imprimir

TEXTOS ELECTRÓNICOS / ELECTRONIC TEXTS

Obras de Cervantes. Association for Hispanic Classical Theater, Inc.

Obras de Cervantes / La casa de los celos / versos 297-550

Electronic text by J T Abraham and Vern G.Williamsen

MALGESÍ:             Ésta que has visto es hija
                 del Galafrón, cual dijo; mas su intento,
                 que el cielo le corrija,
                 es diferente del fingido cuento,
                 porque su padre ordena
                 tener tus Doce Pares en cadena;
                     y, si los prende, piensa
                 venir sobre tu reino y conquistalle;
                 y trázase esta ofensa
                 con enviar su hijo y adornalle
                 con una hermosa lanza,
                 con que de todos la vitoria alcanza.
                     La lanza es encantada,
                 y tiene tal virtud, que, aquel que toca,
                 le atierra, y es dorada;
                 por eso pide aquella infame y loca
                 que la espada no prueben
                 los que a la empresa con valor se atreven.
                     Por añagaza pone
                 aquella incomparable hermosura,
                 que el corazón dispone
                 aun de la más cobarde criatura
                 para que el hecho intente,
                 do, aunque se pierda, nunca se arrepiente.
                     Serán tus Doce Pares
                 presos si no lo estorbas, señor mío,
                 y otros muchos millares
                 de los tuyos que tienen fuerza y brío
                 para mayores cosas.
EMPERADOR:       Las que has contado son bien espantosas;
                     mas no sé remediallas,
                 y es porque no las creo. A ti te queda
                 creellas y estorballas.
MALGESÍ:         Haré cuanto mi industria y ciencia pueda.
GALALÓN:         No son muy verdaderos,
                 a decirte verdad, tus consejeros.

[Vanse] el EMPERADOR y GALALÓN
MALGESÍ: Mi hermano va enojado con Roldán. Estorbar quiero su daño. En laberinto he entrado que apenas saldré dél. ¡Oh ciego engaño, oh fuerza poderosa de la mujer que es, sobre falsa, hermosa!
[Vase] MALGESÍ, y [sale] BERNARDO del Carpio, armado, y tráele la celada un VIZCAÍNO, su escudero, con botas y fieltro y su espada
BERNARDO: Aquí, fuera de camino, podré reposar un poco. VIZCAÍNO: Señor sabio, que estás loco, tino vuelves desatino. Vizcaíno que escudero llevas contigo, te avisa camines no tanta prisa, paso lleves de arriero. Tierra buscas, tierra dejas, tanta parece hazaña, pues, metiendo en tierra extraña, por Dios, de propria te alejas. Bien que en España hay que hacer; moros tienes en fronteras, tambores, pitos, banderas hay allá; ya puedes ver. BERNARDO: ¿Ya no te he dicho el intento que a esta tierra me ha traído? VIZCAÍNO: Curioso mucho atrevido goza nunca pensamiento. Bien podrás, bien podrás, dejar mala tanto hazaña; a las de guerra y España llama. BERNARDO: Ya te entiendo, Blas. VIZCAÍNO: Bien es que sepas de yo buenos que consejos doy; que, por Juan Gaicoa, soy Vizcaíno; burro, no. Señor, mira, si es que ver poder quieres del francés, camino aqueste no es derecho; puedes volver. BERNARDO: Dicen que estas selvas son donde se hallan de contino, por cualquier senda o camino, venturas de admiración, y que en la mitad o al fin, o al principio, o no sé dónde, entre unos bosques se esconde el gran padrón de Merlín, aquel grande encantador, que fue su padre el demonio. VIZCAÍNO: Echado está testimonio, y levántanle, señor. BERNARDO: Hele de buscar y hallar, si mil veces rodease estas selvas. VIZCAÍNO: Tiempo vase; duerme, o vuelve a caminar. BERNARDO: Vuelve, y ve si Ferraguto viene, que se quedó atrás, y a do quedo le dirás. VIZCAÍNO: Escudero siempre puto. BERNARDO: Dura y detestable guerra, por sólo aquesto eres buena: que en pluma vuelves la arena, y en blanda cama la tierra. Tú ofreces, doquier que estás, anchos y estendidos lechos, si no es que hay campos estrechos por donde los pasos das. Eres un cierto beleño que, entre cuidados y enojos, ofreces siempre a los ojos blando, aunque forzoso sueño. Eres de su calidad, según muestra la experiencia, madre de la diligencia, madrastra de ociosidad. Venid acá vos, cimera, rica y extremada pieza, y, pues sois de la cabeza, servidme de cabecera, que ya el sueño de rondón va ocupando mis sentidos. ¡Bien dicen que los dormidos imagen de muerte son!
Échase a dormir BERNARDO junto al padrón de Merlín, que ha de ser un mármol jaspeado, que se pueda abrir y cerrar, y a este instante parece encima de la montaña el mancebo ARGALÍlA, hermano de ANGÉLICA la bella, armado y con una lanza dorada
ARGALÍA: Mucha tierra se descubre de encima desta montaña: de aquesta parte es campaña, de estotra el bosque la cubre; allí el camino blanquea, y hasta París va derecho. ¡Si mi hermana hubiese hecho el gran caso que desea! Mas, si no me miente acaso la vista, aquélla es, sin duda, que el camino trueca y muda, y hacia aquí endereza el paso. Los palafrenes envía por el camino real. En cuanto hace, no hace mal; recebirla es cortesía.
[Vase] ARGALÍA y sale ANGÉLICA con los salvajes y la DUEÑA
ANGÉLICA: Cierto que es ésta la senda, o no acierto bien las señas, y a la vuelta destas peñas sin duda está nuestra tienda. DUEÑA: ¿Cuándo, señora, veremos el fin de nuestros caminos? ¿Cuándo destos desatinos a buen acuerdo saldremos? ¿Cuándo me veré, ¡ay de mí!, con mi almohadilla, sentada en estrado y descansada, como algún tiempo me vi? ¿Cuándo dejaré de andar, cuando el sol salga o tramonte, deste monte en aquel monte, de un lugar a otro lugar? ¿Cuándo de mis redomillas veré los blancos afeites, las unturas, los aceites, las adobadas pasillas? ¿Cuándo me daré un buen rato en reposo y sin sospecha? Que traigo esta cara hecha una suela de zapato. Los crudos aires de Francia me tienen de aqueste modo. ANGÉLICA: Calla, que bien se hará todo. DUEÑA: No te arriendo la ganancia; que según yo vi el denuedo de aquellos dos paladines, de tus caminos y fines esperar buen fin no puedo. ANGÉLICA No atinas con la verdad; calla, que mi hermano viene.
[Sale] ARGALÍA
ARGALÍA: ¡Oh rico archivo, do tiene sus tesoros la beldad! ¿Cómo vienes, y en qué modo has salido con tu intento? ANGÉLICA: Midióse a mi pensamiento la ventura casi en todo. Vámonos al pabellón, que allí, de espacio y sentada, contaré de mi embajada el principio y conclusión. ARGALÍA: Bien dices, hermana; ven, que bien cerca de aquí está. DUEÑA: La triste que cual yo va, yo sé que no va muy bien; que de la madre me aprieta un gran dolor en verdad. Todo aquesto es frialdad deste andar a la jineta.
[Vanse] todos, sino es BERNARDO, que aún duerme; suene música de flautas tristes; despierta BERNARDO, ábrese el padrón, pare una figura de muerto, y dice
ESPÍRITU: Valeroso español, cuyo alto intento de tu patria y amigos te destierra, vuelve a tu amado padre el pensamiento, a quien larga prisión y escura encierra. A tal hazaña es gran razón que atento estés, y no en buscar inútil guerra por tan remotas partes y excusadas, adonde son las dichas desdichadas. Tiempo vendrá que del francés valiente, al margen de los montes Pireneos, bajes la altiva y generosa frente y goces de honrosísimos trofeos. Sigue de tu ventura la corriente, que iguala al gran valor de tus deseos; verás como te sube tu fortuna sobre la faz convexa de la luna. Por ti tu patria se verá en sosiego, libre de ajeno mando y señorío; tú serás agua al encendido fuego que arde en el pecho que de casto es frío. Deja estas selvas, do caminas ciego, llevado de un curioso desvarío. Vuelve, vuelve, Bernardo, a do te llama un inmortal renombre y clara fama. De Merlín el espíritu encantado soy, que aquí yago en esta selva obscura, del cielo para bien y mal guardado, aunque en mis males siempre se conjura; y no seré deste lugar llevado a la negra región do el llanto dura, hasta que crucen estas selvas fieras muchas y cristianísimas banderas. Mil cosas se me quedan por contarte, que otra vez te diré, porque ahora importa detrás de aquestas ramas ocultarte, donde será tu estada breve y corta. A dos, que cada cual por sí es un Marte, pondrás en paz, o mostrarás que corta tu espada. Y, sin hablar, haz lo que digo, y entiende que te soy y seré amigo.
Ciérrase el padrón, éntrase en él BERNARDO sin hablar palabra, y luego sale REINALDOS
REINALDOS: En vano mis pasos muevo pues, entre estas flores tantas no hay señales de las plantas que por guía y norte llevo. Que si aquí hubieran pisado, claro estaba que este suelo fuera un traslado del cielo, de varias lumbres pintado. ¿Qué flor tocará la bella planta, a mí tan dulce y cara, que luego no se tornara, o ya en sol, o en clara estrella? Lejos estoy del camino que a do está mi cielo guía, pues este suelo no envía, o luz clara, o olor divino. Mas ya no tendré pereza en buscar este sol bello, pues me han de guiar a vello ya su luz, ya su belleza. Pero, ¿qué es esto, que el sueño así me acosa y aprieta? ¡Oh fuerza libre, sujeta a fuerzas de tan vil dueño! Aquí me habré de acostar, al pie deste risco yerto, haciendo imagen de un muerto, pues estoy para expirar.