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TEXTOS ELECTRÓNICOS / ELECTRONIC TEXTS

Obras de Cervantes. Association for Hispanic Classical Theater, Inc.

Obras de Cervantes / El laberinto de amor / parte 4ª

Electronic text by J T Abraham and Vern G.Williamsen

LABERINTO DE AMOR, Part 4 of 9

JORNADA SEGUNDA

[Salen] CORNELIO y ANASTASIO

CORNELIO: Volviendo a lo comenzado, señor, ¿qué piensas hacer? ANASTASIO: Lo que procuro es saber si el príncipe se ha engañado, o qué causa le ha movido a acusar a Rosamira: si fueron celos, o ira, ser llamado, y no escogido; y, cuando desta querella no sepa verdad jamás, por gentileza no más me dispongo a defendella. CORNELIO: Propongo que Dagoberto es vencido en la batalla, y que ella libre se halla de la tormenta en el puerto: ¿tendrás por cosa notoria el poder asegurarte que la razón vino a darte, y no fuerza, la vitoria? Porque de Dios los secretos son tan incomprehensibles, que a veces vemos visibles, de bienes, malos efetos. ANASTASIO: Ya entiendo tus argumentos, y con ellos me das pena. Haga el Cielo lo que ordena; yo honraré mis pensamientos.

[Salen] JULIA y PORCIA
CORNELIO: Los estudiantes son estos de quien los otros burlaron. ANASTASIO: Sus burlas, ¿en qué pararon? CORNELIO: Eran algo descompuestos. Forastero me parece en cierto modo su traje; eso veré en su lenguaje, si el hablallos se me ofrece. PORCIA: Camilo, no te descuides en mostrar en dicho y hecho que eres varón, a despecho de cuantos cuidados cuides. Deja melindres aparte, da a las ternezas de mano, y mira que está en tu mano el perderte o el ganarte. Mira que amor te ha traído, por un nunca visto enredo a ser paje de Manfredo, y paje favorecido: que es principio que asegura buen fin a tu pretensión. JULIA: Tienes, Rutilio, razón; mas no tengo yo ventura, pues, cuando más me acomodo a hacer lo que me ordenas, embebecida en mis penas, se me olvida a veces todo. Mas, ¡ay de mí, desdichada, que éste es el duque, mi hermano! PORCIA: Vuelve el rostro a esotra mano, y vuélvete a la posada; que él no me conoce a mí, y conviéneme hablalle. JULIA: ¿Por dó he de ir? PORCIA: Por esa calle. JULIA: ¿Vendrás presto? PORCIA: Voy tras ti.
Vase JULIA
Buen hombre, ¿sois desta tierra? ANASTASIO: Ni soy della, ni buen hombre. PORCIA: Pues, ¿cómo la vuestra ha nombre? ANASTASIO: Como el cielo que la encierra. CORNELIO: (Querrá decir Rosamira, [Aparte] que es tierra y cielo a do vive. Estas quimeras concibe quien más por amor suspira.) ANASTASIO: Y vos, ¿sois deste lugar, señor estudiante? PORCIA: No. ANASTASIO: ¿Pues de dónde? PORCIA: Aún no sé yo de a dó me podré llamar: que el cielo y tierra, hasta agora, me tratan como estranjero, y ni dél ni della espero ver en mis cuitas mejora. ANASTASIO: ¿Vos con cuitas en edad tan tierna? ¡A fe que me espanta! [PORCIA]: A los años se adelanta tal vez la calamidad; y más cuando son de aquellas que trae el amor en sus alas. CORNELIO: Sus razones no son malas, aunque yo no sé entendellas; mas, con todo, apostaré que está el rapaz traspasado del agudo arpón dorado, como el señor su mercé. ANASTASIO: ¿Amáis, por ventura? PORCIA: Sí; mas no sé si por ventura, aunque alguna me asegura ver ahora lo que vi. ANASTASIO: Pues, ¿qué veis? PORCIA: No será honesto hacer que me ponga en mengua tan fácilmente mi lengua como mis ojos me han puesto; ni vuestro traje me mueve, ni mi deseo, a mostrar lo que en silencio ha de estar hasta que otras cosas pruebe. ANASTASIO: ¿Tan mal os parece el traje? PORCIA: No, por cierto; porque veo que dese rústico aseo es muy contrario el lenguaje, y podrá ser que el sayal encubra el al del refrán. ANASTASIO: ¿De dónde sois? PORCIA: De Dorlán. ANASTASIO: De ahí soy yo natural. ¿Cuánto ha que de allá venistes? PORCIA: Poco más de doce días. ANASTASIO: ¿Qué hay de nuevo? PORCIA: Niñerías, aunque son un poco tristes. ANASTASIO: ¿Y qué son? PORCIA: Que el de Rosena, que el de Dorlán hospedó, a Julia y Porcia robó, como Paris hizo a Helena. ANASTASIO: ¿Tiénese eso por verdad? PORCIA: Sí tiene; mas yo imagino que no lleva más camino que del cielo la maldad. ANASTASIO: ¿Pues qué dicen? PORCIA: Yo entreoí que la Porcia quería bien a Anastasio. ANASTASIO: ¿Cómo? ¿A quién? PORCIA: A Anastasio. ANASTASIO: (¿Cómo? ¿A mí?) [Aparte] ¿A su primo hermano? ¡Bueno! PORCIA: Quizá guïaba su intento por vía de casamiento. ANASTASIO: Deso está mi bien ajeno. Mas, ¿eso qué importa al hecho de roballa? PORCIA: No sé yo; dícese que la sacó el mismo amor de su pecho. Mas deben de ser hablillas del vulgo mal informado. CORNELIO: A mí me han maravillado. ANASTASIO: ¿Pues de qué te maravillas? Di: ¿no puede acontecer, sin admiración que asombre, que una mujer busque a un hombre, como un hombre a una mujer? CORNELIO: Sí puede; y es tan agible lo que dices, que se ve que, en las posibles, no sé otra cosa más posible. ANASTASIO: Como a su centro camina, esté cerca o apartado, lo leve o lo que es pesado, y a procuralle se inclina, tal la hembra y el varón el uno al otro apetece, y a veces más se parece en ella esta inclinación; y si la naturaleza quitase a su calidad el freno de honestidad, que tiempla su ligereza, correría a rienda suelta por do más se le antojase, sin que la razón bastase a hacerla dar la vuelta; y ansí, cuando el freno toma entre los dientes del gusto, ni la detiene lo justo, ni algún respeto la doma. PORCIA: ¡En poca deuda os están las mujeres! CORNELIO: Si así fuera, ni yo este traje trujera, ni él vistiera aquel gabán. ANASTASIO: No es tan poca: que si hago la cuenta, no sé yo paga que a la deuda satisfaga, puesto que en ella me pago. PORCIA: En fin: ¿amáis? ANASTASIO: Alma tengo, y no he de estar sin amor. PORCIA: Hay amor bueno, y mejor. ANASTASIO: Yo con el mejor me avengo. PORCIA: ¿Es labradora? ANASTASIO: El tabarro que me cubre así lo dice. PORCIA: Pues todo lo contradice el talle y horro bizarro; que el tabarro es tosca caja que encierra el fino diamante. CORNELIO: ¡El diablo es el estudiante! ¡Qué bien su razón encaja! Apostaré que mi amo, sin más ni más, le da cuenta de quién es y lo que intenta. Por aquesto le desamo: que presume de discreto, y no ve que es ignorancia, en las cosas de importancia, fïar de nadie el secreto. ANASTASIO: Ahora bien: si vuestra estada no es de asiento en el lugar y queréis conmigo estar en una misma posada, en la que tengo os ofrezco el género de amistad que engrandece la igualdad. PORCIA: Daisme lo que no merezco. Mas heme de despedir primero de un cierto amigo. CORNELIO: Aquesto es lo que yo digo: él se vendrá a descubrir. ANASTASIO: A la insignia del Pavón es mi estancia. PORCIA: Andad con Dios, que mañana soy con vos. ¡Oh venturosa ocasión!
[Vanse] ANASTASIO y CORNELIO
Si al fuego natural no se le pone materia que en la tierra le sustente, volveráse a su esfera fácilmente, que así naturaleza lo dispone. Y el amante que quiere que se abone su fe con afirmar que no consiente en su alma esperanza, poco siente de amor, pues que a su ley justa se opone. Cual sin el agua quedaría la tierra, sin sol el cielo, el aire sin vacío, el mar en tempestad, nunca en bonanza, y sin su objeto, que es la paz, la guerra, forzado sin su gusto el albedrío, tal quedara amor sin esperanza.
[Vase] PORCIA. Salen TÁCITO y ANDRONIO
ANDRONIO: Vamos hacia la prisión de la duquesa, que importa. TÁCITO: Reporta, Andronio, reporta tu arrojada condición: que siempre quieres saber lo que no te importa un pelo. ANDRONIO: Soy curioso. TÁCITO: Yo recelo que aqueso te ha de ofender. Necio llamaré del todo, no curioso, al que se mete en lo que no le compete ni toca por algún modo. Hay algunos tan simplones, que desde su muladar se ponen a gobernar mil reinos y mil naciones; dan trazas, forman Estados y repúblicas sin tas[a], y no saben en su casa gobernar a dos criados. De aquéllos mi Andronio es, y esto lo sé con certeza, que emiendan a la cabeza, y apenas son ellos pies. Llaman con su ceguedad y mal fundada opinión, al recato, remisión; al castigo, crüeldad. El gobierno no les cuadra más justo y más nivelado; siguen del vulgo engañado la siempre mudable escuadra. El que es buen vasallo, atiende a rogar por su señor, si es bueno, que sea mejor; y si es malo, que se emiende. De los viejos que enterramos, fue sentencia singular que el mundo hemos de dejar del modo que le hallamos. ¿Qué te importa a ti si hace bien o mal el duque en esto? ANDRONIO: ¿Hasme oído tratar desto? TÁCITO: Y tanto, que me desplace. Que quemen a la duquesa, no se te dé a ti un ardite. ANDRONIO: Desde hoy más guardaré el chite, y de lo hablado me pesa. TÁCITO: A la espada me remito de Dagoberto en la riña. ANDRONIO: ¿Si vence...? TÁCITO: Pague la niña: que a buen bocado, buen grito. Quien de honestidad los muros rompe, mil males se aplica. ANDRONIO: Cuando la zorra predica, no están los pollos seguros.
[Vanse] TÁCITO y ANDRONIO. Sale PORCIA, como labrador, y JULIA, como estudiante
JULIA: ¿Por qué quieres intentar, Rutilio, tan gran locura? PORCIA: Porque en el mal es cordura no temer, sino esperar; y la negligencia estraga los remedios del dolor, y no quiero yo que amor conmigo milagros haga. El que padece tormenta, si es que de piloto sabe, si puede, guíe la nave a donde menos la sienta. Yo en la mía un puerto veo a los ojos de mi fe, y allá me encaminaré con los soplos del deseo. Ya viste que era tu hermano el labrador que aquí vimos: que los dos le conocimos, aunque en el traje villano; y ha muchos días que sabes, y yo también, por mi mal, que tiene de su caudal el amor todas las llaves, y que Rosamira es la que así le tiene aquí. JULIA: Ya yo te he dicho que sí. PORCIA: Pues dime: ¿ahora no ves que será muy acertada la traza que te he contado? JULIA: Caminas tras tu cuidado; en fin, como enamorada. ¿Que podrás dejarme a solas? PORCIA: ¿A solas dices que estás, quedando con quien podrás contrastar de amor las olas? Ingenio tienes, y brío, y ocasión tienes también para procurar tu bien, como yo procuro el mío. JULIA: ¿Y si te conoce, a dicha? PORCIA: Engañada en eso estás: que él no me ha visto jamás. JULIA: Puede mucho una desdicha. [PORCIA]: Nuestro mucho encerramiento y libertad oprimida, como causó esta venida, cegará su entendimiento. JULIA: Pues si el cielo, mi enemigo, te hiciere conocer, nunca lo des a entender que te veniste conmigo. Sigue a solas tu ventura, que yo seguiré la mía, y el blando amor que nos guía abone nuestra locura. Yo a Manfredo le diré que a la patria te volviste. Mas, ¿qué gente es ésta? ¡Ay triste! PORCIA: No sé; disimúlate.