ¿Quién fue vuestro padre? COSTANZA: ¿Quién? Un Diego de la Bastida. D. [FERNANDO]: ¿No estábades concertada con un cierto don Fernando de sobrenombre de Andrada? COSTANZA: Así es; mas nunca el cuándo llegó desa suerte honrada: que mi señor Cauralí del bien que en fe poseí, merced a Yzuf el traidor, trujo de su borrador el original aquí. D. [FERNANDO]: Señora, trátala bien, porque es mujer principal. HALIMA: Como ella me sirva bien, no la trataré yo mal.
[Sale] ZAHARA, muy bien aderezada
ZAHARA: Ya queda empalado Hazén. HALIMA: Señora Zara, ¿qué es esto? No te esperaba tan presto. ZAHARA: No estaba el baño a mi gusto, y víneme con disgusto de aqueste caso funesto. HALIMA: ¿Pues qué caso? ZAHARA: A Yzuf mató Hazén, y el Cadí, al momento, a empalarle sentenció. Vile morir tan contento, que creo que no murió. Si ella fuera de otra suerte, tuviera envidia a su muerte. CAURALÍ: ¿Pues no murió como moro? ZAHARA: Dicen que guardó un decoro que entre cristianos se advierte, que es el morir confesando al Cristo que ellos adoran. Y estúvemele mirando, y, entre otros muchos que lloran, también estuve llorando, porque soy naturalmente de pecho humano y clemente; en fin, pecho de mujer. CAURALÍ: ¿Que tal te paraste a ver? ZAHARA: Soy curiosa impertinente. CAURALÍ: ¿Estarás aquí esta tarde, Zahara? ZAHARA: Sí, porque he de hacer con Halima cierto alarde. CAURALÍ: ¿De soldados? ZAHARA: Podrá ser. CAURALÍ: Quedad con Alá. ZAHARA: Él te guarde.
Vase CAURALÍ
HALIMA: No te vayas tú, cristiano. CAURALÍ: Quédate. D. [FERNANDO]: Término llano es éste de Berbería. COSTANZA: ¡Dichosa desdicha mía! HALIMA: ¿Por qué? COSTANZA: Porque en ella gano. ZAHARA: ¿Qué ganas? COSTANZA: Un bien perdido que cobré con la paciencia de los males que he sufrido. ZAHARA: ¡Mucho enseña la experiencia! COSTANZA: Mucho he visto, y más sabido. ZAHARA: ¿Nuevos son estos cristianos? HALIMA: Sus rostros mira y sus manos, que están limpios y ellas blandas. D. [FERNANDO]: Saldréme fuera si mandas. HALIMA: No tengas temores vanos, porque no tiene recelo de ningún cautivo el moro, ni cristiano le dio celo. Guarda ese honesto decoro para tu tierra. D. [FERNANDO]: Harélo. HALIMA: No hay mora que acá se abaje a hacer algún moro ultraje con el que no es de su ley, aunque supiese que un rey se encubría en ese traje. Por eso nos dan licencia de hablar con nuestros cautivos. D. [FERNANDO]: ¡Confïada impertinencia! ZAHARA: Matan los bríos lascivos el trabajo y la dolencia, y el gran temor de la pena de la culpa nos refrena a todos; que, según veo, doquiera nace un deseo que un buen pecho desordena. Ven acá; dime, cristiano: ¿en tu tierra hay quien prometa y no cumpla? D. [FERNANDO]: Algún villano. ZAHARA: ¿Aunque dé en parte secreta su fe, su palabra y mano? D. [FERNANDO]: Aunque sólo sean testigos los cielos, que son amigos de descubrir la verdad. ZAHARA: ¿Y guardan esa lealtad con los que son enemigos? D. [FERNANDO]: Con todos; que la promesa del hidalgo o caballero es deuda líquida expresa, y ser siempre verdadero el bien nacido profesa. HALIMA: ¿Qué te importa a ti saber su buen o mal proceder de aquéstos, que en fin son galgos? ZAHARA: Haz, ¡oh Alá!, que sean hidalgos los que me diste a escoger. HALIMA: ¿Qué dices, Zara? ZAHARA: Nonada; déjame a solas, si quieres, con esta tu esclava honrada. HALIMA: ¡Qué amiga de saber eres! ZAHARA: ¿A quién el saber no agrada? HALIMA: Habla tú con ella, y yo con mi esclavo. COSTANZA: Al fin salió verdad lo que yo temía. ¿Si ha de acabar Berbería lo que España comenzó? Allá comencé a perder, y aquí me he de rematar; porque bien se echa de ver que este apartarse y hablar se funda en un buen querer. ZAHARA: ¿Cómo te llamas, amiga? COSTANZA: Costanza. ZAHARA: ¿Tendrás fatiga de verte sin libertad? COSTANZA: Más, si va a decir verdad, otra cosa me fatiga. HALIMA: La blandura o la aspereza de las manos nos da muestra de la abundancia o pobreza de vosotros. Muestra, muestra: no las huyas, que es simpleza, porque, si eres de rescate, será ocasión que te trate con proceder justo y blando. ZAHARA: ¿Qué miras? COSTANZA: Estoy mirando un extraño disparate. D. [FERNANDO]: Señora, a mi amo toca el hacer esa experiencia, aunque a risa me provoca que a tan engañosa ciencia deis creencia mucha o poca; porque hay pobres holgazanes en nuestra tierra galanes y del trabajo enemigos. HALIMA: Estas manos son testigos de quién eres; no te allanes. COSTANZA: (¡Ay, embustera gitana! [Aparte] En esas rayas que miras está mi desdicha llana. ¡Qué despacio las retiras, enemigo!) ZAHARA: ¿Qué has, cristiana? COSTANZA: ¿Qué tengo de haber? Nonada. ZAHARA: ¿Fuiste, a dicha, enamorada en tu tierra? COSTANZA: Y aun aquí. ZAHARA: ¿Aquí dices? ¿Cómo ansí? ¿Luego a moro estás prendada? COSTANZA: No, sino de un renegado de fe poca y fe perjura. D. [FERNANDO]: Harto, señora, has mirado. ZAHARA: Has dado en una locura en que cristiana no ha dado. Amar a cristianos moras, eso vese a todas horas; mas que ame cristiana a moro, eso no. COSTANZA: Dese decoro reniego. HALIMA: ¿De qué te azoras? Además eres esquivo. D. [FERNANDO]: Rico, pobre, blando o fuerte, señora, soy tu cautivo, y tengo a dichosa suerte el serlo. COSTANZA: ¡Muriendo vivo! ZAHARA: ¿Que tanto le quieres, triste? ¿Hoy quieres, y ayer veniste? ¡Cómo amor tu pecho enciende! Mas, ¿cómo te reprehende la que tan mal le resiste? Lo que en esto siento, amiga, es que me cansa y afana sentir que tu lengua diga que una tan bella cristiana le causa un moro fatiga. COSTANZA: No es sino mora. ZAHARA: Dislates dices; de aqueso no trates, que es locura y vano error. COSTANZA: Son en los casos de amor extraños los disparates. ZAHARA: Bien el que has dicho lo allana. HALIMA: ¿Qué habláis las dos? ZAHARA: ¡Es de precio y discreta la cristiana! HALIMA: ¡Pues el cristiano no es necio! COSTANZA: Es de fe perjura y vana. HALIMA: Entremos, que ya has oído el azar, y el encendido sol demedia su jornada. D. [FERNANDO]: ¡Oh, por mi bien, prenda hallada! COSTANZA: ¡Oh, por mi mal, bien perdido!
[Vanse] todos. Sale el VIEJO, padre de los niños, y el SACRISTÁN. El VIEJO con vestido de cautivo, y el SACRISTÁN con su mesmo vestido y con un barril de agua
SACRISTÁN: No hay sino tener paciencia y encomendarnos a Dios; porque es necia impertinencia dejarse morir. VIEJO: Ya vos tenéis ancha la conciencia; ya coméis carne en los días vedados. SACRISTÁN: ¡Qué niñerías! Como aquello que me da mi amo. VIEJO: Mal os hará. SACRISTÁN: ¡Que no hay aquí teologías! VIEJO: ¿No te acuerdas, por ventura, de aquellos niños hebreos que nos cuenta la Escritura? SACRISTÁN: ¿Dirás por los Macabeos, que, por no comer grosura, se dejaron hacer piezas? VIEJO: Por ésos digo. SACRISTÁN: Si empiezas, en viéndome, a predicarme, por Dios, que he [de] deslizarme en viéndote. VIEJO: ¿Ya tropiezas? Que no caigas, plega al cielo. SACRISTÁN: Eso no, porque en la fe soy de bronce. VIEJO: Yo recelo que si una mora os da el pie, deis vos de mano a ese celo. SACRISTÁN: Luego, ¿no me han dado ya más de dos lo que quizá otro no lo desechara? VIEJO: Dádiva es que cuesta cara a quien la toma y la da. Pero dejémonos desto. ¿Quién es vuestro amo? SACRISTÁN: Mamí, un jenízaro dispuesto que es soldado y dabají, turco de nación y honesto. Dabají es cabo de escuadra o alférez, y bien le cuadra el oficio, que es valiente; y es perro tan excelente, que ni me muerde ni ladra. Y así, a mi desdicha alabo que, ya que me trujo a ser cautivo, mísero esclavo, vino a traerme a poder de jenízaro, y que es bravo: que no hay turco, rey ni Roque que le mire ni le toque de jenízaro al cautivo, aunque a furor excesivo su insolencia le provoque. VIEJO: Más cautiverio y más duelos cupieron a mis dos niños, por crecer mis desconsuelos. Conservad a estos armiños en limpieza, ¡oh limpios cielos! Y si veis que se endereza de Mahoma la torpeza a procurar su caída, quitadles antes la vida que ellos pierdan su limpieza.
[Salen] dos o tres muchachos MORILLOS, aunque se tomen de la calle, los cuales han de decir no más que estas palabras
MORILLO [1]: ¡Rapaz cristïano, non rescatar, non fugir; don Juan no venir; acá morir, perro, acá morir! SACRISTÁN: ¡Oh hijo de una puta, nieto de un gran cornudo, sobrino de un bellaco, hermano de un gran traidor y sodomita! [MORILLO 2]: ¡Non rescatar, non fugir; don Juan no venir; acá morir! SACRISTÁN: ¡Tú morirás, borracho, bardaja fementido; quínola punto menos, anzuelo de Mahoma, el hideputa! [MORILLO 3]: ¡Acá morir! VIEJO: No mientes a Mahoma, ¡mal haya mi linaje!, que nos quemarán vivos. SACRISTÁN: Déjeme, pese a mí, con estos galgos. [MORILLO 1]: ¡Don Juan no venir; acá morir! VIEJO: Bien de aqueso se infiera que si él venido hubiera, vuestra maldita lengua no tuviera ocasión de decir esto. [MORILLO 2]: ¡Don Juan no venir; acá morir! SACRISTÁN: Escuchadme, perritos; venid, ¡tus, tus!, oídme, que os quiero dar la causa por que don Juan no viene: estadme atentos. Sin duda que en el cielo debía de haber gran guerra, do el general faltaba, y a don Juan se llevaron para serlo. Dejadle que concluya, y veréis cómo vuelve y os pone como nuevos. VIEJO: ¡Gracioso disparate! Ya se han ido.
[Sale] un JUDÍO
¿No es aquéste judío? SACRISTÁN: Su copete lo muestra, sus infames chinelas, su rostro de mezquino y de pobrete. Trae el turco en la corona una guedeja sola de peinados cabellos, y el judío los trae sobre la frente; el francés, tras la oreja; y el español, acémila, que es rendajo de todos, le trae, ¡válame Dios!, en todo el cuerpo. ¡Hola, judío! Escucha. JUDÍO: ¿Qué me quieres, cristiano? SACRISTÁN: Que este barril te cargues, y le lleves en casa de mi amo. JUDÍO: Es sábado, y no puedo hacer alguna cosa que sea de trabajo; no hay pensar que lo lleve, aunque me mates. Deja venga mañana, que, aunque domingo sea, te llevaré docientos. SACRISTÁN: Mañana huelgo yo, perro judío. Cargaos, y no riñamos. JUDÍO: Aunque me mates, digo que no quiero llevallo. SACRISTÁN: ¡Vive Dios, perro, que os arranque el hígado! JUDÍO: ¡Ay, ay, mísero y triste! Por el Dío bendito, que si hoy no fuera sábado, que lo llevara. ¡Buen cristiano, basta! VIEJO: A compasión me mueve. ¡Oh gente afeminada, infame y para poco! Por esta vez te ruego que le dejes. SACRISTÁN: Por ti le dejo; vaya el circunciso infame; mas, si otra vez le encuentro, ha de llevar un monte, si le llevo. JUDÍO: Pies y manos te beso, señor, y el Dío te pague el bien que aquí me has hecho.