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TEXTOS ELECTRÓNICOS / ELECTRONIC TEXTS

Obras de Cervantes. Association for Hispanic Classical Theater, Inc.

Obras de Cervantes / El rufian dichoso / parte 9ª

Electronic text by J T Abraham and Vern G.Williamsen

ÁNGEL:               Ahora digo, fray Antonio,
                 que tiene, sin duda alguna,
                 es esa lengua importuna
                 entretejido el demonio;
                     que si ello no fuera ansí
                 nunca tal cosa dijera[s].
ANTONIO:         Fray Ángel, no hablo de veras;
                 pero conviene esto aquí.
                     Gusta este sante de verse
                 vituperado de todos,
                 y va huyendo los modos
                 do pueda ensoberbecerse.
                     Mira qué confuso está
                 por la nueva que le has dado.
ÁNGEL:           Puesto le tiene en cuidado.
ANTONIO:         El cargo no aceptará.
CRUZ:                ¿No saben estos benditos
                 como soy simple y grosero,
                 y hijo de un tabernero,
                 y padre de mil delitos?
ANTONIO:             Si yo pudiera dar voto
                 a fe que no te le diera;
                 antes, a todos dijera
                 la vida que de hombre roto
                     en Sevilla y en Toledo
                 te vi hacer.
CRUZ:                           Tiempo te queda:
                 dila, amigo, porque pueda
                 escaparme deste miedo
                     que tengo de ser prelado,
                 cargo para mí indecente:
                 que, ¿a qué será suficiente
                 hombre que está tan llagado
                     y que ha sido un...?
ANTONIO:                                 ¿Qué? ¿Rufián?
                 Que por Dios, y así me goce,
                 que le vi reñir con doce
                 de heria y de San Román;
                     y en Toledo, en las Ventillas,
                 con siete terciopeleros,
                 él hecho zaque, ellos cueros,
                 le vide hacer maravillas.
                     ¡Qué de capas vi a sus pies!
                 ¡Qué de broqueles rajados!
                 ¡Qué de cascos abollados!
                 Hirió a cuatro: huyeron tres.
                     Para aqueste ministerio
                 sí que le diera mi voto,
                 porque en él fuera el más doto
                 rufián de nuestro hemisferio;
                     pero para ser prïor
                 no le diera yo jamás.
CRUZ:            ¡Oh, cuánto en lo cierto estás,
                 Antonio!
ANTONIO:                     ¡Y cómo, señor!
CRUZ:                Así cual quieres te goces,
                 cristiano, y fraile, y sin mengua,
                 que des un filo a la lengua
                 y digas mi vida a voces.

[Sale] el PRIOR y otro fraile de
acompañamiento

PRIOR:               Vuestra paternidad nos dé las manos,
                 y bendición con ellas.
CRUZ:                                   Padres míos,
                 ¿adónde a mí tal sumisión?
PRIOR:                                        Mi padre
                 es ya nuestro prelado.
ANTONIO:                                ¡Buenos cascos
                 tienen, por vida mía, los que han hecho
                 semejante elección!
PRIOR:                               Pues qué, ¿no es santa?
ANTONIO:         A un Job hacen prïor, que no le falta
                 si no es el muladar y ser casado
                 para serlo del todo. ¡En fin: son frailes!
                 Quien tiene el cuerpo de dolores lleno,
                 ¿cómo podrá tener entendimiento
                 libre para el gobierno que requiere
                 tan peligroso y trabajoso oficio
                 como el de ser prior? ¿No lo ven claro?
CRUZ:            ¡Oh qué bien que lo ha dicho fray Antonio!
                 ¡El cielo se lo pague! Padres míos,
                 ¿no miran cuál estoy, que en todo el cuerpo
                 no tengo cosa sana? Consideren
                 que los dolores turban los sentidos,
                 y que ya no estoy bueno para cosa,
                 si no es para llorar y dar gemidos
                 a Dios por mis pecados infinitos.
                 Amigo fray Antonio, di a los padres
                 mi vida, de quien fuiste buen testigo;
                 diles mis insolencias y recreos,
                 la inmensidad descubre de mis culpas,
                 la bajeza les di de mi linaje,
                 diles que soy de un tabernero hijo,
                 porque les haga todo aquesto junto
                 mudar de parecer.
PRIOR:                             Excusa débil
                 es ésa, padre mío; a lo que ha sido,
                 ha borrado lo que es. Acepte y calle,
                 que así lo quiere Dios.
CRUZ:                                   ¡Él sea bendito!
                 Vamos, que la experiencia dará presto
                 muestras que soy inútil.
ANTONIO:                                ¡Vive el cielo,
                 que merece ser Papa tan buen fraile!
ÁNGEL:           Que será provincial, yo no lo dudo.
ANTONIO:         Aqueso está de molde. Padre, vamos,
                 que es hora de curarte.
CRUZ:                                   Sea en buen hora.
ANTONIO:         Va a ser prïor, ¿y por no serlo llora?

[Vanse].  Salen LUCIFER, con corona y cetro, el más
galán demonio y bien
vestido que ser pueda, y SAQUIEL y VISIEL, como quisieren, de demonios
feos

LUCIFER:             Desde el instante que salimos fuera
                 de la mente eternal, ángeles siendo,
                 y con soberbia voluntad y fiera
                 fuimos el gran pecado aprehendiendo,
                 sin querer ni poder de la carrera
                 torcer donde una vez fuimos subiendo,
                 hasta ser derribados a este asiento,
                 do no se admite el arrepentimiento.
                     Digo que desde entonces se recoge
                 la fiera envidia en este pecho fiero,
                 de ver que el cielo en su morada acoge
                 a quien pasó también de Dios el fuero.
                 En mí se extiende y en Adán se encoge
                 la justicia de Dios, manso y severo,
                 y dél gozan los hombres in eterno,
                 y mis secuaces, deste duro infierno.
                     Y, no contento Aquél que dio en un palo
                 la vida, que fue muerte de la muerte,
                 de verme despojado del regalo
                 de mi primera aventajada suerte,
                 quiere que se alce con el cielo un malo,
                 un pecador blasfemo, y que se acierte
                 a salvar en un corto y breve instante
                 un ladrón que no tuvo semejante.
                     La pecadora pública arrebata
                 de sus pies el perdón de sus pecados,
                 y su historia santísima dilata
                 por siglos en los años prolongados;
                 un cambiador, que en sus usuras trata,
                 deja a sola una voz sus intricados
                 libros, y por manera nunca vista
                 le pasa a ser divino coronista.
                     Y agora quiere que un rufián se asiente
                 en los ricos escaños de la gloria,
                 y que su vida y muerte nos la cuente
                 alta, famosa y verdadera historia.
                 Por esto inclino la soberbia frente,
                 y quiero que mi angustia sea notoria
                 a vosotros, partícipes y amigos,
                 y de mi mal y mi rancor testigos;
                     no para que me deis consuelo alguno,
                 pues tenerle nosotros no es posible,
                 sino porque acudáis al oportuno
                 punto que hasta los santos es terrible.
                 Este rufián, cual no lo fue ninguno,
                 por su fealdad al mundo aborrecible,
                 está ya de partida para el cielo,
                 y humilde apresta el levantado vuelo.
                     Acudid y turbadle los sentidos,
                 y entibiad, si es posible, su esperanza,
                 y de sus vanos pasos y perdidos
                 hacedle temerosa remembranza;
                 no llegue alegre voz a sus oídos
                 que prometa segura confïanza
                 de haber cumplido con la deuda y cargo
                 que por su caridad tomó a su cargo.
                     ¡Ea!, que expira ya, después que ha hecho
                 prïor y provincial tan bien su oficio,
                 que tiene al suelo y cielo satisfecho,
                 y da de que es gran santo gran indicio.
SAQUIEL:         No será nuestra ida de provecho,
                 porque será de hacerle beneficio,
                 pues siempre que a los brazos he venido
                 con él, queda con palma y yo vencido.
LUCIFER:             Mientras no arroja el postrimero aliento,
                 bien se puede esperar que en algo tuerza
                 el peso, puesto en duda el pensamiento;
                 que a veces puede mucho nuestra fuerza.
VISIEL:          Yo cumpliré, señor, tu mandamiento:
                 que adonde hay más bondad, allí se esfuerza
                 más mi maldad. Allá voy diligente.
LUCIFER:         Todos venid, que quiero estar presente.

[Vanse] todos, y salen tres ALMAS, vestidas con tunicelas de
tafetán
blanco, velos sobre los rostros y velas encendidas

ALMA 1:              Hoy, hermanas, que es el día
                 en quién, por nuestro consuelo,
                 las puertas ha abierto el cielo
                 de nuestra carcelería,
                     para venir a este punto
                 todo lleno de misterio,
                 viendo en este monasterio
                 al gran Cristóbal difunto,
                     al alma devota suya
                 bien será la acompañemos,
                 y a la región le llevemos
                 do está la eterna Aleluya.
ALMA 2:              Felice jornada es ésta,
                 santa y bienaventurada,
                 pues se hará, con su llegada,
                 en todos los cielos fiesta:
                     que, llevando en compañía
                 alma tan devota nuestra,
                 darán más claro la muestra
                 de júbilo y de alegría.
ALMA 3:              Ella abrió con oraciones,
                 ayunos y sacrificios,
                 de nuestra prisión los quicios,
                 y abrevió nuestras pasiones.
                     Cuando en libertad vivía,
                 de nosotras se acordaba,
                 y el rosario nos rezaba
                 con devoción cada día;
                     y, cuando en la religión
                 entró, como habemos visto,
                 muerto al diablo y vivo a Cristo,
                 aumentó la devoción.
                     Ni por la riguridad
                 de las llagas que en sí tuvo
                 jamás indevoto estuvo,
                 ni falto de caridad.
                     Prïor siendo y provincial,
                 tan manso y humilde fue,
                 que hizo de andar a pie
                 y descalzo gran caudal.
                     Trece años ha que ha vivido
                 llagado, de tal manera
                 que, a no ser milagro, fuera
                 en dos días consumido.
ALMA 1:              Remite sus alabanzas
                 al lugar donde caminas,
                 que allí las darán condignas
                 al valor que tú no alcanzas;
                     y mezclémonos agora
                 entre su acompañamiento,
                 escuchando el sentimiento
                 deste su amigo que llora.

[Vanse].  Sale fray ANTONIO llorando, y trae un lienzo manchado
de
sangre

ANTONIO:             Acabó la carrera
                 de su cansada vida;
                 dio al suelo los despojos;
                 del cuerpo voló al cielo la alma santa.
                 ¡Oh padre, que en el siglo
                 fuiste mi nube obscura,
                 mas en el fuerte asilo,
                 que así es la religión, mi norte fuiste!
                 Trece años ha que lidias,
                 por ser caritativo
                 sobre el humano modo,
                 con podredumbre y llagas insufribles;
                 mas los manchados paños
                 de tus sangrientas llagas
                 se estiman más agora
                 que delicados y olorosos lienzos:
                 con ellos mil enfermos
                 cobran salud entera;
                 mil veces les imprimen
                 los labios más ilustres y señores.
                 provincial, anduvieron
                 a pie infinitas leguas
                 por lodos, por barrancos, por malezas,
                 agora son reliquias,
                 agora te los besan
                 tus súbditos, y aun todos
                 cuantos pueden llegar a donde yaces.
                 Tu cuerpo, que ayer era
                 espectáculo horrendo,
                 según llagado estaba,
                 hoy es bruñida plata y cristal limpio:
                 señal que tus carbunclos,
                 tus grietas y aberturas,
                 que podrición vertía[n],
                 estaban por milagro en ti, hasta tanto
                 que la deuda pagases
                 de aquella pecadora
                 que fue limpia en un punto:
                 ¡tanto tu caridad con Dios valía!

[Sale] el PRIOR

PRIOR:               Padre Antonio, deje el llanto,
                 y acuda a cerrar las puertas,
                 porque si las halla abiertas
                 el pueblo, que acude tanto,
                     no nos han de dar lugar
                 para enterrar a su amigo.
ANTONIO:         Aunque se cierren, yo digo
                 que ha poco de aprovechar.
                     No ha de bastar diligencia,
                 pero con todo, allá iré.

[Sale] fray ÁNGEL

ÁNGEL:           ¿Dónde vas, padre?
ANTONIO:                             No sé.
ÁNGEL:           Acuda su reverencia,
                     que está toda la ciudad
                 en el convento, y se arrojan
                 sobre el cuerpo, y le despojan
                 con tanta celeridad.
                     Y el virrey está también
                 en su celda.
PRIOR:                          Padre Antonio,
                 venga a ver el testimonio
                 que el cielo da de su bien.

[Vanse] todos.  Salen dos CIUDADANOS: el uno con lienzo de
sangre,
y el otro con un pedazo de capilla

CIUDADANO 1:         ¿Qué lleváis vos?
CIUDADANO 2:                            Un lienzo de sus llagas.
                 ¿Y vos?
CIUDADANO 1:              De su capilla este pedazo,
                 que le precio y le tengo en más estima
                 que si hallara una mina.
CIUDADANO 2:                               Pues salgamos
                 aprisa del convento, no nos quiten
                 los frailes las reliquias.
CIUDADANO 1:                                ¡Bueno es eso!
                 ¡Antes daré la vida que volvellas!

[Sale] otro CIUDADANO

CIUDADANO 3:     Yo soy, sin duda, la desgracia misma;
                 no he podido topar de aqueste santo
                 siquiera con un hilo de su ropa,
                 puesto que voy contento y satisfecho
                 con haberle besado cuatro veces
                 los santos pies, de quien olor despide
                 del cielo; pero tal fue él en la tierra.
                 El virrey le trae en hombros, y sus frailes,
                 y aquí, en aquesta bóveda del claustro,
                 le quieren enterrar. Música suena;
                 parece que es del cielo, y no lo dudo.

Traen al santo tendido en una tabla, con muchos rosarios sobre el
cuerpo;
tráenle en hombros sus frailes y el virrey; suena lejos música de
flautas o
chirimías; cesando la música, dice a voces dentro LUCIFER; o, si
quisieren,
salgan los demonios al teatro

LUCIFER:         Aun no puedo llegar siquiera al cuerpo,
                 para vengar en él lo que en el alma
                 no pude: tales armas le defienden.
SAQUIEL:         No hay arnés que se iguale al del rosario.
LUCIFER:         Vamos, que en sólo verle me confundo.
SAQUIEL:         No habemos de parar hasta el profundo.
ANTONIO:         ¿Oyes, fray Ángel?
ÁNGEL:                              Oigo, y son los diablos.
VIRREY:          Háganme caridad sus reverencias,
                 que torne yo otra vez a ver el rostro
                 deste bendito padre.
PRIOR:                                  Sea en buen hora.
                 Padres, abajen, pónganle [en el suelo],
                 que, pues la devoción de su excelencia
                 se extiende a tanto, bien será agradalle.
VIRREY:          ¿Que es este el rostro que yo vi ha dos días
                 de horror y llagas y materias lleno?
                 ¿Las manos gafas son aquéstas, cielo?
                 ¡Oh alma que, volando a las serenas
                 regiones, nos dejaste testimonio
                 del felice camino que hoy has hecho!
                 Clara y limpia la caja do habitaste,
                 abrasada primero y ahumada
                 con el fuego encendido en que se ardía,
                 todo de caridad y amor divino.
CIUDADANO 1:     Déjennosle besar sus reverencias
                 los pies siquiera.
PRIOR:                                Devoción muy justa.
VIRREY:          Hagan su oficio, padres, y en la tierra
                 escondan esta joya tan del cielo;
                 esa esperanza nuestro mal remedia.
                 Y aquí da fin felice esta comedia.

FIN DE LA COMEDIA