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TEXTOS ELECTRÓNICOS / ELECTRONIC TEXTS

Obras de Cervantes. Association for Hispanic Classical Theater, Inc.

Obras de Cervantes / Los baños de Argel / versos 1301-1681

Electronic text by Vern G.Williamsen and J T Abraham

LOS BAÑOS DE ARGEL, Part 5 of 9

Vase el JUDÍO
VIEJO: La pena es ésta de aquel gran pecado. Bien se cumple a la letra la maldición eterna que os echó el ya venido, que vuestro error tan vanamente espera. SACRISTÁN: Adiós, que ha mucho tiempo que estoy contigo hablando, y, aunque mi amo es noble, temo no le avillane mi pereza.
Toma su barril y vase. Salen JUANICO y FRANCIS[QUIT]O, que ansí se han de llamar los hijos del VIEJO. Vienen vestidos a la turquesca de garzones, saldrá con ellos la señora CATALINA, vestida de garzón, y un cristiano, como cautivo, COSTANZA y Don FERNANDO, de cautivo, y JULIO, de cautivo, que traen las tersas y vestidos de los garzones, y las guitarras y el rabel. Don FERNANDO ha de hacer salida
VIEJO: ¿No son mis prendas aquéstas? ¿Cómo vienen adornadas de regocijo y de fiestas? Prendas por mi bien halladas, ¿qué bizarrías son estas? Harto costoso ropaje es éste. ¿Qué se hizo el traje que mostraba en mil semejas que érades de Cristo ovejas, aunque de pobre linaje? JUANICO: Padre, no le pene el ver que hemos vestido trocado, que no se ha podido hacer otra cosa; y, bien mirado, de aquesto no hay que temer, porque si nuestra intención está con firme afición puesta en Dios, caso es sabido que no deshace el vestido lo que hace el corazón. FRANCISQUITO: Padre, ¿tiene, por ventura, qué darme de merendar? VIEJO: ¿Hay tan simple criatura? JUANICO: ¿Simple? Pues déjenlo estar, que él mostrará su cordura. JULIO: Amigo, no nos detenga; y, si gusta dello, venga con nosotros. JUANICO: No, señor; quedarse será mejor. FRANCISQUITO: Padre mío, tome, tenga. Una cruz que me han quitado me ponga en este rosario. VIEJO: Yo os la pondré de buen grado, depósito y relicario de mi alma. JUANICO: Padre honrado, déjenos ir, que tardamos.
[Habla] Ambrosio, que es la señora CATALINA
[CATALINA]: Pues, amigos, ¿Dónde vamos? JULIO: Aunque está de aquí un buen rato, al jardín de Agimorato. D. [FERNANDO]: Pues, ¡sus!, no nos detengamos. JULIO: Allí podremos a solas danzar, cantar y tañer y hacer nuestras cabrïolas: que el mar no suele tener siempre alteradas sus olas. Demos vado a la pasión, cuanto más, que es la intención del Cadí que nos holguemos, y que los viernes tomemos honesta recreación. D. [FERNANDO]: ¿Quién le dijo que tenía yo buena voz? JULIO: No sé, a fe; algún cautivo sería, y el cadí me dijo: "Ve, y dile de parte mía a Cauralí que me mande a su cristiano el más grande, de la buena voz." Yo fui, habléle, envióos aquí; no se más. JUANICO: No se desmande, padre, en venirnos a ver, que se enojará nuestramo y nos dará en qué entender. FRANCISQUITO: Padre, Francisco me llamo, no Azán, Alí ni Ja[e]r; cristiano soy, y he de sello, aunque me pongan al cuello dos garrotes y un cuchillo. JUANICO: ¿Veis cómo sabe decillo? Pues mejor sabrá hacello. D. [FERNANDO]: No pasemos adelante, que bien estamos aquí. JULIO: Sea ansí, y algo se cante.
[Habla] Ambrosio, que le ha de hacer la señora CATALINA
[CATALINA]: ¿Qué decís, que no os oí? JULIO: Que cantes, porque me encante. D. [FERNANDO]: ¿Es sordo? JULIO: Un poco es teniente de los oídos. [CATALINA]: ¿No hay gente que nos oiga? Bien decís; y, pues que todos venís, comencemos tristemente. Aquel romance diremos, Julio, que tú compusiste, pues de coro le sabemos, y tiene aquel tono triste con que alegrarnos solemos.
Cantan este romance
A las orillas del mar, que con su lengua y sus aguas, ya manso, ya airado, llega del perro Argel las murallas, con los ojos del deseo están mirando a su patria cuatro míseros cautivos que del trabajo descansan; y al son del ir y volver de las olas en la playa, con desmayados acentos esto lloran y esto cantan: ¡Cuán cara e[re]s de haber, oh dulce España! Tiene el cielo conjurado con nuestra suerte contraria nuestros cuerpos en cadenas, y en gran peligro las almas. ¡Oh si abriesen ya los cielos sus cerradas cataratas, ya en vez de agua aquí lloviesen pez, resina, azufre y brasas! ¡Oh, si se abriese la tierra, y escondiese en sus entrañas tanto Datán y Virón, tanto brujo y tanta maga! ¡Cuán cara eres de haber, oh dulce España! FRANCISQUITO: Padre, hágales cantar aquel cantar que mi madre cantaba en nuestro lugar. ¿Qué dice? ¿No quiere, padre? VIEJO: ¿Cómo decía el cantar? FRANCISQUITO: Ando enamorado, no diré de quién; allá miran ojos donde quieren bien. VIEJO: Bien al propósito fuera, pues que los del alma miran desde esta infame ribera la patria por quien suspira[n], que huye y no nos espera. JULIO: ¡Extremado es Francisquito! Canta tú, Ambrosio, un poquito lo que sueles a tus solas, que te escucharán las olas del mar con gusto infinito.
[CATALINA] cante solo
[CATALINA]: Aunque pensáis que me alegro, conmigo traigo el dolor. Aunque mi rostro semeja que de mi alma se aleja la pena, y libre la deja, sabed que es notorio error: conmigo traigo el dolor. Cúmpleme disimular por acabar de acabar, y porque el mal, con callar, se hace mucho mayor, conmigo traigo el dolor.
Entran el CADÍ y CAURALÍ
JUANICO: No más, que viene el Cadí. Padre, no os halle aquí a vos. D. [FERNANDO]: Con él viene Cauralí. VIEJO: ¡Queridas prendas, adiós! CADÍ: Perro, ¿vos estáis aquí? ¿No te he dicho yo, malvado, que te quites del cuidado del ver tus hijos? FRANCISQUITO: ¿Por qué? ¿No es mi padre? ¡A buena fe, que he de verle, mal su grado! JUANICO: Calla, Francisquito, hermano, que, en lo que dices, incitas en nuestro daño al tirano. FRANCISQUITO: ¿Ver nuestro padre nos quitas? Nunca tú eres buen cristiano. Padre, lléveme consigo, que me dice este enemigo tantas de bellaquerías. CAURALÍ: ¡Qué discretas niñerías! Decid: ¿qué esperáis, amigo?
Vase el VIEJO
CADÍ: Perro, si otra vez dejáis que los hable aquel perrón, vos veréis lo que lleváis. JULIO: Pedazos del alma son. CADÍ: Perro, ¿qué me replicáis? CAURALÍ: Tente, que no dice nada. FRANCISQUITO: ¡Válame Dios, qué alterada está la mora garrida! JUANICO: ¡Calla, hermano, por tu vida! CAURALÍ: Él tiene gracia extremada. CADÍ: ¿Veisle? Sabed que le adoro, y que pienso prohijalle después que le vuelva moro. FRANCISQUITO: Pues sepa que he de burlalle, aunque me dé montes de oro; y, aunque me dé tres reales justos, enteros, cabales, y más dos maravedís. CADÍ: Destas gracias, ¿qué decís? CAURALÍ: Que son sobrenaturales. CADÍ: Veníos tras mí a la ciudad. CAURALÍ: Yo quiero hablar con mi esclavo. CADÍ: Pues, ¡sus!, con Alá os quedad. CAURALÍ: Con Él vais. Ya estáis al cabo de mi gran necesidad.
Va[n]se el CADÍ y todos, sino Don FERNANDO [y CAURALÍ]
D. [FERNANDO]: Digo que yo la hablaré en yendo a casa, y haré por servirte lo posible, aunque más dura o terrible que un áspid o un monte est[é]. Dame lugar para hablalla, y déjame hacer, señor. CAURALÍ: Si vienes a conquistalla, llevarás, cual vencedor, el premio de la batalla. D. [FERNANDO]: Yo lo creo. CAURALÍ: Decir quiero que, amén de mucho dinero, te daré la libertad. D. [FERNANDO]: De tu liberalidad, aun más mercedes espero.
[Vanse]. Salen Don LOPE y VIVANCO
D. LOPE: Veisnos aquí en libertad por el más estraño caso que vio la cautividad. VIVANCO: ¿Pensáis que esto ha sido acaso? ¡Misterio tiene, en verdad! Dios, que quiere que esta mora vaya a tierra do se adora su nombre, movió su intento para ser el instrumento del bien que a los tres mejora. D. LOPE: Dijo en su postrer billete que un viernes quizá saldría al campo por Vavalvete, y que se descubriría con cierta industria promete. También escribió en el fin que sepamos el jardín de su padre, Agimorato, do a nuestra comedia y trato se ha de dar felice fin. VIVANCO: Tres mil escudos han sido los que en veces nos ha dado. D. LOPE: En libertarnos se han ido los dos mil. VIVANCO: Más se ha ganado de lo que habemos perdido. Y más, si acaso se gana esta alma, en obras cristiana, aunque en moro cuerpo mora. ¿Mas, si fuese ésta la mora? D. [LOPE]: Si es ella, ¡a fe que es lozana!
[Salen] ZA[HA]RA y HALIMA, cubiertos los rostros con sus almalafas blancas; y vienen con ellas, vestidas como moras, COSTANZA y la señora CATALINA, que no ha de hablar sino dos o tres veces
Mas, ¿cuál será de las dos? Que las otras son cautivas. HALIMA: Con todo, yo sé de vos que si le habláis... COSTANZA: No vivas sin esperanza, por Dios, que yo me ofrezco de hablalle, de inclinalle y de forzalle a que te venga a adorar; mas hasme de dar lugar para que pueda tratalle. HALIMA: Cuanto quisieres, amiga, tendrás; por eso no quedes de remediar mi fatiga. ZAHARA: Camina, [H]alima, si puedes. COSTANZA: A más tu bondad me obliga. ZAHARA: Mira, Costanza, y advierte si de aquellos dos, por suerte, es tu conocido alguno. COSTANZA: Yo no conozco ninguno. VIVANCO: Si es ella, es dichosa suerte, porque parece en el brío hermosa sobremanera. ZAHARA: Perritos son de buen brío. ¡Oh, quién hablarlos pudiera! HALIMA: Como allí estuviera el mío, yo me llegara a hablallos. ZAHARA: Costanza, vuelve a mirallos, y dime si echas de ver que es noble su parecer. CATALINA: ¿Para qué? ZAHARA: Para comprallos. COSTANZA: Éste de la izquierda mano me parece caballero; y aun el otro no es villano. ZAHARA: Verlos de más cerca quiero. HALIMA: ¡Que no esté aquí mi cristiano! ZAHARA: Entrambos me satisfacen. VIVANCO: ¡Qué de represas me hacen! Lleguémonos hacia allá. D. LOPE: No, que ellas vienen acá. VIVANCO: Su brío y su vista aplacen. ZAHARA: ¡Ay, Alá! ¿Quién me picó? Mira por aquí, Costanza, si es avispa. Amarga yo, que parece que una lanza por el cuello se me entró. Sacude bien esa toca, que casi me vuelvo loca en ver lo que veo.¡Ay, triste! ¿Matástela? ¿No la viste? Sacude más; mira y toca. ¡Si está aquí! COSTANZA: Yo no veo nada. ZAHARA: ¡Llegado me ha al corazón esta no vista picada! COSTANZA: Del avispa el aguijón es cosa muy enconada; mas temo no fuese araña. ZAHARA: Si fue araña, fue de España; que las de Argel no hacen mal. D. LOPE: ¿Hase visto industria tal? ¿Hay tan discreta maraña? HALIMA: Zara, no estés descompuesta; torna a ponerte tu toca. ZAHARA: Aun el aire me molesta. HALIMA: Esta desgracia, aunque poca, turbado nos ha la fiesta. VIVANCO: ¿Qué os parece? D. [LOPE]: Que parece que la ventura me ofrece cuanto puedo desear. VIVANCO: Volvióse el sol a eclipsar; ya su luz desaparece. ZAHARA: ¿No sabrás de aquel cautivo, Costanza, si es español? COSTANZA: En eso, gusto recibo. D. LOPE: Torna a descubrirte, ¡oh sol!, en cuyas luces avivo el ser, el entendimiento, la ventura y el contento que en tu posesión se alcanza. ZAHARA: Pregúntaselo, Costanza. HALIMA: ¿Cómo estás? ZAHARA: Mejor me siento. COSTANZA: Gentilhombre, ¿sois de España? D. LOPE: Sí, señora; y de una tierra donde no se cría araña ponzoñosa, ni se encierra fraude, embuste ni maraña, sino un limpio proceder, y el cumplir y el prometer es todo una misma cosa. ZAHARA: Pregúntale si es hermosa, si es casado, su mujer. COSTANZA: ¿Sois casado? D. LOPE: No, señora; pero serélo bien presto con una cristiana mora. COSTANZA: ¿Cómo es eso? D. [LOPE]: ¿Cómo es esto? Poco sabe quien lo ignora. Mora en la incredulidad, y cristiana en la bondad, es la que ha de ser mi dueño. COSTANZA: Yo os entiendo como un leño. ZAHARA: ¡Plega Alá digáis verdad! HALIMA: Pregúntale si es esclavo, o si es libre. D. [LOPE]: Ya os entiendo; de ser cautivo me alabo. ZAHARA: Cuanto dice comprehendo, y de todo estoy al cabo. D. [LOPE]: Presto pisaré de España, con gusto y con gloria extraña, las riberas, y mi fe firme entonces mostraré. ZAHARA: Gracias a Alá y a una caña. HALIMA: Cristianos, quedaos atrás, porque en la ciudad entramos.
[Vanse] las MORAS
VIVANCO: Obedecida serás. D. [LOPE]: En escuridad quedamos. Sol bello, ¿cómo te vas? De cautividad sacaste el cuerpo que rescataste con tu liberalidad; pero más con tu beldad al alma yerros echaste. En fe de lo que en ti he visto, del deseo que te doma, de adorarte no resisto, no por prenda de Mahoma, sino por prenda de Cristo. Yo te llevaré a do seas todo aquello que deseas, aunque mil vidas me cueste. VIVANCO: Vamos, que el dolor es éste; no por ahí, que rodeas.
[Vanse]. Sale[n] el SACRISTÁN con una cazuela mojí, y tras él el JUDÍO
JUDÍO: Cristiano honrado, así el Dío te vuelva a tu libre estado, que me vuelvas lo que es mío. SACRISTÁN: No quiero, judío honrado; no quiero, honrado judío. JUDÍO: Hoy es sábado, y no tengo qué comer, y me mantengo de aqueso que guisé ayer. SACRISTÁN: Vuelve a guisar de comer. JUDÍO: No, que a mi ley contravengo.