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TEXTOS ELECTRÓNICOS / ELECTRONIC TEXTS

Obras de Cervantes. Association for Hispanic Classical Theater, Inc.

Obras de Cervantes / El gallardo español / parte 1ª

Electronic text by J T Abraham and Vern G.Williamsen

EL GALLARDO ESPAÑOL

Personas que hablan en ella:

JORNADA PRIMERA

Salen ARLAXA, mora, y ALIMUZEL, moro
ARLAXA: Es el caso, Alimuzel, que, a no traerme el cristiano, te será el Amor tirano, y yo te seré crüel. Quiérole preso y rendido, aunque sano y sin cautela. ALIMUZEL: ¿Posible es que te desvela deseo tan mal nacido? Conténtate que le mate, si no pudiere rendille; que detener al herille el brazo, será dislate. Partiréme a Orán al punto, y desafiaré al cristiano, y haré por traerle sano, pues no le quieres difunto. Pero, si acaso el rigor de la cólera me incita y su muerte solicita, ¿tengo de perder tu amor? ¿Está tan puesto en razón Marte, desnuda la espada, que la tenga nivelada al peso de tu afición? ARLAXA: Alimuzel, yo confieso que tienes razón en parte; que, en las hazañas de Marte, hay muy pocas sin exceso, el cual se suele templar con la cordura y valor. Yo he puesto precio en mi amor: mira si le puedes dar. Quiero ver la bizarría deste que con miedo nombro, deste espanto, deste asombro de toda la Berbería; deste Fernando valiente, ensalzador de su crisma y coco de la morisma, que nombrar su nombre siente; deste Atlante de su España, su nuevo Cid, su Bernardo, su don Manuel el gallardo por una y otra hazaña. Quiero de cerca miralle, pero rendido a mis pies. ALIMUZEL: Haz cuenta que ya lo ves, puesto que dé en ayudalle todo el cielo. ARLAXA: Pues, ¿qué esperas? ALIMUZEL: Espero a ver si te burlas; aunque para mí tus burlas siempre han sido puras veras. Comedido, como amante, soy, y sólo sé decirte que el deseo de servirte me hacer ser arrogante. Puedes de mí prometerte imposibles sobrehumanos, mil prisioneros cristianos que vengan a obedecerte. ARLAXA: Tráeme solamente al fuerte don Fernando Saavedra, que con él veré que medra y se mejora mi suerte; y aun la tuya, pues te doy palabra que he de ser tuya, como el hecho se concluya a mi gusto. ALIMUZEL: Quizá hoy oirán los muros de Orán mi voz en el desafío, y aun de los cielos confío, que luz y vida nos dan, que han de acudir a mi intento con suceso venturoso. ARLAXA: Parte, Alimuzel famoso. ALIMUZEL: Fuerzas de tu mandamiento me llevan tan alentado, que acabaré con valor el imposible mayor que se hubiere imaginado. ARLAXA: Ve en paz, que de aquesta guerra la vitoria te adivino.
[Vase] ARLAXA
ALIMUZEL: ¡Queda en paz, rostro divino, ángel que mora en la tierra, bizarra sobre los hombres que a guerra a Marte provoca[n], a quien de excelencias tocan mil títulos y renombres; en estremo poderosa de dar tormento y placer, yelo que nos hace arder en viva llama amorosa! Que[da] en paz, que, sin tu sol, ya camino en noche escura; resucite mi ventura la muerte deste español. Mas, ¡ay, que no he de matalle, sino prendelle y no más! ¿Quién tal deseo jamás vio, ni pudo imaginalle?
[Vase] ALIMUZEL. Salen Don ALONSO de Córdoba, conde de Alcaudete, general de Orán; Don FERNANDO de Saavedra; GUZMÁN, capitán; FRATÍN, ingeniero
FRATÍN: Hase de alzar, señor, esta cortina a peso de aquel cubo, que responde a éste que descubre la marina. De la silla esta parte no se esconde; mas, ¿qué aprovecha, si no está en defensa, ni Almarza a nuestro intento corresponde? D. ALONSO: El cerco es cierto, y más cierta la ofensa, si ya no son cortinas y muralla de vuestros brazos la virtud inmensa. Donde el deseo de la fama se halla, las defensas se estiman en un cero, y a campo abierto salta a la batalla. Venga, pues, la morisma, que yo espero en Dios y en vuestras manos vencedoras que volverá el león manso cordero. Los Argos, centinelas veladoras, miren al mar y miren a la tierra en las del día y las nocturnas horas. No hay disculpa al descuido que en la guerra se hace, por pequeño que parezca, que pierde mucho quien en poco yerra; y si aviniere que el cabello ofrezca la ligera ocasión, ha de tomarse, antes que a espaldas vueltas desparezca: que, en la guerra, el perderse o el ganarse suele estar en un punto, que, si pasa, vendrá el de estar quejoso y no vengarse. En su pajiza, pobre y débil casa se defiende el pastor del sol ardiente que el campo agosta y la montaña abrasa. Quiero inferir que puede ser valiente detrás de un muro un corazón medroso, cuando a sus lados que le animan siente.
Entra un SOLDADO
SOLDADO: Señor, con ademán bravo y airoso, picando un alazán, un moro viene y a la ciudad se acerca presuroso. Bien es verdad que a veces se detiene y mira a todas partes, recatado, como quien miedo y osadía tiene. Adarga blanca trae, y alfanje al lado, lanza con bandereta de seguro, y el bonete con plumas adornado. Puedes, si gustas, verle desde el muro. D. ALONSO: Bien de aquí se descubre; ya le veo. Si es embajada, yo le doy seguro. D. FERNANDO: Antes es desafío, a lo que creo.
[Sale] ALIMUZEL, a caballo, con lanza y adarga
ALIMUZEL: Escuchadme, los de Orán, caballeros y soldados, que firmáis con nuestra sangre vuestros hechos señalados. Alimuzel soy, un moro de aquellos que son llamados galanes de Melïona, tan valientes como hidalgos. No me trae aquí Mahoma a averiguar en el campo si su secta es buena o mala, que él tiene deso cuidado. Tráeme otro dios más brioso, que es tan soberbio y tan manso, que ya parece cordero, y ya león irritado. Y este dios, que así me impele, es de una mora vasallo, que es reina de la hermosura, de quien soy humilde esclavo. No quiero decir que hiendo, que destrozo, parto o rajo; que animoso, y no arrogante, es el buen enamorado. Amo, en fin, y he dicho mucho en sólo decir que amo, para daros a entender que puedo estimarme en algo. Pero, sea yo quien fuere, basta que me muestro armado ante estos soberbios muros, de tantos buenos guardados; que si no es señal de loco, será indicio de que he dado palabra que he de cumplilla o quedar muerto en el campo. Y así, a ti te desafío, don Fernando el fuerte, el bravo, tan infamia de los moros cuanto prez de los cristianos. Bien se verá en lo que he dicho que, aunque haya otros Fernandos, es aquel de Saavedra a quien a batalla llamo. Tu fama, que no se encierra en límites, ha llegado a los oídos de Arlaxa, de la belleza milagro. Quiere verte; mas no muerto, sino preso, y hame dado el asumpto de prenderte: mira si es pequeño el cargo. Yo prometí de hacello, porque el que está enamorado, los más arduos imposibles facilita y hace llano. Y, para darte ocasión de que salgas mano a mano a verte conmigo agora, destas cosas te hago cargo: que peleas desde lejos, que el arcabuz es tu amparo, que en comunidad aguijas y a solas te vas de espacio; que eres Ulises nocturno, no Telamón al sol claro; que nunca mides tu espada con otra, a fuer de hidalgo. Si no sales, verdad digo; si sales, quedará llano, ya vencido o vencedor, que tu fama no habla en vano. Aquí, junto a Canastel, solo te estaré esperando hasta que mañana el sol llegue al Poniente su carro. Del que fuere vencedor ha de ser el otro esclavo: premio rico y premio honesto. Ven, que espero, don Fernando.
Vase [ALIMUZEL]
D. ALONSO: Don Fernando, ¿qué os parece? D. FERNANDO: Que es el moro comedido y valiente, y que merece ser de Amor favorecido en el trance que se ofrece. D. ALONSO: Luego, ¿pensáis de salir? D. FERNANDO: Bien se puede esto inferir de su demanda y mi celo, pues ya se sabe que suelo a lo que es honra acudir. Déme vuestra señoría licencia, que es bien que salga antes que se pase el día. D. ALONSO: No es posible que ahora os valga vuestra noble valentía. No quiero que allá salgáis, porque hallaréis, si miráis a la soldadesca ley, que obligado a vuestro rey mucho más que a vos estáis. En la guerra, usanza es vieja, y aun ley casi principal a toda razón aneja, que por causa general la particular se deja. Porque no es suyo el soldado que está en presidio encerrado sino de aquél que le encierra, y no ha de hacer otra guerra sino a la que se ha obligado. En ningún modo sois vuestro, sino del rey, y en su nombre sois mío, según lo muestro; y yo no aventuro un hombre que es de la guerra maestro por la simple niñería de una amorosa porfía; don Fernando, esto es verdad. D. FERNANDO: ¡De extraña reguridad usa vuestra señoría conmigo! ¿Qué dirá el moro? D. ALONSO: Diga lo que él más quisiere; que yo guardo aquí el decoro que la guerra pide y quiere; y della ninguno ignoro. D. FERNANDO: Respóndasele, a lo menos, y sepa que por tus buenos respetos allá no salgo. GUZMÁN: No os tendrá por esto el galgo, señor don Fernando, en menos. D. ALONSO: Lleve el capitán Guzmán la respuesta. GUZMÁN: Sí haré, y, ¡voto a tal!, si me dan licencia, que yo le dé al morico ganapán tal rato, que quede frío de amor con el desafío. D. ALONSO: Respondedle cortésmente con el término prudente que de vuestro ingenio fío.
Vanse Don ALONSO y FRATÍN
GUZMÁN: ¿Queréis que, en vez de respuesta, os le dé una mano tal, que se concluya la fiesta? D. FERNANDO: Que me estará a mí muy mal eso, es cosa manifiesta. Sólo a mí me desafía, y gran mengua me sería que otro por mí pelease. Mas si el moro me esperase allí siquiera otro día, yo le saldré a responder, a pesar de todo el mundo que lo quiera defender. GUZMÁN: ¿En qué os fundáis? D. FERNANDO: Yo me fundo en esto que pienso hacer: el lunes soy yo de ronda, y, cuando la noche esconda la luz con su manto escuro, arrojaréme del muro a la cava. GUZMÁN: Está muy honda y podríais peligrar. D. FERNANDO: Póneme en los pies el brío mil alas para volar. Todo aquesto de vos fío. GUZMÁN: Ya sabéis que sé callar. Dejadme salir primero, porque de mi industria espero que saldréis bien deste hecho. D. FERNANDO: Sois amigo de provecho. GUZMÁN: Sí, porque soy verdadero.