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TEXTOS ELECTRÓNICOS / ELECTRONIC TEXTS

Obras de Cervantes. Association for Hispanic Classical Theater, Inc.

Obras de Cervantes / El laberinto de amor / parte 2ª

Electronic text by J T Abraham and Vern G.Williamsen

EL LABERINTO DE AMOR, Part 2 of 9

JULIA:               En cólera me deshago
                 en verte jurar por Dios.
PORCIA:          Pues también soy como vos
                 medrosa, y a todo hago;
                     y no os llevo tantos años,
                 que ellos puedan enseñarme
                 la experiencia de librarme
                 de no conocidos daños.
                     Avisad y tened brío;
                 y, pues ya estamos en esto,
                 echad del ánimo el resto,
                 que yo estaré con el mío.
JULIA:               Porcia amiga, ello es así.
                 ¡Ay, que el nombre se olvidó!
PORCIA:          ¡Mal haya quien me parió!
                 Di Rutilio, ¡pesia a mí!
JULIA:               No te enojes, que yo juro
                 de no olvidarme jamás.
PORCIA:          Cuando jures, jura más
                 y estarás muy más seguro.
JULIA:               Témome destos pellicos
                 que nos han de descubrir.
PORCIA:          Yo lo he querido decir:
                 que es malo que sean tan ricos.
JULIA:               No va en esto, sino en ser
                 conocidos.
PORCIA:                       Pues ¿en qué?
JULIA:           ¿No ves que yo los mandé
                 de aqueste modo hacer
                     para la farsa o comedia
                 que querían mis doncellas
                 hacer?
PORCIA:                  Haráse sin ellas;
                 mas quizá será tragedia.
JULIA:               Y no los echaron menos
                 cuando nosotras faltamos.
                 Por esto en peligro estamos,
                 y no por ser ellos buenos.
PORCIA:              Como a Módena lleguemos,
                 mudaremos este traje.
JULIA:           Yo me vestiré de paje.
PORCIA:          Entrambos nos vestiremos.
JULIA:               Témome que está en Novara
                 mi hermano.
PORCIA:                      ¡Pluguiese al cielo!
JULIA:           Pues a fe que lo recelo;
                 mas, sin duda, es cosa clara
                     que él de Rosamira está
                 en extremo enamorado
                 y sírvela disfrazado.
PORCIA:          Eso importa poco ya;
                     que, en llegando el de Rosena,
                 Celia se casa con él.
                 Podrá tu hermano fïel
                 morir, o dejar su pena.
JULIA:               ¡Qué corta es nuestra ventura!
                 Tú enamorada de quien
                 tiene a otra por su bien;
                 yo, de quien mi mal procura,
                     de quien se casa mañana.
                 Y la fortuna molesta
                 nos l[l]eva a morir la fiesta
                 de nuestra muerte temprana.
                     ¡Qué de imposibles se oponen
                 a nuestros buenos deseos!
                 ¡Qué miedos, qué devaneos
                 nuestra intención descomponen!
                     ¡Ay Rutilio, y cuán en vano
                 ha de ser nuestra venida!
PORCIA:          Mientras esté con la vida,
                 pienso que en ventura gano.
                     Confía y no desesperes,
                 que puesto en plática está
                 que el diablo no acabará
                 lo que no acaban mujeres.
[JULIA]:             Escucha, que gente suena;
                 cazadores son; escucha:
                 gente viene, y gente mucha.
PORCIA:          No te dé ninguna pena;
                     saludarlos y pasar,
                 sin ponernos en razones.

[Salen] dos CAZADORES
CAZADOR 1: ¿Tomó dos esmerejones? CAZADOR 2: Sí. [CAZADOR] 1: No hay más que desear. ¿Y el duque, quédase atrás? [CAZADOR] 2: No; que veisle aquí a do viene. [CAZADOR] 1: Mucho en Rezo se detiene. [CAZADOR] 2: Sabed que no puede más. Y hoy vendrá su embajador, y sabrá lo que ha de hacer. PORCIA: Camilo, aquí es menester ingenio, esfuerzo y valor, que el de Rosena es aquél que allí viene, según creo. JULIA: ¡Amor, ayuda al deseo, pues que me pusiste en él!
Sale [MANFREDO], el Duque de Rosena, de caza
MANFREDO: ¿La garza no parece? [CAZADOR] 1: Ayer se descubrió en esta laguna que a la vista se ofrece. MANFREDO: Pues un pastor me ha dicho que ninguna se ha visto en estos llanos. [CAZADOR] 2: Pues de dos me dijeron dos villanos. MANFREDO: Dése a Rezo la vuelta; que, aunque no es tarde, va creciendo el viento, y aquella nube suelta señala injuria de turbión violento. ¡Oh, qué bellos zagales! Mancebos, ¿sois de Rezo naturales? JULIA: En Pavía nacimos. MANFREDO: Pues, ¿dónde vais agora? JULIA: Hacia Novara, no más de porque oímos que el duque Federico allí prepara una fiesta que admira, porque casa a su hija Rosamira con un señor llamado Manfredo, que es gran duque de Rosena. MANFREDO: Verdad os han contado. PORCIA: Pues a la fama que será tan buena la fiesta y boda vamos, y a nuestro padre en cólera dejamos.

MANFREDO: ¿Y adónde queda el ganado? PORCIA: Imagino que perdido. MANFREDO: ¡Mucho atrevimiento ha sido! JULIA: A más obliga un cuidado. MANFREDO: ¿Úsanse aquestos pellicos ahora entre los pastores? PORCIA: También muestran sus primores los villanos, si son ricos. MANFREDO: ¿Y lleváis bien que gastar? JULIA: Un tesoro de paciencia. MANFREDO: ¿Encargaréis la conciencia si le acabáis de acabar? PORCIA: Tal puede ser el suceso que se acabe el sufrimiento. MANFREDO: ¡Por Dios, que me dais contento! JULIA: Ya nos viéramos en eso. MANFREDO: ¿Cómo os llamáis? JULIA: Yo, Camilo. PORCIA: Y yo, Rutilio. MANFREDO: En verdad que parecen de ciudad vuestros nombres y el estilo, y que en ellos, y aun en él, poco es, mentís villanía. PORCIA: Como hay estudio en Pavía, algo se nos pega dél. JULIA: Díganos, señor: ¿qué millas desde aquí a Novara habrá? MANFREDO: Treinta a lo más que creo está. CAZADOR 2: Y dos más; son angostillas. MANFREDO: Conmigo os iréis, si os place, que yo ese camino hago. JULIA: Yo, por mí, me satisfago. PORCIA: Pues a mí no me desplace. Pero advierta que los dos vamos poco a poco a pie. MANFREDO: Bien está: que yo os daré en que vais. PORCIA: Págueoslo Dios; que bien parecéis honrado, noble y rico y principal. [CAZADOR] 1: Y aun vosotros, de caudal mayor del que habéis mostrado; si no, dígalo el lenguaje, y el uno y otro pellico. [CAZADOR] 2: Es en Pavía muy rico casi todo el villanaje, y éstos hijos deben ser de algún rico ganadero. MANFREDO: A Rezo volverme quiero; bien os podéis recoger.

[Sale] UNO
UNO: Tu embajador ha llegado. MANFREDO: ¿Mompesir? UNO: Sí, mi señor. MANFREDO: Esperadme, por mi amor, que luego vuelvo. PORCIA: Haz tu grado.
[Vanse] todos, si no es PORCIA y JULIA, que quedan
JULIA: Rutilio, ¿qué te parece? PORCIA: Camilo amigo, que estás en punto donde verás que es bueno el que se te ofrece. La Fortuna te ha traído a poder del duque; advierte que un principio de tal suerte un buen fin tiene escondido. JULIA: ¿Parécete que le diga quién soy por un modo honesto? PORCIA: No te descubras tan presto. JULIA: Pues, ¿cómo quies que prosiga? PORCIA: El tiempo vendrá a avisarte de aquello que has de hacer. JULIA: Mi mal no puede tener en parte del tiempo parte. Si no estará el duque apenas tres días sin que se case, ¿cómo dejaré que pase el tiempo, como me ordenas? PORCIA: Un caso tan grave y tal, con prisa mal se resuelve. Silencio, que el duque vuelve; el semblante trae mortal.
Vuelve a [salir] el duque [MANFREDO] y el EMBAJADOR que entró primero, y los dos CAZADORES
EMBAJADOR: Digo, señor, que el príncipe de Utrino, Dagoberto, heredero del estado, en mi presencia y la del duque vino, y allí propuso lo que te he contado. No con la triste nueva perdió el tino el padre; padre no, mas recatado jüez, pues, como tal, mandó traella, y el príncipe afirmó su culpa ante ella. Rosamira la oyó, y en su defensa mover no pudo, o nunca quiso, el labio; por esto el duque que es culpada piensa, pues no responde a tan notable agravio. El caso ponderó, y al fin dispensa, en todo procediendo como sabio, que, mientras se ve el caso, la duquesa en una torre esté encerrada y presa. Dagoberto se ofrece con su espada a probar en el campo lo que dice. Yo, viendo a Rosamira así acusada, tus bodas al instante las deshice. Esto resulta, en fin, de mi embajada; mira, señor, si bien o si mal hice: que el duque, ya rendido a su fortuna, no quiso responderte cosa alguna. MANFREDO: ¡Válame Dios, qué miserable caso! ¿Dónde fabricas, mundo, estos vaivenes? ¿Daslos con luenga prevención, o acaso? ¿O por qué antes de dallos no previenes? CAZADOR 1: Señor, con largo y con ligero paso, cubierto de las plantas a las sienes de luto, un caballero veo que asoma por el verde recuesto desta loma. MANFREDO: Y aun me parece que hacia aquí endereza la rienda, y del caballo ya se apea. ¡Qué bien con la color de mi tristeza viene el que trae aquéste por librea! ¿Quién podrá ser? [CAZADOR] 2: La espada se adereza. ...............................[-ea] EMBAJADOR Descolorido llega. MANFREDO: Y mal crïado.
[Sale] un embajador del duque de DORLÁN, vestido de luto
DORLÁN: ¡Gracias a Dios, Manfredo, que [te] he hallado! Quien viene a lo que yo, Manfredo, vengo, no le conviene usar de más crïanza: que sólo en las razones me prevengo que estarán en la lengua o en la lanza. La antigua ley de embajador mantengo: escúchame, y responde sin tardanza, que a ti el gran duque de Dorlán me envía y a guerra a sangre y fuego desafía. Dice, y esto es verdad, que habiendo dado a tu corte en la suya alojamiento, y habiéndote en su casa agasajado, viniendo a efetuar tu casamiento, como el troyano huésped, olvidado del hospedaje, con lascivo intento su hija le robaste y su sobrina: traición no de tu fama y nombre digna. Por esto, si a su intento no te ajustas, y a la ley no respondes de hidalguïa, de poder a poder, o, si más gustas, de persona a persona, desafía. PORCIA: Nuestras [s]andeces causan estas justas. ¿Haslo notado bien? Di, Julia mía. JULIA: Calla, y entre estos árboles te esconde; veremos lo que el duque le responde. DORLÁN: Y tanto a la venganza está dispuesto de aqueste agravio y malicioso hecho, que deste paño de color funesto que se vista su gente toda ha hecho, en tanto, o ya sea tarde, o ya sea presto, que, a desprecio y pesar de tu despecho, castiga la insolencia deste ultraje, transgresor de la ley del hospedaje. Éste es el fin de mi embajada; mira si quieres responderme alguna cosa. MANFREDO: Reprima mi inocencia en mí la ira que alborota tu lengua licenciosa; yo no sé qué responda a esa mentira; sólo sé que Fortuna, mentirosa, debe o quiere probar con su insolencia los quilates que tiene mi paciencia. Diréisle al duque que ante él mismo apelo de aquesta acusación vana que ha hecho, porque, por la Deidad que rige el cielo, que jamás tal traición cupo en mi pecho. Leal pisé de su palacio el suelo, leal salí, guardando aquel derecho que al hospedaje amigo se debía y a la ley que profeso de hidalguía. Ni vi a su hija, ni jamás la he visto, ni la intención de mi camino era hacerme con mis huéspedes malquisto, aunque el lascivo gusto lo pidiera; que entonces con mayor fuerza resisto, cuando la torpe inclinación ligera con más regalo acude al pensamiento, estando al ser quien soy contino atento. Ni acepto el desafío, ni desecho; sólo lo que pretendo es dilatallo hasta que el duque esté más satisfecho y la misma verdad venga a estorballo. Y cuando esto no fuese de provecho, y el engaño p[r]osiga en engañallo, para entonces acepto el desafío, ajustando a su gusto el gusto mío. Esto doy por respuesta y no otra cosa; mirad si a Rejo queréis ir conmigo. Dorlán Es el camino largo, y presurosa la gana de volver al suelo amigo. ¡A Dios quedad!
[Vase el emabajador del de DORLÁN]
MANFREDO: Fortuna rigurosa, ¿qué es esto? ¿Quién soy yo, o qué pasos sigo tan malos, que se estrema así tu furia en hacerme una injuria y otra injuria? ¡Infamada mi esposa, y yo infamado, y por lo menos de traición! ¿Qué es esto? ¡En tan triste sazón me tiene puesto! EMBAJADOR: Señor, si en nada desto estás culpado, no es bien que te congoje nada desto: tu esposa aún no era tuya: estotra culpa en tu pura verdad tiene disculpa. MANFREDO: No me aconsejes ni me des consuelo, y a Rosena mi gente luego vuelva; que este rigor con que me trata el Cielo quiere que en éste sólo me resuelva. EMBAJADOR: Aunque con vengativo, airado celo, su fuerza el hado contra ti resuelva, yo no le he de dejar. MANFREDO: Escucha un poco: quizá dirás de veras que estoy loco. PORCIA: ¿Qué hemos de hacer, Camilo? JULIA: ¿No está claro? Seguir del duque las pisadas todas. PORCIA: ¿Con qué ocasión? JULIA: En eso no reparo. PORCIA: ¿No ves que se han deshecho ya las bodas? JULIA: Ventura ha sido mía. MANFREDO: No me aclaro más por agora. EMBAJADOR: En fin, ¿que te acomodas a ir desa manera? MANFREDO: Ten a punto los vestidos que digo. EMBAJADOR: Harélo al punto. [MANFREDO]: Y no quede ninguno de los míos. Y en esto no me hagas más instancia, que la mudable rueda en desvaríos tiene encerrada a veces la ganancia. Y estos dos pastorcillos, que en sus bríos muestran más sencillez que no arrogancia, si dello gustan, quedarán conmigo. PORCIA: ¿Entendístele? JULIA: ¡Y cómo, oh cielo amigo! Señor, si es que la ida de Novara, según que hemos oído, se te impide, volver queremos a la patria clara, si otra cosa tu gusto no nos pide. MANFREDO: Puesto que la fortuna y suerte avara su querer con el mío jamás mide, por esta vez entiendo que me ha dado en los dos lo que pide mi cuidado. Quedaos conmigo, que a Novara iremos, donde, puesto que fiestas no veamos, quizá cosas más raras hallaremos, con que el sentido y vista entretengamos. PORCIA: Por tuyos desde aquí nos ofrecemos: que bien se nos trasluce que ganamos en servirte, señor, cuanto es posible. MANFREDO: Haz lo que he dicho. EMBAJADOR: ¡Oh, caso no creíble!
[Vanse] todos, y sale[n] ANASTASIO y CORNELIO, su criado
ANASTASIO: Poco me alegra el campo ni las flores. CORNELIO: Ni a mí tus sinsabores me contentan; porque es cierto que afrentan los amores que en tan bajos primores se sustentan, y en mil partes nos cuentan mil autores cien mil varios dolores que atormentan al miserable amante no entendido, poco premiado y menos conocido.