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TEXTOS ELECTRÓNICOS / ELECTRONIC TEXTS

Obras de Cervantes. Association for Hispanic Classical Theater, Inc.

Obras de Cervantes / La casa de los celos / versos 1-296

Electronic text by J T Abraham and Vern G.Williamsen

 

LA CASA DE LOS CELOS
Y SELVAS DE ARDENIA

Personas que hablan en ella:

JORNADA PRIMERA

[Salen] REINALDOS y MALGESÍ
REINALDOS: Sin duda que el ser pobre es causa desto; pues, ¡vive Dios!, que pueden estas manos echar a todas horas todo el resto con bárbaros, franceses y paganos. ¿A mí, Roldán, a mí se ha de hacer esto? Levántate a los cielos soberanos, el confalón que tienes de la Iglesia. O reniego, o descreo... MALGESÍ: ¡Oh, hermano! REINALDOS: ¡Oh, pesia...! MALGESÍ: Mira que suenan mal esas razones. REINALDOS: Nunca las pasa mi intención del techo. MALGESÍ: Pues, ¿por qué a pronunciallas te dispones? REINALDOS: ¡Rabio de enojo y muero de despecho! MALGESÍ: Pónesme en confusión. REINALDOS: Y tú me pones... ¡Déjame, que revienta de ira el pecho! MALGESÍ: ¡Por Dios!, que has de decirme en este instante con quién las has. REINALDOS: Con el señor de Aglante. Con aquese bastardo, malnacido, arrogante, hablador, antojadizo, más de soberbia que de honor vestido. MALGESÍ: ¿No me dirás, Reinaldos, qué te hizo? REINALDOS: ¿Que a tanto desprecio he yo venido, que así ose atrevérseme un mestizo? Pues ¡juro a fe que, aunque le valga Roma, que le mate, y le guise, y me le coma! En un balcón estaba de palacio, y con él Galalón junto a su lado; yo entraba por el patio, muy de espacio, cual suelo, de mí mismo acompañado; los dos miraron mi bohemio lacio y no de perlas mi capelo ornado; tomáronse a reír, y a lo que creo, la risa fue de ver mi pobre arreo. Subí, como con alas, la escalera, de rabia lleno y de temor vacío; no los hallé donde los vi, y quisiera ejecutar en mí mi furia y brío. Entráronse allá dentro, y, si no fuera porque debo respeto al señor mío, en su presencia le sacara el alma, pequeña a tanta injuria, y débil palma. De aquel traidor de Galalón no hago cuenta ninguna, que es cobarde y necio; de Roldán, sí, y en ira me deshago, pues me conoce, y no me tiene en precio. Pero presto tendrán los dos el pago, pagando con sus vidas mi desprecio, aunque lo estorbe... MALGESÍ: ¿No ves que desatinas? REINALDOS: Con aquesas palabras más me indinas. MALGESÍ: Roldán es éste, vesle aquí que sale, y con él Galalón. REINALDOS: Hazte a una parte, que quiero ver lo que este infame vale, que es tenido en el mundo por un Marte.
[Salen] ROLDÁN y GALALÓN
¡Agora, sí, burlón, que no te cale en la estancia de Carlos retirarte, ni a ti forjar traiciones y mentiras para volver pacíficas mis iras! GALALÓN: Vuélvome, porque es éste un atrevido y el decir y hacer pone en un punto.
[Vase]
REINALDOS: ¡Bien os habéis de mi ademán reído los dos, a fe! ROLDÁN: ¡Que está loco barrunto! REINALDOS: ¿Dónde está aquel cobarde? MALGESÍ: Ya se ha ido. REINALDOS: Tuvo temor de no quedar difunto si un soplo le alcanzara de mi boca. ROLDÁN: ¡A risa su arrogancia me provoca! ¿Con quién las has, Reinaldos? REINALDOS: ¿Yo? Contigo. ROLDÁN: ¿Conmigo? Pues, ¿por qué? REINALDOS: Ya tú lo sabes. ROLDÁN: No sé más de que siempre fui tu amigo, pues de mi voluntad tienes las llaves. REINALDOS: Tu risa ha sido deso buen testigo; no hay para qué tan sin porqué te alabes. Dime: ¿puede, por dicha, la pobreza quitar lo que nos da naturaleza? Que yo trujera con anillos de oro adornadas mis manos y trujera con pompa, a modo de real decoro, mi persona compuesta; ¿adóndequiera rindiera yo con esto al fuerte moro o al gallardo español, que nos espera? No; que no dan costosos atavíos fuerza a los brazos y a los pechos bríos. Mi persona desnuda, y esta espada, y este indomable pecho que conoces, ancha se harán adondequiera entrada, como en la seca mies agudas hoces. Mi fuerza conocida y estimada está por todo el orbe dando voces, diciendo quién yo soy; y así, tu burla contra toda razón de mí se burla. Y, porque veas que en razón me fundo, mete mano a la espada y haz la prueba: verás que en nada no te soy segundo, ni es para mí el probarte cosa nueva. ¿Que de nuevo te ríes, pese al mundo? ROLDÁN: ¿Qué endiablado furor, primo, te lleva a romper nuestras paces, o qué risa así el aviso tuyo desavisa? MALGESÍ: Dice que dél hiciste burla cuando entraba por el patio de palacio, su poco fausto y soledad mirando, y su bohemio, por antiguo, lacio. Pensólo, y, su estrecheza contemplando, y creyendo la burla, en poco espacio la escalera subió; y, si allí os hallara, en llanto vuestra risa se tornara. ROLDÁN: Hiciera mal, porque por Dios os juro que no me pasó tal por pensamiento; y desto puede estar cierto y seguro, pues yo lo digo y más con juramento. Al pilar de la Iglesia, al fuerte muro, al amparo de Francia y al aliento de los pechos valientes, ¿quién osara, aunque en ello la vida le importara? Esta disculpa baste, ¡oh primo amado!, para templar vuestra no vista furia; que no es costumbre de mi pecho honrado hacer a nadie semejante injuria. Y más a vos, que solo habéis ganado más oro que tendrá y tiene Liguria, si es que la honra vale más que el oro que en Tíbar cierne el mal vestido moro. Dadme esa mano, ¡oh primo!, porque, en uno estas dos que imagino sin iguales, no siento yo que habrá valor alguno que de su puerta llegue a los umbrales.
Vuelve GALALÓN con el EMPERADOR Carlomagno
EMPERADOR: ¿Que así comenzó a hablar el importuno, y descubrió en el modo indicios tales, que presto de la lengua desmandada pasaría la cólera a la espada? GALALÓN: No los pongas en paz, porque es prudencia, y en materia de estado esto se advierte, tener a tales dos en diferencia, que son ministros de tu vida y muerte; que, habiendo entre dos grandes competencia y entre dos consejeros, de tal suerte el uno y otro a sus contrarios temen, que es fuerza que en virtud ambos se estremen, por temor de las ciertas parlerías que te podrá decir aquél de aquéste; y no desprecies las razones mías, si no quieres que caro no te cueste. EMPERADOR: No están de aquel talante que decías. Di: ¿Roldán no es aquél? ¿Reinaldos, éste? En paz están, y asidos de la mano. GALALÓN: Señores, ¿no habéis visto a Carlomano? ROLDÁN: ¡Oh grande emperador! EMPERADOR: ¡Oh amados primos! ¿Habéis tenido algún enojo acaso? ROLDÁN: Sin padrinos los dos nos avenimos cuando torcemos de amistad el paso. Muchas veces confieso que reñimos, mas ninguna de veras. GALALÓN: A hablar paso Reinaldos y sin cólera, no hiciera que nuestro emperador aquí viniera; que yo le truje imaginando, cierto, que estábades los dos ya en gran batalla. MALGESÍ: Holgáraste que el uno fuera muerto, y aun los dos; que este intento en ti se halla. EMPERADOR: Tu temor ha salido en todo incierto. De lo que a mí me place, es que la malla y los aceros destos dos varones requieren más honrosas ocasiones. ROLDÁN: Reinaldos, no le tengas ojeriza a Galalón, que a fe que es nuestro amigo. MALGESÍ: ¡Así le viese yo hecho ceniza, o de la suerte que en mi mente digo! Éste es el soplo que aquel fuego atiza y enciende, por quien siempre es enemigo nuestro buen rey de nuestro buen linaje. REINALDOS: ¡Cuán sin aliento viene aqueste paje!
[Sale un PAJE]
PAJE: Señor, si quieres ver una ventura, [sic] que en la vida se ha visto semejante, ponte a ese corredor: que te aseguro que es aventicio hermoso y elegante. REINALDOS: ¡Donoso ha estado el paje! PAJE: Yo lo juro por vida de mi padre. Trae delante una diosa del cielo dos salvajes que sirven de escuderos y de pajes; una que debe ser su bisabuela viene detrás sobre una mula puesta. Digo que es cosa de admirar. Mas hela do asoma: ved si viene bien compuesta. MALGESÍ: ¿Si viene con mistura de cautela tan grande novedad? EMPERADOR: Poco te cuesta saberlo si tu libro traes a mano. MALGESÍ: Aquí le tengo, y el saberlo es llano.
Apártase MALGESÍ a un lado del teatro, saca un libro pequeño, pónese a leer en él, y luego sale una figura de demonio por lo hueco del teatro y pónese al lado de MALGESÍ; y han de haber comenzado a entrar por el patio ANGÉLICA la bella, sobre un palafrén, embozada y la más ricamente vestida que ser pudiere; traen la rienda dos salvaje[s], vestidos de yedra o de cáñamo teñido de verde; detrás viene una DUEÑA sobre una mula con gual[d]rapa. Trae delante de sí un rico cofrecillo y a una perrilla de falda; en dando una vuelta al patio, la apean los salvajes, y va donde está el EMPERADOR, el cual, como la ve, dice
EMPERADOR: Digo que trae gallarda compostura y que es gallardo el traje y peregrino, y que si llega al brío la hermosura, que pasa de lo humano a lo divino. MALGESÍ: ¿Aventura es aquésta? Es desventura. EMPERADOR: ¿Qué dices, Malgesí? MALGESÍ: No determino aún bien lo que es. EMPERADOR: Pues mira más atento. MALGESÍ: Ya procuro cumplir tu mandamiento. EMPERADOR: Salid a la escalera a recebilla, y traed a la dama a mi presencia. REINALDOS: Cierto que es ésta estraña maravilla. MALGESÍ: Cierto que no yerra aquí mi ciencia. EMPERADOR: ¿Qué es eso, Malgesí? MALGESÍ: Darás a oílla gratos oídos, pero no creencia; que esta dama que ves... Aún no sé el resto; escúchala, que yo lo sabré presto.
[Sale] en el teatro ANGÉLICA con los salvajes y la DUEÑA, acompañada de REINALDOS, ROLDÁN y GALALÓN; viene ANGÉLICA embozada
ANGÉLICA: Prospere el alto cielo, poderoso señor, tu real estado, y seas en el suelo por uno y otro siglo prolongado de tan rara ventura, que del tiempo mudable esté segura. Puesto que tu presciencia de un sí cortés me tiene asegurada, no osaré sin licencia decirte, ¡oh gran señor!, una embajada, que aumentará la fama que a tanto prez y a tanto honor te llama. EMPERADOR: Decid lo que os pluguiere. ANGÉLICA: Hizo verdad tu sí mi pensamiento. Presta a lo que dijere, sagrado emperador, oído atento, y préstenmele aquéllos a quien la gola señaló sus cuellos. Soy única heredera del gran rey Galafrón, cuyo ancho imperio deste mar la ribera, ni aun casi la mitad del hemisferio, sus límites describe; que en otros mares y otros cielos vive. A su grandeza iguala su saber, en el cual tuvo noticia ser mi ventura mala, si así como el estado real codicia, a varón me entregase que en sangre y en grandeza me igualase. Halló por cierto y llano que el que venciese en singular batalla a un mi pequeño hermano que viste honrosa, aunque temprana malla, éste, cierto, sería bien de su reino y la ventura mía. Por provincias diversas he venido con él, donde he tenido ya prósperas, ya adversas venturas, y a la fin me he conducido a este reino de Francia, donde tengo por cierta mi ganancia. De Ardenia en las umbrosas selvas queda mi hermano, allí esperando quien, ya por codiciosas prendas, o esta belleza deseando,
Desembózase
su fuerte brazo pruebe; y es lo que he de decir lo que hacer debe. Quien fuere derribado del golpe de la lanza, ha de ser preso, porque le está vedado poner mano a la espada; y es expreso del rey este mandato, o, por mejor decir, concierto y pacto. Y si tocare el suelo mi hermano, quedará quien le venciere levantado a mi cielo, o noble sea, o sea el que se fuere, y no de otra manera. MALGESÍ: ¡Qué bien que lo relata la hechicera! ANGÉLICA: ¡Ea, pues, caballeros!, quien reinos apetece y gentileza, aprestad los aceros, que a poco precio venden la belleza que veis, venid en vuelo. ROLDÁN: ¡Por Dios, que encanta! REINALDOS: Admira, ¡vive el cielo! ANGÉLICA: Ya te he dicho mi intento. Conviéneme que dé la vuelta luego. EMPERADOR: Deteneos un momento, si es que puede con vos mi mando o ruego, porque seáis servida según vuestra grandeza conocida. ANGÉLICA: Lo imposible me pides; dame licencia y queda en paz. EMPERADOR: Pues veo que a tu gusto te mides, en buen hora te vuelve, y el deseo de servirte recibe. MALGESÍ: ¡El mismo engaño en esta falsa vive!
Vase ANGÉLICA y su compañía
REINALDOS: ¿Para qué vas tras ella, Roldán? ROLDÁN: Son excusadas tus demandas. REINALDOS: Yo solo he de ir con ella. ROLDÁN: ¡Qué impertinente y qué soberbio andas! REINALDOS: ¡Detente, no la sigas! ROLDÁN: Reinaldos, bueno está; no me persigas. MALGESÍ: Deténlos, no los dejes; haz, señor, que se prenda aquella maga. REINALDOS: Como de aquí te alejes, daréte de tu intento justa paga. EMPERADOR: ¿Qué desvergüenza es ésta? MALGESÍ: Manda prender aquella deshonesta, que será, a lo que veo, la ruina de Francia en cierto modo. ROLDÁN: Cumpliré mi deseo a tu pesar, y aun al del mundo todo. REINALDOS: Camina, pues, y guarte. EMPERADOR: Acaba, Malgesí, de declararte.