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TEXTOS ELECTRÓNICOS / ELECTRONIC TEXTS

Obras de Cervantes. Association for Hispanic Classical Theater, Inc.

Obras de Cervantes / El laberinto de amor / parte 5ª

Electronic text by J T Abraham and Vern G.Williamsen

EL LABERINTO DE AMOR, Part 5 of 9

[Salen] ANASTASIO, MANFREDO y los dos CIUDADANOS
CIUDADANO 1: Es el caso inaudito, y la insolencia del duque de Rosena demasiada, mala en el hecho y mala en la apariencia. ANASTASIO: Cuando del apetito es sojuzgada la razón, no hay respeto que se mire, ni justa obligación que sea guardada. CIUDADANO 2: ¿Quién lo vendrá a entender que no se admire?: que, faltando a la ley del hospedaje, con las prendas del huésped se retire. Y más aquel que debe por linaje, por ser, por calidad, por gentileza, hacer a todos bien, a nadie ultraje. ANASTASIO: Debe de ser de vil naturaleza, o a quien soberbia natural inclina a tan infames hechos de bajeza. Pues a fe que fabricas tu ruïna, Manfredo ingrato: que Dorlán bien suele amansar tu arrogancia repentina. MANFREDO: A un pobre labrador, ¿por qué le duele tanto de Julia y Porcia el robo incierto? Quizá miente la fama. PORCIA: ¿Hablaréle? JULIA: Háblale; pero no te ha descubierto. ANASTASIO: ¡Siempre son ciertas las desdichas mías! MANFREDO: ¿Desdichas tuyas? ¡Bueno estás, por cierto! ANASTASIO: ¿Qué scita vive en sus regiones fieras, qué garamanta en su abrasada arena, o en tierras, si las hay, de amubaceas, que apruebe que un gran duque de Rosena, siendo del de Dorlán huésped y amigo... JULIA: Aquestos argumentos me dan pena. ANASTASIO: ...como astuto ladrón, como enemigo, haberle de sus prendas despojado, sin que diga lo mismo que yo digo: que fue Manfredo ingrato y mal mirado? JULIA: Apostaré que el duque te conoce. PORCIA: Desvíate en buen hora a esotro lado. MANFREDO: Buen hombre, no es razón que se alboroce así vuestro sentido: que a Manfredo no le estima cual vos quien le conoce. JULIA: Que han de reñir los dos tengo gran miedo. PORCIA: Pues, por Dios, que si riñen... JULIA: Calla o vete. PORCIA: Añade a lo que dices: si es que puedo. ANASTASIO: Tampoco no sé yo a qué se entremete a defender un hecho un estudiante donde tan gran pecado se comete. [CIUDADANO] 2: Señores, no paséis más adelante: que si es verdad que el duque hizo tal hecho, aquel que lo defienda es ignorante. ANASTASIO: ¡Vive Dios, que se me arde en rabia el pecho! MANFREDO: ¡Por Dios, que está el villano muy donoso! JULIA: Cuajóse la cuestión; ello está hecho. ANASTASIO: ¿Villano a mí? ¡Escolar sucio y astroso, capigorrón, brodista, pordiosero! MANFREDO: ¡Oh villano otra vez, loco furioso! PORCIA: Mal haré si no ayudo a quien bien quiero. [CIUDADANO] 1: ¿Qué es esto? ¿Con puñal a un desarm[a]do? ANASTASIO: Dejad que llegue aqueste vil grosero. [CIUDADANO] 2: Cada cual de los dos sea bien mirado: miren quién está en medio. MANFREDO: ¿Tanto brío en un villano pecho está encerrado? JULIA: ¿Piedras a mi señor? PORCIA: ¿Piedras tú al mío? JULIA: ¡Oh! ¿También tú, villano? PORCIA: ¡Oh sucio paje! JULIA: Rutilio, di: ¿no es éste desvarío? ¿Bofetada en mi rostro? ¡Ya el coraje ha llegado a su punto, y no es posible que temor o respeto aquí le ataje! [CIUDADANO] 1: Los dos criados, con furor terrible, se han asido también. [CIUDADANO] 2: ¡Ténganse, digo! MANFREDO: ¡Hasta que mate a éste, es imposible! ANASTASIO: ¡No estimo su puñal en sólo un higo! [CIUDADANO] 2: ¡Otra vez digo que se tengan, ea! JULIA: ¡Deja estar los cabellos, enemigo! ¿Quieres, con esparcirlos, que se vea quién somos? PORCIA: Pues, hereje, ¿estásme dando, y no te he yo de dar? [CIUDADANO] 1: Otra pelea es ésta más crüel que estoy mirando. JULIA: ¡Ay, que la boca toda me deshaces! PORCIA: ¡Suelta tú el labio! JULIA: ¡Ya le voy soltando! PORCIA: ¡Acaba de soltar! [CIUDADANO] 1: ¡Quitad, rapaces! JULIA: ¡Ay, que me muerde! PORCIA: ¿Echáisme zancadilla? JULIA: Qué haces, enemigo? PORCIA: Y tú, ¿qué haces? [CIUDADANO] 2: Envainad vos, señor, y esta rencilla quédese así, pues no os importa nada. MANFREDO: ¡Dios sabe por qué gusto diferilla! PORCIA: Quitásteme el gabán, desvergonzada; la mano, digo, que tal fuerza tiene; pero ésta mía me hará vengada. [CIUDADANO] 1: ¿Han visto con qué brío el mozo viene? ¿Y éste es vuestro crïado? ANASTASIO: No, por cierto. MANFREDO: Rutilio, ¿cómo es esto? PORCIA: No conviene que mi designio aquí sea descubierto. MANFREDO: Pues, ¿por qué peleabas con tu hermano? PORCIA: De ignorancia nació mi desconcierto; que, como vi este traje de villano, tan parecido a aquellos de mi tierra, dejarle de ayudar no fue en mi mano. Y creo, si la vista no se yerra, que éste es un mi pariente conocido, que de todo mi gusto me destierra. MANFREDO: El seso, al parecer, tienes perdido; mas no le pierdas tanto que señales pieza por donde yo sea conocido. PORCIA: Seguro está, señor, que ni por males ni bienes que a Rutilio el cielo envíe, dará de ser quién eres las señales, y en tal seguro el tuyo se confíe. MANFREDO: ¿De modo que a la patria quiés volverte? PORCIA: Antes que el tiempo cargue y más enfríe. MANFREDO: ¡Adiós, que yo no quiero detenerte! PORCIA: Mi hermano queda acá. MANFREDO: Gusto infinito. PORCIA: Plega a Dios que en servirte en todo acierte.
Va[n]se MANFREDO y los dos CIUDADANOS
JULIA: Dime, Rutilio: ¿a dicha, qued[a] escrito en el alma el rencor que hemos mostrado? PORCIA: A la ocasión y al gusto le remito. JULIA: ¿Iré de tu buen pecho confïado? PORCIA: Pues, ¿quién lo duda? JULIA: ¡Adiós, pues, firme amigo!
Vase JULIA
PORCIA: ¡Adiós, mocito mal aconsejado! Ya me tienes, señor, aquí contigo; a tu gusto me manda, que yo espero que amor me ha de ayudar al bien que sigo. ANASTASIO: Pues yo de todo bien ya desespero. ¡Oh amor, que con la vida me atropellas la honra, pues sin ella vivo y muero! Allí llega el ardor de sus centellas, donde pueda quitar el sentimiento de las cosas que es muerte el no tenellas. Julia, robada; el duque, en salvamento; yo, a quien el caso toca, descuidado con el cuidado que en el alma siento. De un estudiante vil mal afrentado; socorrido de un pobre pastorcillo, aunque en esto me doy por bien pagado. Padezco el mal; no sé a quién descubrillo; mas, aunque lo supiese, no osaría, pues no es para sufrillo ni decillo. PORCIA: Si acaso éste no fuera el primer día que de buena amistad te doy la mano, pudiéraste fiar de la fe mía. Acomódome al traje de villano por servirte en el tuyo: señal clara que soy de proceder fácil y llano. Si en algunos escrúpulos repara tu voluntad, el tiempo tendrá cargo de mostrarte la mía abierta y clara. Yo de serte fïel sólo me encargo, con pecho noble, sin torcido enredo, sin que dificultad me ponga embargo. ANASTASIO: Sabrás...; basta, no más. PORCIA: ¿Que tienes miedo de descubrirte a mí? Pues yo te juro, por todo aquello que jurarte puedo, que puedes sin escrúpulo, al seguro, fïar de mí cualquier tu pensamiento. ANASTASIO: Conviéneme creer que estoy seguro; porque para salir con el intento que tengo, sólo entiendo que tú eres el más fácil y cómodo instrumento; y es menester, si gusto darme quieres, que, fingiendo ser moza labradora... ¿De qué te ríes? PORCIA: Di lo que quisieres, que no me río, a fe. ANASTASIO: Si es que no mora voluntad en tu pecho de servirme, dímelo, y callaré luego a la hora. PORCIA: No digo de mujer; pero vestirme de diablo lo haré, pues que te agrada, con prompta voluntad y ánimo firme. ANASTASIO: Serás de mí tan bien gratificado, que iguale a tu deseo el beneficio. PORCIA: Quedo en sólo servirte bien pagado. Prosigue, pues. ANASTASIO: Ha dado en sacrificio un amigo su alma a la duquesa, que está acusada de un infame vicio. No se puede saber, como está presa, si tiene culpa o no, y él, sin sabello, duda el ser defensor de tal empresa. A mí me ha dado el cargo de entendello, y, con este gabán disimulado, ha algunos días que he entendido en ello. PORCIA: ¿Y has alguna verdad averiguado? ANASTASIO: Ninguna. PORCIA: Pues, ¿qué ordenas? ANASTASIO: Que te pongas en el traje que digo disfrazado, y a dar a Rosamira te dispongas un papel, y a sacarle de su pecho cuanto tuviere en él. PORCIA: Como compongas bien el rústico traje, ten por hecho lo que pides. ANASTASIO: La entrada está segura, dejando al carcelero satisfecho. Has de llevar el rostro con mesura. PORCIA: Para una labradora, poco importa; basta que lleve el pecho con cordura. La carta escribe y la partida acorta, que yo de parecer mujer no dudo. ANASTASIO: Habla sutil, y en pláticas sé corta. PORCIA: ¡Ah ciego amor, de pïedad desnudo, y en qué trance me pones! ANASTASIO: ¿Te arrepientes? PORCIA: Nunca del buen intento yo me mudo. Aunque tuviera el caso inconvenientes mayores, con mi industria los venciera y buscara los medios suficientes. ANASTASIO: Si supieses la paga que te espera, cual yo la sé, mancebo generoso, a más tu voluntad se dispusiera: que soy otra persona que este astroso hábito muestra. PORCIA: Y yo seré un crïado para ti el más fïel y cuidadoso que se pueda hallar en lo crïado.
[Vanse]. Sale[n] MANFREDO y JULIA
MANFREDO: ¡Brïoso era el villano! JULIA: Y atrevido además, según dio muestra. MANFREDO: Y muy necio tu hermano. JULIA: La juventud lo causa, poco diestra en lazos de importancia. MANFREDO: ¿Volvióse? JULIA: ¡Y no le arriendo la ganancia! MANFREDO: Torna, pues, ¡oh Camilo!, y dime aquello que decías agora, usando el mismo estilo: que el modo de decirlo me enamora, y el caso me suspende. JULIA: Pues dello gustas, buen señor, atiende.

Llegóse a mí un mancebo de agradable presencia, bien tratado, con un vestido nuevo, que creo que por éste fue trazado; llegóse, como digo, y díjome: "Escuchadme, buen amigo." Volví, miréle, y vile lloviendo perlas de sus bellos ojos; la mano entonces dile, de lástima movido, y él, de hinojos, temeroso tomóla, y, bañándola en lágrimas, besóla. Yo, del caso espantado, le alcé y le pregunté lo que quería; él, casi desmayado, me dijo que merced recibiría si un poco le escuchase en parte donde naide nos notase. Llevéle a mi aposento; sentóse, sosegóse, y después dijo con desmayado aliento, con voz turbada y anhelar prolijo: "Yo soy...," y calló luego, y el rostro se le puso como un fuego. Por estos movimientos conocí que vergüenza le estorbaba a decir sus intentos; y como yo sabellos deseaba, lleguéme a él, diciendo razones que le fueron convenciendo. En fin, dellas vencido, tras de un suspiro doloroso, ardiente, ya el rostro amortecido, el codo y palma en la rodilla y frente, dijo: "Yo soy aquella a quien persigue su contraria estrella. Yo soy la sin ventura que, a la primera vista de unos ojos, sin valor ni cordura, rendí la libertad de los despojos de la honra y la vida, pues una y otra cuento por perdida. Yo soy Julia, la hija del duque de Dorlán, cuyo deseo ya no hay quien le corrija; ni el cielo ofrece, ni en la tierra veo remedio al dolor mío, y es bien que no le tenga un desvarío." Quedé, en oyendo aquesto, bien como estatua mudo, y, sin hablalla, quise escuchar el resto, temiendo con mi plática estorballa; y prosiguió diciendo lo que me fue encantando y suspendiendo: "Yo dijo vi a Manfredo, aqueste dueño venturoso tuyo que ya no tengo miedo, ni de contar, y más a ti, rehuyo la mal tejida historia, digna de infame y de inmortal memoria. Teníame mi padre encerrada do el sol entraba apenas; era muerta mi madre, y eran mi compañía las almenas de torres levantadas, sobre vanos temores fabricadas. Avivóme el deseo la privación de lo que no tenía que crece, a lo que creo, la hambre que imagina carestía; mas no era de manera que yo no respondiese a ser quien era. Hasta que mi desdicha hizo que este Manfredo huésped fuese de mi padre, que a dicha tuvo que la ocasión se le ofreciese de mostrar su grandeza sirviendo a un duque de tan grande alteza. En fin, yo, de curiosa, un agujero hice en una puerta, que a la vista medrosa, y aun al alma, mostró ventana abierta para ver a Manfredo. Vile, y quedé cual declarar no puedo." Ni aun yo puedo contarte más por agora, porque gente viene. MANFREDO: Vamos por esta parte, que está mas fresca y menos gente tiene. Anda, que estoy suspenso, y vame dando el cuento gusto inmenso.

[Vanse MANFREDO y JULIA. Sale PORCIA, como labradora, con un canastico de flores y fruta
PORCIA: Amor, bien será que abajes mi vida a tu proceder, pues no me quieres comer, aun hecha tantos potajes. Primeramente pastor me hiciste, y luego estudiante, y, andando un poco adelante, me volviste en labrador, para labrar mis desdichas con yerros de tus marañas: que éstas son de tus hazañas las más venturosas dichas. Flores llevo, donde el fruto que cogeré ha de ser tal, que al corazón de mortal le sirva [y] de triste luto. Papel que vas encerrado entre estas flores, advierte que eres sierpe que a mi muerte ha el amor determinado. No pienses, yendo conmigo, ver tu intención declarada: que no he de poner la espada en manos de mi enemigo. Tú de mi alma lo eres, y éstos del cuerpo lo son.
[Salen] TÁCITO y ANDRONIO
¡Del diablo es esta visión! ¡Vade retro! ¿Qué me quieres? TÁCITO: ¡Oh, qué buen rato se ofrece con la pulida villana! PORCIA: ¡Por Dios, que vengo de gana! ANDRONIO: Bonísima me parece. ¿Qué es lo que cogió del suelo? TÁCITO: Algo que se le cayó; o tú llega, o llego yo. PORCIA: Algún mal caso recelo; que éstos son grandes bellacos, y me tienen de embestir. ¡Oh, quien pudiera huir el encuentro destos cacos! TÁCITO: Mi señora labradora, vengáis con los años buenos, de paz y abundancia llenos. ANDRONIO: Vengáis muy mucho en buen hora.