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TEXTOS ELECTRÓNICOS / ELECTRONIC TEXTS

Obras de Cervantes. Association for Hispanic Classical Theater, Inc.

Obras de Cervantes / La casa de los celos / versos 1803-2192

Electronic text by J T Abraham and Vern G.Williamsen

JORNADA TERCERA

Salen LAUSO y CORINTO, pastores

LAUSO: En el silencio de la noche, cuando ocupa el dulce sueño a los mortales, la pobre cuenta de mis ricos males estoy al cielo y a mi Clori dando. Y, al tiempo cuando el sol se va mostrando, por las rosadas puertas orientales, con gemidos y acentos desiguales voy la antigua querella renovando. Y cuando el sol de su estrellado asiento derechos rayos a la tierra envía, el llanto crece, y doblo los gemidos. Vuelve la noche, y vuelvo al triste cuento, y siempre hallo en mi mortal porfía al cielo sordo, a Clori sin oídos. CORINTO: ¿Para qué tantas endechas? Lauso amigo, déjalas, pues mientras más dices, más siempre menos te aprovechas. Yo tengo el corazón negro por Clori y por sus desdenes; mas, pues no me vienen bienes, ya con los males me alegro. Clori y la nueva pastora, ajenas de nuestros males, con voces claras e iguales, venían cantando agora. Al encuentro les salgamos y ayudemos su canticio; que tanto llorar es vicio, si bien lo consideramos. LAUSO: ¿Viene Rústico con ellas? CORINTO: No se les quita del lado. LAUSO: ¡Ah pastor afortunado! Ni quiero oíllas, ni vellas. CORINTO: Eso ya no puede ser, que veslas, vienen allí; canta por amor de mí. LAUSO: Procúralas de entender.
[Salen] CLORI, cantando, y ANGÉLICA y RÚSTICO con ellas
[CLORI]: ¡Bien haya quien hizo cadenitas, cadenas; bien haya quien hizo cadenas de amor! ¡Bien haya el acero de que se formaron, y los que inventaron amor verdadero! ¡Bien haya el dinero de metal mejor; bien haya quien hizo cadenas de amor! LAUSO: ¡Bien haya el amante que a tantos vaivenes, iras y desdenes, firme está y constante! Éste se adelante al rico mayor. ¡Bien haya quien hizo cadenas de amor! RÚSTICO: ¡Oh, quién supiera cantar! CORINTO: ¿Que no lo sabes, pastor? RÚSTICO: Ni contralto ni tenor; que estoy para reventar. CORINTO: Mas, ¿va que tienes agallas? Muestra: abre bien la boca, que esta cura a mí me toca; abre más, si he de curallas. Ven acá. ¡Mal hayas tú y el padre que te engendró! RÚSTICO: Pues, ¿qué culpa tengo yo? CORINTO: ¡Ofrézcote a Bercebú! ¿Y no has caído en la cuenta de que tenías agallas? RÚSTICO: Pues, ¿hay más sino sacallas? CLORI: Esta burla me contenta; que, puesto que bien le quiero, que le burlen me da gusto. CORINTO: Yo te sacaré, a tu gusto, o cantor o pregonero. ¿Tienes algún senojil? RÚSTICO: Una ligapierna tengo, y buena. CORINTO: Ya me prevengo a hacerte cantor sutil. Aquésta poco aprovecha; que, para este menester, izquierda tiene de ser, que no vale la derecha. ¿Qué me darás, y te haré cantor subido y notable? RÚSTICO: En la paga no se hable, que un novillo te daré. La liga izquierda es aquésta: tómala, y pon diligencia en mostrar aquí tu ciencia. CORINTO: Dios sabe cuánto me cuesta. Mas con esta liga y lazo saldré muy bien con mi intento. RÚSTICO: Hacia esta parte las siento. CORINTO: Déjame atar; quita el brazo. ¿Con qué voz quieres quedar: tiple, contralto o tenor? RÚSTICO: Contrabajo es muy mejor. CORINTO: Ése no te ha de faltar mientras tratares conmigo. Ten paciencia, sufre y calla; ya se ha quebrado una agalla. RÚSTICO: ¡Que me ahogas, enemigo! CORINTO: Contralto quedas, sin duda, que la voz lo manifiesta. .......................[-esta] pues aun ahora está en muda; a otro estirón que le dé, estará como ha de estar. RÚSTICO: Ladrón, ¿quiéresme ahogar? CORINTO: No lo sé; mas probaré. CLORI: ¡Acaba; la burla baste! RÚSTICO: ¡A mí semejantes burlas! CORINTO: Rústico, ¿de mí te burlas, que no me pagas y vaste? ¡Pues a fe que has de llevar comida y sobrecomida! Todo, amigo, se comida a ayudarme a este cantar: Corrido va el abad, por el cañaveral. Corrido va el abad, corrido va y muy mohíno, porque, por su desatino, cierto desastre le vino que le hizo caminar por el cañaveral. Confïado en que es muy rico, no ha caído en que es borrico; y por aquesto me aplico a decirle este cantar: por el cañaveral...
Parece REINALDOS por la montaña
LAUSO: La burla ha estado, a lo menos como al sujeto conviene. ANGÉLICA: ¡Otra vez mi muerte viene! ¡Abrid, tierra, vuestros senos y encerradme en ellos luego! LAUSO: ¿De qué, pastora, te espantas? ANGÉLICA: ¡A vosotras, tiernas plantas, mi vida o mi muerte entrego!
[Vase] ANGÉLICA huyendo
CLORI: Lauso, vámonos tras ella, a ver qué le ha sucedido. LAUSO: A tu voluntad rendido estoy siempre, ingrata bella.
[Vanse] todos, y quédase CORINTO
CORINTO: Quedar quiero, a ver quién es este pensativo y bravo. El ademán yo le alabo; mas, ¿si es paladín francés? REINALDOS: O le falta al Amor conocimiento, o le sobra crueldad, o no es mi pena igual a la ocasión que me condena al género más duro de tormento. Pero si Amor es dios, es argumento que nada ignora, y es razón muy buena que un dios no sea cruel. Pues, ¿quién ordena el terrible dolor que adoro y siento? Si digo que es Angélica, no acierto; que tanto mal en tanto bien no cabe, ni me viene del cielo esta rüina. Presto habré de morir, que es lo más cierto; que, al mal de quien la causa no se sabe, milagro es acertar la medicina. CORINTO: ¡Ta, ta! De amor viene herido; bien tenemos que hacer. REINALDOS: ¿Que no quieres parecer, oh bien, por mi mal perdido? ¿Has visto, pastor, acaso, por entre aquesta espesura, un milagro de hermosura por quien yo mil muertes paso? ¿Has visto unos ojos bellos que dos estrellas semejan, y unos cabellos que dejan, por ser oro, ser cabellos? ¿Has visto, a dicha, una frente como espaciosa ribera, y una hilera y otra hilera de ricas perlas de Oriente? Dime si has visto una boca que respira olor sabeo, y unos labios por quien creo que el fino coral se apoca. Di si has visto una garganta que es coluna deste cielo, y un blanco pecho de yelo, do su fuego Amor quebranta; y unas manos que son hechas a torno de marfil blanco, y un compuesto que es el blanco do Amor despunta sus flechas. CORINTO: ¿Tiene, por dicha, señor, ombligo aquesa quimera, o pies de barro, como era la de aquel rey Donosor? Porque, a decirte verdad, no he visto en estas montañas cosas tan ricas y extrañas y de tanta calidad. Y fuera muy fácil cosa, si ellas por aquí anduvieran, por invisibles que fueran verlas mi vista curiosa. Que una espaciosa ribera, dos estrellas y un tesoro de cabellos, que son oro, ¿dónde esconderse pudiera? Y el sabeo olor que dices, ¿no me llevara tras sí? Porque en mi vida sentí romadizo en mis narices. Mas, en fin, decirte quiero lo que he hallado, y no ser terco. REINALDOS: ¿Qué son? Habla. CORINTO: Tres pies de puerco y unas manos de carnero. REINALDOS: ¡Oh hi de puta, bellaco!; pues, ¿con Reinaldos de burlas? CORINTO: De mis donaires y burlas siempre tales premios saco.
[Vase] huyendo CORINTO. Suena dentro esta voz de ANGÉLICA
ANGÉLICA: ¡Socorredme, Reinaldos, que me matan! ¡Mira que soy la sin ventura Angélica! REINALDOS: La voz es ésta de mi amada diosa. ¿Adónde estás, tesoro de mi alma, única al mundo en hermosura y gracia? La triste barca del barquero horrendo pasaré por hallarte, y al abismo, cual nuevo Orfeo, bajaré llorando y romperé las puertas de diamante. ANGÉLICA: ¡Moriré si te tardas; date prisa! REINALDOS: ¿Qué camino he de hacer, amada mía? ¿Estás en las entrañas de la tierra, o enciérrante estas peñas en su centro? Doquier que estás te buscaré, viviendo, o ya desnudo espíritu sin carne.
Salen dos Sátiros que traen a ANGÉLICA como arrastrando, con un cordel a la garganta
ANGÉLICA: ¡Socorredme, Reinaldos, que me matan! REINALDOS: No corráis más; volved, ligeras plantas, que no os va menos que la vida en esto. ¡Miserable de mí! ¿Quién me detiene? ¿Quién mis pies ha clavado con la tierra? ¡Verdugos infernales, deteneos! ¡No añudéis el cordel a la garganta, que es basa donde asienta y donde estriba el cielo de hermosura sobrehumana! ¡Miserable de mí cien mil vegadas, que no puedo moverme ni dar paso! Canalla infame, ¿para qué os dais prisa a acabar esa vida de mi vida, a escurecer el sol que alumbra el mundo? ¡Tate, traidores, que apretáis un cuello adonde el amor forma tales voces, que el mal desmenguan y la gloria aumentan del venturoso que escucharlas puede! ¡Oh, que la ahogan! ¡Socorredla, cielos, pues yo no puedo! ¡Oh sátiros lascivos! ¿Cómo tanta belleza no os ablanda?
Vanse los Sátiros
Ya dieron fin a su crüel empresa; muerta queda mi vida, muerta queda la esperanza que en pie la sostenía: ahora os moveré, pues, sin provecho; otra vez y otras mil soy miserable; ahora, pies, me llevaréis do vea la imagen de la muerte más hermosa que vieron ni verán ojos humanos; ¡oh pies, al bien enfermos y al mal sanos!
Llégase REINALDOS a ANGÉLICA
[REINALDOS]: ¿Es posible que ante mí te mataron, dulce amiga? ¿Y es posible que se diga que yo no te socorrí? ¿Que es posible que la muerte ha sido tan atrevida, que acabó tu dulce vida con trance amargo y tan fuerte? ¿Y que mi ventura encierra tanta desventura y duelo, que hoy tengo de ver mi cielo puesto debajo la tierra? ¿Qué antropófagos, qué scitas contra ti se conjuraron, y qué manos te acabaron sacrílegas y malditas? Sin duda, el infierno todo fue en tan desdichada empresa, que así lo afirma y confiesa de tu muerte el triste modo. Mas yo le moveré guerra, si es que me alcanza la vida en tu triste despedida para vivir en la tierra. ¿Yo vivir? Démoste agora sepultura, ¡oh ángel bello!, y después me veré en ello cuando se llegue la hora. Será de azada esta daga, que abrirá la estrecha fuesa, y daráse en ello priesa, porque ha de hacer otra llaga. Brazo en valor sin segundo, trabajad con entereza para enterrar la riqueza mayor que ha tenido el mundo. Vuestro afán, y no mi celo, parece que en esto yerra, si he de sacar tanta tierra que venga a cubrir el cielo. La tierra te sea liviana, extremo de la beldad que crió en cualquier edad la naturaleza humana. El tesoro desentierra el que halla algún tesoro; mas yo sigo otro decoro, que cubro el mío con tierra. Esta parte es concluida; otra falta, y concluiráse, si bien el alma costase, como ha de costar la vida. Otra sepultura esquiva abriréis, daga, en mi pecho, con que daréis fin a un hecho que por luengos siglos viva. Mi cuerpo, mi dulce y bella, quede en esta tierra dura cual piedra de sepultura, que dice quién yace en ella. ¡Ea, cobarde francés, morid con bríos ufanos, pues no os ataron las manos como os ligaron los pies!
Vase a dar REINALDOS con la daga; sale MALGESÍ en su mesma figura y detiénele el brazo, diciendo
MALGESÍ: No hagas tal, hermano amado; porque, en este desconcierto, antes que no verte muerto quiero verte enamorado. Aquesta enterrada y muerta no es Angélica la bella, sino sombra o imagen della, que su vista desconcierta. Para volverte en tu ser, hice aquesta semejanza; que el amor sin esperanza no suele permanecer. Mas, pues es tal tu locura, que aun sin ella perseveras, mira, para que no mueras, vacía la sepultura. REINALDOS: ¿Que estos sobresaltos das al que tienes por hermano? Hechicero, mal cristiano; mas tú me lo pagarás. Pues lo sabes, ¿por qué gustas de tratarme deste modo? MALGESÍ: Porque te extremas en todo, y a ningún medio te ajustas. Ven, y pondréte en la mano a Angélica, y no fingida. REINALDOS: Seréte toda mi vida humilde, obediente hermano.
[Vanse] todos. Suena una trompeta bastarda, lejos, y entran en el teatro [el EMPERADOR] Carlomagno y GALALÓN
EMPERADOR: ¿Qué trompeta es la que suena? ¿Si es acaso otra aventura que nos ponga en desventura, que la otra no fue buena? Bien lo dijo Malgesí; mas yo, incrédulo y cristiano, tuve su aviso por vano, y crédito no le di. Otra vez suena. ¿No habrá quien nos avise qué es esto? GALALÓN: Yo te lo diré bien presto. EMPERADOR: Mejor éste lo dirá.
[Sale] un PAJE
PAJE: Por San Dionís han entrado dos apuestos caballeros que parecen forasteros, pero de esfuerzo sobrado: uno mayor y robusto, otro mancebo y galán. GALALÓN: ¿Dónde llegan? PAJE: Llegarán. Mas miradlos, si os da gusto, que veis do asoman allí.
[Salen] MARFISA y BERNARDO, a caballo
EMPERADOR: ¡Bravo ademán y valiente! GALALÓN: ¡Qué gran número de gente que tra[e]n los dos tras de sí! EMPERADOR: Pondré yo que es desafío. GALALÓN: El continente así muestra. EMPERADOR: ¿Dónde está agora la diestra de Roldán? GALALÓN: ¡Ah, señor mío! ¿Faltan en tu corte iguales a Roldán? EMPERADOR: Yo no lo sé. Calla, que hablan. GALALÓN: Sí haré. EMPERADOR: Si dijeras desiguales...