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TEXTOS ELECTRÓNICOS / ELECTRONIC TEXTS

Obras de Cervantes. Association for Hispanic Classical Theater, Inc.

Obras de Cervantes / El rufian dichoso / parte 1ª

Electronic text by J T Abraham and Vern G.Williamsen

EL RUFIÁN DICHOSO

Personas que hablan en ella:

[PRIMERA JORNADA]

Salen LUGO, envainando una daga de ganchos, y el LOBILLO y GANCHOSO, rufianes. LUGO viene como estudiante, con una media sotana, un broquel en la cinta y una daga de ganchos; que no ha de traer espada
LOBILLO: ¿Por qué fue la quistión? LUGO: No fue por nada. No se repita, si es que amigos somos. GANCHOSO: Quiso Lugo empinarse sobre llombre, y, siendo rufo de primer tonsura, asentarse en la cátreda de prima, teniendo al lombre aquí por espantajo. LUGO: Mis sores, poco a poco. Yo soy mozo y mazo, y tengo hígados y bofes para dar en el trato de la hampa quinao al más pintado de su escuela, en la cual no recibe el grado alguno de valeroso por haber gran tiempo que cura en sus entradas y salidas, sino por las hazañas que ya hecho. ¿No tienen ya sabido que hay cofrades de luz, y otros de sangre? LOBILLO: Aqueso pido. GANCHOSO: ¡Hola, so Lobo! Si es que pide queso, pídalo en otra parte, que en aquésta no se da. Si no... LOBILLO: ¡Basta, seor Ganchoso! O logue luenga, y téngase por dicho, que entrevo toda flor y todo rumbo. GANCHOSO: ¿Pues nosotros nacimos en Guinea, so Lobo? LOBILLO: No sé nada. GANCHOSO: Pues apréndalo con aquesta leción. LUGO: ¡Fuera, Lobillo! GANCHOSO: Entrambos sois ovejas fanfarrones, y gallinas mojadas, y conejos. LOBILLO: ¡Menos lengua y más manos, hideputa!
[Salen] a esta sazón un ALGUACIL y dos CORCHETES; huyen GANCHOSO y LOBILLO; queda solo LUGO, envainando
CORCHETE [1]: ¡Téngase a la justicia! LUGO: ¡Tente, pícaro! ¿Conó[ce]sme? CORCHETE [1]: ¡So Lugo! LUGO: ¿Qué so Lugo? ALGUACIL: Bellacos, ¿no le asís? CORCHETE 2: Señor nuestro amo, ¿sabe lo que nos manda? ¿No conoce que es el señor Cristóbal el delinque? ALGUACIL: ¡Que siempre le he de hallar en estas danzas! ¡Por Dios, que es cosa recia! ¡No hay paciencia que lo pueda llevar! LUGO: Llévelo en cólera, que tanto monta. ALGUACIL: Ahora, yo sé cierto que ha de romper el diablo sus zapatos alguna vez. LUGO: Mas que los rompa ciento; que él los sabrá comprar donde quisiere. ALGUACIL: El señor Sandoval tiene la culpa. CORCHETE 2: Tello de Sandoval es su amo déste. CORCHETE 1: Y manda la ciudad, y no hay justicia que le ose tocar por su respeto. LUGO: El señor alguacil haga su oficio, y déjese de cuentos y preámbulos. ALGUACIL: ¡Cuán mejor pareciera el señor Lugo en su colegio que en la barbacana, el libro en mano, y no el broquel en cinta! LUGO: Crea el so alguacil que no le cuadra ni esquina el predicar; deje ese oficio a quien le toca, y vaya y pique aprisa. ALGUACIL: Sin picar nos iremos, y agradézcalo a su amo; que, a fe de hijodalgo, que yo sé en qué parará este negocio. LUGO: En irse y en quedarme. CORCHETE 1: Yo lo creo, porque es un Barrabás este Cristóbal. CORCHETE 2: No hay gamo que le iguale en ligereza. CORCHETE 1: Mejor juega la blanca que la negra, y en entrambas es águila volante. ALGUACIL: Recójase y procure no encontrarme, que será lo más sano. LUGO: Aunque sea enfermo, haré lo que füere de mi gusto. ALGUACIL: Venid vosotros.
[Vase] el ALGUACIL
CORCHETE 1: So Cristóbal, ¡vive que no le conocí!; ¡sí, juro cierto! CORCHETE 2: Señor Cristóbal, yo me recomendo; de mí no hay qué temer; soy ciego y mudo para ver ni hablar cosa que toque a la mínima suela del calcorro que tapa y cubre la coluna y basa que sustentan la máquina hampesca. LUGO: ¿[Y] dónde cargaste [tú], Calahorra? CORCHETE 2: No sé; Dios con la noche me socorra.
[Vanse] los dos CORCHETES
LUGO: ¡Que sólo me respeten por mi amo y no por mí, no sé esta maravilla!; mas yo haré que salga de mí un bramo que pase de los muros de Sevilla. Cuelgue mi padre de su puerta el ramo, despoje de su jugo a Manzanilla; conténtese en su humilde y bajo oficio, que yo seré famoso en mi ejercicio.
[Sale], a este instante, LAGARTIJA, muchacho
LAGARTIJA: Señor Cristóbal, ¿qué es esto? ¿Has reñido, por ventura, que tienes turbado el gesto? LUGO: Pónele de sepultura el ánimo descompuesto. La de ganchos saqué a luz, porque me hiciese el buz un bravo por mi respeto; mas huyóse de su aspecto como el diablo de la cruz. ¿Qué me quieres, Lagartija? LAGARTIJA: La Salmerona y la Pava, la Mendoza y la Librija, que es cada cual por sí brava, gananciosa y buena hija, te suplican que esta tarde, allá cuando el sol no arde y hiere en rayo sencillo, en el famoso Alamillo hagas de tu vista alarde. LUGO: ¿Hay regodeo? LAGARTIJA: Hay merienda, que las más famosas cenas ante ella cogen la rienda: cazuelas de berenjenas serán penúltima ofrenda. Hay el conejo empanado, por mil partes traspasado con saetas de tocino; blanco el pan, aloque el vino, y hay turrón alicantado. Cada cual para esto roba blancas vistosas y nuevas, una y otra rica coba; dales limones las Cuevas y naranjas el Alcoba. Daráles en un instante el pescador arrogante, más que le hay del norte al sur, el gordo y sabroso albur y la anguila resbalante. El sábalo vivo, vivo, colear en la caldera, o saltar en fuego esquivo, verás en mejor manera que te lo pinto y describo. El pintado camarón, con el partido limón y bien molida pimienta, verás cómo el gusto aumenta y le saca de harón. LUGO: ¡Lagartija, bien lo pintas! LAGARTIJA: Pues llevan otras mil cosas de comer, varias, distintas, que a voluntades golosas las harán poner en quintas. LUGO: ¿Qué es en quintas? LAGARTIJA: En división, llevándose la afición aquí y alí y acullá: que la variedad hará no atinar con la razón. LUGO: ¿Y quién va con ellas? LAGARTIJA: ¿Quién? El Patojo, y el Mochuelo, y el Tuerto del Almadén. LUGO: Que ha de haber soplo recelo. LAGARTIJA: Ve tú, y se hará todo bien. LUGO: Quizá, por tu gusto iré; que tienes un no sé qué de agudeza, que me encanta. LAGARTIJA: Mi boca pongo en la planta de tu valeroso pie. LUGO: ¡Alza, rapaz lisonjero, indigno del vil oficio que tienes! LAGARTIJA: Pues dél espero salir presto a otro ejercicio que muestre ser perulero. LUGO: ¿Qué ejercicio? LAGARTIJA: Señor Lugo, será ejercicio de jugo, puesto que en él se trabaja, que es jugador de ventaja, y de las bolsas verdugo. ¿No has visto tú por ahí mil con capas guarnecidas, volantes más que un neblí, que en dos barajas bruñidas encierran un Potosí? Cuál destos se finge manco para dar un toque franco al más agudo, y me alegro de ver no usar de su negro hasta que topen un blanco. LUGO: ¡Mucho sabes! ¿Qué papel es el que traes en el pecho? LAGARTIJA: ¿Descúbreseme algo dél? Todo el seso sin provecho de Apolo se encierra en él. Es un romance jácaro, que le igualo y le comparo al mejor que se ha compuesto; echa de la hampa el resto en estilo jaco y raro. Tiene vocablos modernos, de tal manera que encantan; unos bravos, y otros tiernos; ya a los cielos se levantan, ya bajan a los infiernos. LUGO: Dile, pues. LAGARTIJA: Séle de coro; que ninguna cosa ignoro de aquesta que a luz se saque. LUGO: ¿Y de qué trata? LAGARTIJA: De un jaque que se tomó con un toro. LUGO: Vaya, Lagartija. LAGARTIJA: Vaya, y todo el mundo esté atento a mirar cómo se ensaya a pasar mi entendimiento del que más sube la raya. Año de mil y quinientos y treinta y cuatro corría, a veinte y cinco de mayo, martes, acïago día, sucedió un caso notable en la ciudad de Sevilla, digno que ciegos le canten, y que poetas le escriban. Del gran corral de los Olmos, do está la jacarandina, sale Reguilete, el jaque, vestido a las maravillas. No va la vuelta del Cairo, del Catay ni de la China, ni de Flandes, ni Alemania, ni menos de Lombardía: va la vuelta de la plaza de San Francisco bendita, que corren toros en ella por Santa Justa y Rufina; y, apenas entró en la plaza, cuando se lleva la vista tras sí de todos los ojos, que su buen donaire miran. Salió en esto un toro hosco, ¡válasme Santa María!, y, arremetiendo con él, dio con él patas arriba. Dejóle muerto y mohíno, bañado en su sangre misma; y aquí da fin el romance porque llegó el de su vida. LUGO: ¿Y éste es el romance bravo que decías? LAGARTIJA: Su llaneza y su buen decir alabo; y más, que muestra agudeza en llegar tan presto al cabo. LUGO: ¿Quién le compuso? LAGARTIJA: Tristán, que gobierna en San Román la bendita sacristía, que excede en la poesía a Garcilaso y Boscán.
[Sale], a este instante, una DAMA, con el manto hasta la mitad del rostro
DAMA: Una palabra, galán. LUGO: Ve con Dios; y quizá iré, si estás cierto que allá van. LAGARTIJA: Digo que van, yo lo sé; y sé que te aguardarán.
[Vase] LAGARTIJA
DAMA: Arrastrada de un deseo sin provecho resistido, a hurto de mi marido, delante de vos me veo. Lo que este manto os encubre, mirad, y después veréis
Mírala [LUGO] por debajo del manto
si es razón que remediéis lo que la lengua os descubre. ¿Conocéisme? LUGO: Demasiado. DAMA: En eso veréis la fuerza que me incita, y aun me fuerza, a ponerme en este estado; mas, porque no estéis en calma pensando a qué es mi venida, digo que a daros mi vida con la voluntad del alma. Vuestra rara valentía y vuestro despejo han hecho tanta impresión en mi pecho, que pienso en vos noche y día. Quítame este pensamiento pensar en mi calidad, y al gusto la voluntad da libre consentimiento; y así, sin guardar decoro a quien soy en ningún modo, habré de decirlo todo: sabed, Lugo, que os adoro. No fea, y muy rica soy; sabré dar, sabré querer, y esto lo echaréis de ver por este trance en que estoy; que la mujer ya rendida, aunque es toda mezquindad, muestra liberalidad con el dueño de su vida. En la tuya o en mi casa, de mí y de mi hacienda puedes prometerte, no mercedes, sino servicios sin tasa; y, pues miedo no te alcanza, no te le dé mi marido, que el engaño siempre ha sido parcial de la confianza. No llegan de los recelos, porque los tiene discretos, a hacer los tristes efectos que suelen hacer los celos; y, porque nunca ocasión de tenerlos yo le he dado, le juzgo por engañado a nuestra satisfación. ¿Para qué arrugas la frente y alzas las cejas? ¿Qué es esto? LUGO: En admiración me ha puesto tu deseo impertinente. Pudieras, ya que querías satisfacer tu mal gusto, buscar un sujeto al justo de tus grandes bizarrías; pudieras, como entre peras, escoger en la ciudad quien diera a tu voluntad satisfación con más veras; y así, tuviera disculpa con la alteza del empleo tu mal nacido deseo, que en mi bajeza te culpa. Yo soy un pobre crïado de un inquisidor, cual sabes, de caudal, que está sin llaves, entre libros abreviado; vivo a lo de Dios es Cristo, sin estrechar el deseo, y siempre traigo el baldeo como sacabuche listo; ocúpome en bajas cosas, y en todas soy tan terrible, que el acudir no es posible a las que son amorosas: a lo menos, a las altas, como en las que en ti señalas; que son de cuervo mis alas. DAMA: No te pintes con más faltas, porque en mi imaginación te tiene amor retratado del modo que tú has contado, pero con más perfección. No pido hagas quimeras de ti mismo; sólo pido, deseo bien comedido, que, pues te quiero, me quieras. Pero, ¡ay de mí, desdichada! ¡Mi marido! ¿Qué haré? Tiemblo y temo, aunque bien sé que vengo bien disfrazada.
[Sale] su MARIDO
LUGO: Sosegaos, no os desviéis, que no os ha de descubrir. DAMA: Aunque me quisiera ir, no puedo mover los pies. MARIDO: Señor Lugo, ¿qué hay de nuevo? LUGO: Cierta cosa que contaros, que me obligaba a buscaros. DAMA: (Irme quiero, y no me atrevo.) [Aparte] MARIDO: Aquí me tenéis; mirad lo que tenéis que decirme. DAMA: (Harto mejor fuera irme.) [Aparte] LUGO: Llegaos aquí y escuchad. La hermosura que dar quiso el cielo a vuestra mujer, con que la vino a hacer en la tierra un paraíso, ha encendido de manera de un mancebo el corazón, que le tiene hecho carbón de la amorosa hoguera. Es rico y es poderoso, y atrevido de tal modo, que atropella y rompe todo lo que es más dificultoso. No quiere usar de los medios de ofrecer ni de rogar, porque, en su mal, quiere usar de otros más breves remedios. Dice que la honestidad de vuestra consorte es tanta, que le admira y que le espanta tanto como la beldad. Por jamás le ha descubierto su lascivo pensamiento; que queda su atrevimiento, ante su recato, muerto. MARIDO: ¿Es hombre que entra en mi casa? LUGO: Róndala, mas no entra en ella. MARIDO: Quien casa con mujer bella, de su honra se descasa, si no lo remedia el cielo. DAMA: (¿Qué es lo que tratan los dos? Aparte ¿Si es de mí? ¡Válgame Dios, de cuántos males recelo!