imprimir

TEXTOS ELECTRÓNICOS / ELECTRONIC TEXTS

Obras de Cervantes. Association for Hispanic Classical Theater, Inc.

Obras de Cervantes / El trato de Argel / parte 9ª

Electronic text by J T Abraham and Vern G.Williamsen

JORNADA CUARTA

Entra el [ESCLAVO] que se huyó, descalzo, roto el vestido, y las piernas señaladas como que trae muchos rasgones de las espinas y zarzas por do ha pasado
[ESCLAVO 1]: Este largo camino, tanto pasar de breñas y montañas, y el bramido contino de fieras alimañas me tiene de tal suerte, que pienso de acabarle con mi muerte. El pan se me ha acabado, y roto entre jarales el vestido; los zapatos, rasgado; el brío, consumido; de modo que no puedo un pie del otro pie pasar un dedo. Ya la hambre me aqueja, y la sed insufrible me atormenta; ya la fuerza me deja; ya espero desta afrenta salir con entregarme a quien de nuevo quiera cautivarm[e]. He ya perdido el tino; no sé cuál es de Orán la cierta vía, ni senda ni camino la triste suerte mía me ofrece; mas, ¡ay laso!, que, aunque la hallase, no hay mover el pa[so], ¡Virgen bendita y bella, remediadora del linaje humano, sed Vos aquí la estrella que en este mar insano mi pobre barca guíe y de tantos peligros me desvíe! ¡Virgen de Monserrate, que esas ásperas sierras hacéis cielo, envïadme rescate, sacadme deste duelo, pues es hazaña vuestra al mísero caído dar la diestra! Entre estas matas quiero asconderme, porque es entrado el día; aquí morir espero. Santísima María, en este trance amargo, el cuerpo y alma dejo a vuestro cargo.
Échase a dormir entre unas matas, y sale un león y échase junto a él muy manso, y luego sale otro CRISTIANO, que también se ha huido de Argel, y dice
[CRISTIANO]: Estas pisadas no son, por cierto, de moro, no; cristiano las estampó, que con la misma intención debe de ir que llevo yo. De alárabes las pisadas son anchas y mal formadas, porque es ancho su calzado; el nuestro más escotado, y ansí son diferenciadas. Yo seguro que no está muy lejos de aquí escondido, porque el rastro he ya perdido; mas el sol alto está ya, y yo mal apercebido. Aquí me quiero esconder hasta que al anochecer [to]rne a seguir mi viaje; que en este mismo paraje Mostagán viene a caer. Pues el sol sale de allí, el norte hacia aquí se inclina: no está lejos la marina. ¡Oh, qué mal que estoy aquí! ¡Buen Jesús, tú me encamina, que mucho alárabe pasa por esta campaña rasa! Si hoy me he acertado a esconder, no me despido de ver, mis hijos, mujer y casa.
Escóndese, y luego sale un morillo [el MUCHACHO moro], como que va buscando yerbas, y ve escondido a este segundo cristiano, y comienza a dar voces: "¡Nizara, nizara!", a las cuales acuden otros moros y cogen al cristiano, y dándole de mojicones se [Van]. En entrando, despierta el primer cristiano, [el ESCLAVO 1] que está junto al león, y viéndole, se espanta y dice
[ESCLAVO 1]: ¡Sancto Dios! ¿Qué es lo que veo? ¡Qué manso y fiero león! Saltos me da el corazón; cumplido se ha mi deseo; libre soy ya de pasión, pues lo quiere mi ventura. Éste, con su fuerza dura, mis días acabará, y su vientre servirá al cuerpo de sepultura. Pero tanta mansedumbre no se ve ansí fácilmente en animal tan valiente, aunque su fiera costumbre, muestra a las veces clemente. Mas, ¿quién sabe si movido el cielo de mi gemido, este león me ha enviado para ser por él tornado al camino que he perdido? Sin duda es divina cosa, y asegúrame este intento que en mis espíritus siento, con fuerza maravillosa, un nuevo crecido aliento; y ya es caso averiguado que otro león ha llevado a la Goleta a un cautivo que le halló en un monte esquivo, hüido y descaminado. ¡Obra es ésta, Virgen pía, de vuestra divina mano, porque ya está claro y llano que el hombre que en vos confía no espera y confía en vano! Espérame, compañero, que yo determino y quiero seguirte doquier que fueres; que ya me parece que eres, no león, sino cordero.
[Vase] y vuelve a salir en la cuarta jornada con el león que le guía. Dice
Nunca con menos afán he caminado camino; y, aquello que yo imagino, no está muy lejos Orán. ¡Gracias te doy, Rey divino! ¡Virgen pura, a Vos alabo! Yo ruego llevéis al cabo tan estraña caridad; que, si me dais libertad, prometo seros esclavo.
Vase, y en la cuarta jornada salen dos cautivos: PEDRO y SAYAVEDRA
[PEDRO]: Siete escudos de oro he granjeado [co]n mi solicitud, industria y maña, [y au]n son pocos, según he trabajado. Nunca tuve otros tantos en España, cuando anduve en la guerra de Granada, armado nueve meses en campaña. SAYAVEDRA: ¿Cómo cayeron, Pedro en la celada los siete escudos hoy, por vida mía, cualque nueva campaña fabricada? PEDRO: Muy mal se negará a tu cortesía cualquier secreto mío. Escucha agora, y verás lo que he hecho en este día. En esta casa grande do Yzuf mora, renegado español que está casado con Zahara, la ilustre hermosa mora, está un cautivo nuevo, que es llamado Aurelio, y una Silvia, hermosa dama, de quién está el Aurelio enamorado. Los dos de principales tienen fama, y helo dicho yo al rey, y mandó darme los tres escudos déstos. SAYAVEDRA: ¡Gentil trama! PEDRO: Gentil o no gentil, si remediarme no puedo de otra suerte, y cada día he de dar mi jornal y sustentarme, ¿quieres que cate y guarde cortesía a quien puede pagar bien su rescate? ¡No reza esa oración mi ledanía! SAYAVEDRA: ¿Los otros cuatro? PEDRO: Son de un jaque y mate que he dado en una bolsa de un cristiano con un muy concertado disparate. Hele hecho tocar casi con mano que tengo ya una barca medio hecha, debajo de la tierra, allá en un llano. Queda desta verdad bien satisfecha, su voluntad, y, cierto, el bobo piensa alcanzar libertad ya desta hecha; y para ayuda, el gasto y la despensa de tablas, vela, pez, clavos y estopa, los cuatro dio con que compró su ofensa. SAYAVEDRA: ¡Desdichado de aquel que acaso topa contigo, Pedro, y tú más desdichado, que así cudicias la cristiana ropa! ¡En peligroso golfo has engolfado tu barca, de mentiras fabricada, y en ella tú serás sólo anegado! PEDRO: La de Noé, que está bien ancorada en las sierras de Armeña, sería buena, si no vale la mía acaso nada. Quizá nos llevará a Sierra Morena, pero, por cuatro escudos, buena es ésta, si acuden otros cuatro a caer carena. Ajenos pies han de subir la cuesta agria de mi trabajo, y yo, holgando, haré agasajo, regocijo y fiesta. ¿Qué piensas, Sayavedra? SAYAVEDRA: Estoy pensando cómo se echa a perder aquí un cristiano, y más, mientras más va, va peorando. Cautivo he visto yo que da de mano a todo aquello que su ley le obliga, y vive a veces vida de pagano. A otro le avasalla su fatiga, y en Dios y en ella ocupa el pensamiento; la abraza y la quiere como amiga. Y de ti sé que tienes el intento holgazán, embaidor y cudicioso, fundado sobre embustes sin cimiento. T[arde ha]brá libertad... PEDRO: ¡Estás donoso! [An]tes la tengo ya cierta y segura, sino que estoy un poco vergonzoso. Pienso mudar de nombre y vestidura, y llamarme Mamí. SAYAVEDRA: ¿Renegar quieres? PEDRO: Sí quiero, mas entiende de qué hechura. SAYAVEDRA: Reniega tú del modo que quisieres, que ello es muy gran maldad y horrible culpa, y correspondes mal a ser quien eres. PEDRO: Bien sé que la conciencia ya me culpa, pero tanto el salir de aquí deseo, que esta razón daré por mi disculpa. Ni niego a Cristo ni en Mahoma creo: con la voz y el vestido seré moro, por alcanzar el bien que no poseo. Si voy en corso, séme yo de coro que, en tocando en la tierra de cristianos, me huiré, y aun no vacío de tesoro. SAYAVEDRA: Lazos son ésos cudicioso[s], vanos, con que el demonio tienta fácilmente con el alma ligarte pies y manos. Un falso bien se muestra aquí aparente, que es tener libertad, y, en renegando, se te irá el procurarla de la mente, que siempre esperarás el cómo y cuándo: "Este año, no; el otro será cierto"; y ansí lo irás por años dilatando. Tiéneme en estos casos bien esperto muchos que he visto con tu mismo intento, y a ninguno llegar nunca a buen puerto. Y, puesto que llegases, ¿es buen cuento poner un tan inorme y falso medio para alcanzar el fin de tu contento? Daño puedes llamarle [a] tal remedio. PEDRO: Si no puede esperarse, ni es posible de mi necesidad otra salida para alcanzar la libertad gozosa, ¿es mucho aventurarse algunos días a ser moro no más de en la aparencia, si con esta cautela se granjea la amada libertad que [se] va huyendo? SAYAVEDRA: Si tú supieses, Pedro, a dó se extiende la perfectión de nuestra ley cristiana, verías cómo en ella se nos manda que un pecado mortal no se cometa, aunque se interesase en cometerle la universal salud de todo el mundo. Pues, ¿cómo quieres tú, por verte libre de libertad del cuerpo, echar mil hierro[s] al alma miserable, desdichada, cometiendo un pecado tan inorme como es negar a Cristo y a su Iglesia? PEDRO: ¿Dónde se niega Cristo ni su Iglesia? ¿Hay más de retajarse y decir ciertas palabras de Mahoma, y no otra cosa, sin que se miente a Cristo ni a sus santos, ni yo le negaré por todo el mundo, que acá en mi corazón estará siempre y él sólo el corazón quiere del hombre?