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TEXTOS ELECTRÓNICOS / ELECTRONIC TEXTS

Obras de Cervantes. Association for Hispanic Classical Theater, Inc.

Obras de Cervantes / El laberinto de amor / parte 8ª

Electronic text by J T Abraham and Vern G.Williamsen

EL LABERINTO DE AMOR, Part 8 of 9

Vanse MANFREDO y JULIA, y entra el CARCELERO
CARCELERO: Otro Cipión está abajo, que, si aqueste no os contenta, por sacaros desta afrenta, se pondrá en cualquier trabajo. Vestido trae de villano; pero a fe que es caballero: que el lenguaje no es grosero y el brío es de cortesano. Dice que os quiere hablar, y yo estoy puesto en que os hable. Hablad más, mostraos afable, que os mata tanto callar.
Vuelve a salir el CARCELERO
PORCIA: Si fuese Anastasio... ¡Ay cielos! ¿Qué he de hacer si acaso es él? ¿He de estar muda con él, o hele de decir mis duelos? ¡En gran confusión me veo! Ingenio, cielos, ayuda: que no es posible estar muda con tan parlero deseo.
[Salen] ANASTASIO y CORNELIO, su criado, y el CARCELERO
CARCELERO: Despachad con brevedad, no os suceda algún desmán, que estos negocios están de muy mala calidad. Que el silencio desta dama tiene a Novara suspensa, y no imagino en qué piensa la que no piensa en su fama. Yo estaré con ojo alerta por algún pequeño espacio, mirando si de palacio alguno llega a esta puerta.
[Vase] el CARCELERO
PORCIA: ¿Sois vos Anastasio? ANASTASIO: Sí. PORCIA: ¿El que envió este papel? ANASTASIO: Señora, yo soy aquél que ha mucho que el alma os di. Soy quien por vuestra desgracia a más desventuras vino que las que vio en su camino el gran músico de Tracia; soy aquel que alegre piensa, fiado en vuestro valor, poner la vida y honor y el alma en vuestra defensa. PORCIA: ¿No leístes la respuesta que os llevó la labradora? ANASTASIO: No la he visto más, señora, y harto el buscarla me cuesta. PORCIA: Quizá, como forastera, debió de errar la posada. ¡Pues a fe que es avisada, y que os fue buena tercera! En efeto, correspondía con justos comedimientos, que vuestros ofrecimientos con el alma agradecía, y que de mi honestidad, que ahora la infamia lleva, hiciésedes vos la prueba que os mostrase la verdad. Jurábaos que Dagoberto jamás en dicho o en hecho pudo ver cosa en mi pecho que apruebe su desconcierto. En vuestros brazos valientes me resignaba, y ponía en ellos la suerte mía, segura de inconvenientes. Ofrecía, finalmente, de tomaros por esposo: señal de que es mentiroso Dagoberto, y yo inocente. ANASTASIO: ¡Oh dulce fin de mis males y principio de mis bienes, cielo que en la tierra tienes glorias que son sin iguales! Vesme rendido a tus pies; dispón a tu voluntad con toda seguridad de cuanto valgo. PORCIA: ¿No ves que soy tuya y que a ti toca disponer de mí a tu gusto? ANASTASIO: ¡Alma, ahora sí que es justo que os vuelva este gusto loca! CORNELIO: Déjate desas sandeces; haz, señor, lo que has de hacer: que no es tiempo de expender el tiempo así todas veces. Recíbela por esposa; acaba, y vamos de aquí. ANASTASIO: Señora, ¿queréislo ansí? PORCIA: Sí, y me tengo por dichosa. ANASTASIO: Pues dadme esa hermosa mano, y tomad mi fe y la mía.
Danse las manos
PORCIA: Veisla ahí; que una porfía, cualquier risco vuelve en llano. ANASTASIO: Ya, pues, que hasta vuestro cielo levantaste mi caída, sed, mi señora, servida de alzar dél el negro velo, para que las luces bellas vea cuyos rayos fueron los que han hecho y deshicieron las nubes de mis querellas, y para que, con su llama alentado el corazón, de la esperada quistión se prometa triunfo y fama. PORCIA: No verán ojos mortales, destos que vos amáis tanto, levantado el negro manto, ni más alegres señales, hasta que mi fama obscura, a pesar de Dagoberto, vuelva por vos a buen puerto limpia, alegre, clara y pura. Y perdonadme, señor, negaros la primer cosa que pedís a vuestra esposa. Echad la culpa a mi amor. ANASTASIO: Dadme un abrazo siquiera. PORCIA: Eso, de muy buena gana. CORNELIO: Vamos, y espere mañana vuestro invierno primavera.
Vanse ANASTASIO y CORNELIO
PORCIA: Hasta ahora, en popa el viento lleva mi barca amorosa. ¡Oh Fortuna poderosa, condúcela a salvamento!
[Vase] PORCIA. Sale JULIA con una rica rodela y una espada, todo en la mano; sale también MANFREDO
JULIA: En fin, ¿las armas son éstas que señaló Dagoberto? MANFREDO: Sí, amigo. JULIA: Él está en lo cierto; que son livianas y prestas, y él tiene fama de diestro y de ligero además.
Toma MANFREDO la espada y la rodela
MANFREDO: Muestra, Camilo, y verás cómo soy dellas maestro. JULIA: Pues, ¿con quién te has de probar? MANFREDO: Llama al huésped. JULIA: Vesle aquí.
[Sale el HUÉSPED]
HUÉSPED: ¡Ah, Camilo, pesia mí! Venid, que os ando a buscar más ha de un hora. JULIA: Pues bien, ¿qué hay de nuevo? HUÉSPED: Que os espera vuestra mujer allí fuera. JULIA: ¿Mujer a mí? HUÉSPED: Y aun de bien, según su traje. JULIA: Imagino que es Julia. MANFREDO: Si Julia es, hazla entrar. JULIA: ¿Qué harás después de entrada? MANFREDO: Yo detemino de hablarla y ver qué es su intento. JULIA: ¿Y enviarásla do dijiste? MANFREDO: No, por Dios. JULIA: No; que la triste no puede más, según siento. ¡Oh, a qué buen tiempo llegaste! Huésped, yo os lo serviré. ¿Y el vestido que ordené? HUÉSPED: Está donde lo ordenaste.
[Vase] JULIA a vestirse de mujer lo más breve que se pueda
MANFREDO: Si otra rodela tenéis, id por ella, y volved luego. HUÉSPED: ¿Queréis probar en el juego lo que en las veras haréis? MANFREDO: Sí, amigo. HUÉSPED: Yo vuelvo presto con una que es de provecho.
[Vase] el HUÉSPED
MANFREDO: El corazón en el pecho me da saltos. ¿Qué es aquesto? Mas, si anuncia que es verdad lo que Rosamira dijo, por vanas cuentas me rijo. ¿No tengo yo voluntad? ¿Cómo? ¿Sentidos no tengo? ¿No tengo libre albedrío? ¿Pues qué miedo es éste mío? ¡Mal con mi esfuerzo me avengo! ¿Con qué, para que me venza, Julia me ha obligado a mí? Pues no es señal verla aquí de amor, mas de desvergüenza. ¿A dicha, solicitéla? ¿Dónde ve ricos despojos? ¿Viéronla jamás mis ojos, o, por ventura, habléla? No, por cierto. ¿Pues qué cargo me puede Julia hacer? ¿Que me quiere y es mujer? No me faltará descargo.
Vuelve a [salir] el HUÉSPED con una rodela
HUÉSPED: Vesla aquí. MANFREDO: Toma tu espada, y vente hacia mí con ella. Muy mejor fuera no vella. HUÉSPED: ¿Qué dices? MANFREDO: No digo nada. HUÉSPED: ¿Hela de desenvainar? MANFREDO: Poco importa; desenvaina. HUÉSPED: Más seguro es con la vaina. MANFREDO: ¡Mucho me das que pensar, Julia! HUÉSPED: Mas yo desenvaino. ¿Estoy bien puesto? ¿No entiendes, señor? ¿De qué te suspendes? Si no te ensayas, envaino. MANFREDO: No vella fuera mejor, digo otra vez y otras ciento. Vente a mí. HUÉSPED: ¡Dios ponga tiento en sus manos! MANFREDO: ¡Las de amor son las que me desatientan! HUÉSPED: ¿Qué es lo que entre dientes hablas? MANFREDO: ¡Mal tus negocios entablas, amor, cuando al fin afrentan! Ponte en aquesta postura, la rodela junto al pecho, y parte con pie derecho. ¡Extraña desenvoltura ha sido la desta loca! HUÉSPED: ¿Qué es lo que dices, señor? MANFREDO: ¡A qué locura, oh Amor, tu locura me provoca! No hay piloto tan famoso que en tus mares no se ahogue; hieres, amor, como azogue penetrante y bullicioso. HUÉSPED: Cordura será dejarte, mejor sazón aguardando: que estás del Amor tratando, cuando has de tratar de Marte. MANFREDO: Mas quizá no será ella. HUÉSPED: El temor le desatienta. MANFREDO: Si él aquesta treta tienta, bien sé yo la contra della. ¡Válate Dios, la mujer, cuál me tienes sin porqué!
[Sale] TÁCITO
TÁCITO: Señor huésped, oígame, que una merced me ha de hacer, y es que me preste su haca para ver el desafío mañana. HUÉSPED: A la fe, hijo mío, ya no puede andar de flaca. TÁCITO: No importa: que poco peso y no he de estar mucho en ella. HUÉSPED: Sobre su espinazo está subido un palmo de hueso. TÁCITO: Haréle la silla atrás o adelante, si es que importa. HUÉSPED: ¿No sabéis que es pasicorta, y que es rijosa además? TÁCITO: Yo le tiraré del freno y me pondré desvïado de otras bestias. HUÉSPED: Hale dado torozón de comer feno. TÁCITO: Tendréla yo sin comer dos días, y sanará. HUÉSPED: Para comer, sana está; pero no para correr. TÁCITO: ¿Yo corrella? ¡Ni por lumbre! HUÉSPED: Digo que está ciega y manca. [TÁCITO]: Eso no importa una blanca. ¿No sabe ya mi costumbre? Que correré sobre un palo, sin pies y manos, si quiero. MANFREDO: ¡Qué gracioso chocarrero! HUÉSPED: No es el jinete muy malo, que no acaba de entender que no la quiero prestar. TÁCITO: ¡Acabara yo de hablar! MANFREDO: Y vos de importuno ser. TÁCITO: Pues présteme seis reales para alquilar un rocín. HUÉSPED: ¿Yo prestar? ¡Ni aun un cuatrín! TÁCITO: ¿Tanto era, pesia mis males? ¿Pedíalo algún chocante o algún mozuelo ordinario, sino un mero bacalario, diestro músico estudiante? MANFREDO: Veislos aquí. Andad con Dios, que vuestro donaire fuerza a que os den más. TÁCITO: Y esme fuerza, señor, llevar otros dos para alquilar un pretal de cascabeles. MANFREDO: Tomad. TÁCITO: Vuestra liberalidad es de persona real. ¡Oh, si al pretal se añadieran un par de espuelas! MANFREDO: Compraldas. HUÉSPED: Pedí un puño de esmeraldas. TÁCITO: ¿Qué mucho que las pidieran? Tan aína este señor las tuviera aquí a la mano. HUÉSPED: Idos en buen hora, hermano. TÁCITO: Prospere el cielo tu honor, y a tu haca dé salud, y a mí gracia de corrella. HUÉSPED: ¡No echaréis la pierna en ella, por vida de Cafalud!
Vase TÁCITO
Que éste es mi nombre. MANFREDO: Camina, que me importa quedar solo. HUÉSPED: Encubierta trae este Apolo su angélica faz divina.