imprimir

TEXTOS ELECTRÓNICOS / ELECTRONIC TEXTS

Obras de Cervantes. Association for Hispanic Classical Theater, Inc.

Obras de Cervantes / El rufian dichoso / parte 5ª

Electronic text by J T Abraham and Vern G.Williamsen

CRUZ:                La de Dios encierre en ésta
                 tanta ventura, que sea
                 la jornada alegre y presta,
                 sin que en tormenta se vea
                 ni en la calma que molesta.
ANTONIO:             Si viere allá a la persona...
TELLO:           ¿De quién?
ANTONIO:                     De la Salmerona,
                 encájele un besapiés
                 de mi parte, y dos o tres
                 buces, a modo de mona.
PRIOR:               Fray Antonio, ¿cómo es esto?
                 ¿Cómo delante de mí
                 se muestra tan descompuesto?
ANTONIO:         Ocurrióseme esto aquí,
                 y vase el señor tan presto,
                     que temí que me faltara
                 lugar do le encomendara
                 estos y otros besamanos:
                 que poder ser cortesanos
                 los frailes es cosa clara.
PRIOR:               ¡Calle, y a vernos después!
TELLO:           Por cierto, que no merece
                 castigo por ser cortés.
PRIOR:           Cierta enfermedad padece
                 en la lengua.
ANTONIO:                       Ello así es;
                     pero nunca hablo cosa
                 que toque en escandalosa;
                 que hablo a la vizcaína.
PRIOR:           Yo hablaré a la diciplina,
                 lengua breve y compendiosa.
TELLO:               Déme su paternidad
                 licencia, y aqueste enojo
                 no toque en riguridad.
ANTONIO:         Si conociera al Patojo,
                 hiciérame caridad
                     de saludalle también
                 de mi parte. Aunque me den
                 diciplina porque calle,
                 no puedo no encomendalle
                 aquello que me está bien.
PRIOR:               Vuesa merced vaya en paz,
                 que a cólera no me mueve
                 plática que da solaz,
                 y éste, por mozo, se atreve,
                 y él de suyo se es locuaz;
                     y sean estos abrazos
                 muestra de los santos lazos
                 con que caridad nos liga.

Abraza a los dos

[TELLO]:         Mi amor, padre Cruz, le obliga
                 a que apriete más los brazos,
                     y veisme que me enternezco.
CRUZ:            Dios te guíe, señor mío,
                 que a su protección te ofrezco.
TELLO:           Que me dará yo confío,
                 por vos, más bien que merezco.

Vase TELLO

PRIOR:               Venga, fray Antonio, venga.
CRUZ:            Déjele que se detenga
                 conmigo, padre, aquí un poco.
[PRIOR]:         En buen hora; y, si está loco,
                 haga cómo [s]eso tenga.

Vase el PRIOR

CRUZ:                ¿Que es posible, fray Antonio,
                 que ha de caer en tal mengua,
                 que consienta que su lengua
                 se la gobierne el demonio?
                     Cierto que pone mancilla
                 ver que el demonio maldito
                 le trae las ollas de Egipto
                 en lo que dejó en Sevilla.
                     De las cosas ya pasadas,
                 mal hechas, se ha de acordar,
                 no para se deleitar,
                 sino para ser lloradas;
                     de aquella gente perdida
                 no debe acordarse más,
                 ni del Compás, si hay compás
                 do se vive sin medida.
                     Sólo dé gracias a Dios,
                 que, por su santa clemencia,
                 nos dio de la penitencia
                 la estrecha tabla a los dos,
                     para que, de la tormenta
                 y naufragar casi cierto,
                 de la religión el puerto
                 tocásemos sin afrenta.
ANTONIO:             Yo miraré lo que hablo
                 de aquí adelante más cuerdo,
                 pues conozco lo que pierdo,
                 y sé lo que gana el diablo.
                     Ruéguele, padre, al prïor
                 que en su furia se mitigue,
                 y no al peso me castigue
                 de mi descuidado error.
CRUZ:                Vamos, que yo le daré
                 bastantísima disculpa
                 de su yerro, y por su culpa
                 y las mías rezaré.

[Vanse todos].  Sale una dama llamada Doña ANA
Treviño, un MÉDICO
y dos CRIADOS. (Todo esto es verdad de la historia)

MÉDICO:              Vuesa merced sepa cierto
                 que aquesta su enfermedad
                 es de muy ruin calidad;
                 hablo en ella como experto.
                     Mi oficio obliga a decillo,
                 cause o no cause pasión:
                 que entre razón y razón
                 pondrá la Parca el cuchillo.
                     Hablando se ha de quedar
                 muerta; y aquesto le digo
                 como médico y amigo
                 que no la quiere engañar.
D. [ANA]:            Pues a mí no me parece
                 que estoy tan mala. ¿Qué es esto?
                 ¿Cómo me anuncia tan presto
                 la muerte?
MÉDICO:                      El pulso me ofrece,
                     los ojos y la color,
                 esta verdad a la clara.
D. [ANA]:        En los ojos de mi cara
                 suele mirarse el Amor.
MÉDICO:              Vuesa merced se confiese,
                 y quédense aparte burlas.
CRIADO 1:        Señor, si es que no te burlas,
                 recio mandamiento es ése.
MÉDICO:              No me suelo yo burlar
                 en casos deste jaez.

D. [ANA]:        Podrá su merced esta vez,
                 si quisiere, perdonar,
                     que ni quiero confesarme,
                 ni hacer cosa que me diga.
MÉDICO:          A más mi oficio me obliga,
                 y adiós.
D. [ANA]:                 Él querrá ayudarme.

Vase el MÉDICO

                     Pesado médico y necio,
                 siempre cansa y amohína.
CRIADO 2:        Crió Dios la medicina,
                 y hase de tener en precio.
D. [ANA]:            La medicina yo alabo,
                 pero los médicos no,
                 porque ninguno llegó
                 con lo que es la ciencia al cabo.
                     Algo fatigada estoy.
CRIADO 1:        Procura desenfadarte,
                 esparcerte y alegrarte.
D. [ANA]:        Al campo pienso de ir hoy.
                     Parece que están templando
                 una guitarra allí fuera.
CRIADO 1:        ¿Será Ambrosio?
D. [ANA]:                          Sea quienquiera;
                 escuchad, que va cantando.

Cantan dentro

[MÚSICO]:            "Muerte y vida me dan pena;
                 no sé qué remedio escoja:
                 que si la vida me enoja,
                 tampoco la muerte es buena.
                     Con todo, es mejor vivir:
                 que, en los casos desiguales,
                 el mayor mal de los males
                 se sabe que es el morir.
                     Calle el que canta, que atierra
                 oír tratar de la muerte:
                 que no hay tesoro de suerte
                 en tal espacio de tierra.
                     La muerte y la mocedad
                 hacen dura compañía,
                 como la noche y el día,
                 la salud y enfermedad;
                     y edad poca y mal  dad mucha,
                 y voz de muerte a deshora,
                 ¡ay del alma pecadora
                 que impenitente la escucha!"

CRIADO 1:            No me contenta mi ama;
                 nunca la he visto peor:
                 fuego es ya, no es resplandor
                 el que en su vista derrama.

[Vanse] todos.  Sale el padre fray ANTONIO

ANTONIO:             Mientras el fraile no llega
                 a ser sacerdote, pasa
                 vida pobre, estrecha, escasa,
                 de quien a veces reniega.
                     Tiene allá el predicador
                 sus devotas y sus botas,
                 y el presentado echa gotas
                 y suda con el prïor;
                     mas el novicio y corista
                 en el coro y en la escoba
                 sus apetitos adoba,
                 diciendo con el Salmista:

                 Et potum meum cum fletu miscebam.

                     Pero bien será callar,
                 pues sé que muchos convienen
                 en que las paredes tienen
                 oídos para escuchar.
                     La celda del padre Cruz
                 está abierta, ciertamente;
                 ver quiero este penitente,
                 que está a escuras y es de luz.

Abre la celda; parece el padre CRUZ, arrobado, hincado de
rodillas, con un
crucifijo en la mano

                     ¡Mirad qué postura aquella
                 del bravo rufián divino,
                 y si hallará camino
                 Satanás para rompella!
                     Arrobado está, y es cierto
                 que, en tanto que él está así,
                 los sentidos tiene en sí
                 tan muertos como de un muerto.

Suenan desde lejos guitarras y sonajas, y vocería de
regocijo. (Todo esto
desta máscara y visión fue verdad, que así lo cuenta la
historia del
santo)

                     Pero, ¿qué música es ésta?
                 ¿Qué guitarras y sonajas,
                 pues los frailes se hacen rajas?
                 ¿Mañana es alguna fiesta?
                     Aunque música a tal hora
                 no es decente en el convento.
                 Miedo de escuchalla siento;
                 ¡válgame Nuestra Señora!

Suena más cerca

                     ¡Padre nuestro, despierte,
                 que se hunde el mundo todo
                 de música! No hallo modo
                 bueno alguno con que acierte.
                     La música no es divina
                 porque, según voy notando,
                 al modo vienen cantando
                 rufo y de jacarandina.

[Salen] a este instante seis con sus máscaras, vestidos
como ninfas,
lascivamente, y los que han de cantar y tañer, con máscaras de
demonios
vestidos a lo antiguo, y hacen su danza. (Todo esto fue así, que no es
visión supuesta, apócrifa ni mentirosa).  Cantan

[MÚSICOS]:           "No hay cosa que sea gustosa
                 sin Venus blanda, amorosa.
                 No hay comida que así agrade,
                 ni que sea tan sabrosa,
                 como la que guisa Venus,
                 en todos gustos curiosa.
                 Ella el verde amargo jugo
                 de la amarga hiel sazona,
                 y de los más tristes tiempos
                 vuelve muy dulces las horas;
                 quien con ella trata, ríe,
                 y quien no la trata, llora.
                 Pasa cual sombra en la vida,
                 sin dejar de sí memoria,
                 ni se eterniza en los hijos,
                 y es como el árbol sin hojas,
                 sin flor ni fruto, que el suelo
                 con ninguna cosa adorna.
                 Y por esto, en cuanto el sol
                 ciñe y el ancho mar moja,
                 no hay cosa que sea gustosa
                 sin Venus blanda, amorosa."

El padre CRUZ, sin abrir los ojos, dice

CRUZ:            No hay cosa que sea gustosa
                 sin la dura cruz preciosa.
                 Si por esta senda estrecha
                 que la cruz señala y forma
                 no pone el pie el que camina
                 a la patria venturosa,
                 cuando menos lo pensare,
                 de improviso y a deshora,
                 cairá de un despeñadero
                 del abismo en las mazmorras.
                 Torpeza y honestidad
                 nunca las manos se toman,
                 ni pueden caminar juntas
                 por esta senda fragosa.
                 Y yo [sé] que en todo el cielo,
                 ni en la tierra, aunque espaciosa,
                 no hay cosa que sea gustosa
                 sin la dura cruz preciosa.

MÚSICOS:         "¡Dulces días, dulces ratos
                 los que en Sevilla se gozan;
                 y dulces comodidades
                 de aquella ciudad famosa,
                 do la libertad campea,
                 y en sucinta y amorosa
                 manera Venus camina
                 y a todos se ofrece toda,
                 y risueño el Amor canta
                 con mil pasajes de gloria:
                 No hay cosa que sea gustosa
                 sin Venus blanda, amorosa."
CRUZ:            Vade retro!, Sa[ta]nás,
                 que para mi gusto ahora
                 no hay cosa que sea gustosa
                 sin la dura cruz preciosa.

Vanse los demonios, gritando


ANTONIO:             Hacerme quiero mil cruces;
                 he visto lo que aún no creo.
                 Afuera el temor, pues veo
                 que viene gente con luces.
CRUZ:                ¿Qué hace aquí, fray Antonio?
ANTONIO:         Estaba mirando atento
                 una danza de quien siento
                 que la guïaba el demonio.
CRUZ:                Debía de estar durmiendo,
                 y soñaba.
ANTONIO:                     No, a fe mía,
                 padre Cruz, yo no dormía.

[Salen], a este punto, dos CIUDADANOS, con sus lanternas, y el
PRIOR

CIUDADANO 1:     Señor, como voy diciendo,
                     pone gran lástima oílla:
                 que no hay razón de provecho
                 para enternecerle el pecho
                 ni de su error divertilla;
                     y, pues habemos venido
                 a tal hora a este convento
                 por remedio, es argumento
                 que es el daño muy crecido.
PRIOR:               Que diga que Dios no puede
                 perdonalla, caso extraño;
                 es ése el mayor engaño
                 que al pecador le sucede.
                     Fray Cristóbal de la Cruz
                 está en pie, quizá adivino
                 que ha de hacer este camino,
                 y en él dar a este alma luz.
                     Padre, su paternidad
                 con estos señores vaya,
                 y cuanto pueda la raya
                 suba de su caridad,
                     que anda muy listo el demonio
                 con un alma pecadora.
                 Vaya con el padre.
ANTONIO:                            ¿Ahora?
PRIOR:           No replique, fray Antonio.