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TEXTOS ELECTRÓNICOS / ELECTRONIC TEXTS

Obras de Cervantes. Association for Hispanic Classical Theater, Inc.

Obras de Cervantes / La casa de los celos / versos 2454-2755

Electronic text by J T Abraham and Vern G.Williamsen

Échase a dormir. Sale por lo hueco del teatro CASTILLA, con un león en la una mano, y en la otra un castillo
CASTILLA: ¿Duermes, Bernardo amigo, y aun de pesado sueño, como el que de cuidados no procede? ¿Huyes de ser testigo de que un extraño dueño tu amada patria sin razón herede? ¿Esto sufrirse puede? Advierte que tu tío, contra todo derecho, forma en el casto pecho una opinión, un miedo, un desvarío que le mueve a hacer cosa ingrata a ti, infame a mí, y dañosa. Quiere entregarme a Francia, temeroso que, él muerto, en mis despojos no se entregue el moro, y está en esta ignorancia de mi valor incierto y dese tuyo sin igual que adoro. No mira que el decoro de animosa y valiente, sin cansancio o desmayo, que me infundió Pelayo, he guardado en mi pecho eternament[e], y he de guardar contino, sin que pavor le tuerza su camino. Ven, y con tu presencia infundirás un nuevo corazón en los pechos desmayados; curarás la dolencia del rey, que, c[i]ego al cebo de pensamientos en temor fundados, sigue vanos cuidados, tan en deshonra mía, que, si tú no me acorres y luego me socorres, huiré la luz del sol, huiré del día, y en noche eterna obscura lloraré sin cesar mi desventura. Por oculto camino del centro de la tierra te llevaré, Bernardo, al patrio suelo. ..................[-ino] propicio tuyo encierra tú en tu brazo tu honra y mi consuelo. Ven, que el benigno Cielo a tu favor se inclina. Llevaré a tu escudero por el mismo sendero. Y tú, sin par, que aspiras a divina, procura otras empresas, que es poco lo que en éstas inte[resas]. Nadie en esta querella batallará contigo, que tras sí se los lleva la hermosura de Angélica la bella, común fiero enemigo de los que en esto ponen su ventura. Y está cierta y segura que dentro en pocos años verás estrañas cosas, amargas y gustosas, engaños falsos, ciertos desengaños. Y, en tanto, en paz te queda, y así cual lo deseo te suceda.
[Vase] CASTILLA con BERNARDO por lo hueco del teatro
MARFISA: Selvas de encantos llenas, ¿qué es aquesto que veo? ¿Qué figuras son éstas que se ofrecen? ¿Son malas o son buenas? Entre creo y no creo, me tienen estas sombras que parecen: admiraciones crecen en mí, no ningún miedo. Lleváronme a Bernardo, y aquí sin causa aguardo. Ir quiero a do mostrar mi esfuerzo puedo. Vuelto me he en un instante; derecha voy al campo de Agramante.
[Salen] CORINTO, pastor, y ANGÉLICA, como pastora
CORINTO: Digo que te llevaré, si fuese a cabo del mundo. ANGÉLICA: En tu valor, sin segundo, sé bien que bien me fié. CORINTO: Haya güelte, y tú verás si te llevo do quisieres. ANGÉLICA: Mira tú cuánto pudieres, que eso mismo gastarás; que tengo joyas que son de valor y parecer. CORINTO: Y, ¿adónde se han de vender? ANGÉLICA: Ahí está la confusión. CORINTO: No reparar en el precio: que, cuando hay necesidad, es punto de habilidad dar la cosa a menos precio. Y más, que todo lo allana un buen ingenio cursado. Y, ¿cuándo has determinado que partamos? ANGÉLICA: Yo, mañana. CORINTO: Daremos de aquí en Marsella, y allí nos embarcaremos, y el camino tomaremos para España, rica y bella. Y, en saliendo del Estrecho, tomar el rumbo a esta mano por el mar profundo y cano que tantas burlas me ha hecho. Digo que si naves hay, y en el viento no hay reveses, en menos de trece meses yo te pondré en el Catay. ¿Quieres más? ANGÉLICA: Eso me basta, si así lo ordenase el Cielo. CORINTO: Aunque me ves deste pelo, soy marinero de casta, y nado como un atún, y descubro como un lince, y trabajo más que quince, y más que veinte, y aún. Pues, en el guardar secreto, haz cuenta que mudo soy. ¿Quieres que nos vamos hoy?
[Sale] REINALDOS
ANGÉLICA: ¡Oh nuevo y terrible aprieto! Si éste me conoce, es cierta mi muerte y mi sepultura. CORINTO: Pues encubre tu hermosura, si es que puede estar cubierta. Pero dime: ¿que éste es el francés del otro día? ¡Adiós, pastoraza mía, que está mi vida en mis pies!
Huye CORINTO
ANGÉLICA: No es acertado esperalle; muy mejor será hüir. REINALDOS: ¿Sabrásme, amiga, decir, de un rostro, donaire y talle que es, más que humano, divino? Alza el rostro. ¿A qué te encubres, que parece que descubres un no sé qué peregrino? Alza a ver. ¡Oh santos cielos! ¿Qué es esto que ven mis ojos? ¡Oh gloria de mis enojos, oh quietud de mis recelos! ¿Quién os puso en este traje? ¿Huísos? Pues, ¡vive Dios!, ingrata, que he de ir tras vos hasta que al infierno baje, o hasta que al cielo me encumbre, si allá os pensáis esconder; que el tino no he de perder, pues va delante tal lumbre.
Corre ANGÉLICA y entra por una puerta, y REINALDOS tras ella; y, al salir por otra, haya entrado ROLDÁN, y encuentra con ella
ROLDÁN: De mi dolor conmovido, te ha puesto el cielo en mis brazos. REINALDOS: Suelta, que te haré pedazos, amante descomedido; suelta, digo, y considera la grosería que haces. ROLDÁN: ¿Para qué turbas mis paces, sombra despiadada y fiera? ¿No ves que esta prenda es mía de razón y de derecho? REINALDOS: ¡Por Dios, que te pase el pecho! ANGÉLICA: ¡Suerte airada, estrella impía! REINALDOS: ¿Fíaste en ser encantado, que no quieres defenderte? ROLDÁN: No fío sino en tenerte por un simple enamorado. REINALDOS: ¡Mataréte, vive el cielo! ROLDÁN: Si puedes, luego me acaba. REINALDOS: ¿Hay desvergüenza tan brava? ROLDÁN: ¿Hay tan necio y simple celo? ANGÉLICA: ¿Hay hembra tan sin ventura como yo? Dúdolo, cierto. ¡Suelta, crüel, que me has muerto a manos de tu locura! REINALDOS: ¡Suéltala, digo! ROLDÁN: ¡No quiero! REINALDOS: ¿Defiéndete, pues! ROLDÁN: ¡Ni aqueso! REINALDOS: ¡Loco estás! ROLDÁN: Yo lo confieso, aunque de estar cuerdo espero. ANGÉLICA: Divididme en dos pedazos, y repartid por mitad. ROLDÁN: No parto yo la beldad que tengo puesta en mis brazos. REINALDOS: Dejarla tienes entera, o la vida en estas manos. ANGÉLICA: ¡Oh hambrientos lobos tiranos, cuál tenéis esta cordera! El cielo se viene abajo, de mi angustia condolido. ROLDÁN: ¡Oh salteador atrevido, cuán sin fruto es tu trabajo!
Descuélgase la nube y cubre a todos tres, que se esconden por lo hueco del teatro; y salen luego el EMPERADOR Carlomagno y GALALÓN, la mano en una banda, lastimada cuando se la apretó MARFISA
EMPERADOR: ¿Que vencistes a Marfisa? GALALÓN: Llegué y vencí todo junto, porque yo no pierdo punto si acaso importa la prisa. Maltratóme aquesta mano de un bravo golpe de espada, de que quedó magullada, porque fue el golpe de llano. EMPERADOR: ¿Qué se hizo el español? GALALÓN: Como vio en mí a toda Francia, se deshizo su arrogancia como las nubes al sol. También le dejé vencido. EMPERADOR: ¡Brava hazaña, Galalón! GALALÓN: Hazaña de un corazón que es de ti favorecido. EMPERADOR: ¿Quién es éste? GALALÓN: Malgesí. EMPERADOR: ¡Oh, a qué buen tiempo que viene! Parece que se detiene ¿Viene armado? GALALÓN: Creo que sí.
[Sale] MALGESÍ con el escudo de GALALÓN:, donde vienen escritos los cuatro versos de antes
EMPERADOR: Extraña armadura es ésta, ¡oh Malgesí!, caro amigo. GALALÓN: La ciencia deste enemigo honra y vida y más me cuesta. MALGESÍ: Señor, pues sabéis leer, leed aquesta escritura. GALALÓN: Mi cobardía se apura si más quiero aquí atender. Irme quiero a procurar venganza deste embaidor.
[Vase] GALALÓN
MALGESÍ: Después os diré, señor, cosas que os han de admirar. EMPERADOR: ¿Adónde queda Roldán, y adónde queda Reinaldos? MALGESÍ: Sacro emperador, miraldos de la manera que están.
Vuelven a salir ROLDÁN:, REINALDOS: y ANGÉLICA:, de la misma manera como se entraron cuando les cubrió la nube
REINALDOS: Mi trabajo doy al viento, por más que mi fuerza empleo. ROLDÁN: Reinaldos, no soy Anteo, que me ha de faltar aliento. ANGÉLICA: ¡Cobardes como arrogantes, de tal modo me tratáis, que no es posible seáis ni caballeros ni amantes! MALGESÍ: Vuelve la vista, emperador supremo; verás el genio de París rompiendo los aires y las nubes, paraninfo despachado del cielo en favor tuyo. EMPERADOR: ¡Hermosa vista y novedad es ésta!
Parece un ÁNGEL en una nube volante
ÁNGEL: Préstame, Carlo, atento y grato oído, y escucha del divino acuerdo cuanto tiene en tu daño y gusto estatüido allá en las aulas del alcázar santo. Presto estos campos con marcial rüido retumbarán, y con horror y espanto volverá las espaldas la cristiana a la gente agarena y africana. En honor de Macón y Trivigante, con torcida y errada fantasía, viste las duras [armas] Agramante, y deja Ferragut a Andalucía. Rodamonte feroz viene delante; sus fuertes moros Zaragoza envía, con Marsilio, su rey, y el rey Sobrino, tan prudente, que casi es adivino. Queda Libia desierta, sin un moro; de África quedan solas las mezquitas, y todos a una voz tus lirios de oro afrentan con palabras inauditas. Mas tú, guardando el sin igual decoro que guardas en empresas exquisitas, sal al encuentro luego a esta canalla, puesto que perderás en la batalla. Pero después la poderosa mano ayudarte de modo determina, que del moro español y el africano seas el miedo y la total rüina. Vuelvo con esto al trono soberano, a ver si en tu favor se determina de nuevo alguna cosa, y en un punto tendrás mi vista y el aviso junto.
Vase
EMPERADOR: ¡Gracias te doy, Dios inmenso, por el aviso y merced! ROLDÁN: Pues ella cayó en mi red, gozalla, sin duda, pienso. REINALDOS: ¿Todavía estás en eso? ROLDÁN: ¿Y tú en eso todavía? EMPERADOR: De vuestra loca porfía he de sacar buen suceso, y ha de ser desta manera: aquesta dama llevad, y al momento la entregad al gran duque de Baviera, y el que más daño hiciere en el contrario escuadrón, llevará por galardón la prenda que tanto quiere. ROLDÁN: Soy contento. REINALDOS: Soy contento. ROLDÁN: ¡Morirán luego a mis manos andaluces y africanos! MALGESÍ ¡Vano saldrá vuestro intento! ROLDÁN: ¡Despedazaré a Agramante y a su ejército en un punto! Cuéntenle ya por difunto. MALGESÍ No te alargues, arrogante, que Dios dispone otra cosa, como en efecto verás. ROLDÁN: ¡Oh Agramante! ¿Dónde estás? REINALDOS: ¡Por mía cuento esta diosa! Cuando con victoria vuelvas, crecerá tu gusto y fama, que por ahora nos llama fin suspenso a nuestras selvas.

SUENAN CHIRIMÍAS, Y DASE FIN A LA COMEDIA