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TEXTOS ELECTRÓNICOS / ELECTRONIC TEXTS

Obras de Cervantes. Association for Hispanic Classical Theater, Inc.

Obras de Cervantes / La casa de los celos / versos 1197-1497

Electronic text by J T Abraham and Vern G.Williamsen

                        Llevadme a vuestras chozas,
                    mudadme este vestido;
                    amigos, escondedme.
LAUSO:                                    No te espantes.
                    ¿Para qué te alborozas,
                    si has a parte venido
                    do se estiman en poco los gigantes?
                    Montalbanes y Aglantes
                    se tienen aquí en nada;
                    porque, ¡por Dios!, si quiero,
                    que los compre a dinero.
                    Angélica ¡Hoy acaba mi vida su jornada!
                    Corinto ¿Quieres que te escondamos?
RÚSTICO:            ¿Dice que sí?
LAUSO:                             Pues, ¡sus!, ¿en qué
tardamos?
                        Ven; mudarás de traje
                    y de lugar y todo.
ANGÉLICA:           De mis contrarios casi veo la sombra.
CORINTO:            Parece de linaje,
                    y su habla y su modo
                    a mí me admira.
RÚSTICO:                              Pues a mí me asombra.

[Vanse] ANGÉLICA y LAUSO
¿Sabéis cómo se nombra? CORINTO: Pues, ¿cómo he de sabello? RÚSTICO: Busca algún nuevo ensayo. CORINTO: Buscaré un papagayo que me lo diga. CLORI: Ganarás en ello. CORINTO: Ganarás tú patenas. CLORI: Siempre tus burlas para mí son buenas.
[Vanse] todos, y sale REINALDOS
REINALDOS ¿Eres Dafne, por ventura, que de Apolo va huyendo, o eres Juno, que procura librarse del monstruo horrendo cerrada en la nube obscura? ¡Oh selvas de encantos llenas, do jamás se ha visto apenas cosa en su ser verdadero, contar de vosotras quiero aun las menudas arenas! Quizá esta fiera homicida, que cual sombra desparece porque padezca mi vida, adonde menos se ofrece la tendrá amor escondida. De nuevo vuelvan mis plantas a buscar entre estas plantas a la bella fugitiva. ¡Dura ocasión, que yo viva muriendo de muertes tantas!
Crujidos de cadenas, ayes y suspiros dentro
¡Válgame Dios! ¿Qué rüido es este que suena extraño? ¿Estoy despierto, o dormido? ¿Engáñome o no me engaño? Otra vez llega al oído. De entre estas hojas entiendo que sale el horrible estruendo. Mas, ¡ay!, ¿qué boca espantosa, terrible y extraña cosa, es aquesta que estoy viendo? Mientras más vomitas llamas, boca horrenda o cueva oscura, más me incitas y me inflamas. A ver si en esta aventura para algún buen fin me llamas.
Descúbrese la boca de la sierpe
Acógeme allá en tu centro, porque por tus fuegos entro a tu estómago de azufre.
MALGESÍ, vestido como diré, sale por la boca de la sierpe
MALGESÍ: ¿Adónde aquesto se sufre? REINALDOS: ¡Éste sí que es mal encuentro! ¿Quién eres? MALGESÍ: Soy el Horror, portero de aquesta puerta, adonde vive el temor y la sospecha más cierta que engendra el cielo de amor. Soy ministro de los duelos, embajador de los celos, que habitan en esta cueva. REINALDOS: Pues adonde están me lleva. MALGESÍ: Espera, y avisarélos. Mas primero has de mirar las guardas que puestas tiene en este triste lugar, y esto es lo que te conviene. REINALDOS: Comiénzalas a mostrar; que, aunque me muestras cifrados en ellas los condenados rostros que encierra el abismo, seré en este trance el mismo que he sido en los regalados.
Suena dentro música triste, como la pasada del padrón; sale el TEMOR, vestido como diré, con una tunicela parda, ceñida con culebras
MALGESÍ: Esta figura que ves es el Temor sospechoso, que engendra ajeno interés, impertinente curioso, que mira siempre al través; y así, el mezquino se admira de cada cosa que mira, ora sea mala o buena; la verdad le causa pena, y tiembla con la mentira.
Sale la SOSPECHA, con una tunicela de varias colores
Ésta es la infame Sospecha, de los Celos muy parienta, toda de contrarios hecha, siempre de saber sedienta lo que menos le aprovecha. Aquí nace, y muere allí, y torna a nacer aquí; tiene mil padres a un punto: éste, vivo; aquél, difunto, y ella vive y muere así.
Sale CURIOSIDAD
La vana Curiosidad es ésta que ves presente, hija de la Liviandad, con cien ojos en la frente, y los más con ceguedad. Es en todo entremetida, y susténtale la vida estar contino despierta, y hace la guarda a una puerta de muy difícil salida.
Con una soga a la garganta y una daga desenvainada en la mano, sale la DESESPERACIÓN, como diré
Es la Desesperación esta espantosa figura, sobre todas cuantas son, y, aunque es mala su hechura, es peor su condición. Ésta sigue las pisadas de los Celos, desdichadas, y anda tan junto con ellos, que desde aquí puedes vellos si cesan las llamaradas.
Suena la música triste, y salen los CELOS, como diré, con una tunicela azul, pintada[s] en ella sierpes y lagartos, con una cabellera blanca, negra y azul
Mas veslos, salen: advierte que cuanto con ellos miras amenazan triste suerte, ciertos y luengos pesares y, al fin, desdichada muerte. Todos sus secuaces son, puestos en comparación, de sus males una sombra que, puesto que nos asombra, no desmaya al corazón. Toca su mano y verás en el estado que quedas, diferente del que estás; y tal quedes, que no puedas ni quieras ya querer más.
Toca los CELOS la mano a REINALDOS
REINALDOS: ¡Celos, que se me abrasa el pecho y se cela! ¡En duro estrecho me pone el señor de Aglante! ¡Celos, quitáosme delante: basta el mal que me habéis hecho! MALGESÍ: ¿Cómo que con la invención de quien yo tanto fié no se cela el corazón de mi primo? Yo no sé la causa ni la razón.
Dice de dentro [el ESPÍRITU de] Merlín
[ESPÍRITU]: Malgesí, ¡cuán poco sabes! Mas yo haré que no te alabes de tu invención, aunque extraña. Pártete desta montaña antes que la vida acabes. MALGESÍ: Ya te conozco, Merlín; pero yo veré si puedo ver de mi deseo el fin, porque no me pone miedo desa tu voz el retín. [ESPÍRITU]: A tu primo entre esa yerba pondrás, que a mí se reserva y a mi fuente su salud; que hasta agora su virtud el cielo en ella conserva. MALGESÍ: Volveos por do venistes, figuras feas y tristes, que mi primo quedará adonde esperar podrá el remedio que no distes.
[Vanse] las sombras
Y yo, en tanto, buscaré medio para remedialle, y creo que lo hallaré.
Desvía de allí a REINALDOS
[ESPÍRITU]: Calla y procura dejalle, Malgesí. MALGESÍ: Así lo haré.
[Vase] MALGESÍ. Parece a este instante el carro [de] fuego, de los leones de la montaña, y en él la diosa VENUS
VENUS: De Adonis la compañía dejo casi de mi grado por seguir la fantasía deste espíritu encantado que en apremiarme porfía. Espérame hasta que vuelva, mi Adonis, y amor resuelv[a] tu brío, que no le alabo; mira que es el puerco bravo de la Calidonia selva. Pero, ¿qué puedo hacer sin mi hijo en este trance, donde tanto es menester? Merlín ha errado este lance; que a veces yerra el saber. Mas yo le quiero llamar, que a las veces suele estar mezclado entre los pastores, y entonces son los amores para mirar y admirar. Hijo mío, ¿dónde estáis? Si acaso la voz oís, y como a madre me amáis, decid: ¿cómo no venís?, que si venís, ya tardáis. Mas los músicos acentos que van rompiendo los vientos su venida manifiestan. ¡Oh hijo, y cuánto que cuestan aun tus fingidos contentos!
Suena música de chirimías; sale la nube, y en ella el dios CUPIDO, vestido y con alas, flecha y arco desarmado
[CUPIDO]: ¿Qué quieres, madre querida, que con tal priesa me llamas? VENUS: Está en peligro una vida, ardiendo en tus vivas llamas, y en un yelo consumida. Los celos, que en opinión están que tus hijos son, ciego y simple desvarío, le tienen el pecho frío y abrasado el corazón. Conviene que te resuelvas en su bien, y que le vuelvas en su antigua libertad. [CUPIDO]: Remedio a su enfermedad ha de hallar en estas selvas. Por tiempo hallará una fuente, cuyo corriente templado apaga mi fuego ardiente, y mi pena enamorada vuelve en desdén insolente. Beberá Reinaldos della, y de Angélica la bella, la hermosura que así quiere, si agora por vella muere, ha de morir por no vella. Levanta, guerrero invicto, y tiende otra vez el paso cerca de aqueste distrito, que en él hallarás acaso medio a tu mal infinito. Aunque has de pasar primero trances que callarlos quiero, pues decillos no conviene. REINALDOS: Aquél que celos no tiene, no tiene amor verdadero.
[Vase] REINALDOS
VENUS: Ya aqueste negocio es hecho. ¿No me dirás, hijo amado, si es invención de provecho andar en traje no usado y el arco roto y deshecho? ¿Quién te le rompió? ¿Y quién pudo cubrir tu cuerpo desnudo, que su libertad mostraba? ¿Quién te ha quitado el aljaba y la venda? Di; ¿estás mudo? [CUPIDO]: Has de saber, madre mía, que en la corte donde he estado no hay amor sin granjería, y el interés se ha usurpado mi reino y mi monarquía. Yo, viendo que mi poder poco me podía valer, usé de astucia, y vestíme, y con él entremetíme, y todo fue menester. Quité a mis alas el pelo, y en su lugar me dispuse, a volar con terciopelo; y, al instante que lo puse, sentí aligerar mi vuelo. Del carcaj hice bolsón, y del dorado arpón de cada flecha, un escudo, y con esto, y no ir desnudo, alcancé mi pretensión. Hallé entradas en los pechos que a la vista parecían de acero o de mármol hechos; pero luego se rendían al golpe de mis provechos. No valen en nuestros días las antiguas bizarrías de Heros ni de Leandros, y valen dos Alejandros más que docientos Macías.
[Sale] RÚSTICO
RÚSTICO: Lauso, acude; y tú, Corinto, acude, que, a lo que creo, otro papagayo veo, o si no, pájaro pinto. Acude, Clori, y verás la verdad de lo que digo; y trae a esotra contigo, y más, si quisieres más. [CUPIDO]: Yo sé bien que estos pastores nos han de dar un buen rato.
[Salen] LAUSO, CORINTO y CLORI, y ANGÉLICA, como pastora
LAUSO: ¿Tú no miras, insensato, que aquél es el dios de amor[es]? RÚSTICO: Como con alas le vi, entendí que era alcotán. CORINTO: ¡Quítate de aquí, pausán! RÚSTICO: ¿Pues yo qué te hago aquí? CORINTO: No te me pongas delante, que quiero hacer reverencia a este niño. RÚSTICO: ¡Qué inocencia! ¿Niño es éste? CORINTO: Y es gigante.