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TEXTOS ELECTRÓNICOS / ELECTRONIC TEXTS

Obras de Cervantes. Association for Hispanic Classical Theater, Inc.

Obras de Cervantes / El rufian dichoso / parte 7ª

Electronic text by J T Abraham and Vern G.Williamsen

JORNADA TERCERA

[Sale] un CIUDADANO y el PRIOR

 

CIUDADANO [1]:       Oigan los cielos y la tierra entienda
                 tan nueva y tan estraña maravilla,
                 y su paternidad a oílla atienda;
                     que, puesto que no pueda referilla
                 con aquellas razones que merece,
                 peor será que deje de decilla.
                     Apenas a la vista se le ofrece
                 doña Ana al padre Cruz, sin la fe pura
                 que a nuestras esperanzas fortalece,
                     cuando, con caridad firme y segura,
                 hizo con ella un cambio de tal suerte,
                 que cambió su desgracia en gran ventura.
                     Su alma de las garras de la muerte
                 eterna arrebató, y volvió a la vida,
                 y de su pertinacia la divierte;
                     la cual, como se viese enriquecida
                 con la dádiva santa que el bendito
                 padre le dio sin tasa y sin medida,
                     alzó al momento un piadoso grito
                 al cielo, y confesión pidió llorando,
                 con voz humilde y corazón contrito;
                     y, en lo que antes dudaba no dudando,
                 de sus deudas dio cuenta muy estrecha
                 a quien agora las está pagando;
                     y luego, sosegada y satisfecha,
                 todos los sacramentos recebidos,
                 dejó la cárcel de su cuerpo estrecha.
                     Oyéronse en los aires divididos
                 coros de voces dulces, de manera
                 que quedaron suspensos los sentidos;
                     dijo al partir de la mortal carrera
                 que las once mil vírgines estaban
                 todas en torno de su cabecera;
                     por los ojos las almas distilaban
                 de gozo y maravilla los presentes,
                 que la süave música escuchaban;
                     y, apenas por los aires transparentes
                 voló de la contrita pecadora
                 el alma a las regiones refulgentes,
                     cuando en aquella misma feliz hora
                 se vio del padre Cruz cubierto el rostro
                 de lepra, adonde el asco mismo mora.
                     Volved los ojos, y veréis el monstruo,
                 que lo es en santidad y en la fiereza,
                 cuya fealdad a nadie le da en rostro.

[Sale] el padre CRUZ, llagado el rostro y las manos; tráenle dos CIUDADANOS de los brazos, y fray ANTONIO
CRUZ: Acompaña a la lepra la flaqueza; no me puedo tener. ¡Dios sea bendito, que así a pagar mi buen deseo empieza! PRIOR: Por ese tan borrado sobreescrito no podrá conoceros, varón santo, quien no os mirare muy de hito en hito. CRUZ: Padre Prior, no se adelante tanto vuestra afición que me llaméis con nombre que me cuadra tan mal, que yo me espanto. Inútil fraile soy, pecador hombre, puesto que me acompaña un buen deseo; mas no dan los deseos tal renombre. CIUDADANO [1]: En vos contemplo, padre Cruz, y leo la paciencia de Job, y su presencia en vuestro rostro deslustrado veo. Por la ajena malicia la inocencia vuestra salió, y pagó tan de contado, cual lo muestra el rigor desta dolencia. Obligástesos hoy, y habéis pagado hoy. CRUZ: A lo menos, de pagar espero, pues de mi voluntad quedé obligado. CIUDADANO 2: ¡Oh, en la viña de Dios gran jornalero! ¡Oh caridad, brasero y fragua ardiente! CRUZ: Señores, hijo soy de un tabernero; y si es que adulación no está presente, y puede la humildad hacer su oficio, cese la cortesía, aquí indecente. ANTONIO: Yo, traidor, que a la gula, en sacrificio del alma, y a la hampa, engendradora de todo torpe y asqueroso vicio, digo que me consagro desde agora para limpiar tus llagas y curarte, hasta el fin de mi vida o su mejora; y no tendrá conmigo alguna parte la vana adulación, pues, de contino, antes rufián que santo he de llamarte. Con esto no hallará ningún camino la vanagloria para hacerte guerra, enemigo casero y repentino. CIUDADANO 2: Venistes para bien de aquesta tierra. ¡Dios os guarde mil años, padre amado! CIUDADANO 1: ¡Sólo en su pecho caridad encierra! CRUZ: Padres, recójanme, que estoy cansado.
Éntranse todos, y salen dos demonios [SAQUIEL y VISIEL:]; el uno con figura de oso, y el otro como quisieren. (Esta visión fue verdadera, que ansí se cuenta en su historia)
SAQUIEL: ¡Que así nos la quitase de las manos! ¡Que así la mies tan sazonada nuestra la segase la hoz del tabernero! ¡Reniego de mí mismo, y aun reniego! ¡Y que tuviese Dios por bueno y justo tal cambalache! Estúvose la dama al pie de cuarenta años en sus vicios, desesperada de remedio alguno; llega estotro buen alma, y dale luego los tesoros de gracia que tenía adquiridos por Cristo y por sus obras. ¡Gentil razón, gentil guardar justicia, y gentil igualar de desiguales y contrapuestas prendas: gracia y culpa, bienes de gloria y del infierno males! VISIEL: Como fue el corredor desta mohatra la caridad, facilitó el contrato, puesto que desigual. SAQUIEL: Desa manera, más rica queda el alma deste rufo, por haber dado cuanto bien tenía, y tomado el ajeno mal a cuestas, que antes estaba que el contrato hiciese. VISIEL: No sé qué te responda; sólo veo que no puede ninguno de nosotros alabarse que ha visto en el infierno algún caritativo. SAQUIEL: ¿Quién lo duda? ¿Sabes qué veo, Visiel amigo? Que no es equivalente aquesta lepra que padece este fraile, a los tormentos que pasara doña Ana en la otra vida. VISIEL: ¿No adviertes que ella puso de su parte grande arrepentimiento? SAQUIEL: Fue a los fines de su malvada vida. VISIEL: En un instante nos quita de las manos Dios al alma que se arrepiente y sus pecados llora; cuanto y más, que ésta estaba enriquecida con las gracias del fraile hi de bellaco. SAQUIEL: Mas deste generoso, a lo que entiendes, ¿qué será dél agora que está seco e inútil para cosa desta vida? VISIEL: ¿Aqueso ignoras? ¿No sabes que conocen sus frailes su virtud y su talento, su ingenio y su bondad, partes bastantes para que le encomienden su gobierno? SAQUIEL: ¿Luego, será prior? VISIEL: ¡Muy poco dices! Provincial le verás. SAQUIEL: Ya lo adivino. En el jardín está; tú no te muestres, que yo quiero a mis solas darle un toque con que siquiera a ira le provoque.