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TEXTOS ELECTRÓNICOS / ELECTRONIC TEXTS

Obras de Cervantes. Association for Hispanic Classical Theater, Inc.

Obras de Cervantes / La cueva de Salamanca / Parte 2ª

Electronic text by J T Abraham and Vern G.Williamsen

[Vanse] todos, y sale Leoniso, COMPADRE de PANCRACIO, y PANCRACIO

COMPADRE
Luego lo vi yo que nos había de faltar la rueda; no hay cochero que no sea temático; si él rodeara un poco y salvara aquel barranco, ya estuviéramos dos leguas de aquí.

PANCRACIO
A mí no se me da nada; que antes gusto de volverme y pasar esta noche con mi esposa Leonarda, que en la venta; porque la dejé esta tarde casi para espirar, del sentimiento de mi partida.

COMPADRE
¡Gran mujer! ¡De buena os ha dado el cielo, señor compadre! Dadle gracias por ello.

PANCRACIO
Yo se las doy como puedo, y no como debo; no hay Lucrecia que se [le] llegue, ni Porcia que se le iguale; la honestidad y el recogimiento han hecho en ella su morada.

COMPADRE
Si la mía no fuera celosa, no tenía yo más que desear. Por esta calle está más cerca mi casa; tomad, compadre, por éstas, y estaréis presto en la vuestra; y veámonos mañana, que [no] me faltará coche para la jornada. Adiós.

PANCRACIO
Adiós.

[Vanse] los dos. Vuelven a salir el SACRISTÁN [y] el BARBERO, con sus guitarras; LEONARDA, CRISTINA y el ESTUDIANTE. Sale el SACRISTÁN con la sotana alzada y ceñida al cuerpo, danzando al son de su misma guitarra; y, a cada cabriola, vaya diciendo estas palabras:

SACRISTÁN
¡Linda noche, lindo rato, linda cena y lindo amor!

CRISTINA
Señor sacristán Reponce, no es éste tiempo de danzar; dése orden en cenar y en las demás cosas, y quédense las danzas para mejor coyuntura.

SACRISTÁN
¡Linda noche, lindo rato, linda cena y lindo amor!

LEONARDA
Déjale, Cristina; que en estremo gusto de ver su agilidad.

Llama PANCRACIO a la puerta, y dice

PANCRACIO
Gente dormida, ¿no oís? ¿Cómo, y tan temprano tenéis atrancada la puerta? Los recatos de mi Leonarda deben de andar por aquí.

LEONARDA
¡Ay, desdichada! A la voz y a los golpes, mi marido Pancracio es éste; algo le debe de haber sucedido, pues él se vuelve. Señores, a recogerse a la carbonera: digo al desván, donde está el carbón. Corre, Cristina, y llévalos; que yo entretendré a Pancracio de modo que tengas lugar para todo.

ESTUDIANTE
¡Fea noche, amargo rato, mala cena y peor amor!

CRISTINA
¡Gentil relente, por cierto! ¡Ea, vengan todos!

PANCRACIO
¿Qué diablos es esto? ¿Cómo no me abrís, lirones?

ESTUDIANTE
Es el toque, que yo no quiero correr la suerte destos señores. Escóndanse ellos donde quisieren, y llévenme a mí al pajar, que, si allí me hallan, antes pareceré pobre que adúltero.

CRISTINA
Caminen, que se hunde la casa a golpes.

SACRISTÁN
El alma llevo en los dientes.

BARBERO
Y yo en los carcañares.

[Vanse] todos y asómase LEONARDA a la ventana

LEONARDA
¿Quién está ahí? ¿Quién llama?

PANCRACIO
Tu marido soy, Leonarda mía; ábreme, que ha media hora que estoy rompiendo a golpes estas puertas.

LEONARDA
En la voz, bien me parece a mí que oigo a mi cepo Pancracio; pero la voz de un gallo se parece a la de otro gallo, y no me aseguro.

PANCRACIO
¡Oh recato inaudito de mujer prudente! Que yo soy, vida mía, tu marido Pancracio: ábreme con toda seguridad.

LEONARDA
Venga acá, yo lo veré agora. ¿Qué hice yo cuando él se partió esta tarde?

PANCRACIO
Suspiraste, lloraste y al cabo te desmayaste.

LEONARDA
Verdad; pero, con todo esto, dígame: ¿qué señales tengo yo en uno de mis hombros?

PANCRACIO
En el izquierdo tienes un lunar del grandor de medio real, con tres cabellos como tres mil hebras de oro.

LEONARDA
Verdad; pero, ¿cómo se llama la doncella de casa?

PANCRACIO
¡Ea, boba, no seas enfadosa, Cristinica se llama! ¿Qué más quieres?

[LEONARDA]
¡Cristinica, Cristinica, tu señor es; ábrele, niña!

CRISTINA
Ya voy, señora; que él sea muy bien venido. ¿Qué es esto, señor de mi alma? ¿Qué acelerada vuelta es ésta?

LEONARDA
¡Ay, bien mío! Decídnoslo presto, que el temor de algún mal suceso me tiene ya sin pulsos.

PANCRACIO
No ha sido otra cosa sino que en un barranco se quebró la rueda del coche, y mi compadre y yo determinamos volvernos, y no pasar la noche en el campo; y mañana buscaremos en qué ir, pues hay tiempo. Pero ¿qué voces hay?

Dentro, y como de muy lejos, diga el ESTUDIANTE:

ESTUDIANTE
¡ábranme aquí, señores; que me ahogo!

PANCRACIO
¿Es en casa o en la calle?

CRISTINA
Que me maten si no es el pobre estudiante que encerré en el pajar, para que durmiese esta noche.

PANCRACIO
¿Estudiante encerrado en mi casa, y en mi ausencia? ¡Malo! En verdad, señora, que si no me tuviera asegurado vuestra mucha bondad, que me causara algún recelo este encerramiento; pero ve, Cristina, y ábrele, que se le debe de haber caído toda la paja a cuestas.

CRISTINA
Ya voy.

LEONARDA
Señor, que es un pobre salamanqueso, que pidió que le acogiésemos esta noche, por amor de Dios, aunque fuese en el pajar; y ya sabes mi condición, que no puedo negar nada de lo que se me pide, y encerrámosle; pero veisle aquí, y mirad cuál sale.

Sale el ESTUDIANTE y CRISTINA; él lleno de paja las barbas, cabeza y vestido

ESTUDIANTE
Si yo no tuviera tanto miedo, y fuera menos escrupuloso, yo hubiera escusado el peligro de ahogarme en el pajar, y hubiera cenado mejor, y tenido más blanda y menos peligrosa cama.

PANCRACIO
¿Y quién os había de dar, amigo, mejor cena y mejor cama?

ESTUDIANTE
¿Quién? Mi habilidad, sino que el temor de la justicia me tiene atadas las manos.

PANCRACIO
¡Peligrosa habilidad debe de ser la vuestra, pues os teméis de la justicia!

ESTUDIANTE
La ciencia que aprendí en la Cueva de Salamanca, de donde yo soy natural, si se dejara usar sin miedo de la Santa Inquisición, yo sé que cenara y recenara a costa de mis herederos; y aun quizá no estoy muy fuera de usalla, siquiera por esta vez, donde la necesidad me fuerza y me disculpa; pero no sé yo si estas señoras serán tan secretas como yo lo he sido.

PANCRACIO
No se cure dellas, amigo, sino haga lo que quisiere, que yo les haré que callen; y ya deseo en todo estremo ver alguna destas cosas que dicen que se aprenden en la Cueva de Salamanca.

ESTUDIANTE
¿No se contentará vuesa merced con que le saque aquí dos demonios en figuras humanas, que traigan a cuestas una canasta llena de cosas fiambres y comederas?

LEONARDA
¿Demonios en mi casa y en mi presencia? ¡Jesús! Librada sea yo de lo que librarme no sé.

CRISTINA [Aparte]
El mismo diablo tiene el estudiante en el cuerpo: ¡plega a Dios que vaya a buen viento esta parva! Temblándome está el corazón en el pecho.

PANCRACIO
Ahora bien; si ha de ser sin peligro y sin espantos, yo me holgaré de ver esos señores demonios y a la canasta de las fiambreras; y torno a advertir que las figuras no sean espantosas.

ESTUDIANTE
Digo que saldrán en figura del sacristán de la parroquia, y en la de un barbero su amigo.

CRISTINA
¿Mas que lo dice por el sacristán Riponce y por maese Roque, el barbero de casa? ¡Desdichados dellos, que se han de ver convertidos en diablos! Y dígame, hermano, ¿y éstos han de ser diablos bautizados?

ESTUDIANTE
¡Gentil novedad! ¿Adónde diablos hay diablos bautizados, o para qué se han de bautizar los diablos? Aunque podrá ser que éstos lo fuesen, porque no hay regla sin excepción; y apártense, y verán maravillas.

LEONARDA [Aparte]
¡Ay, sin ventura! Aquí se descose; aquí salen nuestras maldades a plaza; aquí soy muerta.

CRISTINA [Aparte]
¡ánimo, señora, que buen corazón quebranta mala ventura!

ESTUDIANTE
Vosotros, mezquinos, que en la carbonera hallastes amparo a vuestra desgracia, salid, y en los hombros, con priesa y con gracia, sacad la canasta de la fïambrera; no me incitéis a que de otra manera más dura os conjure. Salid: ¿qué esperáis? Mirad que si a dicha el salir rehusáis, tendrá mal suceso mi nueva quimera. Hora bien, yo sé cómo me tengo de haber con estos demonicos humanos; quiero entrar allá dentro, y a solas hacer un conjuro tan fuerte, que los haga salir más que de paso; aunque la calidad destos demonios más está en sabellos aconsejar, que en conjurallos.

[Vase] el ESTUDIANTE

PANCRACIO
Yo digo que si éste sale con lo que ha dicho, que será la cosa más nueva y más rara que se haya visto en el mundo.

LEONARDA
Sí saldrá, ¿quién lo duda? Pues, ¿habíanos de engañar?

CRISTINA
Ruido anda allá dentro; yo apostaré que los saca; pero ve aquí do vuelve con los demonios y el apatusco de la canasta.

LEONARDA
¡Jesús! ¡Qué parecidos son los de la carga al sacristán Reponce y al barbero de la plazuela!

CRISTINA
Mira, señora, que donde hay demonios no se ha de decir Jesús.

SACRISTÁN
Digan lo que quisieren; que nosotros somos como los perros del herrero, que dormimos al son de las martilladas; ninguna cosa nos espanta ni turba.

LEONARDA
Lléguense a que yo coma de lo que viene de la canasta; no tomen menos.

ESTUDIANTE
Yo haré la salva y comenzaré por el vino.

Bebe

Bueno es: ¿es de Esquivias, señor sacridiablo?

SACRISTÁN
De Esquivias es, juro a...

ESTUDIANTE
Téngase, por vida suya, y no pase adelante. ¡Amiguito soy yo de diablos juradores! Demonico, demonico, aquí no venimos a hacer pecados mortales, sino a pasar una hora de pasatiempo, y cenar, y irnos con Cristo.

CRISTINA
¿Y éstos, han de cenar con nosotros?

PANCRACIO
Sí, que los diablos no comen.

BARBERO
Sí comen algunos, pero no todos; y nosotros somos de los que comen.

CRISTINA
¡Ay, señores! Quédense acá los pobres diablos, pues han traído la cena; que sería poca cortesía dejarlos ir muertos de hambre, y parecen diablos muy honrados y muy hombres de bien.

LEONARDA
Como no nos espanten, y si mi marido gusta, quédense en buen hora.

PANCRACIO
Queden; que quiero ver lo que nunca he visto.

BARBERO
Nuestro Señor pague a vuesa[s] mercede[s] la buena obra, señores míos.

CRISTINA
¡Ay, qué bien criados, qué corteses! Nunca medre yo, si todos los diablos son como éstos, si no han de ser mis amigos de aquí adelante.

SACRISTÁN
Oigan, pues, para que se enamoren de veras.

Toca el SACRISTÁN, y canta; y ayúdale el BARBERO con el último verso no más

SACRISTÁN
Oigan los que poco saben lo que con mi lengua franca digo del bien que en sí tiene

BARBERO
La Cueva de Salamanca.

SACRISTÁN
Oigan lo que dejó escrito della el bachiller Tudanca en el cuero de una yegua que dicen que fue potranca, en la parte de la piel que confina con el anca, poniendo sobre las nubes

BARBERO
La Cueva de Salamanca.

SACRISTÁN
En ella estudian los ricos y los que no tienen blanca, y sale entera y rolliza la memoria que está manca. Siéntanse los que allí enseñan de alquitrán en una banca, porque estas bombas encierra

BARBERO
La Cueva de Salamanca.

SACRISTÁN
En ella se hacen discretos los moros de la Palanca; y el estudiante más burdo ciencias de su pecho arranca. A los que estudian en ella, ninguna cosa les manca; viva, pues, siglos eternos

BARBERO
La Cuev[a] de Salamanca.

SACRISTÁN
Y nuestro conjurador, si es, a dicha, de Loranca, tenga en ella cien mil vides de uva tinta y de uva blanca; y al diablo que le acusare, que le den con una tranca, y para el tal jamás sirva

BARBERO
La Cueva de Salamanca.

CRISTINA
Basta: ¿que también los diablos son poetas?

BARBERO
Y aun todos los poetas son diablos.

PANCRACIO
Dígame, señor mío, pues los diablos lo saben todo, ¿dónde se inventaron todos estos bailes de las zarabandas, zambapalo y Dello me pesa, con el famoso del nuevo Escarramán?

BARBERO
¿Adónde? En el infierno; allí tuvieron su origen y principio.

PANCRACIO
Yo así lo creo.

LEONARDA
Pues, en verdad, que tengo yo mis puntas y collar escarramanesco; sino que por mi honestidad, y por guardar el decoro a quien soy, no me atrevo a bailarle.

SACRISTÁN
Con cuatro mudanzas que yo le enseñase a vuesa merced cada día, en una semana saldría única en el baile; que sé que le falta bien poco.

ESTUDIANTE
Todo se andará; por agora, entrémonos a cenar, que es lo que importa.

PANCRACIO
Entremos; que quiero averiguar si los diablos comen o no, con otras cien mil cosas que dellos cuentan; y, por Dios, que no han de salir de mi casa hasta que me dejen enseñado en la ciencia y ciencias que se enseñan en La Cueva de Salamanca.

FIN DEL ENTREMÉS