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TEXTOS ELECTRÓNICOS / ELECTRONIC TEXTS

Obras de Cervantes. Association for Hispanic Classical Theater, Inc.

Obras de Cervantes / La gran sultana / parte 2ª

Electronic text by J T Abraham and Vern G.Williamsen

Sale Doña Catalina de Oviedo, gran SULTANA, vestida a la turquesca
SULTANA: Rustán, ¿qué hay? RUSTÁN: Mi señora, de nuestra temprana muerte es ya llegada la hora: que así el alma me lo advierte, pues en mi costancia llora; que, aunque parezco mujer, nunca suelo yo verter lágrimas que den señal de grande bien o gran mal, como suele acontecer. Mamí, señora, ha notado, con astucia y con maldad, el tiempo que te he guardado, y ha juzgado mi lealtad por traición y por pecado. Al Gran Señor va derecho a contar por malo el hecho que yo he tenido por bueno, de malicia y rabia lleno el siempre maligno pecho. SULTANA: ¿Qué hemos de hacer? RUSTÁN: Esperar la muerte con la entereza que se puede imaginar, aunque sé que a tu belleza sultán ha de respetar. No te matará sultán; quien muera será Rustán, como deste caso autor. SULTANA: ¿Es crüel el Gran Señor? RUSTÁN: Nombre de blando le dan; pero, en efecto, es tirano. SULTANA: Con todo, confío en Dios, que su poderosa mano ha de librar a los dos deste temor, que no es vano; y si estuvieren cerrados los cielos por mis pecados, por no oír mi petición, dispondré mi corazón a casos más desastrados. No triunfará el inhumano del alma; del cuerpo, sí, caduco, frágil y vano. RUSTÁN: Este suceso temí de mi proceder cristiano. Mas no estoy arrepentido; antes, estoy prevenido de paciencia y sufrimiento para cualquiera tormento. SULTANA: Con mi intención has venido. Dispuesta estoy a tener por regalo cualquier pena que me pueda suceder. RUSTÁN: Nunca a muerte se condena tan gallardo parecer. Hallarás en tu hermosura, no pena, sino ventura; yo, por el contrario estremo, hallaré, como lo temo, en el fuego sepultura. SULTANA: Bien podrá ofrecerme el mundo cuantos tesoros encierra la tierra y el mar profundo; podrá bien hacerme guerra el contrario sin segundo con una y otra legión de su infernal escuadrón; pero no podrán, Dios mío, como yo de vos confío, mudar mi buena intención. En mi tierna edad perdí, Dios mío, la libertad, que aun apenas conocí; trújome aquí la beldad, Señor, que pusiste en mí; si ella ha de ser instrumento de perderme, yo consiento, petición cristiana y cuerda, que mi belleza se pierda por milagro en un momento; esta rosada color que tengo, según se muestra en mi espejo adulador, marchítala con tu diestra; vuélveme fea, Señor; que no es bien que lleve palma de la hermosura del alma la del cuerpo. RUSTÁN: Dices bien. Mas no es bien que aquí se estén nuestros sentidos en calma, sin que demos traza o medio de buscar a nuestra culpa o ya disculpa, o remedio. SULTANA: Del remedio a la disculpa hay grandes montes en medio. Vámonos a apercebir, amigo, para morir cristianos. RUSTÁN: Remedio es ése del más subido interese que al Cielo puedes pedir.
[Vanse]. Salen MAMÍ, el eunuco, y el gran TURCO
MAMÍ: Morato Arráez, Gran Señor, te la presentó, y es ella la primera y la mejor que del título de bella puede llevarse el honor. De tus ojos escondido este gran tesoro ha sido por industria de Rustán seis años, y a siete van, según la cuenta he tenido. TURCO: ¿Y del modo que has contado es hermosa? MAMÍ: Es tan hermosa como en el jardín cerrado la entreabierta y fresca rosa a quien el sol no ha tocado; o como el alba serena, de aljófar y perlas llena, al salir del claro Oriente; o como sol al Poniente, con los reflejos que ordena. Robó la naturaleza lo mejor de cada cosa para formar esta pieza, y así, la sacó hermosa sobre la humana belleza. Quitó al cielo dos estrellas, que puso en las luces bellas de sus bellísimos ojos, con que de amor los despojos se aumentan, pues vive en ellas. El todo y sus partes son correspondientes de modo, que me muestra la razón que en las partes y en el todo asiste la perfección. Y con esto se conforma el color, que hace la forma hermosa en un grado inmenso. TURCO: Este loco, a lo que pienso, de alguna diosa me informa. MAMÍ: A su belleza, que es tanta que pasa al imaginar, su discreción se adelanta. TURCO: Tú me la harás adorar por cosa divina y santa. MAMÍ: Tal jamás la ha visto el sol, ni otra fundió en su crisol el cielo que la compuso; y, sobre todo, le puso el desenfado español. Digo, señor, que es divina la beldad desta cautiva, en el mundo peregrina. TURCO: De verla el deseo se aviva. ¿Y llámase? MAMÍ: Catalina, y es de Oviedo el sobrenombre. TURCO: ¿Cómo no ha mudado el nombre, siendo ya turca? MAMÍ: No sé; como no ha mudado fe, no apetece otro renombre. TURCO: ¿Luego, es cristiana? MAMÍ: Yo hallo por mi cuenta que lo es. TURCO: ¿Cristiana, y en mi serrallo? MAMÍ: Más deben de estar de tres; mas, ¿quién podrá averiguallo? Si otra cosa yo supiera, como aquésta, la dijera, sin encubrir un momento dicho o hecho o pensamiento que contra ti se ofreciera. TURCO: Descuido es vuestro y maldad. MAMÍ: Yo sé decir que te adoro y sirvo con la lealtad y con el justo decoro que debo a tu majestad. TURCO: Al serrallo iré esta tarde a ver si hiela o si arde la belleza única y sola de tu alabada española. MAMÍ: Mahoma, señor, te guarde.
[Vanse] estos dos. Salen MADRIGAL, cautivo, y ANDR[EA], en hábito de griego
MADRIGAL: ¡Vive Roque, canalla barretina, que no habéis de gozar de la cazuela, llena de boronía y caldo prieto! ANDREA: ¿Con quién las has, cristiano? MADRIGAL: No con naide. ¿No escucháis la bolina y la algazara que suena dentro desta casa?
Dice dentro un JUDÍO
JUDÍO [1]: ¡Ah perro! ¡El Dío te maldiga y te confunda! ¡[J]amás la libertad amada alcances! ANDREA: Di: ¿por qué te maldicen estos tristes? MADRIGAL: Entré sin que me viesen en su casa, y en una gran cazuela que tenían de un guisado que llaman boronía, les eché de tocino un gran pedazo. ANDREA: Pues, ¿quién te lo dio a ti? MADRIGAL: Ciertos jenízaros mataron en el monte el otro día un puerco jabalí, que le vendieron a los cristianos de Mamud Arráez, de los cuales compré de la papada lo que está en la cazuela sepultado para dar sepultura a estos malditos, con quien tengo rencor y mal talante; a quien el diablo pape, engulla y sorba.
Pónese un JUDÍO a la ventana
JUDÍO [1]: ¡Mueras de hambre, bárbaro insolente; el cuotidiano pan te niegue el Dío; andes de puerta en puerta mendigando; échente de la tierra como a gafo, agraz de nuestros ojos, espantajo, de nuestra sinagoga asombro y miedo, de nuestras criaturas enemigo el mayor que tenemos en el mundo! MADRIGAL: ¡Agáchate, judío! JUDÍO [1] ¡Ay, sin ventura, que entrambas sienes me ha quebrado! ¡Ay triste! ANDREA: Sí, que no le tiraste. MADRIGAL: ¡Ni por pienso! ANDREA: Pues, ¿de qué se lamenta el hideputa?
Dice dentro otro JUDÍO
JUDÍO [2]: Quítate, Zabulón, de la ventana, que ese perro español es un demonio, y te hará pedazos la cabeza con sólo que te escupa y que te acierte. ¡Guayas, y qué comida que tenemos! ¡Guayas, y qué cazuela que se pierde! MADRIGAL: ¿Los plantos de Ramá volvéis al mundo, canalla miserable? ¿Otra vez vuelves, perro? JUDÍO [2]: ¡Qué!, ¿aún no te has ido? ¿Por ventura quieres atosigarnos el aliento? MADRIGAL: ¡Recógeme este prisco!
Dicen dentro
¿No aprovecha decirte, Zabulón, que no te asomes? Déjale ya en mal hora; éntrate, hijo. ANDREA: ¡Oh gente aniquilada! ¡Oh infame, oh sucia raza, y a qué miseria os ha traído vuestro vano esperar, vuestra locura y vuestra incomparable pertinacia, a quien llamáis firmeza y fee inmudable contra toda verdad y buen discurso! Ya parece que callan; ya en silencio pasan su burla y hambre los mezquinos. Español, ¿conocéisme? MADRIGAL: Juraría [q]ue en mi vida os he visto. ANDREA: Soy Andrea, la espía. MADRIGAL: ¿Vos, Andrea? ANDREA: Sí, sin duda. MADRIGAL: ¿El que llevó a Castillo y Palomares, mis camaradas? ANDREA: Y el que llevó a Meléndez, a Arguijo y Santisteban, todos juntos, y en Nápoles los dejó a sus anchuras, de la agradable libertad gozando.