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TEXTOS ELECTRÓNICOS / ELECTRONIC TEXTS

Obras de Cervantes. Association for Hispanic Classical Theater, Inc.

Obras de Cervantes / El rufian dichoso / parte 2ª

Electronic text by J T Abraham and Vern G.Williamsen

 

LUGO:                Digo, en fin, que es tal el fuego
                 que a este amante abrasa y fuerza,
                 que quiere usar de la fuerza
                 en cambio y lugar del ruego.
                     Robar quiere a vuestra esposa,
                 ayudado de otra gente
                 como yo, desta valiente,
                 atrevida y licenciosa.
                     Hame dado cuenta dello,
                 casi como a principal
                 desta canalla mortal,
                 que en hacer mal echa el sello.
                     Yo, aunque soy mozo arriscado,
                 de los de campo través,
                 ni mato por interés,
                 ni de ruindades me agrado.
                     De ayudalle he prometido,
                 con intento de avisaros;
                 que es fácil el repararos,
                 estando así prevenido.
MARIDO:              ¿Soy hombre yo de amenazas?
                 Tengo valor, ciño espada.
LUGO:            No hay valor que pueda nada
                 contra las traidoras trazas.
MARIDO:              En fin: ¿mi consorte ignora
                 todo este cuento?
LUGO:                              Así ella
                 os ofende, como aquella
                 cubierta y buena señora.
                     Por el cielo santo os juro
                 que no sabe nada desto.
MARIDO:          De ausentarla estoy dispuesto.
LUGO:            Eso es lo que yo procuro.
MARIDO:              Yo la pondré donde el viento
                 apenas pueda tocalla.
LUGO:            En el recato se halla
                 buen fin del dudoso intento.
                     Retiradla, que la ausencia
                 hace, pasando los días,
                 volver las entrañas frías
                 que abrasaba la presencia;
                     y nunca en la poca edad
                 tiene firme asiento amor,
                 y siempre el mozo amador
                 huye la dificultad.
MARIDO:              El aviso os agradezco,
                 señor Lugo, y algún día
                 sabréis de mi cortesía
                 si vuestra amistad merezco.
                     El nombre saber quisiera
                 dese galán que me acosa.
LUGO:            Eso es pedirme una cosa
                 que de quien soy no se espera.
                     Basta que vais avisado
                 de lo que más os conviene,
                 y este negocio no tiene
                 más de lo que os he contado.
                     Vuestra consorte, inocente
                 está de todo este hecho;
                 vos, con esto satisfecho,
                 haced como hombre prudente.
MARIDO:              Casa fuerte y heredad
                 tengo en no pequeña aldea,
                 y llaves, que harán que sea
                 grande la dificultad
                     que se oponga al mal intento
                 dese atrevido mancebo.
                 Quedaos, que en el alma llevo
                 más de un vario pensamiento.

Vase el MARIDO
DAMA: Entre los dientes ya estaba el alma para dejarme; quise, y no pude mudarme, aunque más lo procuraba. ¡Mucho esfuerzo ha menester quien, con traidora conciencia, no se alborota en presencia de aquel que quiere ofender! LUGO: Y más si la ofensa es hecha de la mujer al marido. DAMA: El nublado ya se ha ido; hazme agora satisfecha, contándome qué querías a mi esclavo y mi señor. LUGO: Hanme hecho corredor de no sé qué mercancías. Díjele, si las quería, que fuésemos luego a vellas. DAMA: ¿De qué calidad son ellas? LUGO: De la mayor cuantía; que le importa, estoy pensando, comprallas, honor y hacienda. DAMA: ¿Cómo haré yo que él entienda esa importancia? LUGO: Callando. Calla y vete, y así harás muy segura su ganancia. DAMA: ¿Pues qué traza de importancia en lo de gozarnos das? LUGO: Ninguna que sea de gusto; por hoy, a lo menos. DAMA: Pues, ¿cuándo la darás, si es que gustas de lo que gusto? LUGO: Yo haré por verme contigo. Vete en paz. DAMA: Con ella queda, y el amor contigo pueda todo aquello que conmigo.
[Vase la DAMA]
LUGO: Como de rayo del cielo, como en el mar de tormenta, como de improviso afrenta y terremoto del suelo; como de fiera indignada, del vulgo insolente y libre, pediré a Dios que me libre de mujer determinada.
[Vase] Lugo. Sale el licenciado TELLO de Sandoval, amo de Cristóbal de Lugo, y el ALGUACIL que salió primero
TELLO: ¿Pasan de mocedades? ALGUACIL: Es de modo que, si no se remedia, a buen seguro que ha de escandalizar [al] pueblo todo. Como cristiano, a vuesa merced juro que piensa y hace tales travesuras, que nadie dél se tiene por seguro. TELLO: ¿Es ladrón? ALGUACIL: No, por cierto. TELLO: ¿Quita a escuras las capas en poblado? ALGUACIL: No, tampoco. TELLO: ¿Qué hace, pues? ALGUACIL: Otras cien mil diabluras. Esto de valentón le vuelve loco: aquí riñe, allí hiere, allí se arroja, y es en el trato airado el rey y el coco; con una daga que le sirve de hoja, y un broquel que pendiente tray al lado, sale con lo que quiere o se le antoja. Es de toda la hampa respetado, averigua pendencias y las hace, estafa, y es señor de lo guisado; entre rufos, él hace y él deshace, el corral de los Olmos le da parias, y en el dar cantaletas se complace. Por tres heridas de personas varias, tres mandamientos traigo y no ejecuto, y otros dos tiene el alguacil Pedro Arias. Muchas veces he estado resoluto de aventurallo todo y de prendelle, o ya a la clara, o ya con modo astuto; pero, viendo que da en favorecelle tanto vuesa merced, aun no me atrevo a miralle, tocalle ni ofendelle. TELLO: Esa deuda conozco que la debo.

Y la pagaré algún día, y procuraré que Lugo use de más cortesía, o le seré yo verdugo, por vida del alma mía. Mas lo mejor es quitalle de aquesta tierra y llevalle a Méjico, donde voy, no obstante que puesto estoy en reñille y castigalle. Vuesa merced en buen hora vaya, que yo le agradezco el aviso, y desde agora todo por suyo me ofrezco. ALGUACIL: Ya adivino su mejora sacándole de Sevilla, que es tierra do la semilla holgazana se levanta sobre cualquiera otra planta que por virtud maravilla.

[Vase] el ALGUACIL
TELLO: ¡Que aqueste mozo me engañe, y que tan a suelta rienda a mi honor y su alma dañe! Pues yo haré, si no se enmienda, que de mi favor se extrañe: que, viéndose sin ayuda, será posible que acuda a la enmienda de su error; que a la sombra del favor crecen los vicios, sin duda.
[Vase] TELLO. Salen dos MÚSICOS con guitarras, y Cristóbal [de LUGO] con su broquel y daga de ganchos
LUGO: Toquen, que ésta es la casa, y al seguro que presto llegue el bramo a los oídos de la ninfa, que he dicho, jerezana, cuya vida y milagros en mi lengua viene cifrada en verso correntío. A la jácara toquen, pues comienzo. MÚSICO 1: ¿Quieres que le rompamos las ventanas antes de comenzar, porque esté atenta? LUGO: Acabada la música, andaremos aquestas estaciones. Vaya agora el guitarresco son, y el aquelindo.
Tocan
MÚSICOS: "Escucha, la que veniste de la jerezana tierra a hacer a Sevilla guerra en cueros, como valiente; la que llama su pariente al gran Miramamolín; la que se precia de ruin, como otras de generosas; la que tiene cuatro cosas, y aun cuatro mil, que son malas; la que pasea sin alas los aires en noche escura; la que tiene a gran ventura ser amiga de un lacayo; la que tiene un papagayo que siempre la llama puta; la que en vieja y en astuta da quinao a Celestina; la que, como golondrina, muda tierras y sazones; la que a pares, y aun a nones, ha ganado lo que tiene; la que no se desaviene por poco que se le dé; la que su palabra y fe que diese jamás guardó; la que en darse a sí excedió a las godeñas más francas; la que echa por cinco blancas las habas y el cedacillo."
Asómase a la ventana un [SASTRE] medio desnudo, con un paño de tocar y un candil
[SASTRE]: ¿Están en sí, señores? ¿No dan cata que no los oye nadie en esta casa? MÚSICO 1: ¿Cómo así, tajamoco? [SASTRE]:: Porque el dueño ha que está ya a la sombra cuatro días. MÚSICO 2: Convaleciente, di: ¿cómo, a la sombra? [SASTRE]: En la cárcel; ¿no entrevan? LUGO: ¿En la cárcel? Pues, ¿por qué la llevaron? [SASTRE]: Por amiga de aquel Pierres Papín, el de los naipes. MÚSICO 1: ¿Aquel francés giboso? [SASTRE]: Aquese mismo, que en la cal de la Sierpe tiene tienda. LUGO: ¡Éntrate, bodegón almidonado! MÚSICO 2: ¡Zabúllete, fantasma antojadiza! MÚSICO 1: ¡Escóndete, podenco cuartanario! [SASTRE]: Éntrome, ladroncitos en cuadrilla; zabúllome, cernícalos rateros; escóndome, corchetes a lo Caco. LUGO: ¡Vive Dios, que es de humor el hideputa! [SASTRE]: No tire nadie; estén las manos quedas, y anden las lenguas. MÚSICO 1: ¿Quién te tira, sucio? [SASTRE]: ¿Hay más? ¡Si no me abajo, cuál me paran! ¡Mancebitos, adiós!; que no soy pera, que me han de derribar a terronazos.
[Vase
LUGO: ¿Han visto los melindres del bellaco? No le tiran, y quéjase. MÚSICO 2: Éste es un sastre remendón muy donoso. MÚSICO 1: ¿Qué haremos? LUGO: Vamos a dar asalto al pastelero que está aquí cerca. MÚSICO 2: Vamos, que ya es hora que esté haciendo pasteles; que este ciego que viene aquí nos da a entender cuán cerca
[Sale] un CIEGO
viene ya el día. CIEGO: No he madrugado mucho, pues que ya suena gente por la calle. Hoy quiero comenzar por este sastre. LUGO: ¡Hola, ciego, buen hombre! CIEGO: ¿Quién me llama? LUGO: Tomad aqueste real, y diez y siete oraciones decid, una tras otra, por las almas que están en purgatorio. CIEGO: Que me place, señor, y haré mis fuerzas por decirlas devota y claramente. LUGO: No me las engulláis, ni me echéis sisa en ellas. CIEGO: No, señor; ni por semejas. A las Gradas me voy, y allí, sentado, las diré poco a poco. LUGO: ¡Dios os guíe!
Vase el CIEGO
MÚSICO 1: ¿Quédate para vino, Lugo amigo? LUGO: Ni aun un solo cornado. MÚSICO 2: ¡Vive Roque, que tienes condición extraordinaria! Muchas veces te he visto dar limosna al tiempo que la lengua se nos pega al paladar, y sin dejar siquiera para comprar un polvo de Cazalla. LUGO: Las ánimas me llevan cuanto tengo; mas yo tengo esperanza que algún día lo tienen de volver ciento por uno. MÚSICO 2: ¡A la larga lo tomas! LUGO: Y a lo corto; que al bien hacer jamás le falta premio.
Suena dentro como que hacen pasteles, y canta un [PASTELERO] dentro lo siguiente
[PASTELERO]: "¡Afuera, consejos vanos, que despertáis mi dolor! No me toquen vuestras manos; que, en los consejos de amor, los que matan son los sanos." MÚSICO 1: ¡Hola! Cantando está el pastelerazo, y, por lo menos, los "consejos vanos". ¿Tienes pasteles, cangilón con tetas? PASTELERO: ¡Músico de mohatra sincopado! LUGO: Pastelero de riego, ¿no respondes? PASTELERO: Pasteles tengo, mancebitos hampos; mas no son para ellos, corchapines. LUGO: ¡Abre, socarra, y danos de tu obra! PASTELERO: ¡No quiero, socarrones! ¡A otra puerta, que no se abre aquésta por agora! LUGO: ¡Por Dios, que a puntapiés la haga leña si acaso no nos abres, buenos vinos! PASTELERO: ¡Por Dios, que no he de abrir, malos vinagres! LUGO: "¡Agora lo veredes!", dijo Agrajes. MÚSICO 1: ¡Paso, no la derribes! ¡Lugo, tente!
Da de coces a la puerta; sale el PASTELERO y sus secuaces con palas y barrederos y asadores
PASTELERO: ¡Bellacos, no hay aquí Agrajes que valgan; que, si tocan historias, tocaremos palas y chuzos! MÚSICO 2: ¡Enciérrate, capacho! LUGO: ¿Quieres que te derribe aquesas muelas, remero de Carón el chamuscado? PASTELERO: ¡Cuerpo de mí! ¿Es Cristóbal el de Tello? MÚSICO 1: Él es. ¿Por qué lo dices, zangomango? PASTELERO: Dígolo porque yo le soy amigo y muy su servidor, y para cuatro o para seis pasteles no tenía para qué romper puertas ni ventanas, ni darme cantaletas ni matracas. Entre Cristóbal, sus amigos entren, y allánese la tienda por el suelo. LUGO: ¡Vive Dios, que eres príncipe entre príncipes, y que esa sumisión te ha de hacer franco de todo mi rigor y mal talante! Enváinense la pala y barrederas, y amigos usque ad mortem. PASTELERO: Por San Pito, que han de entrar todos, y la buena estrena han de hacer a la hornada, que ya sale; y más, que tengo de Alanís un cuero que se viene a las barbas y a los ojos. MÚSICO 1: De miedo hace todo cuanto hace aqueste marión. LUGO: No importa nada. Asgamos la ocasión por el harapo, por el hopo o copete, como dicen, ora la ofrezca el miedo o cortesía. El señor pastelero es cortesísimo, y yo le soy amigo verdadero, y hacer su gusto por mi gusto quiero.
[Vanse] todos. Sale ANTONIA, con su manto no muy aderezada sino honesta
ANTONIA: Si ahora yo le hallase en su aposento, no habría cosa de que más gustase; quizá a solas le diría alguna que le ablandase. Atrevimiento es el mío: pero dame esfuerzo y brío estos celos y este amor, que rinden con su rigor al más esento albedrío. Ésta es la casa, y la puerta, como pide mi deseo, parece que está entreabierta; mas, ¡ay!, que a sus quicios veo yacer mi esperanza muerta. Apenas puedo moverme; pero, en fin, he de atreverme, aunque tan cobarde estoy, porque en el punto de hoy está el ganarme o perderme.
Sale el inquisidor TELLO de Sandoval, con ropa de levantar, rezando en unas Horas
TELLO: Deus in adiutorium meum intende, Domine, ad adiuvandum me festina. Gloria Patri, et Filio et Spiritui Sancto, Sicut erat [in principio...] ¿Quién está ahí? ¿Qué rüido es ése? ¿Quién está ahí? Antonia ¡Ay desdichada de mí! ¿Qué es lo que me ha sucedido? TELLO: Pues, señora, ¿qué buscáis tan de mañana en mi casa? Éste de madrugar pasa. No os turbéis. ¿De qué os turbáis? ANTONIA: ¡Señor! TELLO: Adelante. ¿Qué es? Proseguid vuestra razón. ANTONIA: Nunca la errada intención supo enderezar los pies. A Lugo vengo a buscar. TELLO: ¿Mi criado? ANTONIA: Sí, señor. TELLO: ¿Tan de mañana? ANTONIA: El amor tal vez hace madrugar. TELLO: ¿Bien le queréis? ANTONIA: No lo niego; mas quiérole en parte buena. TELLO: El madrugar os condena. ANTONIA: Siempre es solícito el fuego. TELLO: En otra parte buscad materia que le apliquéis, que en mi casa no hallaréi[s] sino toda honestidad; y si el mozo da ocasión que le busquéis, yo haré que desde hoy más no os la dé. ANTONIA: Enójase sin razón vuesa merced; que, en mi alma, que el mancebo es de manera, que puede llevar do quiera entre mil honestos palma. Verdad es que él es travieso, matante, acuchillador; pero, en cosas del amor, por un leño le confieso. No me lleva a mí tras él Venus blanda y amorosa, sino su aguda ganchosa y su acerado broquel. TELLO: ¿Es valiente? ANTONIA: Muy bien puedes sin escrúpulo igualalle, y aun quizá será agravialle, a García de Paredes. Y por esto este mocito trae a todas las del trato muertas; por ser tan bravato; que en lo demás es bendito. TELLO: Óigole. Escondeos aquí, porque quiero hablar con él sin que os vea. ANTONIA: ¡Que no es él! TELLO: Es, sin duda; yo le oí. Después os daré lugar para hablarle. ANTONIA: Sea en buen hora.
Escóndese ANTONIA. Entra LUGO en cuerpo, pendiente a las espaldas el broquel y la daga, y trae el rosario en la mano
LUGO: Mi señor suele a esta hora de ordinario madrugar. Mirad si lo dije bien; hele aquí. Yo apostaré que hay sermón do no pensé. Acábese presto. Amén. TELLO: ¿De dónde venís, mancebo? LUGO: ¿De dó tengo de venir? TELLO: De matar y de herir, que esto para vos no es nuevo. LUGO: A nadie hiero ni mato. TELLO: Siete veces te he librado de la cárcel. LUGO: Ya es pasado aquése, y tengo otro trato.