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TEXTOS ELECTRÓNICOS / ELECTRONIC TEXTS

Obras de Cervantes. Association for Hispanic Classical Theater, Inc.

Obras de Cervantes / El laberinto de amor / parte 3ª

Electronic text by J T Abraham and Vern G.Williamsen

EL LABERINTO DE AMOR, Part 3 of 9

ANASTASIO:           Ya te he dicho, Cornelio, que te dejes
                 de darme esos consejos escusados,
                 y nunca a los amantes aconsejes
                 cuando tienen por gloria sus cuidados:
                 que es como quien predica a los herejes,
                 en sus vanos errores obstinados.
CORNELIO:        Muy bien te has comparado. Advierte y mira
                 que ya no es Rosamira Rosamira:
                     las trenzas de oro y la espaciosa frente,
                 las cejas y sus arcos celestiales,
                 el uno y otro sol resplandeciente,
                 las hileras de perlas orientales,
                 la bella aurora que del nuevo oriente
                 sale de las mejillas, los corales
                 de los hermosos labios, todo es feo,
                 si a quien lo tiene infama infame empleo.
                     La buena fama es parte de belleza,
                 y la virtud, perfecta hermosura;
                 que, a do suele faltar naturaleza,
                 suple con gran ventaja la cordura;
                 y, entre personas de subida alteza,
                 amor hermoso a secas es locura.
                 En fin, quiero decir que no es hermosa,
                 siéndolo, la mujer no virtüosa.
                     Rosamira, en prisión; la causa, infame;
                 tú, disfrazado y muerto por libralla,
                 ignoras la verdad; ¿y quiés que llame
                 justa la pretensión desta batalla?
ANASTASIO:       Tu sangre harás, Cornelio, que derrame,
                 pues procuras la mía así alteralla
                 con tus razones vanas y estudiadas,
                 y entre libres discursos fabricadas.
                     Vete; déjame y calla; si no, ¡juro...!
CORNELIO:        Yo callaré; no jures, sino advierte
                 que gente viene alrededor del muro,
                 y temo, al fin, que habrán de acometerte.
ANASTASIO:       Desto puedes estar muy bien seguro,
                 que en la ciudad he estado desta suerte
                 seis días hace hoy, y estaré ciento:
                 que salió este disfraz a mi contento.

[Salen] TÁCITO y ANDRONIO, estudiantes capigorristas
ANDRONIO: Deja los libros, Tácito; digo, deja el tomar de coro agora, y, a nuestro beneplácito, gozando el fresco de la fresca aurora, por aquí nos andemos. TÁCITO: ¡Por Dios, que es buen encuentro el que tenemos! Villano es el morlaco. ¿Quieres que le tentemos las corazas, y veremos si es maco? ANDRONIO: Siempre en las burlas, Tácito, que trazas, salimos mal medrados. Talle tienen los mozos de avisados. TÁCITO: Por esta vez, probemos: que si el pacho consiente bernardinas, el tiempo entretendremos. ANDRONIO: ¡Con qué facilidad te determinas a hacer bellaquerías! CORNELIO: Hacia nosotros vienen. TÁCITO: No te rías. Díganos, gentilhombre, así la diosa de la verecundia reciproque su nombre, y el blanco pecho de tremante enjundia soborne en confornino: ¿adónde va, si sabe, este camino? ANASTASIO: Mancebo, soy de lejos, y no sé responder a esa pregunta. TÁCITO: Dígame: ¿son reflejos los marcurcios que asoman por la punta de aquel monte, compadre? CORNELIO: ¡Bellaco sois, por vida de mi madre! ¿Bernardinas a horma? Yo apostaré que el duque no le entiende. ANASTASIO: Habláisme de tal suerte, que no sé responderos. TÁCITO: Pues atienda, gam[i]civo, y está atento. CORNELIO: ¡Qué donaire y qué gracioso acento! TÁCITO: Digo que ¿si mi paso tiendo por los barrancos deste llano, si podrá hacer al caso? ANASTASIO: Digo que no os entiendo, amigo hermano. TÁCITO: Pues bien claro se aclara, que es clara, si no es turbia, el agua clara. Quiero decir que el tronto, por do su curso lleva al horizonte, está a caballo, y prompto a propagar la cima de aquel monte. ANASTASIO: ¡Ya, ya; ya estoy en ello! TÁCITO: Pues, ¿qué quiero decir, gozmio, camello? ANASTASIO: Que son bellacos grandes los mancebitos de primer tonsura. TÁCITO: Tontón, no te desmandes, que llevarás del sueño la soltura. CORNELIO: Mi señor estudiante, mire no haga que le asiente el guante. ANASTASIO: Confieso que al principio yo no entendí la flor de los mancebos. ANDRONIO: Arena, cal y ripio trago, mi señorazo papahuevos. CORNELIO: Su flor se ha descubierto. TÁCITO: Pues zarpo déste y voyme a mejor puerto. CORNELIO: No se vayan, que asoman otros dos de su traza y compostura, y este camino toman. También son éstos de primer tonsura, y, a lo que yo imagino, de aquí no son, y vienen de camino.
Entran JULIA y PORCIA, como estudiantes de camino
PORCIA: Querría que no errásemos en lo que el duque nos mandó, Camilo, y es que aquí le esperásemos. JULIA: ¿Entendístelo bien? PORCIA: Bien entendílo. ANDRONIO: Argumentando vienen. Lleguémonos, si acaso se detienen, y déjennos con ellos; gustarán de la burla. CORNELIO: Que nos place. ANASTASIO: Yo no estoy para vellos: que mal la alegre burla satisface al alma que no alcanza a ver, si no es burlada, su esperanza.
[Vanse] ANASTASIO y CORNELIO
JULIA: En esta tierra asiste, en disfrazado traje, aquel mi hermano a quien tú adoras triste. Si me encuentra y conoce... PORCIA: Es temor vano; que en tal traje nos vemos, que a la misma verdad engañaremos. A mí una vez me ha visto, y ésa de noche. JULIA: A mí, casi ninguna. Mal al temor resisto; estudiantes son éstos. TÁCITO: La fortuna mi atrevimiento ayude; si en trabajo me viere, Andronio, acude.

¿Son estudiantes, señores? PORCIA: Sí, señor, y forasteros. TÁCITO: ¿Pacacios, o caballeros? JULIA: No somos de los peores. TÁCITO: ¿Y qué han oído? PORCIA: Desgracias. JULIA: Y en ellas somos maestros. ANDRONIO: Por mi vida, que son diestros y que saben decir gracias. Pues háganme este latín, ansí Dios les dé salud: "Yo soy falto de virtud, tan bellaco como ruin". PORCIA: No venimos dese espacio. ANDRONIO: No se deben de escusar, si es que nos quieren mostrar que son hombres de palacio. JULIA: Ni aun de nada somos hombres. ANDRONIO: Pues, ya que se escusan desto, dígannos, y luego, y presto de dónde son, y sus nombres, qué estudian, la edad que tienen, si es rico o pobre su padre, la estatura de su madre, dónde van y de a dó vienen. ¡Turbados están! ¡Apriesa, respondan, que tardan mucho! PORCIA: Con gran paciencia te escucho, mancebito de traviesa. Váyase y déjenos ir, y serále muy más sano. ANDRONIO: ¡Jesús, qué mal cortesano! ¿Tal se ha dejado decir? JULIA: Es tarde, y hay que hacer, y servimos, y tardamos. TÁCITO: Ténganse, que aquí cobramos la alcabala del saber; porque cuando el sacrilegio a Mahoma se entregó, esta autoridad nos dio nuestro famoso colegio. ¡Miren si voy arguyendo con razones circunflejas! PORCIA: Atruénasme las orejas, mancebito, y no te entiendo. TÁCITO: Andronio. ANDRONIO: Ya estoy al cabo.

Pónese ANDRONIO detrás de JULIA para hacerla caer; pero no la ha de derribar
TÁCITO: Volviendo a nuestro comienzo, el asado San Lorenzo, cuyas virtudes alabo, en sus Cuntiloquios dice... JULIA: ¡Ésta es gran bellaquería, y juro por vida mía...! TÁCITO: Y dirán que yo lo hice. JULIA: Pero aquí viene nuestro amo, y mala ventura os mando. TÁCITO: Signori, me recomendo, y a la corona me llamo. Y a revederci altra volta, dove finitemo el resto, or non piu, [e]visogna presto fugiré de qui si ascolta.
[Vanse] TÁCITO y ANDRONIO. Entra MANFREDO, como estudiante, de camino
MANFREDO: Rutilio y Camilo, pues, ¿he, por ventura, tardado? PORCIA: Más de un hora hemos estado esperando, como ves; y aun nos han dado mal rato dos bonitos estudiantes, que tienen más de chocantes, que no de letras su trato. Pero. ¿en qué te has detenido tanto tiempo? MANFREDO: Fui escuchando dos que iban razonando deste caso sucedido. Y apostaré que estos dos que vienen tratan también deste hecho. Escucha bien si acierto, así os guarde Dios. JULIA: ¿De qué sirve el escuchar, pues podemos preguntallo?
[Salen] los dos CIUDADANOS que entraron al principio
CIUDADANO 1: Por mil conjeturas hallo que ella habrá de peligrar. [CIUDADANO] 2: En fin: que no se disculpa. [CIUDADANO] 1: ¡Ésa es una cosa extraña! [CIUDADANO] 2: El pensamiento me engaña, o ella no tiene culpa. MANFREDO: Mis señores, ¿qué se suena del caso de la duquesa? [CIUDADANO] 1: Que se está todavía presa, y el silencio la condena. MANFREDO: ¿Quién la acusa? [CIUDADANO] 2: Dagoberto. MANFREDO: ¿Da testigos? [CIUDADANO] 2: Ni aun indicio. MANFREDO: Cierto que no es ése oficio de caballero. [CIUDADANO] 1: No, cierto. MANFREDO: ¿Y su padre? [CIUDADANO] 1: ¿Qué ha de hacer? Sólo ha hecho pregonar que a quien la acierte a librar se la dará por mujer, como sea caballero el que se oponga a la empresa. MANFREDO: ¿Y que calla la duquesa? [CIUDADANO] 2: Como si fuese un madero. MANFREDO: ¿Y del duque que se suena que había de ser su esposo? [CIUDADANO] 1: Que, en sabiendo el caso astroso, dio la vuelta hacia Rosena. Y aun otras nuevas nos dan, ni sé si es verdad o no: que, estando en Dorlán, sacó una hija al de Dorlán, y también a una parienta, del mismo duque sobrina, y que el duque determina vengarse de aquesta afrenta. Y que se tiene por cierto que la sacó el de Rosena. [CIUDADANO] 2: Hasta agora, ansí se suena; ni sé si es cierto o incierto. MANFREDO: Y, si como eso es mentira, como me doy a entender, podrá ser que venga a ser bien mismo de Rosamira: que sé que el duque es muy bueno, y que traición ni ruindad, si no es razón y bondad, jamás albergó en su seno. [CIUDADANO] 1: ¿Sois acaso milanés? Porque de sello dais muestra. MANFREDO: Aunque la lengua lo muestra, no soy sino boloniés; mas he estudiado en Pavía, y algo la lengu[a] he tomado. [CIUDADANO] 2: ¿Y qué es lo que se ha estudiado? MANFREDO: Humanidad. [CIUDADANO] 1: Sí haría: que todos los de su edad eso es lo que estudian más. MANFREDO: Sin estudiarla, jamás se aprende esta facultad. [CIUDADANO] 1: ¿Y a qué venís a Novara? MANFREDO: A ver la boda venía. [CIUDADANO] 2: No quiso en tanta alegría ponernos la suerte avara; y en lugar della, podréis ver, si gustáis, la batalla. MANFREDO: Si no hay quien salga a tomalla. [CIUDADANO] 1: Poco tiempo os detendréis: que no quedan más de seis días para el plazo puesto. MANFREDO: De quedarme estoy dispuesto. [CIUDADANO] 1: Sin duda, lo acertaréis. Y ¡adiós! MANFREDO: Con Él vais los dos. [CIUDADANO] 2: ¿Luego aquí os queréis quedar? MANFREDO: Sí; porque aquí he de aguardar a un amigo. [CIUDADANO] 2: Pues, ¡adiós! MANFREDO: Yo no sé en qué se confía mi dudosa voluntad, y, si no es curiosidad, ¿qué locura es ésta mía? Creo que [a] darme deshonra, ingrato amor, te dispones, pues cuando está en opiniones la honra, no hay tener honra.
[Vanse] JULIA, PORCIA y MANFREDO. Sale el DUQUE Federico y el CARCELERO que tiene a la duquesa ROSAMIRA
DUQUE: ¿Cómo está la duquesa? CARCELERO: Negro luto cubre su faz, y, sola en su aposento, al suelo da de lágrimas tributo con doloroso, amargo sentimiento. DUQUE: ¡Oh bien hermoso y mal nacido fruto, marchito en la sazón de más contento, y cómo al mejor tiempo me has burlado, quedando en mis designios defraudado! ¿Y que no se disculpa? CARCELERO: Ni por pienso. DUQUE: ¿De quién se queja? CARCELERO: De su corta suerte. [DUQUE]: En breve tiempo de su vida el censo dará a una infame, inevitable muerte. CARCELERO: ¿Sabes, señor, lo que imagino y pienso? DUQUE: ¿Qué piensas o imaginas? CARCELERO: Que es muy fuerte de creer que el de Utrino verdad diga. DUQUE: A que lo crea su bondad me obliga, y el ver que Rosamira, en su disculpa, el labio no ha movido ni le mueve; y es muy cierta señal de tener culpa el que a volver por sí nunca se atreve. La culpa es grave; grave el que la culpa; el plazo a la batalla, corto y breve; defensor no se ofrece: indicio claro que a su desdicha no ha de hallar reparo. CARCELERO: ¿Si quisiere, por dicha, dar descargo con otro, pues no quiere en tu presencia, quizá turbada del infame cargo, dejarla he visitar? DUQUE: Con mi licencia. CARCELERO: Puesto que el bien guardalla está a mi cargo, no está a mi cargo usar desta inclemencia: que, a fe, si su remedio se hallase, que muy poco tus órdenes guardase.