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TEXTOS ELECTRÓNICOS / ELECTRONIC TEXTS

Obras de Cervantes. Association for Hispanic Classical Theater, Inc.

Obras de Cervantes / El laberinto de amor / parte 6ª

Electronic text by J T Abraham and Vern G.Williamsen

EL LABERINTO DE AMOR, Part 6 of 9

TÁCITO:              ¿Qué trae aquí, por mi vida?
                 ¡Oh, pese a quien me parió!
ANDRONIO:        ¿Diote?
TÁCITO:                   Sí. ¡Y cómo que me dio!
                 La mano tengo aturdida.
                     ¡Con otro me has de pagar
                 el garrote que me has dado!
PORCIA:          ¡Que me roban en poblado!
                 ¿No hay quien me venga a ayudar?
                     ¡Que me roban, ay de mí!
                 ¡Ladrones, dejad la cesta!

Sale el CARCELERO
¿Qué soledad es aquésta? ¿Naide pasa por aquí? CARCELERO: ¿Qué es esto, desvergonzados? TÁCITO: Ojo, el señor, ¿con qué viene? Bien parece que no tiene los amplíficos cuidados ni la cuenta del negocio de los dolientes distintos, cuando destos laberintos es la propria causa el ocio. CARCELERO: ¿Qué es lo que decís, malditos? ANDRONIO: Que se vaya dilatando en paz, con el cómo y cuándo; tenga los ojos marchitos, porque nos cumple acabar con aquesta labradora. CARCELERO: Y vos, ¿qué decís, señora? PORCIA: Que me querían robar aquesta fruta que llevo a la señora duquesa. CARCELERO: ¿A la presa? PORCIA: Sí, a la presa. TÁCITO: Nego. ANDRONIO: Probo.
Meten la mano en el canastillo y comen de la fruta
TÁCITO: Y yo las pruebo. CARCELERO: ¡Hideputa, sinvergüenza! ¡Andad, bellacos, de aquí! TÁCITO: Nunca el comer puso en mí género de desvergüenza. ANDRONIO: Agradezca la villana que ha tenido buen padrino; mas si hacéis otro camino, yo reharé mi sotana. TÁCITO: ¡Mal haya la suerte avara! ANDRONIO: Vamos, amigo, a lición...
[Vanse] TÁCITO y ANDRONIO
CARCELERO: Tan grandes bellacos son como los hay en Ferrara. Vamos, labradora, a donde podáis ver a la duquesa, que en mi poder está presa. PORCIA: Guíe, que no sé por dónde.
[Vanse]. Salen MANFREDO y JULIA
MANFREDO: Prosigue, que no hay gente que aquí nos pueda oír. JULIA: La desdichada prosiguió en voz doliente su historia, en desvaríos comenzada, y dijo: Vi a Manfredo, vile, y quedé cual declarar no puedo: que en un instante pudo y quiso amor, con mano poderosa, de pïedad desnudo, la imagen de Manfredo generosa grabar así en mi alma, que della luego le entregué la palma. Volvíme a mi aposento, llevando en la memoria y en el seno, con gusto y descontento, la mirada belleza y el veneno de amor que me abrasaba y la virtud honrosa refriaba. Hice discursos varios, fundé esperanzas en el aire vano, atropellé contrarios, dile al Amor renombre de tirano y de señor piadoso, y al cabo el entregarme fue forzoso. Dejé mi padre, ¡ay cielos!; dejé mi libertad, dejé mi honra, y, en su lugar, recelos y sujeción tomé, muerte y deshonra; y a buscar he venido este huésped apenas conocido. Hoy en tu compañía le he visto, y, aunque en traje disfrazado, como en el alma mía traigo su rostro al vivo dibujado, al punto conocíle; vile, alegréme, y hasta aquí seguíle. "Quiero, pues, ¡oh mancebo! y esto cubriendo perlas sus mejillas, hincándose de nuevo ante mí, visión bella, de rodillas; quiero dijo que digas al tuyo, que es mi dueño, mis fatigas. Que yo no tengo lengua para decir mi mal, ni la dolencia mi honestidad y mengua, para poder ponerme en su presencia. Tú a solas le relata, la muerte con que amor mi vida mata; que no estará tan duro cual peñasco al tocar de leves ondas, ni cual está al conjuro del sabio encantador, en cuevas hondas, la sierpe, en esto cauta, ni cual airado viento al Euste nauta. No le habrán leche dado leonas fieras de la Libia ardiente, ni habrá sido engendrado de algún cíclope bárbaro inclemente, para que no se ablande oyendo mi dolor y amor tan grande. Rica soy y no fea, tan buena como él en el linaje, si ya no es que me afea y me deshonra este trocado traje; mas, cuando amor las causa, en todas estas cosas pone pausa. Rosamira infamada, justamente impedido el casamiento, yo dél enamorada, cual la tierra del húmido elemento: si esto no es desvarío, ¿quién lo podrá estorbar que no sea mío?" Esto dijo, y al punto dejó caer los brazos desmayados, quedó el rostro difunto, los labios, que antes eran colorados, cárdenos se tornaron, y sus dos bellos soles se eclipsaron. Levantósele el pecho, su rostro de un sudor frío cubrióse, púsela sobre el lecho, de allí a un pequeño rato estremecióse, volvió en sí suspirando, siempre lágrimas tiernas derramando. Consoléla y roguéla que en aquel aposento se estuviese, sin temor de cautela, hasta que yo su historia te dijese. Encerrada la dejo: ¡mira si es raro de mi cuento el dejo!

MANFREDO: Y tan raro, que no puedo persuadirme a que es verdad; aunque amor y liviandad no se apartan por un dedo. ¿Y que queda en tu aposento? JULIA: Como digo, sin mentir. MANFREDO: No me pudiera venir nueva de mayor contento. JULIA: Luego, ¿piénsasla gozar? MANFREDO: Mal me conoces, Camilo: que tan mal mirado estilo no se puede en mí hallar. JULIA: Pues, ¿qué piensas hacer della? MANFREDO: Envïalla al padre suyo: que con esto restituyo mi inocencia y su querella. JULIA: ¡Mal pagas lo que te quiere! MANFREDO: La honra se satisfaga: que un torpe amor esta paga y aun otra peor requiere. JULIA: ¿Amar tan alto sujeto es error? MANFREDO: Y conocido: porque amor tan atrevido, aunque es amor, no es perfeto. Es el amor, cuando es bueno, deseo de lo mejor; si esto falta, no es amor, sino apetito sin freno. Con todo, vamos a vella; pero no es bien miralla, que en tales visitas se halla ocasión para perdella; que yo no soy Scipión ni A[l]ejandro en continencia, para hacer la experiencia de mi blanda condición; y yo soy de parecer, y la experiencia lo enseña, que ablandarán una peña lágrimas de una mujer. JULIA: Si no te ablanda su amor, no lo hará su hermosura. MANFREDO: Con todo, será cordura hüir del daño mayor. Si la recibo, me hago en su huida culpado; si la vuelvo, habré mostrado que a ser quien soy satisfago, excusaré el desafío, cobraré el perdido honor. JULIA: ¡Oh! ¡Mal haya tanto amor, mal pagado y mal nacido! ¡Desdichada de la triste que te quiso sin porqué! [MANFREDO]: En esos trances se ve quien su gusto no resiste. Pero vámonos a casa, que, con todo, pienso vella. JULIA: Quizá vendrás a querella. MANFREDO: No es mi fuego desa brasa.

[Vase] MANFREDO
JULIA: ¡Ay, crüel, cómo te vas, triunfando de mis despojos! ¿Qué consejo en mis enojos es, ¡oh Amor!, el que me das? En gran confusión me veo. ¿Quién me podrá aconsejar? En fin, habré de acabar a las manos del deseo.
[Vase JULIA]. Sale ROSAMIRA con un manto hasta los ojos
ROSAMIRA: Quien me viere desta suerte, juzgará, sin duda alguna, que me tiene la fortuna en los brazos de la muerte. Pues no es así: porque Amor, cuando se quiere extremar, con el velo del pesa[r] suele encubrir su favor. Honra, eclipse padecéis porque entre vos y mi gusto la industria ha puesto un disgusto, por el cual escura os veis; mas pasará esta fortuna que así vuestra luz atierra como sombra de la tierra, puesta entre el sol y la luna.
[Salen] el CARCELERO y PORCIA
CARCELERO: Veisla ahí; habladla, y luego os salid con brevedad. [PORCIA]: ¡Ay obscura claridad! ¡Mal haya el vendado ciego! ¡Mirad cuál la tiene puesta! ROSAMIRA: Pues, amiga, ¿qué buscáis? PORCIA: Señora, que recibáis lo que traigo en esta cesta, que son unas bellas flores con alguna fruta nueva. ROSAMIRA: ¡Vos sola habéis hecho prueba de consolar mis dolores! Sentaos aquí par de mí, y esas flores me mostrad, y ese rebozo os quitad. PORCIA: Señora, veislas aquí; pero sentarme, eso no. El embozo, ya le quito. ROSAMIRA: Sentaos conmigo un poquito; basta que lo diga yo. PORCIA: Estaba determinada, señora, de no lo hacer; mas dicen que es mejor ser necia, que no porfïada, y así, me asiento y suplico, si mi ruego puede tanto, que os alcéis del rostro el manto otro poco, otro tantico. ROSAMIRA: Vesme descubierta, amiga; que a más fuerza tu cordura. PORCIA: ¡Jesús! ¿Que tanta hermosura ha puesto en tanta fatiga? ROSAMIRA: Amiga, déjate deso, y dime: ¿qué te movió a venirme a ver? PORCIA: Sé yo que fue de amor el exceso, y el ver que ya el señalado plazo llega a más correr, adonde el mundo ha de ver tu inocencia o tu pecado; y querría ver si puedo serte en algo de provecho, antes de llegar al hecho que al más fuerte pone miedo; que es Dagoberto valiente. ROSAMIRA: Así le conviene ser quien tiene de defender que es culpada la inocente. Sale del curso ordinario el caso de mi porfía, porque está la salud mía en la lengua del contrario. Quien me deshonra ha de ser el mismo que me ha de honrar, y esto me hace callar y culpada parecer. Mas, dime: ¿acaso has oído qué se hizo el de Rosena? PORCIA: Por todo el lugar se suena que volvió al suyo corrido. Otros la culpa le dan de que la hija sacó, cuando alegre le hospedó el gran duque de Dorlán, y con ella otra su prima; pero yo sé que es mentira. ROSAMIRA: ¡Ya no es sola Rosamira a quien Fortuna lastima! PORCIA: Y esta su prima es hermana de Dagoberto el traidor. ROSAMIRA: ¡Sabes muy poco de amor, discreta y bella aldeana! PORCIA: El hijo del de Dorlán se suena que te defiende. ROSAMIRA: ¿Quién lo dice? PORCIA: Quien lo entiende. ROSAMIRA: ¡En vano toma ese afán! Mas su intención le agradezco, porque, al fin, es de quien es. PORCIA: Que él no pida el interés, aunque venza, yo me ofrezco; porque por su gentileza lo hace, y no por su amor. ROSAMIRA: Así mostrará mejor su valentía y nobleza. Pero, puesto que él venciese, con él no me casaré. PORCIA: Pues, ¿por qué? ROSAMIRA: Yo sé el porqué. PORCIA: ¿Y si él el premio pidiese? ROSAMIRA: No llegará a aquese extremo, si me vale mi justicia; mas, como reina malicia, de cien mil azares temo. Ven conmigo a otro aposento, labradora de mi vida, que en parte más escondida te quiero hablar un momento; que me ha dado el corazón que el Cielo aquí te ha traído para que en gozo cumplido vuelvas mi amarga prisión. Ven, que ya en tu voluntad está mi vida o mi muerte, mi buena o mi mala suerte, mi prisión o libertad. PORCIA: Vamos, señora, do quieres, y de mí daré a entender que te puedes prometer aun más de lo que quisieres: que desde aquí te consagro la voluntad y la vida. ROSAMIRA: Sin duda que tu venida ha sido aquí por milagro.

FIN DE LA SEGUNDA JORNADA