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TEXTOS ELECTRÓNICOS / ELECTRONIC TEXTS

Obras de Cervantes. Association for Hispanic Classical Theater, Inc.

Obras de Cervantes / La gran sultana / parte 7ª

Electronic text by J T Abraham and Vern G.Williamsen

JORNADA TERCERA

Salen RUSTÁN y MAMÍ

MAMÍ: A no volver tan presto del grave parasismo, la Sultana quedara sin padre, y sin maestro el elefante. Volvió, y a voces dijo: "¿Qué es de mi padre? ¡Ay triste! ¿Adónde está mi padre?," buscándole por todo con la vista. Sin esperar respuestas de preguntas tardías, el gran señor mandóme que acudiese a quitar del palo o fuego a los dos tarasíes, certísimo adivino que el más anciano era de su querida prenda el padre amado. Corrí, llegué, y hallélos a tiempo que ya estaba aguzando el verdugo las puntas de los palos del suplicio. El español maestro, apenas se vio libre, cuando, dando dos brincos, dijo: "¡Gracias a Dios y a mi dicípulo!;" creyendo, a lo que creo, que le daban la vida porque él el habla diese que tiene prometida al elefante. Al padre anciano truje ante la Gran Sultana, que con abrazos tiernos le recibió, besándole mil veces. Allí se dieron cuenta, aunque en razones cortas, de mil sucesos varios al padre y a la hija acontecidos. Finalmente, mandóme el Gran Señor que hiciese cómo en la judería se alojase su suegro. Ordena que le sirvan a la cristiana usanza, con pompa y aparato que dé fe de su amor y su grandeza. RUSTÁN: ¡Extraño caso es éste! Ámala tiernamente; su voluntad se rige por la de la cristiana. Al gran cadí no quiso escuchar, sospechoso que con reprehensiones pesadas sus intentos afearía. Quiere de aquí a dos días con ella y sus cautivas holgarse en el serrallo con bailes y con danzas cristianiscas. Músicos he buscado, cautivos y españoles, que alegres solenicen la fiesta, en el serrallo jamás vista. ¿Haré que vayan limpios y vestidos de nuevo? MAMÍ: Sí, pero como esclavos. RUSTÁN: A dar lugar el tiempo, mejor fuera que fueran como libres, con plumas y con galas, representando al vivo los saraos que en España se acostumbran. MAMÍ: No te metas en eso, pues ves que no es posible. RUSTÁN: Ya la Sultana tiene un vestido español. MAMÍ: ¿Y quién le hizo? [RUSTÁN]: Un judío le trujo de Argel, a do llegaron dos galeras de corso, colmas de barcas, fuertes de despojos, y allí compró el judío el vestido que he dicho. MAMÍ: Será indecencia grande vestirse una sultana ropa ajena. RUSTÁN: Tiene tanto deseo de verse sin el traje turquesco, que imagino que de jerga y sayal se vestiría, como el vestido fuese cortado a lo cristiano. MAMÍ: A mí, mas que se vista de hojas de palmitos o lampazos. RUSTÁN: Mamí, vete en buen hora, porque he de hacer mil cosas. MAMÍ: Y yo dos mil y tantas en el servicio del señor Oviedo.

[Vanse]. Salen la SULTANA y [CRISTIANO], su padre, vestido de negro

CRISTIANO: Hija, por más que me arguyas, no puedo darme a entender sino que has venido a ser lo que eres por culpas tuyas; quiero decir, por tu gusto: que, a tenerle más cristiano, no gozara este tirano de gusto que es tan injusto. ¿Qué señales de cordeles descubren tus pies y brazos? ¿Qué ataduras o qué lazos fueron para ti crüeles? De tu propia voluntad te has rendido, convencida desta licenciosa vida, desta pompa y majestad. SULTANA: Si yo de consentimiento pacífico he convenido con el deste descreído, ministro de mi tormento, todo el Cielo me destruya, y, atenta a mi perdición, se me vuelva en maldición, padre, la bendición tuya. Mil veces determiné antes morir que agradalle; mil veces, para enojalle, sus halagos desprecié; pero todo mi desprecio, mis desdenes y arrogancia fueron medio y circustancia para tenerme en más precio. Con mi celo le encendía, con mi desdén le llamaba, con mi altivez le acercaba a mí cuando más huía. Finalmente, por quedarme con el nombre de cristiana, antes que por ser sultana, medrosa vine a entregarme. CRISTIANO: Has de advertir en tu mal, y sé que lo advertirás, que, por lo menos, estás, hija, en pecado mortal. Mira el estado que tienes, y mira cómo te vales, porque está lleno de males, aunque parece de bienes. SULTANA: Pues sabrás aconsejarme, dime, mas es disparate: ¿será justo que me mate, ya que no quieren matarme? ¿Tengo de morir a fuerza de mí misma? Si no quiere él que viva, ¿me requiere matarme por gusto o fuerza? CRISTIANO: Es la desesperación pecado tan malo y feo, que ninguno, según creo, le hace comparación. El matarse es cobardía y es poner tasa a la mano liberal del Soberano Bien que nos sustenta y cría. Esta gran verdad se ha visto donde no puede dudarse: que más pecó en ahorcarse Judas que en vender a Cristo. SULTANA: Mártir soy en el deseo, y, aunque por agora duerma la carne frágil y enferma en este maldito empleo, espero en la luz que guía al cielo al más pecador, que ha de dar su resplandor en mi tiniebla algún día; y desta cautividad, adonde reino ofendida, me llevará arrepentida a la eterna libertad. CRISTIANO: Esperar y no temer es lo que he de aconsejar, pues no se puede abreviar de Dios el sumo poder. En su confïanza atino, y no en mal discurso pinto deste ciego laberinto a la salida el camino; pero si fuera por muerte, no la huyas, está firme. SULTANA: Mis propósitos confirme el cielo en mi triste suerte, para que, poniendo el pecho al rigor jamás pensado, él quede de mí pagado y vos, padre, satisfecho. Y voyme, porque esta tarde tengo mucho en que entender; que el Gran Señor quiere hacer de mis donaires alarde. Si os queréis hallar allí, padre, en vuestra mano está. CRISTIANO: ¿Cómo hallarse allí podrá quien está perdido aquí? Guardarás de honestidad el decoro en tus placeres, y haz aquello que supieres alegre y con brevedad; da indicios de bien crïada y bien nacida. SULTANA: Sí haré, puesto que sé que no s[é] de gracias algo, ni aun nada. CRISTIANO: ¡Téngate Dios de su mano! ¡Ve con él, prenda querida, malcontenta y bien servida; yo, triste y alegre en vano!

[Vanse], y la SULTANA se ha de vestir a lo cristiano, lo más bizarramente que pudiere. Salen los dos MÚSICOS, y MADRIGAL con ellos, como cautivos, con sus almillas coloradas, calzones de lienzo blanco, borceguíes negros, todo nuevo, con vueltas sin lechuguillas. MADRIGAL traiga unas sonajas, y los demás sus guitarras. Señálanse los MÚSICOS primero y segundo

[MÚSICO] 1: Otro es esto que estar al pie del palo, esperando la burla que os tenía algo de mal talante. MADRIGAL: ¡Por San Cristo, que estaba algo mohíno! Media entena habían preparado y puesto a punto para ser asador de mis redaños. [MÚSICO] 2: ¿Quién os metió a ser sastre? MADRIGAL: El que nos mete agora a todos tres a ser poetas, Músicos y danzantes y bailistas: el diablo, a lo que creo, y no otro alguno. [MÚSICO] 1: A no volver en sí la Gran Sultana tan presto, ¡cuál quedábades, bodega! MADRIGAL: Como conejo asado, y no en parrillas. ¡Mirad este tirano! [MÚSICO] 2: Hablad pasito. ¡Mala Pascua os dé Dios! ¿No se os acuerda de aquel refrán que dicen comúnmente que las paredes oyen? MADRIGAL: Hablo paso, y digo... [MÚSICO] 1: ¿Qué decís? No digáis nada. MADRIGAL: Digo que el Gran Señor tiene sus ímpetus, como otro cualquier rey de su tamaño, y temo que a cualquiera zancadilla que demos en la danza ha de pringarnos. [MÚSICO] 2: ¿Y sabéis vos danzar? MADRIGAL: Como una mula; pero tengo un romance correntío, que le pienso cantar a la loquesca, que trata ad longum todo el gran suceso de la grande sultana Catalina. [MÚSICO] 1: ¿Cómo lo sabéis vos? MADRIGAL: Su mismo padre me lo ha contado todo ad pedem litere. [MÚSICO] 2: ¿Qué cantaremos más? MADRIGAL: Mil zarabandas, mil zambapalos lindos, mil chaconas, y mil pésame dello, y mil folías. [MÚSICO] 1: ¿Quién las ha de bailar? MADRIGAL: La Gran Sultana. [MÚSICO] 2: Imposible es que sepa baile alguno, porque de edad pequeña, según dicen, perdió la libertad. MADRIGAL: Mirad, Capacho, no hay mujer española que no salga del vientre de su madre bailadora. [MÚSICO] 1: Ésa es razón que no la contradigo; pero dudo en que baile la Sultana por guardar el decoro a su persona. [MÚSICO] 2: También danzan las reinas en saraos. MADRIGAL: Verdad; y a solas mil desenvolturas, guardando honestidad, hacen las damas. [MÚSICO] 1: Si nos hubieran dado algún espacio para poder juntarnos y acordarnos, trazáramos quizá una danza alegre, cantada a la manera que se usa en las comedias que yo vi en España; y aun Alonso Martínez, que Dios haya, fue el primer inventor de aquestos bailes, que entretienen y alegran juntamente, más que entretiene un entremés [de] hambriento, ladrón o apaleado. [MÚSICO] 2: Verdad llana. MADRIGAL: Desta vez nos empalan; désta vamos a ser manjar de atunes y de tencas. [MÚSICO] 1: Madrigal, ésa es mucha cobardía; mentiroso adivino siempre seas.

[Sale] RUSTÁN

RUSTÁN: Amigos, ¿estáis todos? MADRIGAL: Todos juntos, como nos ves, con nuestros instrumentos; pero todos con miedo tal, que temo que habemos de oler mal desde aquí a poco. RUSTÁN: Limpios y bien vestidos vais, de nuevo; no temáis, y venid, que ya os espera el Gran Señor. MADRIGAL: [Yo] juro a mi pecado que voy. ¡Dios sea en mi ánima! [MÚSICO] 2: No temas, que nos haces temer sin cosa alguna, y ayuda a los osados la Fortuna.

[Vanse]. Sale MAMÍ a poner un estrado, con otros dos o tres garzones; tienden una alfombra turca, con cinco o seis almohadas de terciopelo de color

MAMÍ: Tira más desa parte, Muza, tira; entra por los cojines tú, Arnaute; y tú, Bairán, ten cuenta que las flores se esparzan por do el Gran Señor pisare, y enciende los pebetes. ¡Ea, acabemos!

Hácese todo esto sin responder los garzones, y, en estando puesto el estrado, entra el Gran TURCO, RUSTÁN y los MÚSICOs y MADRIGAL

TURCO: ¿Sois español[es], por ventura? MADRIGAL: Somos. TURCO: ¿De Aragón o andaluces? MADRIGAL: Castellanos. TURCO: ¿Soldados, o oficiales? MADRIGAL: Oficiales. TURCO: ¿Qué oficio tenéis vos? MADRIGAL: ¿Yo? Pregonero. TURCO: Y éste, ¿qué oficio tiene? MADRIGAL: Guitarrista: quiero decir que tañe una guitarra peor ochenta veces que su madre. TURCO: ¿Qué habilidad esotro tiene? MADRIGAL: Grande: costales cose, y sabe cortar guantes. TURCO: ¡Por cierto, los oficios son de estima! MADRIGAL: ¿Quisieras tú, señor, que el uno fuera herrero, y maestro de hacha fuera el otro, y el otro polvorista, o, por lo menos, maestro de fundar artillería? TURCO: A serlo, os estimara y regalara sobre cuantos cautivos tengo. MADRIGAL: Bueno; en humo se nos fuera la esperanza de tener libertad. TURCO: Cuando Alá gusta, hace cautivo aquél, y aquéste libre: no hay al querer de Alá quien se le oponga. Mirad si viene Catalina. RUSTÁN: Viene, y adonde pone la hermosa planta un clavel o azucena se levanta.

[Sale] la SULTANA, vestida a lo cristiano, como ya he dicho, lo más ricamente que pudiere; trae al cuello una cruz pequeña de ébano; salen con ella ZAIDA y ZELINDA, que son Clara y Lamberto, y los tres garzones que pusieron el estrado

TURCO: Bien vengas, humana diosa, con verdad, y no opinión; más que los cielos hermosa, centro do mi corazón se alegra, vive y reposa; a mis ojos más lozana que de abril fresca mañana, cuando, en brazos de la aurora, pule, esmalta, borda y dora el campo y al mundo ufana. No es menester mudar traje para que os rinda, contento, todo el orbe vasallaje. SULTANA: Tantas alabanzas siento que me han de servir de ultraje, pues siempre la adulación nunca dice la razón como en el alma se siente, y así, cuando alaba, miente. MADRIGAL: A un mentís, un bofetón. [MÚSICO]: Madrigal amigo, advierte dónde estamos; no granjees con tu lengua nuestra muerte. Turco Puede el valor que posees sobre el cielo engrandecerte. Ven, señora, y toma asiento, que hoy mi alma tiene intento, dulce fin de mis enojos, de hacerse toda ojos por mirarte a su contento.

Siéntese el TURCO y la SULTANA en las almohadas; quedan en pie RUSTÁN y MAMÍ y los MÚSICOs

MAMÍ: A la puerta está el cadí. TURCO: Ábrele, y entre, Mamí, pues no hay negarle la entrada. Esta visita me enfada, y más por hacerse aquí. Vendráme a reprehender, a reñir y a exagerar que tengo en mi proceder, como altivez en mandar, llaneza en obedecer. Inútil reprehensor ha de ser, porque el Amor, cuyas hazañas alabo, teniéndome por su esclavo no me deja ser señor.