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TEXTOS ELECTRÓNICOS / ELECTRONIC TEXTS

Obras de Cervantes. Association for Hispanic Classical Theater, Inc.

Obras de Cervantes / Pedro de Urdemalas / parte 4ª

Electronic text by J T Abraham and Vern G.Williamsen

PEDRO DE URDEMALAS, Part 4 of 9

JORNADA SEGUNDA

Salen un ALGUACIL, y Martín CRESPO, el alcalde, y SANCHO Macho, el regidor

[CRESPO]: Digo, señor alguacil, que un mozo que se me fue, de ingenio agudo y sotil, de tronchos de coles sé que hiciera invenciones mil; y él me aconsejó que hiciese, si por dicha el rey pidiese danzas, una de tal modo, que se aventajase en todo a la que más linda fuese. Dijo que el llevar doncellas era una cosa cansada, y que el rey no gusta dellas, por ser danza muy usada y estar ya tan hecho a vellas; mas que por nuevos niveles llevase una de donceles como serranas vestidos; en pies y brazos ceñidos multitud de cascabeles; y ya tengo, a lo que creo, veinte y cuatro así aprestados, que pueden, según yo veo, ser sin vergüenza llevados al romano coliseo. Ya yo le enseñé los dos de los mejores. ALGUACIL: Por Dios, que la invención es muy buena. SANCHO: Lo que nuestro alcalde ordena, es cosa rala entre nos, y todo lo que él más sabe de un su mozo lo aprendió que fue de su ingenio llave; mas ya se fue y nos dejó, que mala landre le acabe: que así quedamos vacíos, sin él, de ingenio y de bríos. ALGUACIL: ¿Tanto sabe? SANCHO: Es tan astuto, que puede darle tributo Salmón, rey de los judíos. [CRESPO]: Haga cuenta, en viendo aquéstos, que los veinte y cuatro mira: que todos son tan dispuestos, derechos como una vira, sanos, gallardos y prestos. Aquél que no es nada renco se llama Diego Mostrenco; el otro, Gil el Peraile; cada cual diestro en el baile como gozquejo flamenco. Tocándoles Pingarrón, mostrarán bien su destreza a compás de cualquier son, y alabarán la agudeza de nuestra nueva invención. Las danzas de las espadas hoy quedarán arrimadas, a despecho de hortelanos, envidiosos los gitanos, las doncellas afrentadas. ¿No le pareció, señor, muy bien el talle y el brío de uno y otro danzador? ALGUACIL: Si juzgo al parecer mío, nunca vi cosa peor; y temo que, si allá vais, de tal manera volváis, que no acertéis el camino. [CRESPO]: Tocado, a lo que imagino, señor, de la envi[di]a estáis. Pues en verdad que hemos de ir con veinte y cuatro donceles como aquéllos, sin mentir, porque invenciones noveles, o admiran o hacen reír. ALGUACIL: Yo os lo aviso; queda en paz.

Vase el ALGUACIL
SANCHO: Alcalde, tu gusto haz, porque verás por la prueba que esta danza, por ser nueva, dará al rey mucho solaz. [CRESPO]: No lo dudo. Venid, Sancho, que ya el corazón ensancho, do quepan los parabienes de la danza. SANCHO: Razón tienes: que has de volver hueco y ancho.
[Vanse]. Salen dos CIEGOS, y el uno PEDRO de Urdemalas; arrímase el primero a una puerta, y PEDRO junto a él, y pónese la VIUDA a la ventana
CIEGO: Ánimas bien fortunadas que en el purgatorio estáis, de Dios seáis consoladas, y en breve tiempo salgáis desas penas derramadas, y, como un trueno, baje a vos el ángel bueno y os lleve a ser coronadas. PEDRO: Ánimas que desta casa partistes al purgatorio, ya en sillón, ya en silla rasa, del divino consistorio os venga al vuestro sin tasa, y en un vuelo el ángel os lleve al cielo, para ver lo que allá pasa. CIEGO: Hermano, vaya a otra puerta, porque aquesta casa es mía, y en rezar aquí no acierta. PEDRO: Yo rezo por cortesía, no por premio, cosa es cierta, y así, puedo rezar doquiera, sin miedo de pendencia ni reyerta. CIEGO: ¿Es vistoso, ciego honrado? PEDRO: Estoy desde que nací en una tumba encerrado. CIEGO: Pues yo en algún tiempo vi; pero ya, por mi pecado, nada veo, sino lo que no deseo, que es lo que vee un desdichado. ¿Sabrá oraciones abondo? PEDRO: Porque sé que sé infinitas, aquesto, amigo, os respondo, que a todos las doy escritas, o a muy pocos las escondo. ...... ........................ .....................[-ondo]. Sé la del Ánima sola, y sé la de San Pancracio, que nadie cual ésta viola; la de San Quirce y Acacio, y la de Olalla española, y otras mil, adonde el verso sotil y el bien decir se acrisola; las de los Auxiliadores sé también, aunque son treinta, y otras de tales primores, que causo envidia y afrenta a todos los rezadores, porque soy, adondequiera que estoy, el mejor de los mejores. Sé la de los sabañones, la de curar la tericia y resolver lamparones, la de templar la codicia en avaros corazones; sé, en efeto, una que sana el aprieto de las internas pasiones, y otras de curiosidad. Tantas sé, que yo me admiro de su virtud y bondad. CIEGO: Ya por saberlas suspiro. VIUDA: Hermano mío, esperad. PEDRO: ¿Quién me llama? CIEGO: Según la voz, es el ama de la casa, en mi verdad. Ella es estrecha, aunque rica, y sólo a mandar rezar es a lo que más se aplica. PEDRO: Pícome yo de callar con quien al dar no se pica: que esté mudo a sus demandas no dudo si no lo paga y suplica.
Sale la VIUDA
VIUDA: Puesta en aquella ventana, he escuchado sus razones y su profesión cristiana, y las muchas oraciones con que tantos males sana; y querría me hiciese placer que algunas me diese de las que le pediría, dejando a mi cortesía el valor del interese. PEDRO: Si despide a esotro ciego, yo le diré maravillas. VIUDA: Pues yo le despido luego. PEDRO: Señora, no he de decillas ni por dádivas ni ruego. VIUDA: Váyase, y venga después, amigo. CIEGO: Vendré a las tres, a rezar lo cuotidiano. VIUDA: En buen hora. CIEGO: Adiós, hermano, ciego, o vistoso, o lo que es; y si es que se comunica, sepa mi casa, y verá que, aunque pobre, ruin y chica, sin duda en ella hallará una voluntad muy rica; y la alegre posesión de un segoviano doblón gozará liberalmente, si nos da, de su torrente, ya milagro, o ya oración. PEDRO: Está bien; yo acudiré a saber la casa honrada tan llena de amor y fe, y pagaré la posada con lo que le enseñaré. Cuarenta milagros tengo con que voy y con que vengo por dondequiera a mi paso, y alegre la vida paso y como un rey me mantengo.
[Vase] el CIEGO
Mas tú, señora Marina, Sánchez en el sobrenombre, a mi voz la oreja inclina, y atenta escucha de un hombre una embajada divina. Las almas de purgatorio entraron en consistorio, y ordenaron las prudentes que les fuese a sus parientes su insufrible mal notorio. Hicieron que una tomase, de gran prudencia y consejo, para que lo efetuase, cuerpo de un honrado viejo, y así al mundo se mostrase, y diéranle una instrucción y una larga relación de lo que tiene de hacer para que puedan tener, o ya alivio, o ya perdón; y está ya cerca de aquí esta alma, en un cuerpo honesto, y anciano, cual yo le vi, y sobre un asno trae puesto el cerro de Potosí. Viene lleno de doblones que le ofrecen a montones los parientes de las almas que en las tormentas sin calma[s] padecen graves pasiones. En oyendo que en su lista hay alma que en purgatorio con duras penas se atrista, no hay talego, ni escritorio, ni cofre que se resista. Hasta los gatos guardados, de rubio metal preñados, por librarla de tormentos, descubren allí contentos sus partos acelerados. Esta alma vendrá esta tarde, señora Marina mía, a hacer de su lista alarde ante ti; pero querría que en secreto esto se guarde, y que a solas la recibas y que a darle te apercibas lo que piden tus parientes que moran en las ardientes hornazas, de alivio esquivas. Esto hecho, te asegura que te enseñará oración con que aumentes tu ventura: que esto ofrece en galardón de aquella voluntad pura que con él se muestra franca, y de su escondrijo arranca hasta el menudo cuatrín y queda, cual San Paulín, como se dice, sin blanca. VIUDA: ¿Que esa embajada me envía esa alma, ciego bendito? PEDRO: Y toda de vos se fía, y se remite a lo escrito de vuestra genealogía. VIUDA: ¿Cómo la conoceré cuando venga? PEDRO: Yo haré que tome casi mi aspeto. VIUDA: ¡Oh, qué albricias te prometo! ¡Qué de cosas te daré! PEDRO: En las cosas semejantes es bien gastar los dineros guardados de tiempos antes; los ayunos verdaderos, y espaldas diciplinantes, todo se ha de aventurar sólo por poder sacar a un alma de su pasión, y llevarla a la región donde no mora el pesar. VIUDA: Ve en paz, y dile a ese anciano que tan alegre le espero, que en verle pondré en su mano mi alma, que es el dinero, con pecho humilde y cristiano: que, aunque soy un poco escasa, me afligiré en ver que pasa alma de pariente mío, según dicen, fuego y frío, éste o aquél muy sin tasa.