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TEXTOS ELECTRÓNICOS / ELECTRONIC TEXTS

Obras de Cervantes. Association for Hispanic Classical Theater, Inc.

Obras de Cervantes / El trato de Argel / parte 4ª

Electronic text by J T Abraham and Vern G.Williamsen

JORNADA SEGUNDA

[Salen] YZUF y AURELIO
YSUF: Trecientos escudos di, Aurelio, por la doncella. Esto di al turco, que a ella alma y vida le rendí; y es poco, según es bella. Vendiómela de aburrido, que dice que no ha podido, mientras la tuvo en poder, en ningún modo atraer al amoroso partido. Púsela en casa de un moro, sin osarla traer acá, y allí está donde ella está todo mi bien y tesoro, y la gloria que amor da. Allí se ve la bondad junto con la crüeldad mayor que se vio en la tierra; y juntas, sin hacer guerra, belleza y honestidad. No pueden prometimientos ablandar su duro pecho. Veme en lágrimas deshecho, y ofrece siempre a los vientos cuantos servicios la he hecho. No echa de ver su ventura, ni cómo el dolor me apura poco a poco sospirando; antes, cuando yo más blando, entonces ella más dura. A casa quiero traella y reclinar en tu mano mi gozo más soberano: quizá tú podrás movella, siendo, como ella, cristiano; y desde aquí te prometo que, si conduces a efecto mi amorosa voluntad, de darte la libertad y serte amigo perfecto. AURELIO: En todo lo que quisieres, he, señor, de complacerte, por ser tu esclavo y por verte que melindres de mujeres te tengan de aquesa suerte. ¿De qué nación es la dama que te enciende en esa llama sin mirar a su interés? YSUF: Española dicen que es. AURELIO: ¿Y el nombre? YSUF: Silvia se llama. AURELIO: ¿Silvia? Una Silvia venía adonde yo cautivé, y, según que la miré, no en tanto allá se tenía. YSUF: ésa es: yo la compré. AURELIO: Si ella es, yo sé decir que es hermosa sin mentir, y que no es tan cruda altiva, que su condición esquiva a ninguno hace morir. Traéla a casa, señor, luego, y ten las riendas al miedo; y tú verás, si yo puedo, cómo a mis manos y ruego amaina el casto denuedo. YSUF: Yo voy; y, mientras se ordena su venida, por estrena del contento que me has dado, yo diré a mi renegado que te quite esa cadena.
Vase YZUF y queda AURELIO solo
AURELIO: ¿Qué es esto, cielos? ¿Qué he oído? ¿Es mi Silvia? Silvia es, cierto. ¿Es posible, oh hado incierto, que he de ver quien me ha tenido vivo en muerte, en vida muerto? ésta es mi Silvia, a quien llamo, a quien quiero y a quien amo más que a todo lo del suelo. ¡Gracias hago y doy al cielo, que a los dos ha dado un amo! Tregua tendrán mis enojos entre tanta desventura, pues, por estraña ventura, vendrán a mirar mis ojos tu sin igual hermosura. Y si della está rendido mi amo, está conocido que quien la supo mirar es imposible escapar de preso o de malherido. Y, pues que con tales bríos él descubre sus amores, si nos vemos, sus dolores se callarán y los míos te diré, que son mayores. Y, mientras pudiere ver tu hermosura y gentil ser, templaré mi desconsuelo, hasta que disponga el cielo de entrambos lo que ha de ser.
Vase AURELIO, y [Salen] MERCADERES moros (primero y segundo), y MAMÍ, soldado cosario. [Y luego] un PREGONERO, PADRE y MADRE [con FRANCISCO y JUAN sus] dos hijos cautivos
MERCADER [1]: En fin, Aydar, ¿que en Cerdeña habéis hecho la galima? MAMÍ: Sí; y aun no de poca estima, según se vio en la reseña. [MERCADER] 2: Dícennos que os dieron caza de Nápoles las galeras. MAMÍ: Sí dieron, mas no de veras, que el peso las embaraza. El ladrón que va a hurtar, para no dar en el lazo, ha de ir muy sin embarazo para huir, para alcanzar. Las galeras de cristianos, sabed, si no lo sabéis, que tienen falta de pies y que no les sobran manos; y esto lo causa que van tan llenas de mercancías, que, si bogasen dos días, un pontón no tomarán. Nosotros, a la ligera, listos, vivos como el fuego, y, en dándonos caza, luego pico al viento y ropa fuera, las obras muertas abajo, árbol y entena en cru jía, y así hacemos nuestra vía contra el viento sin trabajo; y el soldado más lucido, el más flaco y más membrudo, luego se muestra desnudo y del bogavante asido. Pero allá tiene la honra el cristiano en tal extremo, que asir en un trance el remo le parece que es deshonra; y, mientras ellos allá en sus trece están honrados, nosotros, dellos cargados, venimos sin honra acá. MERCADER 1: Esa honra y ese engaño nunca salga de su pecho, pues nuestro mayor provech[o] nace de su propio daño. Un mozo de poca edad destos sardos comprar quiero. MAMÍ: Ya los trae el pregonero vendiendo por la ciudad. [MERCADER] 2: ¿Hay españoles entre ellos? MAMÍ: Sí hay; que también tomamos una nave, y allí hallamos hasta viente y cuatro dellos.
Entra el PREGONERO, con el PADRE y la MADRE y los dos muchachos y un n[i]ño de teta a los pechos
PREGONERO: ¿Hay quien compre los perritos, y el viejo, que es el perrazo, y la vieja y su embarazo? Pues, ¡a fe que son bonitos! Déste me dan ciento y dos; déste docientos me dan; pero no los llevarán. ¡Pasá acá, perrazo, vos! [FRANCISCO]: ¿Qué es esto, madre? ¿Por dicha véndennos aquestos moros? MADRE: Sí, hijo; que sus tesoros los crece nuestra desdicha. PREGONERO: ¿Hay quien a comprar acierte el niño y la madre junto? MADRE: ¡Oh amargo y terrible punto, más terrible que la muerte! PADRE: ¡Sosegad, señora, el pecho; que si mi Dios ha ordenado ponernos en este estado, él sabe por qué lo ha hecho! MADRE: Destos hijos tengo pena, que no sé por dónde han de ir. PADRE: Dejad, señora, cumplir lo que el alto cielo ordena. [MERCADER] 1: ¿Qué han de dar déste, decí? PREGONERO: Ciento y dos escudos dan. MERCADER [2]: ¿Por ciento y diez darlo han? PREGONERO: No, si no pasáis de ahí. MERCADER [2]: ¿Está sano? PREGONERO: Sano está.
Ábrele la boca
MERCADER [2]: Abre; no tengas temor. [FRANCISCO]: ¡No me la saque, señor; que ella mi[sma se cairá]! MERCADER [2]: ¿Piensa que sacalle quiero el rapaz alguna muela? [FRANCISCO]: ¡Paso, señor, no me duela; tenga, quedo, que me muero! MERCADER 2: Destotro, ¿cuánto dan dél? PREGONERO: Docientos escudos dan. [MERCADER] 2: ¿Y por cuánto le darán? PREGONERO: Trecientos piden por él. [MERCADER] 1: Si te compro, ¿serás bueno? [FRANCISCO]: Aunque vos no me compréis, seré bueno. [MERCADER] 2: ¿Serlo heis? [FRANCISCO]: Ya lo soy, sin ser ajeno. MERCADER 1: Por éste doy ciento y treinta. PREGONERO: Vuestro es: venga el dinero. [MERCADER] 1: En casa dároslo quiero. MADRE: El corazón me revienta. [MERCADER] 1: Comprad, compañero, esotro. Ven, niño, vente a holgar. [JUAN]: No, señor; no he de dejar mi madre por ir con otro. MADRE: Ve, hijo, que ya no eres sino del que te ha comprado. [JUAN]: ¡Ay, madre! ¿Habéisme dejado? MADRE: ¡Ay, cielo, cuán crudo eres! [MERCADER 1]: Anda, rapaz, ven conmigo. [FRANCISCO]: Vámonos juntos, hermano. [JUAN]: No puedo, ni está en mi mano. PADRE: El cielo vaya contigo. MADRE: ¡Oh, mi bien y mi alegría, no se olvide de ti Dios! [FRANCISCO]: ¿Dónde me llevan sin vos, padre mío y madre mía? MADRE: ¿Quïeres que hable, señor, a mi hijo aun no un momento? Dame este breve contento, pues es eterno el dolor. M[ERCADER 1]: Cuanto quisieres le di, pues será la vez postrera. MADRE: Sí, pues ésta es la primera que en este trance me vi. [HI]JO [1]: Tenedme con vos aquí, madre, que voy no sé dónde. [MADRE]: La ventura se te asconde, [hi]jo, pues yo te pa[rí]. Hase escurecido el cielo, turbado los elementos, conjurado mar y vientos todos en tu desconsuelo No conoces tu desdicha, aunque estás bien dentro della, puesto que el no conocella lo puedes tener a dicha. Lo que te ruego, alma mía, pues el verte se me impide, es que nunca se te olvide rezar el Avemaría; que esta reina de bondad, de virtud y gracia llena, ha de limar tu cadena y volver tu libertad. Moro ¡Mirad la perra cristiana qué consejo da al muchacho! ¡Sí que no estaba él borracho como tú, sin seso, vana! [FRANCSICO]: Madre, al fin, ¿que no me quedo? ¿[Qu]e me llevan estos moros? MADRE: Contigo van mis tesoros. [FRANCISCO]: A fe que me ponen miedo. MADRE: Más miedo me queda a mí de verte ir donde vas, que nunca te acordarás de Dios, de ti, ni de mí; porque esos tus tiernos años, ¿qué prometen sino [aqu]esto, entre inicua gente puesto, fabricadora de engaños? PREGONERO: ¡Calla, vieja y mala pieza, si no quieres, por más mengua, que lo que dice tu lengua .........................[-eza] ¿Destotro hay quien me dé mas? Que es mas bello y más lozano que no es el otro su hermano. MERCADER 2: ¡Sus!, ¿en cuánto le darás? PREGONERO: ¿No os he dicho que trecientos escudos de oro por cuenta? [MERCADER] 2: ¿Quiés docientos y cincuenta? PREGONERO: [Es] dar voces a los vientos. [MERCADER] 2: Enamorado me ha el donaire del garzón; yo los doy en conclusión. PREGONERO: Dinero o señal me da. [MERCADER] 2: Cómo te llamas me di. [FRANCISCO]: Señor, Francisco me llamo. [MERCADER] 2: Pues que has mudado de amo, muda el Francisco en Mamí. [FRANCISCO]: ¿Para qué es mudar el nombre, si no ha de mudar la fe? [MERCADER] 2: Eso agora no lo sé. [FRANCISCO]: No hay castigo que me asombre.