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TEXTOS ELECTRÓNICOS / ELECTRONIC TEXTS

Obras de Cervantes. Association for Hispanic Classical Theater, Inc.

Obras de Cervantes / Los baños de Argel / versos 2021-2388

Electronic text by Vern G.Williamsen and J T Abraham

LOS BAÑOS DE ARGEL, Part 7 of 9

JORNADA TERCERA

Salen [el] GUARDIÁN bají y otro MORO
GUARDIÁN: Por diez escudos no daré mi parte. Sentaos y no dejéis entrar alguno, si no pagan dos ásperos muy buenos. MORO: La Pascua de Natal, como ellos llaman, venticinco ducados se llegaron. GUARDIÁN: Los españoles, por su parte, hacen una brava comedia. MORO: Son saetanes; los mismos diablos son; son para todo. Ya descuelgan cristianos a su misa.
[Salen] Vivanco, don FERNANDO, don LOPE, el SACRISTÁN, el [VIEJO] padre de los niños; trae Don FERNANDO los calzones del SACRISTÁN
D. FERNANDO: Veislos aquí, que no me los he puesto; antes Costanza les echó un remiendo en parte do importaba, y de su mano. SACRISTÁN: De molde vienen para la comedia; agora me los chanto. ¡Sus, entremos! GUARDIÁN: ¿Adónde vais, cristiano? [VIEJO]: Yo, a oír misa. MORO: Pues paga. [VIEJO]: ¿Cómo, paga? ¿Aquí se paga? GUARDIÁN: ¡Bien parece que es nuevo el padre viejo! MORO: Dos ásperos, o apártate, camina. [VIEJO]: No los tengo, por Dios. MORO: Pues ve y ahórcate. D. LOPE: Yo pagaré por él. MORO: Eso en buen hora. SACRISTÁN: Fende, déjeme entrar, y este pañuelo, que no ha media hora que hurté a un judío, tome por prenda, o déme lo que vale, que lo daré no más de por el costo, o muy poquito más. GUARDIÁN: Con otros cuatro quedas muy bien pagado. SACRISTÁN: Vengan, y entro. [MORO:] ¡Ea!, acudid a entrar, que se hace tarde. Con los del rey, yo apostaré que pasen de dos mil los que están en el banasto. Entremos a mirar desde la puerta cómo dicen su misa, que imagino que tienen grande música y concierto. GUARDIÁN: Poneos tras el postigo, y veréis todo cuanto hacen los cristianos en el patio, porque es cosa de ver. MORO: Ya los he visto. Hoy dicen que tornó a vivir su Cristo.
[Vanse]. Salen al teatro todos los cristianos que haya, y OSORIO entre ellos, y el SACRISTÁN, puestos los calzones que le dio Don FERNANDO
OSORIO: Misterio es éste no visto. Veinte religiosos son los que hoy la Resurreción han celebrado de Cristo con música concertada, la que llaman contrapunto. Argel es, según barrunto, arca de Noé abreviada: aquí están de todas suertes, oficios y habilidades, disfrazadas calidades. VIVANCO: Y aun otra cosa, si adviertes, que es de más admiración, y es que estos perros sin fe nos dejen, como se ve, guardar nuestra religión. Que digamos nuestra misa nos dejan, aunque en secreto. OSORIO: Más de una vez, con aprieto se ha celebrado y con prisa; que una vez, desde el altar, al sacerdote sacaron revestido, y le llevaron por las calles del lugar arrastrando; y la crueldad fue tal que con él se usó, que en el camino acabó la vida y la libertad. Mas dejémonos de aquesto, y a nuestra holgura atendamos, pues que nos dan nuestros amos hoy lugar para hacer esto. De nuestras Pascuas tenemos los primeros días por nuestros. D. LOPE: ¿Y qué? ¿Hay músicos? OSORIO: Y diestros; los del Cadí llamaremos. VIVANCO: Aquí están. OSORIO: Y aquél que ayuda al coloquio ya está aquí. D. FERNANDO: ¡Bien cantan los del Cadí! OSORIO: Antes que más gente acuda, el coloquio se comience, que es del gran Lope de Rueda, impreso por Timoneda, que en vejez al tiempo vence. No pude hallar otra cosa que poder representar más breve, y sé que ha de dar gusto, por ser muy curiosa su manera de decir en el pastoril lenguaje. VIVANCO: ¿Hay pellicos? OSORIO: De ropaje humilde; y voime a vestir. VIVANCO: ¿Quién canta? OSORIO: Aquí el sacristán, que tiene donaire en todo. VIVANCO: ¿Hay loa? OSORIO: ¡De ningún modo!
[Vanse] OSORIO y el SACRISTÁN
VIVANCO: ¡Oh, qué mendigos están! En fin: comedia cautiva, pobre, hambrienta y desdichada, desnuda y atarantada. D. LOPE: La voluntad se reciba.
[Sale] CAURALÍ
CAURALÍ: Sentaos, no os alborotéis, que vengo a ver vuestra fiesta. D. FERNANDO: Quisiera que fuera ésta, fe[n]de, cual la merecéis. D. LOPE: Aquí os podéis asentar, que yo me quedaré en pie. CAURALÍ: No, no, amigo, siéntate, que salen a comenzar. D. LOPE: Ya salen; sosiego y chite, que cantan. VIVANCO: Mejor sería que llorasen. D. FERNANDO: Este día lágrimas no las permite.
Canten lo que quisieren
VIVANCO: La música ha sido hereje; si el coloquio así sucede, antes que la rueda ruede, se rompa el timón y el eje.
En acabando la música, dice el SACRISTÁN (Todo cuanto dice agora el SACRISTÁN, lo diga mirando al soslayo a CAURALÍ)
SACRISTÁN: ¿Qué es esto? ¿Qué tierra es ésta? ¿Qué siento? ¿Qué es lo que veo? De réquiem es esta fiesta para mí, pues un deseo más que mortal me molesta. ¿Dónde se encendió este fuego, que tiene, entre burla y juego, el alma ceniza hecha? De Mahoma es esta flecha, de cuya fuerza reniego. Como cuando el sol asoma por una montaña baja, y de súbito nos toma y con su vista nos doma nuestra vista y la relaja; como la piedra balaja, que no consiente carcoma, tal es el tu rostro, Aja, dura lanza de Mahoma, que las mis entrañas raja. CAURALÍ: ¿Es esto de la comedia, o es bufón este cristiano? SACRISTÁN: Si mi dolor no remedia su bruñida y blanca mano, todo acabará en tragedia. ¡Oh mora la más hermosa, más discreta y más graciosa que la fama nos ofrece, desde do el alba amanece hasta donde el sol reposa!,
Dice esto mirando a CAURALÍ
Mahoma en su compañía te tenga siglos sin cuento. CAURALÍ: ¿Este perro desvaría, o entra aquesto en el cuento de la fiesta deste día? D. FERNANDO: Calla, Tristán, y ten cuenta, porque ya se representa el coloquio. SACRISTÁN: Sí haré; pero no sé si podré, según el diablo me tienta.
Sale GUILLERMO, pastor
GUILLERMO: Si el recontento que trayo, venido tan de rondón, no me le abraza el zurrón, ¿cuales nesgas pondré al sayo, y qué ensanchas al jubón? SACRISTÁN: ¡Vive Dios, que se me abrasa el hígado, y sufro y callo! GUILLERMO: Si es que esto adelante pasa, muy mejor será dejallo. SACRISTÁN: ¿Quién encendió aquesta brasa? D. LOPE: Tristán, amigo, escuchad, pues sois discreto, y callad, que ésa es grande impertinencia. SACRISTÁN: Callaré y tendré paciencia. [GUILLERMO]: ¿Comienzo? D. LOPE: Sí, comenzad. GUILLERMO: Si el recontento que trayo, venido tan de rondón, no me lo abraza el zurrón, ¿cuales nesgas pondré al sayo, o qué ensanchas al jubón? Y si, al contarlo estremeño, con un donaire risueño, ayer me miró Costanza, ¿qué turba habrá ya o mudanza que no le pase por sueño? Esparcíos, las mis corderas, por las dehesas y prados; mordey sabrosos bocados, no temáis las venideras noches de nubros airados; antes os and[áis] exentas, brincando de recontentas. No os aflija el ser mordidas de las lobas desambridas, tragantonas, malcontentas; y, al dar de los vellocinos, venid simpres, no ronceras, rumiando por las laderas, a jornaleros vecinos, o al corte de sus tijeras; que el sin medida contento, cual no abarca el pensamiento, os librará de lesión, si al dar del branco vellón barruntáis el bien que siento. Mas, ¿quién es este cuitado que asoma acá entellerido, cabizbajo, atordecido, barba y cabello erizado, desairado y mal erguido? SACRISTÁN: ¿Quién ha de ser? Yo soy, cierto, el triste y desventurado, vivo en un instante y muerto, de Mahoma enamorado. ................... [-erto]. CAURALÍ: ¡Echadle fuera a este loco! SACRISTÁN: ¡Tu divina boca invoco, Ajá, de mil azahares, boca de quitapesares a quien desde lejos toco! CAURALÍ: ¡Dejádmele! D. FERNANDO: No, señor, que cuanto dice es donaire, y es bufón el pecador. SACRISTÁN: ¡Dios de los vientos! ¿No hay aire para templar tanto ardor? GUILLERMO: ¡Ya es mucha descortesía y mucha bufonería! ¡Échenle ya, y déjenos! SACRISTÁN: Yo me voy. ¡Quédate a Dios, argelina gloria mía! GUILLERMO: ¿Dónde quedé? VIVANCO: No sé yo. D. LOPE: Mas, ¿quién es este cuitado...?, fue el verso donde paró. D. FERNANDO: Los calzones han obrado. GUILLERMO: ¿Vuelvo a comenzar? D. FERNANDO: No, no; no nos turben a deshora. Prosigue el coloquio ahora.
Un MORO dice desde arriba
MORO: ¡Cristianos, estad alerta; cerrad del baño la puerta! GUILLERMO: ¡Vengas, perrazo, en mal hora!

MORO: ¡Abrid aquese cristiano, que va herido, y cerrad presto! CAURALÍ: ¡Válame Alá! ¿Qué es aquesto? MORO: ¡Oh santo Alá soberano! Dos han muerto, y del rey son. ¡Oh crueldad jamás oída! A todos quitan la vida sin ninguna distinción.

[Sale] un CRISTIANO herido, y otro [CRISTIANO] sin herir
D. FERNANDO: Pasad, hermano, adelante. ¿Quién os ha herido? CRISTIANO [1]: Un archí. D. FERNANDO: ¿La causa? CRISTIANO [1]: Ninguna di. VIVANCO: ¿Es la herida penetrante? CRISTIANO [1]: No sé; con manera fue, y será mortal, sin duda. CRISTIANO [2]: Otra traigo yo más cruda, y en parte do no se ve. CAURALÍ: ¿No dirás qué es esto, Alí? MORO: Grande armada han descubierto por la mar. D. FERNANDO: ¿Y aqueso es cierto? ¿Vaste, fende Cauralí?
Vase CAURALÍ
MORO: Y los jenízaros matan si encuentran algún cautivo, o con furor duro esquivo malamente le maltratan; y aquestas voces que oís las dan judíos, de miedo. GUILLERMO: ¡Todo el mundo se esté quedo! Yo creo, Alí, que mentís, pues no ha mucho que en España no había ninguna nueva de armada. MORO: Pues esta prueba os desmiente y desengaña; que a fe que dicen que asoman más de trecientas galeras, con flámulas y banderas, y que el rumbo de Argel toman. GUILLERMO: Quizá por encant[a]mento aquesta armada se ha hecho.
[Sale] el GUARDIÁN Bají
GUARDIÁN: ¡El corazón en el pecho no cabe, y de ira reviento! OSORIO: Pues, ¿qué hay, fendi? GUARDIÁN: Yo me alisto a contar la crueldad, igual de la necedad mayor que jamás se ha visto. Salió el sol esta mañana, y sus rayos imprimieron en las nubes tales formas, que, aunque han mentido, las creo. Una armada figuraron que venía a vela y remo por el sesgo mar apriesa, a tomar en Argel puerto. Tan claramente descubren los ojos que la están viendo, de las fingidas galeras las proas, popas y remos, que hay quien afirme y quien jure que del cómitre y remero vio el mandar y obedecer hacerse todo en un tiempo. Tal hay que dice haber visto a vuestro profeta muerto en la gavia de una nave, en una bandera puesto. Muestra tan al vivo el humo su vano y escuro cuerpo, y tan de cerca perciben los oídos fuego y truenos, que, por temor de las balas, más de cuatro se pusieron a abrazar la madre tierra: tal fue el miedo que tuvieron. Por estas formas que el sol ha con sus rayos impreso en las nubes, ha en nosotros otras mil formado el miedo. Pensamos que ese don Juan, cuyo valor fue el primero que a la otomana braveza tuvo a raya y puso freno, venía a dar fin honroso al desdichado comienzo que su valeroso padre comenzó en hado siniestro. Los jenízaros archíes, que están siempre zaques hechos, dieron en matar cautivos, por tener contrarios menos; y si acaso el sol tardara de borrar sus embelecos, no estábades bien seguros cuantos estáis aquí dentro. Veinte y más son los heridos, y más de treinta los muertos. Ya el sol deshizo la armada; volved a hacer vuestros juegos. OSORIO: ¡Mal podremos proseguir tan sangrientos pasatiempos! CRISTIANO [2]: Pues escuchad otra historia más sangrienta y de más peso.

El Cadí, como sabéis, tiene en su poder a un niño de tiernos y pocos años, el cual se llama Francisco. Ha puesto toda su industria, su autoridad y jüicio, mil promesas y amenazas, mil contrapuestos partidos, para que de bueno a bueno esta prenda del bautismo se deje circuncidar por su gusto y su albedrío. Su industria ha salido vana; su jüicio no ha podido imprimir humanas trazas en este pecho divino. Por esto, según se entiende, como afrentado y corrido, su luciferina rabia hoy ha esfogado en Francisco. Atado está a una coluna, hecho retrato de Cristo, de la cabeza a los pies en su misma sangre tinto. Témome que habrá espirado, porque tan crüel martirio mayores años y fuerzas no le hubieran resistido. [VIEJO]: ¡Dulce mitad de mi alma, ay de mis entrañas hijo, detened la vida en tanto que os va a ver este afligido! ¡En la calle de Amargura, perezosos pies, sed listos; veré en su ser a Pilatos y en figura veré a Cristo!