imprimir

TEXTOS ELECTRÓNICOS / ELECTRONIC TEXTS

Obras de Cervantes. Association for Hispanic Classical Theater, Inc.

Obras de Cervantes / El trato de Argel / parte 8ª

Electronic text by J T Abraham and Vern G.Williamsen

AURELIO:         ¿Quién tiene de saber lo que yo hago?
                 Y una secreta culpa no merece
                 la pena que a la pública le es dada.
OCASIÓN:         Y más, que la ocasión mil ocasiones
                 te ofrecerá secretas y escondidas.
AURELIO:         Y más, que a cada paso se me ofrecen
                 secretas ocasiones infinitas.
                 ¡Cerrar quiero con una! ¡Aurelio, paso,
                 que no es de caballero lo que piensas,
                 sino de mal cristiano, descuidado
                 de lo que a Cristo y a su sangre debe!
NECESIDAD:       Misericordia tuvo y tiene Cristo
                 con que perdona siempre las ofensas
                 que por necesidad pura le hacen.
AURELIO:         Pero bien sabe Dios que aquí me fuerza
                 pura necesidad, y esto reciba
                 el cielo por disculpa de mi culpa.
OCASIÓN:         Agora es tiempo, Aurelio; agora puedes
                 asir a la ocasión por los cabellos.
                 ¡Mira cuán linda, dulce y amorosa
                 la mora hermosa viene a tu mandado!

Sale ZAHARA
ZAHARA: Aurelio, ¿solo estás? AURELIO: ¡Y acompañado! ZAHARA: ¿De quién? AURELIO: De un amoroso pensamiento. ZAHARA: ¿Quién es la causa? Di. AURELIO: Si te la digo, podría ser que ya no me llamases riguroso, crüel, desamorado. NECESIDAD: ¡Obrando va tu fuerza, compañera! OCASIÓN: ¿Pues no ha de obrar? Escucha en lo que para. ZAHARA: Si eso ansí fuese, Aurelio, dichosísima sería mi ventura, y tú serías no menos venturoso, dulce Aurelio. Y, porque más de espacio y más a solas me puedas descubrir tu pensamiento, sígueme, Aurelio, agora que se ofrece la ocasión de no estar Yzuf en casa. AURELIO: Sí siguiré, señora; que ya es tiempo de obedecerte, pues que soy tu esclavo. NECESIDAD: Por tierra va, Ocasión, el fundamento del bizarro cristiano. ¡Ya se rinde! OCASIÓN: ¡Tales combates juntas le hemos dado! Entrémonos con Zahara en su aposento, y allí de nuevo, cuando Aurelio entrare, tornaremos a darle tientos nuevos.
[Vanse la OCASIÓN y la NECESIDAD, y ZAHARA con ellos], y queda AURELIO solo
AURELIO: Aurelio, ¿dónde vas? ¿Para dó mueves el vagaroso paso? ¿Quién te guía? ¿Con tan poco temor de Dios te atreves a contentar tu loca fantasía? Las ocasiones fáciles y leves que el lascivo regalo al alma envía tienen de persuadirte y derribarte y al vano y torpe amor blando entregarte. ¿Es éste el levantado pensamiento y el propósito firme que tenías de no ofender a Dios, aunque en tormento acabases tus cortos, tristes días? ¿Tan presto has ofrecido y dado al viento las justas, amorosas fantasías, y ocupas la memoria de otras vanas, inhonestas, infames y livianas? ¡Vaya lejos de mí el intento vano! ¡Afuera, pensamiento malnacido! ¡Que el lazo enredador de amor insano, de otro más limpio amor será rompido! ¡Cristiano soy, y [he] de vivir cristiano; y, aunque a términos tristes conducido, dádivas o promesa, astucia o arte, no harán que un punto de mi Dios me apar[te]!
Sale FRANCISCO, el muchacho hermano del niño que vendieron en la segunda jornada, y dice
[FRANCISCO]: ¿Has visto, Aurelio, a mi hermano? AURELIO: ¿Dices a Juanico? FRANCISCO: Sí. AURELIO: Poquito habrá que le vi. FRANCISCO: ¡Oh sancto Dios soberano! AURELIO: ¿Padeces algún tormento, Francisco? FRANCISCO Sí; una fatiga que no sé como la diga, aunque sé cómo la siento; y no quieras saber más, para entender mi cuidado, sino que mi hermano ha dado el ánima a Satanás. AURELIO: ¿Ha renegado, por dicha? FRANCISCO: ¿Dicha llamas renegar? Si él lo viene a efectüar, ello será por desdicha. Ha dado ya la palabra de ser moro, y este intento en su tierno pensamiento con regalos siempre labra. AURELIO: Vesle, Francisco, a do asoma. ¡Bizarro viene, por cierto! FRANCISCO: Estos vestidos le han muerto: que él ¿qué sabe qué es Mahoma?
[Sale JUAN, el hermano de FRANCISCO]
AURELIO: Vengáis norabuena, Juan. JUAN: ¿No saben ya que me llamo... AURELIO: ¿Cómo? JUAN: ...ansí como mi amo? FRANCISCO: ¿En qué modo? JUAN: Solimán. FRANCISCO: ¡Tósigo fuera mejor, que envenenara aquel hombre que ansí te ha mudado el nombre! ¿Qué es lo que dices, traidor? JUAN: Perro, poquito de aqueso, que se lo diré a mi amo. ¿Porque Solimán me llamo, me amenaza? ¡Bueno es eso! FRANCISCO: ¡Abrázame, dulce hermano! JUAN: ¿Hermano? ¿De cuándo acá? ¡Apártase el perro allá; no me toque con la mano! FRANCISCO: ¿Por qué conviertes en lloro mi contento, hermano mío? JUAN: ése es grande desvarío. ¿Hay más gusto que ser moro? Mira este galán vestido, que mi amo me le ha dado, y otro tengo de brocado, más bizarro y más polido. Alcuzcuz como sabroso, sorbeta de azúcar bebo, y el corde, que es dulce, pruebo, y pilao, que es provechoso. Y en vano trabajarás de aplacarme con tu lloro; mas, si tú quieres ser moro, a fe que lo acertarás. Toma mis consejos sanos, y veráste mejorado. Adiós, porque es gran pecado hablar tanto con cristianos.
Vase [JUAN]
FRANCISCO: ¿Hay desventura igual en todo el suelo? ¿Qué red tiene el demonio aquí tendida con que estorba el camino de ir al cielo? ¡Oh tierna edad, cuán presto eres vencida, siendo en esta Sodoma recuestada y con falsos regalos combatida! AURELIO: ¡Oh, cuán bien la limosna es empleada en rescatar muchachos, que en sus pechos no está la santa fe bien ar[r]aigada! ¡Oh, si de hoy más, en caridad deshechos se viesen los cristianos corazones, y fuesen en el dar no tan estrechos, para sacar de grillos y prisiones al cristiano cativo, especialmente a los niños de flacas intenciones! En esta sancta obra ansí excelente, que en ella sola están todas las obras que a cuerpo y alma tocan juntamente. Al que rescatas, de perdido cobras, reduces a su patria el peregrino, quítasle de cien mil y más zozobras: de hambre, que le aflige de contino; de la sed insufrible, y de consejos que procuran cerrarle el buen camino; de muchos y continos aparejos que aquí el demonio tiende, con que toma a muchachos cristianos y aun a viejos. ¡Oh secta fementida de Mahoma; ancha casaca poco escrupulosa, con qué facilidad los simples doma! FRANCISCO: ¡Mándasme, buen Aurelio, alguna cosa? AURELIO: Dios te guíe, Francisco, y ten paciencia; que la mano bendita poderosa cura[rá] de tu hermano la dolencia.
Vase FRANCISCO, y, yéndose a salir AURELIO, sale SILVIA y dice
[SILVIA]: ¿Dó vas, Aurelio, dulce amado esposo? AURELIO: A verte, Silvia, pues tu vista sola es el perfecto alivio a mis trabajos. SILVIA: También el verte yo, mi caro Aurelio, es el remedio de mis graves daños.
Abrázanse, y estánlo mirando sus amos. [Salen los dos] y ZAHARA va a dar a SILVIA, YZUF a AURELIO
ZAHARA: ¡Perra! ¿Y esto se sufre ante mis ojos? YZUF: Perro, traidor esclavo! ¿Con la esclava? ZAHARA: No, no señor; no tiene culpa Aurelio, que al fin es hombre, sino esta perra esclava. YZUF: ¿La esclava? No señora. ¡Este maldito, forjador e inventor de mil embustes, tiene la culpa destas desvergüenzas! ZAHARA: Si esta lamida, si esta descarada no le diera ocasión, no se atreviera Aurelio ansí [a] abrazarla estrechamente. AURELIO: No, por cierto, señores; no ha nacido nuestra desenvoltura de ocasiones lascivas, según da las muestras dello, sino que a Silvia le rogaba agora me hiciese una merced que ha muchos días que se la pido, y no por mi interese; y ella también a mí me ha persuadido un servicio le hiciese que conviene para mejor servir la casa vuestra. Y, por habernos concedido entrambos aquello que pedía el uno al otro, en señal de contento nos hallastes de aquel modo que vistes abrazados, sin manchar los honestos pensamientos. YZUF: ¿Es verdad esto, Silvia? SILVIA: Verdad dice. YZUF: ¿Qué pediste tú a él? SILVIA: Poco te importa saber lo que yo a Aurelio le pedía. ZAHARA: ¿Concediótelo, en fin? SILVIA: Como yo quise. YZUF: Entraos adentro, que por fuerza os creo; porque, si no os creyese, convendría castigar vuestro exceso con mil penas.
[Vanse] AURELIO y SILVIA
Sabréis, señora, que en este mismo punto, viniendo por el Zoco, me fue dicho cómo el rey me mandaba que llevase a Silvia con Aurelio a su presencia; y tengo para mí que algún tresleño y mal cristiano, que a los dos conoce, al rey debe de haber significado cómo son de rescate estos cativos; y, como el rey está tan mal conmigo, porque acetar no quise el cargo y honra de reparar los fosos y murallas, quiéremelos quitar, sin duda alguna. ZAHARA: El remedio que en esto se me ofrece es advertir a Aurelio que no diga al rey que es caballero, sino un pobre soldado que iba a Italia, y que esta Silvia es su mujer; y si esto el rey creyese, no querrá por el tanto que costaron quitártelos, que el precio es muy subido. YZUF: Muy bien dices, señora; ven, entremos y demos este aviso a los dos juntos.
Vanse

FIN DE LA TERCERA JORNADA