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TEXTOS ELECTRÓNICOS / ELECTRONIC TEXTS

Obras de Cervantes. Association for Hispanic Classical Theater, Inc.

Obras de Cervantes / El rufian dichoso / parte 6ª

Electronic text by J T Abraham and Vern G.Williamsen

ANTONIO:             Vamos, que a mí se me alcanza
                 poco o nada, o me imagino
                 que he de ver en el camino
                 la no fantástica danza
                     de denantes.
CRUZ:                              Calle un poco,
                 si puede.
CIUDADANO 2:                 Señor, tardamos,
                 y será bien que nos vamos.
ANTONIO:         Todos me tienen por loco
                     en aqueste monesterio.
CRUZ:            No hable entre dientes; camine,
                 y esas danzas no imagine,
                 que carecen de misterio.
PRIOR:               Vaya con Dios, padre mío.
CIUDADANO 1:     Con él vamos muy contentos.
CRUZ:            ¡Favorezca mis intento[s]
                 Dios, de quien siempre confío!

Sale un CLÉRIGO y Doña ANA de Treviño, y acompañamiento
CLÉRIGO: Si así la cama la cansa, puede salir a esta sala. D. [ANA]: Cualquiera parte halla mala la que en ninguna descansa. CLÉRIGO: Lleguen esas sillas. D. [ANA]: Cierto, que me tiene su porfía, padre, helada, yerta y fría, y que ella sola me ha muerto. No me canse ni se canse en persuadirme otra cosa, que no soy tan amorosa que con lágrimas me amanse. ¡No hay misericordia alguna que me valga en suelo o cielo! CLÉRIGO: Toda la verdad del cielo a tu mentira repugna. En Dios no hay menoridad de poder, y, si la hubiera, su menor parte pudiera curar la mayor maldad. Es Dios un bien infinito, y, a respeto de quien es, cuanto imaginas y ves viene a ser punto finito. D. [ANA]: Los atributos de Dios son iguales; no os entiendo, ni de entenderos pretendo. Matáisme, y cansáisos vos. ¡Bien fuera que Dios ahora, sin que en nada reparara, sin más ni más, perdonara a tan grande pecadora! No hace cosa mal hecha, y así, no ha de hacer aquésta. CLÉRIGO: ¿Hay locura como ésta? D. [ANA]: No gritéis, que no aprovecha.
[Salen], a este instante, el padre CRUZ y fray ANTONIO, y pónese el padre a escuchar lo que está diciendo el CLÉRIGO, el cual prosigue diciendo
CLÉRIGO: Pues nació para salvarme Dios, y en cruz murió enclavado, perdonará mi pecado, si está en menos perdonarme. De su parte has de esperar, que de la tuya no esperes, el gran perdón que no quieres, que él se estrema en perdonar. Deus cui proprium est misereri semper, et parcere, et misericordia eius super omnia opera eius. Y el rey, divino cantor, las alabanzas que escuchas, después que ha dicho otras muchas dice de aqueste tenor: Misericordias tuas, Domine, in aeternum cantabo. La mayor ofensa haces a Dios que puedes hacer: que, en no esperar y temer, parece que le deshaces, pues vas contra el atributo que él tiene de omnipotente, pecado el más insolente, más sin razón y más bruto. En dos pecados se ha visto, que Judas quiso extremarse, y fue el mayor ahorcarse que el haber vendido a Cristo. Hácesle agravio, señora, grande en no esperar en él, porque es paloma sin hiel con quien su pecado llora. Cor contritum et humiliatum, Deus, non despicies. El corazón humillado, Dios por jamás le desprecia; antes, en tanto le precia que es fee y caso averiguado que [se] regocija el cielo cuando con nueva conciencia se vuelve a hacer penitencia un pecador en el suelo. El padre Cruz está aquí, buen suceso en todo espero. CRUZ: Prosiga, padre, que quiero estarle atento. D. [ANA]: ¡Ay de mí, que otro moledor acude a acrecentar mi tormento! ¡Pues no ha de mudar mi intento, aunque más trabaje y sude! ¿Qué me queréis, padre, vos, que tan hinchado os llegáis? ¡Bien parece que ignoráis cómo para mí no hay Dios! No hay Dios, digo, y mi malicia hace, con mortal discordia, que esconda misericordia el rostro, y no la justicia. CRUZ: Dixit insipiens in corde suo: non est Deus. Vuestra humildad, señor, sea servida de encomendarme a Dios, que quiero mostrarme sucesor en su pelea.
Híncanse de rodillas el CLÉRIGO, fray ANTONIO y el padre CRUZ, y los circustantes todos
¡Dichosa del cielo puerta, que levantó la caída y resucitó la vida de nuestra esperanza muerta! ¡Pide a tu parto dichoso que ablande aquí estas entrañas, y muestre aquí las hazañas de su corazón piadoso! Et docebo iniquos vias tuas, et impii ad te convertentur. Mi señora doña Ana de Treviño, estando ya tan cerca la partida del otro mundo, pobre es el aliño que veo en esta amarga despedida. Blancas las almas como blanco armiño han de entrar en la patria de la vida, que ha de durar por infinitos siglos, y negras donde habitan los vestiglos. Mirad dónde queréis vuestra alma vaya: escogedle la patria a vuestro gusto. D. [ANA]: La justicia de Dios me tiene a raya: no me ha de perdonar, por ser tan justo; al malo la justicia le desmaya; no habita la esperanza en el injusto pecho del pecador, ni es bien que habite. CRUZ: Tal error de tu pecho Dios le quite.

En la hora que la muerte a la pobre vida alcanza, se ha de asir de la esperanza el alma que en ello advierte; que, en término tan estrecho, y de tan fuerte rigor, no es posible que el temor sea al alma de provecho. El esperar y el temer en la vida han de andar juntos; pero en la muerte otros puntos han de guardar y tener. El que, en el palenque puesto, teme a su contrario, yerra; y está, el que animoso cierra, a la vitoria dispuesto. En el campo estáis, señora; la guerra será esta tarde; mirad que no os acobarde el enemigo en tal hora. D. [ANA]: Sin armas, ¿cómo he de entrar en el trance riguroso, siendo el contrario mañoso y duro de contrastar? CRUZ: Confïad en el padrino y en el juez, que es mi Dios. D. [ANA]: Parece que dais los dos en un mismo desatino. D[e]jadme, que, en conclusión, tengo el alma de manera que no quiero, aunque Dios quiera, gozar de indulto y perdón. ¡Ay, que se me arranca el alma! ¡Desesperada me muero! CRUZ: Demonio, en Jesús espero que no has de llevar la palma desta empresa. ¡Oh Virgen pura! ¿Cómo vuestro auxilio tarda? ¡ángel bueno de su guarda, ved que el malo se apresura! Padre mío, no desista de la oración, rece más, que es arma que a Satanás le vence en cualquier conquista. ANTONIO: Cuerpo ayuno y desvelado fácilmente se empereza, y, más que reza, bosteza, indevoto y desmayado. D. [ANA]: ¡Que tan sin obras se halle mi alma! CRUZ: Si fe recobras, yo haré que te sobren obras. D. [ANA]: ¿Hállanse, a dicha, en la calle? ¿Y la[s] que he hecho hasta aquí han sido sino de muerte? CRUZ: Escucha un poco, y advierte lo que ahora diré. D. [ANA]: Di. CRUZ: Un religioso que ha estado gran tiempo en su religión, y con limpio corazón siempre su regla ha guardado, haciendo tal penitencia que mil veces el prïor le manda tiemple el rigor en virtud de la obediencia; y él, con ayunos continuos, con oración y humildad, busca de riguridad los más ásperos caminos: e[l] duro suelo es su cama; sus lágrimas, su bebida, y sazona su comida de Dios la amorosa llama; un canto aplica a su pecho con golpes, de tal manera que, aunque de diamante fuera, le tuviera ya deshecho; por huir del torpe vicio de la carne y su regalo, su camisa, aunque esté malo, es de un áspero silicio; descalzo siempre los pies, de toda malicia ajeno, amando a Dios por ser bueno, sin mirar otro interés. D. [ANA]: ¿Qué quieres deso inferir, padre? CRUZ: Que digáis, señora, si este tal podrá, en la hora angustiada del morir, tener alguna esperanza de salvarse. D. [ANA]: ¿Por qué no? ¡Ojalá tuviera yo la menor parte que alcanza de tales obras tal padre! Pero no tengo ni aun una que en esta angustia importuna a mis esperanzas cuadre. CRUZ: Yo os daré todas las mías, y tomaré el grave cargo de las vuestras a mi cargo. D. [ANA]: Padre, dime: ¿desvarías? ¿Cómo se puede hacer eso? CRUZ: Si te quieres confesar, los montes puede allanar de caridad el exceso. Pon tú el arrepentimiento de tu parte, y verás luego cómo en tus obras me entrego, y tú en aquellas que cuento. D. [ANA]: ¿Dónde están los fiadores que aseguren el concierto? CRUZ: Yo estoy bien seguro y cierto que nadie los dio mejores, ni tan grandes, ni tan buenos, ni tan ricos, ni tan llanos, puesto que son soberanos, y de inmensa alteza llenos. D. [ANA]: ¿A quién me dais? CRUZ: A la pura, sacrosanta, rica y bella que fue madre y fue doncella, crisol de nuestra ventura. A Cristo crucificado os doy por fiador también; dóyosle niño en Belén, perdido y después hallado. D. [ANA]: Los fiadores me contentan; los testigos, ¿quién serán? CRUZ: Cuantos en el cielo están y en sus escaños se sientan. D. [ANA]: El contrato referid, porque yo quede enterada de la merced señalada que me hacéis. CRUZ: Cielos, oíd: Yo, fray Cristóbal de la Cruz, indigno religioso y profeso en la sagrada orden del patriarca felicísimo Domingo santo, en esta forma digo: Que al alma de doña Ana de Treviño, que está presente, doy de buena gana todas las buenas obras que yo he hecho en caridad y en gracia, desde el punto que dejé la carrera de la muerte y entré en la de la vida; doyle todos mis ayunos, mis lágrimas y azotes, y el mérito santísimo de cuantas misas he dicho, y asimismo doyle mis oraciones todas y deseos, que han tenido a mi Dios siempre por blanco; y, en contracambio, tomo sus pecados, por inormes que sean, y me obligo de dar la cuenta dellos en el alto y eterno tribunal de Dios eterno, y pagar los alcances y las penas que merecieren sus pecados todos. Mas es la condición deste concierto que ella primero de su parte ponga la confesión y el arrepentimiento. ANTONIO: ¡Caso jamás oído es éste, padre! CLÉRIGO: Y caridad jamás imaginada. CRUZ: Y, para que me crea y se asegure, le doy por fïadores a la Virgen Santísima María y a su Hijo, y a las once mil vírgines benditas, que son mis valedoras y abogadas; y a la tierra y el cielo hago testigos, y a todos los presentes que me escuchan. Moradores del cielo, no se os pase esta ocasión, pues que podéis en ella mostrar la caridad vuestra encendida; pedid al gran Pastor de los rebaños del cielo y de la tierra que no deje que lleve Satanás esta ovejuela que él almagró con su preciosa sangre. Señora, ¿no aceptáis este concierto? D. [ANA]: Sí acepto, padre, y pido, arrepentida, confesión, que me muero. CLÉRIGO: ¡Obras son éstas, gran Señor, de las tuyas! ANTONIO: ¡Bueno queda el padre Cruz ahora, hecha arista el alma, seca y sola como espárrago! Paréceme que vuelve al Sicut erat, y que deja el breviario y se acomoda con el barcelonés y la de ganchos. Siempre fue liberal, o malo, o bueno. D. [ANA]: Padre, no me dilate este remedio; oiga las culpas que a su cargo quedan, que, si no le desmayan por ser tantas, yo moriré segura y confïada que he de alcanzar perdón de todas ellas. CRUZ: Padre, vaya al convento, y dé esta nueva a nuestro padre, y ruéguele que haga general oración, dando las gracias a Dios deste suceso milagroso, en tanto que a esta nueva penitente oigo de confesión. ANTONIO: A mí me place. CRUZ: Vamos do estemos solos. D. [ANA]: En buen hora. CLÉRIGO: ¡Oh bienaventurada pecadora!

FIN DE LA SEGUNDA JORNADA