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OBRAS COMPLETAS de Miguel de Cervantes. Ediciones publicadas por Rudolph Schevill y Adolfo Bonilla. Madrid: Gráficas Reunidas, 1914-1944

La Galatea/Tomo I/Libro tercero

TERCERO LIBRO

DE GALATEA

El regozijado alboroto que, con la occasion de

las bodas de Daranio, aquella noche en el aldea

hauia, no fue parte para que Elicio, Tyrsi, Da-

mon y Erastro dexassen de acomodarse en par-

te donde, sin ser de alguno estoruados, pudiesse

seguir Silerio su començada historia; el qual,

despues que todos juntos grato silencio le pres-

taron, siguio desta manera:

—Con las fingidas estancias de Blanca que

os he dicho que a Timbrio dixe, quedó el satis-

fecho de que mi pena procedia, no de amores de

Nisida, sino de su hermana. Y, con este seguro,

pidiendome perdon de la falsa imaginacion que

de mi hauia tenido, me tornó a encargar su re-

medio. Y assi yo, oluidado del mio, no me des-

cuydé vn punto de lo que al suyo tocaua. Algu-

nos dias se passaron, en los quales la fortuna no

me mostro tan abierta occasion como yo quisiera

para descubrir a Nisida la verdad de mis pensa-

mientos, aunque ella siempre me preguntaua

cómo a mi amigo en sus amores le yua, y si su

LIBRO TERCERO

 

dama tenia ya alguna noticia dellos. A lo que

yo le dixe que todavia el temor de offenderla no

me dexaua auenturar a dezirle cosa alguna. De lo

qual Nisida se enojaua mucho, y me llamaua

couarde y de poca discrecion, añadiendo a esto

que, pues yo me acouardaua, o que Timbrio no

sentia el dolor que yo del publicaua, o que yo no

era tan verdadero amigo suyo como dezia. Todo

esto fue parte para que me determinasse y en

la primera occasion me descubriesse, como lo

hize vn dia que sola estaua, la qual escuchó con

estraño silencio todo lo que dezirle quise, y yo,

como mejor pude, le encareci el valor de Tim-

brio, el verdadero amor que le tenia, el qual era

de suerte, que me hauia mouido a mi a tomar

tan abatido exercicio como era el de truhan, sólo

por tener lugar de dezirle lo que le dezia, aña-

diendo a estas otras razones que a Nisida le de-

uio parecer que lo eran; mas no quiso mostrar

entonces por palabras lo que despues con obras

no pudo tener cubierto: antes con grauedad y

honestidad estraña reprehendio mi atreuimiento,

acusó mi osadia, afeó mis palabras, y desmayó

mi confiança; pero no de manera que me des-

terrasse de su presencia, que era lo que yo mas

temia; sólo concluyó con dezirme que, de alli

adelante, tuuiesse mas cuenta con lo que a su

honestidad era obligado, y procurasse que el ar-

tificio de mi mentido ábito no se descubriesse.

Conclusion fue esta que cerro y acabó la tra-

gedia de mi vida, pues por ella entendi que

Nisida daria oydos a las quexas de Timbrio.

LIBRO TERCERO

 

,,¿En que pecho pudo caber ni puede el estre-

mo de dolor que entonces en el mio se ence-

rraua, pues el fin de su mayor desseo era el re-

mate y fin de su contento? Alegrauame el buen

principio que al remedio de Timbrio hauia dado,

y esta alegria en mi pesar redundaua, por pa-

recerme, como era la verdad, que, en viendo a

Nisida en poder ageno, el proprio mio se aca-

baua. ¡O fuerça poderosa de verdadera amistad,

a quanto te estiendes y a quanto me obligaste,

pues yo mismo, forçado de tu obligacion, afilé

con mi industria el cuchillo que hauia de dego-

llar mis esperanças, las quales, muriendo en mi

alma, viuieron y resucitaron en la de Timbrio

quando de mi supo todo lo que con Nisida pas-

sado hauia! Pero ella andaua tan recatada con

el y conmigo, que nunca de todo punto dio a

entender que de la solicitud mia y amor de Tim-

brio se contentaua, ni menos se desdeñó de suer-

te que sus sinsabores y desuios hiziessen a los

dos abandonar la empresa, hasta que, hauiendo

llegado a noticia de Timbrio cómo su enemigo

Pransiles—aquel cauallero a quien el hauia

agrauiado en Xerez—, desseoso de satisfazer su

honra, le embiaua a desafiar, séñalandole cam-

po franco y seguro en vna tierra del estado del

duque de Grauina, dandole término de seys me-

ses, desde entonces hasta el dia de la batalla, el

cuydado deste auiso no fue parte para que se

descuydasse de lo que a sus amores conuenia;

antes, con nueua solicitud mia y seruicios suyos,

vino a estar Nisida de manera, que no se mos-

LIBRO TERCERO

 

traua esquiua aunque la mirasse Timbrio y en

casa de sus padres visitasse, guardando en todo

tan honesto decoro, quanto a su valor era obli-

gada. Acercandose ya el término del desafio, y

viendo Timbrio serle inescusable aquella jorna-

da, determinó de partirse, y, antes que lo hizies-

se, escriuio a Nisida vna carta tal, que acabó con

ella en vn punto lo que yo en muchos meses

atras y en muchas palabras no hauia comença-

do. Tengo la carta en la memoria, y, por hazer

al caso de mi cuento, no os dexaré de dezir que

assi dezia:

TIMBRIO A NISIDA

Salud te embia aquel que no la tiene,

Nisida, ni la espera en tiempo alguno

si por tus manos mismas no le viene.

El nombre aborrescible de importuno

temo me adquiriran estos renglones,

escriptos con mi sangre de vno en vno.

Mas la furia cruel de mis passiones

de tal modo me turba, que no puedo

huyr las amorosas sinrazones.

Entre vn ardiente osar y vn frio miedo,

arrimado a mi fe y al valor tuyo,

mientras esta rescibes triste quedo,

por ver que en escreuirte me destruyo,

si tienes a donayre lo que digo

y entregas al desden lo que no es suyo.

LIBRO TERCERO

 

El cielo verdadero me es testigo

si no te adoro desde el mesmo punto

que vi esse rostro hermoso y mi enemigo.

El verte y adorarte llegó junto,

porque ¿quien fuera aquel que no adorara

de vn angel bello el sin ygual trasumpto?

Mi alma tu belleza, al mundo rara,

vio tan curiosamente, que no quiso

en el rostro parar la vista clara.

Alla en el alma tuya vn parayso

fue descubriendo de bellezas tantas,

que dan de nueua gloria cierto auiso.

Con estas ricas alas te leuantas

hasta llegar al cielo, y en la tierra

al sabio admiras, y al que es simple espantas.

Dichosa el alma que tal bien encierra,

y no menos dichoso el que por ella

la suya rinde a la amorosa guerra.

En deuda soy a mi fatal estrella,

que me quiso rendir a quien encubre

en tan hermoso cuerpo alma tan bella.

Tu condicion, señora, me descubre

el desengaño de mi pensamiento,

y de temor a mi esperança cubre.

Pero, en fe de mi justo honroso intento,

hago buen rostro a la desconfiança,

y cobro al postrer punto nueuo aliento.

Dizen que no ay amor sin esperança;

pienso que es opinion que yo no espero,

y del amor la fuerça mas me alcança.

LIBRO TERCERO

 

Por sola tu bondad te adoro y quiero,

atraydo tambien de tu belleza,

que fue la red que amor tendio primero

para atraer con rara subtileza

al alma descuydada libre mia

al amoroso ñudo y su estrecheza.

Sustenta amor su mando y tyrania

con qualquiera belleza en algun pecho;

pero no en la curiosa fantasia,

que mira, no de amor el lazo estrecho

que tiende en los cabellos de oro fino,

dexando al que los mira satisfecho,

ni en el pecho, a quien llama alabastrino

quien del pecho no passa mas adentro,

ni en el marfil del cuello peregrino,

sino del alma el escondido centro

mira, y contempla mil bellezas puras

que le acuden y salen al encuentro.

Mortales y caducas hermosuras

no satisfazen a la immortal alma,

si de la luz perfecta no anda a escuras.

Tu sin ygual virtud lleua la palma

y los despojos de mis pensamientos,

y a los torpes sentidos tiene en calma.

Y en esta subjecion estan contentos,

porque miden su dura amarga pena

con el valor de tus merescimientos.

Aro en el mar y siembro en el arena

quando la fuerça estraña del desseo

a mas que a contemplarte me condemna.

LIBRO TERCERO

 

Tu alteza entiendo, mi baxeza veo,

y, en estremos que son tan differentes,

ni ay medio que esperar, ni le posseo.

Offrecense por esto inconuinientes

tantos a mi remedio, quantas tiene

el cielo estrellas y la tierra gentes.

Conozco lo que al alma le conuiene,

se lo mejor, y a lo peor me atengo,

lleuado del amor que me entretiene.

Mas ya, Nisida bella, al passo vengo,

de mi con mortal ansia desseado,

do acabaré la pena que sostengo.

El enemigo braço leuantado

me espera y la feroz aguda espada,

contra mi con tu saña conjurado.

Presto será tu voluntad vengada

del vano atreuimiento desta mia,

de ti sin causa alguna desechada.

Otro mas duro trance, otra agonia,

aunque fuera mayor que de la muerte,

no turbara mi triste fantasia,

si cupiera en mi corta amarga suerte

verte de mis desseos satisfecha,

assi como al contrario puedo verte.

La senda de mi bien hallola estrecha;

la de mi mal, tan ancha y espaciosa,

qual de mi desuentura ha sido hecha.

Por esta corre ayrada y pressurosa

la muerte, en tu desden fortalecida,

de triumphar de mi vida desseosa.

LIBRO TERCERO

 

Por aquella mi bien va de vencida,

de tu rigor, señora, perseguido,

qu'es el que ha de acabar mi corta vida.

A terminos tan tristes conduzido

me tiene mi ventura, que ya temo

al enemigo ayrado y offendido,

sólo por ver qu'el fuego en que me quemo

es yelo en esse pecho, y esto es parte

para que yo acouarde al passo estremo:

que, si tu no te muestras de mi parte

¿a quien no temera mi flaca mano,

aunque mas le acompañe esfuerço y arte?

Pero si me ayudaras, ¿que romano

o griego capitan me contrastara

que al fin su intento no saliera vano?

Por el mayor peligro me arrojara,

y de las fieras manos de la muerte

los despojos seguro arrebatara.

Tu sola puedes leuantar mi suerte

sobre la humana pompa, o derribarla

al centro do no ay bien con que se acierte.

Que, si como ha podido sublimarla

el puro amor, quisiera la fortuna

en la difficil cumbre sustentarla,

subida sobre el cielo de la luna

se viera mi esperança, que a(g)ora yaze

en lugar do no espera en cosa alguna.

Tal estoy ya, que ya me satisfaze

el mal que tu desden ayrado, esquiuo,

por tan estraños terminos me haze,

LIBRO TERCERO

 

sólo por ver que en tu memoria viuo,

y que te acuerdas, Nisida, siquiera

de hazerme mal, que yo por bien rescibo.

Con mas facilidad contar pudiera

del mar los granos de la blanca arena,

y las estrellas de la octaua esphera,

que no las ansias, el dolor, la pena

a qu'el fiero rigor de tu aspereza,

sin hauerte offendido, me condemna.

No midas tu valor con mi baxeza,

que, al respecto de tu ser famoso,

por tier[r]a quedará qualquiera alteza.

Assi qual soy te amo, y dezir oso

que me adelanto en firme enamorado

al mas subido término amoroso.

Por esto no merezco ser tratado

como enemigo; antes me parece

que deuria de ser remunerado.

Mal con tanta beldad se compadece

tamaña crueldad, y mal assienta

ingratitud do tal valor floresce.

Quisiera te pedir, Nisida, cuenta

de vn alma que te di: ¿donde la echaste,

o cómo, estando ausente, me sustenta?

Ser señora de vn alma no aceptaste;

pues ¿que te puede dar quien mas te quiera?

¡Quan bien tu presumpcion aqui mostra[s]te!

Sin alma estoy desde la vez primera

que te vi, por mi mal y por bien mio,

que todo fuera mal si no te viera.

LIBRO TERCERO

 

Alli el freno te di de mi aluedrio;

tu me gouiernas; por ti sola viuo,

y aun puede mucho mas tu poderio.

En el fuego de amor puro me auiuo

y me deshago, pues, qual fenix, luego

de la muerte de amor vida rescibo.

En fe desta mi fe, te pido y ruego

sólo que creas, Nisida, que es cierto

que viuo ardiendo en amoroso fuego,

y que tu puedes ya, despues de muerto,

reduzirme a la vida, y, en vn punto,

del mar ayrado conduzirme al puerto.

Que está para conmigo en ti tan junto

el querer y el poder, que es todo vno,

sin discrepar y sin faltar vn punto;

y acabo, por no ser mas importuno.

,,No se si las razones desta carta, o las muchas

que yo antes a Nisida hauia dicho, assegurando-

le el verdadero amor que Timbrio la tenia, o los

continuos seruicios de Timbrio, o los cielos, que

assi lo tenian ordenado, mouieron las entrañas

de Nisida para que, en el punto que la acabó de

leer, me llamasse, y con lagrimas en los ojos me

dixesse: "¡Ay, Silerio, Silerio, y cómo creo que

a costa de la salud mia has querido granjear la

de tu amigo! Hagan los hados, que a este pun-

to me han traydo, con las obras de Timbrio

verdaderas tus palabras; y si las vnas y las otras

me han engañado, tome de mi offensa vengan-

ça el cielo, al qual pongo por testigo de la fuer-

ça que el desseo me haze, para que no le tenga

LIBRO TERCERO

 

mas encubierto. Mas ay, quan liuiano descargo

es este para tan pesada culpa, pues deuiera yo

primero morir callando porque mi honrra viuie-

ra, que, con dezir lo que agora quiero dezirte,

enterrarla a ella y acabar mi vida!,, Confuso me

tenian estas palabras de Nisida, y mas el sobre-

salto con que las dezia; y, queriendo con las

mias animarla a que sin temor alguno se decla-

rasse, no fue menester importunarla mucho, que

al fin me dixo que, no sólo amaua, pero que

adoraua a Timbrio, y que aquella voluntad tu-

uiera ella cubierta siempre, si la forçosa occa-

sion de la partida de Timbrio no la forçara a

descubrirla. ,,Qual yo quedé, pastores, oyendo lo que Ni-

sida dezia y la voluntad amorosa que tener a

Timbrio mostraua, no es possible encarecerlo, y

aun es bien que carezca de encarecimiento do-

lor que a tanto se estiende, no porque me pe-

sasse de ver a Timbrio querido, sino de verme

a mi impossibilitado de tener jamas contento,

pues estaua y está claro que, ni podia, ni puedo

viuir sin Nisida, a la qual, como otras vezes he

dicho, viendola en agenas manos puesta, era

enagenarme yo de todo gusto; y si alguno la

suerte en este trance me concedia, era consi-

derar el bien de mi amigo Timbrio, y esto fue

parte para que no llegasse a vn mesmo pun-

to mi muerte. Y la declaracion de la voluntad

de Nisida escuchéla como pude, y asseguréla

como supe de la entereza del pecho de Timbrio,

a lo qual ella me respondio que ya no hauia ne-

LIBRO TERCERO

 

cessidad de assegurarle aquello, porque estaua

de manera, que no podia ni le conuenia dexar

de creerme, y que sólo me rogaua, si fuesse pos-

sible, procurasse de persuadir a Timbrio bus-

casse algun medio honroso para no venir a ba-

talla con su enemigo; y respondiendole yo ser

esto impossible sin quedar deshonrado, se sosse-

go, y quitandose del cuello vnas preciosas reli-

quias, me las dio para que a Timbrio de su par-

te las diesse. Quedó ansi mesmo concertado en-

tre los dos, que ella sabia que sus padres hauian

de yr a ver el combate de Timbrio, y que lleua-

rian a ella y a su hermana consigo; mas, porque

no le bastaria el ánimo de estar presente al ri-

guroso trance de Timbrio, que ella fíngiria estar

mal dispuesta, con la qual occasion se quedaria

en vna casa de plazer donde sus padres hauian

de posar, que media legua estaua de la villa

donde se hauia de hazer el combate, y que alli

esperaría su buena o mala suerte, según la tu-

uiesse Timbrio. Mandóme tambien que, para

acortar el desseo que tendria de saber el succes-

so de Timbrio, que lleuasse yo conmigo vna

toca blanca que ella me dio, y que, si Timbrio

venciesse, me la atasse al braço y boluiesse a

darle las nueuas; y, si fuesse vencido, que no

la atasse, y assi ella sabria por la señal de la

toca desde lexos el principio de su contento o el

fin de su vida. Prometile de hazer todo lo que

me mandaua, y tomando las reliquias y la toca,

me despedi della con la mayor tristeza y el ma-

yor contento que jamas tuue: mi poca ventura

LIBRO TERCERO

 

causaua la tristeza, y la mucha de Timbrio el

alegria. El supo de mi lo que de parte de Nisida

le lleuaua, y quedó con ello tan loçano, con-

tento y orgulloso que el peligro de la batalla

que esperaua por ninguno le tenia, pareciendole

que, en ser fauorescido de su señora, aun la

mesma muerte contrastar no le podria. Passo

agora en silencio los encarecimientos que Tim-

brio hizo para mostrarse agradecido a lo que a

mi solicitud deuia, porque fueron tales, que

mostraua estar fuera de seso tratando en ello.

,,Esforçado, pues, y animado con esta buena

nueua, començo a aparecar su partida lleuando

por padrinos vn principal cauallero español y

otro napolitano. Y, a la fama deste particular

duelo, se mouio a verlo infinita gente del reyno,

y yendo tambien alla los padres de Nisida, lle-

uando con ellos a ella y su hermana Blanca.

Y como a Timbrio tocaua escoger las armas,

quiso mostrar que no en la ventaja dellas, sino

en la razon que tenia fundaua su derecho, y assi

las que escogio fueron espada y daga, sin otra

arma defensiua alguna. Pocos dias faltauan al

término señalado, quando de la ciudad de Na-

poles se partieron, con otros muchos caualleros,

Nisida y sus padres, hauiendo llegado primero

ella, acordandome muchas vezes que no se olui-

dasse nuestro concierto. Pero cansada me-

moria, que jamas siruio sino de acordarme solas

las cosas de mi desgusto, por no mudar su con-

dicion, se oluidó tanto de lo que Nisida me ha-

uia dicho, quanto vio que conuenia para quitar-

LIBRO TERCERO

 

me la vida, o, a lo menos, para ponerme en el

miserable estado en que agora me veo.

Con grande atencion estauan los pastores es-

cuchando lo que Silerio contaua, quando inte-

rrompio el hilo de su cuento la voz de vn lasti-

mado pastor que entre vnos arboles cantando

estaua, y no tan lexos de las ventanas de la es-

tancia donde ellos estauan, que dexasse de oyrse

todo lo que dezia. La voz era de suerte, que puso

silencio a Silerio, el qual en ninguna manera

quiso passar adelante, antes rogo a los demas

pastores que la escuchassen, pues, para lo poco

que de mi cuento quedaua, tiempo auria de

acabarlo. Hizieraseles de mal esto a Tyrsi y Da-

mon, si no les dixera Elicio:

—Poco se perdera, pastores, en escuchar al

desdichado Mireno—que, sin duda, es el pastor

que canta—, y a quien ha traydo la fortuna a

terminos, que imagino que no espera el nin-

guno en su contento.

—¿Cómo le ha de esperar—dixo Erastro—, si

mañana se desposa Daranio con la pastora Sil-

ueria, con quien el pensaua casarse? Pero, en

fin, han podido mas con los padres de Silueria

las riquezas de Daranio, que las habilidades de

Mireno.

—Verdad dizes—replicó Elicio—; pero con

Silueria mas hauia de poder la voluntad que de

Mireno tenia conocida, que otro thesoro alguno;

quanto mas, que no es Mireno tan pobre que,

aunque Silueria se casara con el, fuera su neces-

sidad notada.

LIBRO TERCERO

 

Por estas razones que Elido y Erastro dixe-

ron, crecio el desseo en los pastores de escuchar

lo que Mireno cantaua. Y assi, rogo Silerio que

mas no se hablasse, y todos con atento oydo se

pararon a escucharle, el qual, affligido de la in-

gratitud de Silueria, viendo que otro dia con

Daranio se desposaua, con la rauia y dolor que

le causaua este hecho, se hauia salido de su

casa, acompañado de solo su rabel, y combi-

dandole la soledad y silencio de vn pequeño

pradezillo que junto a las paredes de la aldea

estaua, y confiado que en tan sossegada noche

ninguno le escucharia, se sento al pie de vn

arbol, y, templando su rabel, desta manera can-

tando estaua:

MIRENO

Cielo sereno, que con tantos ojos

los dulces amorosos hurtos miras,

y con tu curso alegras o entristeces

a aquel que en tu silencio sus enojos

a quien los causa dize, o al que retiras

de gusto tal, y espacio no le offreces:

si acaso no careces

de tu benignidad para conmigo,

pues ya con sólo hablar me satisfago

y sabes quanto hago,

no es mucho que aora escuches lo que digo,

que mi voz lastimera

saldra con la doliente ánima fuera.

Ya mi cansada voz, ya mis lamentos

bien poco offenderan al ayre vano,

LIBRO TERCERO

 

pues a término tal soy reduzido,

que offrece amor a los ayrados vientos

mis esperanças, y en agena mano

ha puesto el bien que tuue merescido.

Será el fruto cogido

que sembro mi amoroso pensamiento

y regaron mis lagrimas cansadas,

por las afortunadas

manos a quien faltó merescimiento

y sobró la ventura,

que allana lo difficil y assegura.

Pues el que vee su gloria conuertida

en tan amarga dolorosa pena

y tomando su bien qualquier camino,

¿por que no acaba la enojosa vida?

¿Por que no rompe la vital cadena

contra todas las fuerças del destino?

Poco a poco camino

al dulce trance de la amarga muerte,

y assi, atreuido aunque cansado braço,

sufrid el embaraço

del viuir, pues ensalça nuestra suerte

saber que a amor le plaze

qu'el dolor haga lo qu'el hierro haze.

Cierta mi muerte está, pues no es possible

que viua aquel que tiene la esperança

tan muerta y tan ageno está de gloria;

pero temo que amor haga impossible

mi muerte, y que vna falsa confiança

dè vida, a mi pesar, a la memoria.

Mas ¿que? Si por la historia

de mis passados bienes la posseo,

y miro bien que todos son passados,

y los graues cuydados

que triste agora en su lugar posseo,

ella será mas parte

para que della y del viuir me aparte.

LIBRO TERCERO

 

¡Ay, bien vnico y solo al alma mia,

sol que mi tempestad asserenaste,

término del valor que se dessea!

¿Será possible que se llega el dia

donde he de conocer que me oluidaste,

y que permita amor que yo le vea?

Primero que esto sea,

primero que tu blanco hermoso cuello

esté de agenos braços rodeado,

primero que el dorado

—oro es mejor dezir-de tu cabello

a Daranio enriquezca,

con fenecer mi vida el mal fenezca.

Nadie por fe te tuuo merescida

mejor que yo; mas veo que es fe muerta

la que con obras no se manifiesta.

Si se estimara el entregar la vida

al dolor cierto y a la gloria incierta,

pudiera yo esperar alegre fiesta;

mas no se admite en esta

cruda ley que amor vsa el buen desseo,

pues es prouerbio antiguo entre amadores,

que son obras amores,

y yo, que, por mi mal, sólo posseo

la voluntad de hazellas,

¿que no m'a de faltar faltando en ellas?

En ti pensaua yo que se rompiera

esta ley del auaro amor vsada,

pastora, y que los ojos leuantaras

a vna alma de la tuya prisionera,

y a tu proprio querer tan ajustada,

que, si la conoscieras, la estimaras.

Pense que no trocaras

vna fe que dio muestras de tan buena

por vna que quilata sus desseos

con los vanos arreos

de la riqueza, de cuydados llena:

LIBRO TERCERO

 

entregastete al oro,

por entregarme a mi contino al lloro.

Abatida pobreza, causadora

deste dolor que me atormenta el alma,

aquel te loa que jamas te mira;

turbóse en ver tu rostro mi pastora,

a su amor tu aspereza puso en calma,

y assi, por no encontrarte, el pie retira.

Mal contigo se aspira

a conseguyr intentos amorosos:

tu derribas las altas esperanças,

y siembras mil mudanças

en mugeriles pechos codiciosos;

tu jamas perfecionas

con amor el valor de las personas.

Sol es el oro cuyos rayos ciegan

la vista mas aguda, si se ceba

en la vana apariencia del prouecho.

A liberales manos no se niegan

las que gustan de hazer notoria prueua

de vn blando, codicioso, hermoso pecho.

Oro tuerce el derecho

de la limpia intencion y fe sincera,

y, mas que la firmeza de vn amante,

acaba vn diamante,

pues su dureza buelue vn pecho cera,

por mas duro que sea,

pues se le da con el lo que dessea.

De ti me pesa, dulce mi enemiga,

que tantas tuyas puras perfectiones

con vna auara muestra has afeado.

Tanto del oro te mostraste amiga,

que echaste a las espaldas mis passiones

y al oluido entregaste mi cuydado.

En fin, ¡que te has casado!

¡Casado te has, pastora! El cielo haga

LIBRO TERCERO

 

tan buena tu election como querrias,

y de las penas mias

injustas no rescibas justa paga;

mas, ¡ay!, que el cielo amigo

da premio a la virtud, y al mal, castigo.

Aqui dio fin a su canto el lastimado Mireno,

con muestras de tanto dolor, que le causó a to-

dos los que escuchandole estauan, principal-

mente a los que le conocian y sabian sus virtu-

des, gallarda dispusicion y honroso trato.Y, des-

pues de hauer dicho entre los pastores algunos

discursos sobre la estraña condicion de las muge-

res, en especial sobre el casamiento de Silueria,

que, oluidada del amor y bondad de Mireno, a

las riquezas de Daranio se hauia entregado,

desseosos de que Silerio diesse fin a su cuento,

puesto silencio a todo, sin ser menester pedir-

selo, el començo a seguir, diziendo:

—Llegado, pues, el dia del riguroso trance,

hauiendose quedado Nisida media legua antes

de la villa en vnos jardines, como conmigo hauia

concertado, con escusa que dio a sus padres de

no hallarse bien dispuesta, al partirme della me

encargó la breuedad de mi tornada con la señal

de la toca, porque, en traerla o no, ella enten-

diesse el bueno o el mal successo de Timbrio.

Tornéselo yo a prometer, agrauiandome de que

tanto me lo encargasse, y con esto me despedi

della y de su hermana, que con ella se quedaua.

Y llegado al puesto del combate, y llegada la

hora de començarle, despues de hauer hecho

los padrinos de entrambos las ceremonias y

LIBRO TERCERO

 

amonestaciones que en tal caso se requieren,

puestos los dos caualleros en el estacado, al

temeroso son de vna ronca trompeta, se acome-

tieron con tanta destreza y arte, que causaua

admiracion en quien los miraua. Pero el amor,

o la razon—que es lo mas cierto—que a Timbrio

fauorescia, le dio tal esfuerço, que, aunque a

costa de algunas heridas, en poco espacio puso

a su contrario de suerte que, tiniendole a sus

pies herido y dessangrado, le importunaua que,

si queria saluar la vida, se rindiesse. Pero el des-

dichado Pransiles le persuadia que le acabasse

de matar, pues le era mas facil a el, y de menos

daño, passar por mil muertes, que rendirse vna.

Mas el generoso ánimo de Timbrio es de mane-

ra que, ni quiso matar a su enemigo, ni menos

que se confessasse por rendido; sólo se contentó

con que dixesse y conociesse que era tan bueno

Timbrio como el, lo qual Pransiles confesso de

buena gana, pues hazía en esto tan poco, que,

sin verse en aquel término, pudiera muy bien

dezirlo.

„Todos los circunstantes, que entendieron lo

que Timbrio con su enemigo hauia passado, lo

alabaron y estimaron en mucho. Y a penas huue

yo visto el felix successo de mi amigo, quando,

con alegria increyble y presta ligereza, bolui a

dar las nueuas a Nisida. Pero, ¡ay de mi!, que

el descuydo de entonces me ha puesto en el

cuydado de agora. ¡O memoria, memoria mia!

¿Porque no la tuuiste para lo que tanto me im-

portaua? Mas creo que estaua ordenado en mi

LIBRO TERCERO

 

ventura que el principio de aquella alegria fues-

se el remate y fin de todos mis contentos. Yo

boluia ver a Nisida con la presteza que he di-

cho; pero bolui sin ponerme la blanca toca al

braço. Nisida, que con crecido desseo estaua

esperando y mirando desde vnos altos corredo-

res mi tornada, viendome boluer sin la toca, en-

tendio que algun siniestro reues a Timbrio ha-

uia succedido, y creyolo y sintiolo de manera

que, sin ser parte otra cosa, faltandole todos los

espiritus, cayo en el suelo con tan estraño des-

mayo, que todos por muerta la tuuieron. Quando

ya yo llegué, halle a toda la gente de su casa

alborotada, y a su hermana haziendo mil estre-

mos de dolor sobre el cuerpo de la triste Nisida.

Quando yo la vi en tal estado, creyendo firme-

mente que era muerta, y viendo que la fuerça del

dolor me yua sacando de sentido, temeroso que,

estando fuera del, no diesse o descubriesse algu-

nas muestras de mis pensamientos, me sali de la

casa, y poco a poco boluia a dar las desdichadas

nueuas al desdichado Timbrio. Pero como me

huuiessen priuado las ansias de mi fatiga las

fuerças de cuerpo y alma, no fueron tan ligeros

mis passos que no lo huuiessen sido mas otros

que la triste nueua a los padres de Nisida lleuas-

sen, certificandoles cierto que de vn agudo para-

cismo hauia quedado muerta. Deuio de oyr

esto Timbrio, y deuio de quedar qual yo quedé,

si no quedó peor: sólo se dezir que, quando lle-

gué a do pensaua hallarle, era ya algo anoche-

cido y supe de vno de sus padrinos que, con el

LIBRO TERCERO

 

otro, y por la posta, se hauia partido a Napoles,

con muestras de tanto descontento, como si de

la contienda vencido y deshonrado salido hu-

uiera. Luego imaginé yo lo que ser podia, y

puseme luego en camino para seguyrle; y, antes

que a Napoles llegasse, tuue nueuas ciertas de

que Nisida no era muerta, sino que le hauia

dado vn desmayo que le duró veynte y quatro

horas, al cabo de las quales hauia buelto en si

con muchas lagrimas y sospiros. Con la certi-

dumbre desta nueua me console, y con mas

contento llegué a Napoles, pensando hallar alli

a Timbrio; pero no fue assi, porque el cauallero

con quien el hauia venido, me certificó que,

en llegando a Napoles, se partio sin dezir cosa

alguna, y que no sabia a que parte; sólo ima-

ginaua que, segun le vio triste y malencolico

despues de la batalla, que no podia creer sino

que a desesperarse huuiesse ydo. Nueuas fueron

estas que me tornaron a mis primeras lagrimas,

y aun no contenta mi ventura con esto, ordenó

que, al cabo de pocos dias, llegassen a Napoles

los padres de Nisida, sin ella y sin su hermana,

las quales, segun supe y segun era pública voz,

entrambas a dos se hauian ausentado vna noche

viniendo con sus padres a Napoles, sin que se

supiesse dellas nueua alguna. Tan confuso que-

dé con esto, que no sabia que hazerme ni dezir-

me; y, estando puesto en esta confusion tan es-

traña, vine a saber, aunque no muy cierto, que

Timbrio, en el puerto de Gaeta, en vna gruessa

naue que para España yua, se hauia embarcado;

LIBRO TERCERO

 

y pensando que podria ser verdad, me vine lue-

go a España, y en Xerez y en todas las partes

que imaginé que podria estar, le he buscado, sin

hallar del rastro alguno. Finalmente he venido a

la ciudad de Toledo, donde estan todos los pa-

rientes de los padres de Nisida, y, lo que he al-

cançado a saber, es que ellos se bueluen a To-

ledo sin hauer sabido nueuas de sus hijas. Vien-

dome, pues, yo ausente de Timbrio, ageno de

Nisida, y considerando que, ya que los hallasse,

ha de ser para gusto suyo y perdicion mia, can-

sado ya y desengañado de las cosas deste falso

mundo en que viuimos, he acordado de boluer

el pensamiento a mejor norte, y gastar lo poco

que de viuir me queda en seruicio del que es-

tima los desseos y las obras en el punto que

merescen. Y assi, he escogido este ábito que

veys y la hermita que haueys visto, adonde en

dulce soledad reprima mis desseos y encamine

mis obras a mejor paradero, puesto que, como

viene de tan atras la corrida de las malas incli-

naciones que hasta aqui he tenido, no son tan

faciles de parar que no trascorran algo y buelua

la memoria a combatirme, representandome las

passadas cosas; y, quando en estos puntos me

veo, al son de aquella harpa que escogi por

compañera en mi soledad, procuro aliuiar la pe-

sada carga de mis cuydados, hasta que el cielo

le tenga y se acuerde de llamarme a mejor vida.

Este es, pastores, el successo de mi desuentura;

y si he sido largo en contarosle, es porque no

ha sido ella corta en fatigarme. Lo que os ruego

LIBRO TERCERO

 

es me dexeys boluer a mi hermita, porque, aun-

que vuestra compañia me es agradable, he lle-

gado a terminos que ninguna cosa me da mas

gusto que la soledad, y de aqui entendereys la

vida que passo y el mal que sostengo.

Acabó con esto Silerio su cuento; pero no las

lagrimas con que muchas vezes le hauia acom-

pañado. Los pastores le consolaron en ellas lo

mejor que pudieron, especialmente Damon y

Tyrsi, los quales con muchas razones le persua-

dieron a no perder la esperança de ver a su ami-

go Timbrio con mas contento que el sabria ima-

ginar, pues no era possible sino que tras tanta

fortuna asserenasse el cielo, del qual se deuia

esperar que no consintiria que la falsa nueua

de la muerte de Nisida a noticia de Timbrio con

mas verdadera relacion no viniesse antes que la

desesperacion le acabasse. Y que de Nisida se

podia creer y conjecturar que, por ver a Timbrio

ausente, se auria partido en su busca, y que, si

entonces la fortuna por tan estraños accidentes

los hauia apartado, agora por otros no menos

estraños sabria juntarlos. Todas estas razones y

otras muchas que le dixeron le consolaron algo,

pero no de manera que despertasse en el la es-

perança de verse en vida mas contenta, ni aun

el la procuraua, por parecerle que la que hauia

escogido era la que mas le conuenia.

Gran parte era ya passada de la noche, quan-

do los pastores acordaron de reposar el poco

tiempo que hasta el dia quedaua, en el qual se

hauian de celebrar las bodas de Daranio y Sil-

LIBRO TERCERO

 

ueria. Mas a penas hauia dexado la blanca auro-

ra el enfadoso lecho del celoso marido, quando

dexaron los suyos todos los mas pastores de la

aldea, y cada qual, como mejor pudo, començo

por su parte a regocijar la fiesta, qual trayendo

verdes ramos para adornar la puerta de los des-

posados, y qual con su tamborino y flauta les

daua la madrugada; aculla se oya la regozijada

gayta; aca sonaua el acordado rabel; alli, el an-

tiguo salterio; aqui, los cursados albogues; quien

con coloradas cintas adornaua sus castañetas

para los esperados bayles; quien pulia y repulia

sus rusticos adereços para mostrarse galan a los

ojos de alguna su querida pastorcilla: de modo

que, por qualquier parte de la aldea que se fues-

se, todo sabia a contento, plazer y fiesta. Solo

el triste y desdichado Mireno era aquel a quien

todas estas alegrias causauan summa tristeza,

el qual, hauiendose salido de la aldea, por no

ver hazer sacrificio de su gloria, se subio en vna

costezuela que junto al aldea estaua, y alli, sen-

tandose al pie de vn antiguo frexno, puesta la

mano en la mexilla, y la caperuza encaxada has-

ta los ojos, que en el suelo tenia clauados, co-

menço a imaginar el desdichado punto en que

se hallaua, y quan, sin poderlo estoruar, ante

sus ojos hauia de ver coger el fruto de sus des-

seos. Y esta consideracion le tenia de suerte,

que lloraua tan tierna y amargamente que nin-

guno en tal trance le viera que con lagrimas no

le acompañara. A esta sazon, Damon y Tyrsi,

Elicio y Erastro se leuantaron, y, assomandose a

LIBRO TERCERO

 

vna ventana que al campo salia, lo primero en

quien pusieron los ojos fue en el lastimado Mi-

reno, y, en verle de la suerte que estaua, cono-

cieron bien el dolor que padecia, y, mouidos a

compassion, determinaron todos de yr a conso-

larle, como lo hizieran si Elicio no les rogara

que le dexaran yr a el solo, porque imaginaua

que, por ser Mireno tan amigo suyo, con el mas

abiertamente que con otro su dolor comunica-

ria. Los pastores se lo concedieron, y yendo

alla Elicio, hallóle tan fuera de si y tan en su do-

lor trasportado, que, ni le conocio Mireno, ni le

habló palabra, lo qual visto por Elicio, hizo se-

ñal a los demas pastores que viniessen, los qua-

les, temiendo algun estraño accidente a Mireno

succedido, pues Elicio con priessa los llamaua,

fueron luego alla, y vieron que estaba Mireno

con los ojos tan fixos en el suelo, y tan sin ha-

zer mouimiento alguno, que vna estatua seme-

jaua, pues, con la llegada de Elicio, ni con la de

Tyrsi, Damon y Erastro, no boluio de su estraño

embelesamiento, si no fue que, a cabo de vn

buen espacio de tiempo, casi como entre dien-

tes, començo a dezir:

—¿Tu eres Silueria, Silueria? Si tu lo eres, yo

no soy Mireno; y si soy Mireno, tu no eres Sil-

ueria, porque no es possible que esté Silueria

sin Mireno, o Mireno sin Silueria. Pues ¿quien

soy yo, desdichado? O ¿quien eres tu, descono-

cida? Yo bien se que no soy Mireno, porque tu

no has querido ser Silueria; a lo menos, la Sil-

ueria que ser deuias y yo pensaua que fueras.

LIBRO TERCERO

 

A esta sazon alçó los ojos, y como vio al re-

dedor de si los quatro pastores y conocio entre

ellos a Elicio, se leuantó, y, sin dexar su amargo

llanto, le echó los braços al cuello, diziendole:

—¡Ay, verdadero amigo mio, y como agora

no tendras occasion de embidiar mi estado,

corno le embidiauas quando de Silueria me

veyas fauorescido; pues si entonces me llamas-

te venturoso, agora puedes llamarme desdicha-

do, y trocar todos los titulos alegres que en

aquel tiempo me dauas, en los de pesar que

aora puedes darme! Yo si que te podre llamar

dichoso, Elicio, pues te consuela mas la esperan-

ça que tienes de ser querido, que no te fatiga el

verdadero temor de ser oluidado.

—Confuso me tienes, ¡o Mireno!—respondio

Elicio—, de ver los estremos que hazes por lo

que Silueria ha hecho, sabiendo que tiene

padres a quien ha sido justo hauer obedecido.

—Si ella tuuiera amor— replicó Mireno—,

poco inconuiniente era la obligacion de los

padres para dexar de cumplir con lo que al

amor deuia; de do vengo a considerar, ¡o Eli-

cio!, que, si me quiso bien, hizo mal en casarse,

y si fue fingido el amor que me mostraua, hizo

peor en engañarme y offreceme el desengaño

a tiempo que no puede aprouecharme si no es

con dexar en sus manos la vida.

—No está en terminos la tuya, Mireno—re-

plicó Elicio—, que tengas por remedio el aca-

barla, pues podria ser que la mudança de Sil-

ueria no estuuiesse en la voluntad, sino en la

LIBRO TERCERO

 

fuerça de la obediencia de sus padres; y si tu

la quisiste limpia y honestamente donzella,

tambien la puedes querer agora casada, corres-

pondiendo ella aora como entonces a tus buenos

y honestos desseos.

—Mal conoces a Silueria, Elicio—respondio

Mireno—, pues imaginas della que ha de hazer

cosa de que pueda ser notada.

—Esta mesma razon que has dicho te con-

demna—respondio Elicio—, pues si tu, Mireno,

sabes de Silueria que no hara cosa que mal le

esté, en la que ha hecho no deue de hauer

errado.

—Si no ha errado—respondio Mireno—, ha

acertado a quitarme todo el buen successo que

de mis buenos pensamientos esperaua, y sólo

en esto la culpo: que nunca me aduirtio deste

daño; antes, temiendome del, con firme jura-

mento me asseguraua que eran imaginaciones

mias, y que nunca a la suya hauia llegado

pensar con Daranio casarse, ni se casaria, si

conmigo no, con el ni con otro alguno, aunque

auenturara en ello quedar en perpetua desgra-

cia con sus padres y parientes; y debaxo deste

siguro y prometimiento faltar y romper la fe

agora de la manera que has visto, ¿que razon ay

que tal consienta, o que coraçon que tal sufra?

Aqui tornó Mireno a renouar su llanto, y aqui

de nueuo le tuuieron lástima los pastores. A

este instante llegaron dos zagales adonde ellos

estauan, que el vno era pariente de Mireno y el

otro criado de Daranio, que a llamar a Elicio,

LIBRO TERCERO

 

Tyrsi, Damon y Erastro venia, porque las fiestas

de su desposorio querian començarse. Pesaua-

les a los pastores de dexar solo a Mireno; pero

aquel pastor su pariente se offrecio a quedar con

el. Y aun Mireno dixo a Elicio que se queria

ausentar de aquella tierra, por no ver cada dia a

los ojos la causa de su desuentura. Elicio le loó

su determinacion, y le encargó que, do quiera

que estuuiesse, le auisasse de cómo le yua. Mi-

reno se lo prometio y, sacando del seno vn

papel, le rogo que, en hallando comodidad, se

le diesse a Silueria; y con esto se despidio de

todos los pastores, no sin muestras de mucho

dolor y tristeza. El qual no se huuo bien apar-

tado de su presencia, quando Elicio, desseoso

de saber lo que en el papel venia, viendo que,

pues estaua auierto, importaua poco leerle, le

descogio, y combidando a los otros pastores a

escucharle, vio que en el venian escriptos estos

versos:

 

MIRENO A SILVERIA

El pastor que te ha entregado

lo mas de quanto tenia,

pastora, agora te embia

lo menos que 1e’a quedado,

que es este pobre papel,

adonde claro verás

la fe que en ti no hallarás

y el dolor que queda en el.

Pero poco al caso haze

darte desto cuenta estrecha,

LIBRO TERCERO

 

si mi fe no me aprouecha

y mi mal te satisfaze.

No pienses que es mi intencion

quexarme porque me dexas,

que llegan tarde las quexas

de mi temprana passion.

Tiempo fue ya que escucharas

el cuento de mis enojos

y aun, si lloraran mis ojos,

las lagrimas enxugaras.

Entonces era Mireno

el que era de ti mirado;

mas ¡ay, como te has trocado,

tiempo bueno, tiempo bueno!

Si durara aquel engaño,

templarase mi desgusto,

pues mas vale vn falso gusto,

que vn notorio y cierto daño.

Pero tu, por quien se ordena

mi terrible mala andança,

has hecho con tu mudança

falso el bien, cierta la pena.

Tus palabras lisongeras

y mis credulos oydos,

me han dado bienes fingidos

y males que son de veras.

Los bienes, con su aparencia,

crescieron mi sanidad;

los males, con su verdad,

han doblado mi dolencia.

Por esto juzgo y discierno

por cosa cierta y notoria,

que tiene el amor su gloria

a las puertas del infierno,

LIBRO TERCERO

 

y que vn desden acarrea

y vn oluido en vn momento

desde la gloria al tormento

al que en amar no se emplea.

Con tanta presteza has hecho

este mudamiento estraño,

que estoy ya dentro del daño

y no salgo del prouecho,

porque imagino que ayer

era quando me querias,

o, a lo menos, lo fingias,

que es lo que se ha de creer:

y el agradable sonido

de tus palabras sabrosas

y razones amorosas,

aun me suena en el oydo.

Estas memorias suaues

al fin me dan mas tormento,

pues tus palabras el viento

lleuó, y las obras, quien sabes.

¿Eras tu la que jurauas

que se acabassen tus dias

si a Mireno no querias

sobre todo quanto amauas?

¿Eres tu, Silueria, quien

hizo de mi tal caudal,

que, siendo todo tu mal,

me tenias por tu bien?

¡O que titulos te diera

de ingrata, como mereces,

si, como tu me aborreces,

tambien yo te aborreciera!

Mas no puedo aprouecharme

del medio de aborrecerte,

que estimo mas el quererte

que tu has hecho el oluidarme.

LIBRO TERCERO

 

Triste gemido a mi canto

ha dado tu mano fiera;

inuierno a mi primauera,

y a mi risa amargo llanto.

Mi gasajo ha buelto en luto,

y de mis blandos amores

cambió en abrojos las flores

y en veneno el dulce fruto.

Y aun diras—y esto me daña—

que es el hauerte casado

y el hauerme assi oluidado

vna honesta honrosa hazaña.

¡Disculpa fuera admitida,

si no te fuera notorio

que estaua en tu desposorio

el fin de mi triste vida!

Mas, en fin, tu gusto fue

gusto; pero no fue justo,

pues con premio tan injusto

pagó mi inuiolable fe,

la qual, por ver que se offrece

de mostrar la fe que alcança,

ni la muda tu mudança,

ni mi mal la desfallece.

Quien esto vendra a entender,

cierto estoy que no se assombre,

viendo al fin que yo soy hombre,

y tu, Silueria, muger,

adonde la ligereza

haze de contino assiento,

y adonde en mi el sufrimiento

es otra naturaleza.

Ya te contemplo casada,

y de serlo arrepentida,

porque ya es cosa sabida

que no estaras firme en nada.

LIBRO TERCERO

 

Procura alegre lleuallo

el yugo que echaste al cuello,

que podras aborrecello

y no podras desechallo.

Mas eres tan inhumana

y de tan mudable ser,

que lo que quisiste ayer

has de aborrecer mañana.

Y assi, por estraña cosa,

dira aquel que de ti hable:

"Hermosa, pero mudable;

mudable, pero hermosa.,,

 

No parecieron mal los versos de Mireno a los

pastores, sino la occasion a que se hauian he-

cho, considerando con quanta presteza la mu-

dança de Silueria le hauia traydo a punto de

desamparar la amada patria y queridos amigos,

temeroso cada vno que en el successo de sus

pretensiones lo mesmo les succediesse. Entra-

dos, pues, en el aldea, y llegados adonde Dara-

nio y Silueria estauan, la fiesta se començo tan

alegre y regozijadamente, quanto en las riberas

de Tajo en muchos tiempos se hauia visto: que,

por ser Daranio vno de los mas ricos pastores

de toda aquella comarca, y Silueria de las her-

mosas pastoras de toda la ribera, acudieron a

sus bodas toda o la mas pastoria de aquellos

contornos. Y assi se hizo vna célebre junta de

discretos pastores y hermosas pastoras, y entre

los que a los demas en muchas y diuersas ha-

bilidades se auentajaron, fueron el triste Orom-

po, el celoso Orfenio, el ausente Crysio y el

LIBRO TERCERO

 

desamado Ma[r]silio, mancebos todos, y todos

enamorados, aunque de differentes passiones

oprimidos: porque al triste Orompo fatigaua la

temprana muerte de su querida Listea; y al ce-

loso Orfenio, la insufrible rabia de los celos,

siendo enamorado de la hermosa pastora Ean-

dra; al ausente Crysio, el verse apartado de Cla-

raura, bella y discreta pastora a quien el por

vnico bien suyo tenia; y al desesperado Marsilio,

el desamor que para con el en el pecho de Be-

lisa se encerraua. Eran todos amigos y de vna

mesma aldea, y la passion del vno el otro no

la ignoraua; antes en dolorosa competencia

muchas vezes se hauian juntado a encarecer

cada qual la causa de su tormento, procurando

cada vno mostrar como mejor podia que su

dolor a qualquier otro se auentajaua, tiniendo

por summa gloria ser en la pena mejorado; y

tenian todos tal ingenio, o por mejor dezir, tal

dolor padecian, que, como quiera que le signifi-

cassen, mostrauan ser el mayor que imaginar se

podia. Por estas disputas y competencias eran

famosos y conocidos en todas las riberas de

Tajo, y hauian puesto desseo a Tyrsi y a Damon

de conocerlos, y viendolos alli juntos, vnos a

otros se hizieron corteses y agradables rescibi-

mientos; principalmente, todos con admiracion

mirauan a los dos pastores Tyrsi y Damon,

hasta alli dellos solamente por fama conocidos.

A esta sazon salio el rico pastor Daranio a la

serrana vestido; traya camisa alta de cuello ple-

gado, almilla de frisa, sayo verde escotado, ça-

LIBRO TERCERO

 

raguelles de delgado lienço, antiparas azules,

çapato redondo, cinto tachonado, y de la color

del sayo vna quarteada caperuza. No menos

salio bien adereçada su esposa Silueria, porque

venia con saya y cuerpos leonados guarnecidos

de raso blanco, camisa de pechos labrada de

azul y verde, gorguera de hilo amarillo sem-

brado de argenteria, inuencion de Galatea y

Florisa, que la vistieron, garbin turquesado con

fluecos de encarnada seda, alcorque dorado,

çapatillas justas, corales ricos y sortija de oro,

y sobre todo, su belleza, que mas que todo la

adornaua. Salio luego tras ella la sin par Ga-

latea, como sol tras el aurora, y su amiga Flo-

risa, con otras muchas y hermosas pastoras que

por honrar las bodas a ellas hauian venido,

entre las quales tambien yua Theolinda, con

cuydado de hurtar el rostro a los ojos de Damon

y Tyrsi, por no ser de ellos conocida. Y luego las

pastoras, siguiendo a los pastores que guiauan,

al son de muchos pastoriles instrumentos, hazia

el templo se encaminaron, en el qual espacio

le tuuieron Elicio y Erastro de cebar los ojos en

el hermoso rostro de Galatea, desseando que

durara aquel camino mas que la larga peregri-

nacion de Vlixes. Y, con el contento de verla,

yua tan fuera de si Erastro, que, hablando con

Elicio, le dixo:

—¿Que miras, pastor, si a Galatea no miras?

Pero ¿cómo podras mirar el sol de sus cabellos,

el cielo de su frente, las estrellas de sus ojos, la

nieue de su rostro, la grana de sus mexillas, el

LIBRO TERCERO

 

color de sus labios, el marfil de sus dientes, el

cristal de su cuello, el marmol de su pecho?

—Todo esso he podido ver, ¡o Erastro!—res-

pondio Elicio—, y ninguna cosa de quantas has

dicho es causa de mi tormento, si no es la as-

pereza de su condicion, que, si no fuera tal como

tu sabes, todas las gracias y bellezas que en Ga-

latea conoces, fueran occasion de mayor gloria

nuestra.

—Bien dizes—dixo Erastro—; pero todavia

no me podras negar que, a no ser Galatea tan

hermosa, no fuera tan desseada, y a no ser tan

desseada, no fuera tanta nuestra pena, pues

toda ella nace del desseo.

—No te puedo yo negar, Erastro—respondio

Elicio—, que todo qualquier dolor y pesadum-

bre no nazca de la priuacion y falta de aquello

que desseamos; mas juntamente con esto te

quiero dezir que ha perdido conmigo mucho la

calidad del amor con que yo pense que a Gala-

tea querias; porque, si solamente la quieres por

ser hermosa, muy poco tiene que agradecerte,

pues no aura ningun hombre, por rustico que

sea, que la mire que no la dessea, porque la

belleza, donde quiera que está, trae consigo el

hazer dessear. Assi que a este simple desseo,

por ser tan natural, ningun premio se le deue,

porque, si se le deuiera, con sólo dessear el cielo,

le tuuieramos merescido; mas ya ves, Erastro,

ser esto tan al reues como nuestra verdadera

ley nos lo tiene mostrado. Y puesto caso que la

hermosura y belleza sea vna principal parte

LIBRO TERCERO

 

para atraernos a dessearla y a procurar gozarla,

el que fuere verdadero enamorado no ha de

tener tal gozo por vltimo fin suyo, sino que,

aunque la belleza le acarree este desseo, la ha

de querer solamente por ser bueno, sin que otro

algun interesse le mueua; y este se puede lla-

mar, aun en las cosas de aca, perfecto y ver-

dadero amor, y es digno de ser agradecido y

premiado, como vemos que premia conocida y

auentajadamente el hazedor de todas las cosas

a aquellos que, sin mouerles otro interesse algu-

no de temor, de pena o de esperança de gloria,

le quieren, le aman y le siruen, solamente por

ser bueno y digno de ser amado; y esta es la

vltima y mayor perfection que en el amor di-

uino se encierra, y en el humano tambien,

quando no se quiere mas de por ser bueno lo

que se ama, sin hauer error de entendimiento;

porque muchas vezes lo malo nos parece bueno

y lo bueno malo, y assi amamos lo vno y abo-

rrecemos lo otro, y este tal amor no meresce

premio, sino castigo. Quiero inferir de todo lo

que he dicho, ¡o Erastro!, que, si tu quieres y

amas la hermosura de Galatea con intencion de

gozarla, y en esto para el fin de tu desseo, sin

passar adelante a querer su virtud, su acrescen-

tamiento de fama, su salud, su vida y bienes,

entiende que no amas como deues, ni deues ser

remunerado como quieres.

Quisiera Erastro replicar a Elicio y darle a en-

tender cómo no entendia bien del amor con que

a Galatea amaua; pero estoruólo el son de la

 

LIBRO TERCERO

 

çampoña del desamorado Lenio, el qual quiso

tambien hallarse a las bodas de Daranio y re-

gozijar la fiesta con su canto. Y assi, puesto de-

lante de los desposados, en tanto que al templo

llegauan, al son del rabel de Eugenio estos ver-

sos fue cantando:

LENIO

¡Desconocido, ingrato amor, que assombras

a vezes los gallardos coraçones,

y con vanas figuras, vanas sombras,

pones al alma libre mil prisiones!

Si de ser dios te precias, y te nombras

con tan subido nombre, no perdones

al que, rendido al lazo de Imineo,

rindiere a nueuo ñudo su desseo.

 

En conseruar la ley pura y sincera

del sancto matrimonio pon tu fuerça;

descoge en este campo tu vandera;

haz a tu condicion en esto fuerça,

que bella flor, que dulce fruto espera,

por pequeño trabajo, el que se esfuerça

a lleuar este yugo como deue,

que, aunque parece carga, es carga leue.

 

Tu puedes, si te oluidas de tus hechos

y de tu condicion tan dessabrida,

hazer alegres talamos y lechos

do el yugo conjugal a dos anida.

Encierrate en sus almas y en sus pechos

hasta que acabe el curso de su vida

y vayan a gozar, como se espera,

de la agradable eterna primauera.

LIBRO TERCERO

 

Dexa las pastoriles canañuelas,

y al libre pastorcillo hazer su officio;

buela mas alto ya, pues tanto buelas,

y aspira a mejor grado y exercicio.

En vano te fatigas y desuelas

en hazer de las almas sacrificio,

si no las rindes con mejor intento

al dulce de Imineo ayuntamiento.

Aqui puedes mostrar la poderosa

mano de tu poder marauilloso,

haziendo que la nueua tierna esposa

quiera, y que sea querida de su esposo,

sin que aquella infernal rabia celosa

les turbe su contento y su reposo,

ni el desden sacudido y çahareño

les priue del sabroso y dulce sueño.

Mas si, ¡perfido amor!, nunca escuchadas

fueron de ti plegarias de tu amigo,

bien seran estas mias desechadas,

que te soy y sere siempre enemigo.

Tu condicion, tus obras mal miradas,

de quien es todo el mundo buen testigo,

hazen que yo no espere de tu mano

contento, alegre, venturoso y sano.

 

Ya se marauillauan, los que al desamorado

Lenio escuchando yuan, de ver con quanta man-

sedumbre las cosas de amor trataua, llamando-

le dios y de mano poderosa, cosa que jamas le

hauian oydo dezir. Mas, hauiendo oydo los ver-

sos con que acabó su canto, no pudieron dexar

de reyrse, porque ya les parecio que se yua co-

lerizando y que, si adelante en su canto passara,

el pusiera al amor como otras vezes solia; pero

faltóle el tiempo, porque se acabó el camino. Y

LIBRO TERCERO

 

assi, llegados al templo, y hechas en el por los

sacerdotes las acostumbradas ceremonias, Da-

ranio y Silueria quedaron en perpetuo y estre-

cho ñudo ligados, no sin embidia de muchos

que los mirauan, ni sin dolor de algunos que la

hermosura de Silueria codiciauan; pero a todo

dolor sobrepujara el que sintiera el sin ventura

Mireno, si a este espectaculo se hallara presen-

te. Bueltos, pues, los desposados del templo con

la mesma compañia que hauian lleuado, llega-

ron a la plaça de la aldea, donde hallaron las

mesas puestas, y adonde quiso Daranio hazer

publicamente demostracion de sus riquezas, ha-

ziendo a todo el pueblo vn generoso y sumptuo-

so combite. Estaua la plaça tan enramada, que

vna hermosa verde floresta parescia, entretexidas

las ramas por cima de tal modo, que los agudos

rayos del sol en todo aquel circuyto no halla-

uan entrada para calentar el fresco suelo, que

cubierto con muchas espadañas y con mucha

diuersidad de flores se mostraua.

Alli, pues, con general contento de todos, se

solemnizó el generoso banquete, al son de mu-

chos pastorales instrumentos, sin que diessen

menos gusto que el que suelen dar las acorda-

das musicas que en los reales palacios se

acostumbran. Pero lo que mas autorizó la fiesta,

fue ver que, en alçandose las mesas, en el mes-

mo lugar con mucha presteza hizieron vn ta-

blado, para effecto de que los quatro discretos y

lastimados pastores Orompo, Marsil[i]o, Crysio

y Orfenio, por honrar las bodas de su amigo

LIBRO TERCERO

 

Daranio y por satisfazer el desseo que Tyrsi y

Damon tenian de escucharles, querian alli en

público recitar vna egloga que ellos mesmos de

la occasion de sus mesmos dolores hauian com-

puesto. Acomodados, pues, en sus assientos to-

dos los pastores y pastoras que alli estauan,

despues que la çampoña de Erastro, y la lira de

Lenio, y los otros instrumentos hizieron prestar

a los presentes vn sossegado y marauilloso si-

lencio, el primero que se mostro en el humilde

theatro fue el triste Orompo, con vn pellico ne-

gro vestido y vn cayado de amarillo box en la

mano, el remate del qual era vna fea figura de

la muerte; venia con hojas de funesto cipres co-

ronado, insinias todas de la tristeza que en el

reynaua por la inmatura muerte de su querida

Listea; y, despues que con triste sembrante los

llorosos ojos a vna y a otra parte huuo tendido,

con muestras de infinito dolor y amargura, rom-

pio el silencio con semejantes razones:

 

OROMPO

Salid de lo hondo del pecho cuytado,

palabras sangrientas, con muerte mezcladas;

y, si los sospiros os tienen atadas,

abrid y romped el siniestro costado.

El ayre os impide, que está ya inflamado

del fiero veneno de vuestros accentos;

salid, y siquiera os lleuen los vientos,

que todo mi bien tambien me han lleuado.

LIBRO TERCERO

 

Poco perdeys en veros perdidas,

pues ya os ha faltado el alto subjecto

por quien en estilo graue y perfecto

hablauades cosas de punto subidas;

notadas vn tiempo y bien conocidas

fuystes por dulces, alegres, sabrosas;

agora por tristes, amargas, llorosas,

sereys de la tierra y del cielo tenidas.

Pero aunque salgays, palabras, temblando,

¿con quales podreys dezir lo que siento,

si es incapaz mi fiero tormento

de yrse qual es al viuo pintando?

Mas ya que me falta el como y el quando

de significar mi pena y mi mengua,

aquello que falta y no puede la lengua,

suplan mis ojos, contino llorando.

¡O muerte, que atajas y cortas el hilo

de mil pretensiones gustosas humanas,

y en vn boluer de ojos las sierras allanas

y hazes yguales a Henares y al Nilo!

¿Porque no templaste, traydora, el estilo

tuyo cruel? ¿Porque, a mi despecho,

prouaste en el blanco y mas lindo pecho,

de tu fiero alfanje la furia y el filo?

¿En que te offendian, ¡o falsa!, los años

tan tiernos y verdes de aquella cordera?

¿Porque te mostraste con ella tan fiera?

¿Porque en el suyo creciste mis daños?

¡O mi enemiga, y amiga de engaños!

De mi, que te busco, te escondes y ausentas,

y quieres y trauas razones y cuentas

con el que mas teme tus males tamaños.

En años maduros, tu ley, tan injusta,

pudiera mostrar su fuerça crescida,

y no descargar la dura herida

en quien del viuir ha poco que gusta.

LIBRO TERCERO

 

Mas essa tu hoz, que todo lo ajusta

y mando ni ruego jamas la doblega,

assi con rigor la flor tierna siega,

como la caña ñudosa y robusta.

Quando a Listea del suelo quitaste,

tu ser, tu valor, tu fuerça, tu brio,

tu ira, tu mando y tu señorio,

con solo aquel triumpho al mundo mostraste.

Lleuando a Listea, tambien te lleuaste

la gracia, el donayre, belleza y cordura

mayor de la tierra, y en su sepultura

este bien todo con ella encerraste.

Sin ella en tiniebla perpetua ha quedado

mi vida penosa, que tanto se alarga,

que es insufrible a mis hombros su carga:

que es muerte la vida del que es desdichado.

Ni espero en fortuna, ni espero en el hado,

ni espero en el tiempo, ni espero en el cielo,

ni tengo de quien espere consuelo,

ni es bien que se espere en mal tan sobrado.

¡O vos, que sentis que cosa es dolores!

Venid y tomad consuelo en los mios,

que, en viendo su ahinco, sus fuerças, sus brios,

vereys que los vuestros son mucho menores.

¿Do estays agora, gallardos pastores?

Crysio, Marsil[i]o y Orfenio, ¿que hazeys?

¿Porque no venis? ¿Porque no teneys

por mas que los vuestros mis daños mayores?

Mas ¿quien es aquel que assoma y que quiebra

por la encruzijada de aqueste sendero?

Marsil[i]o es, sin duda, de amor prisionero.

Belisa es la causa, a quien siempre celebra.

A este le roe la fiera culebra

del crudo desden el pecho y el alma,

y passa su vida en tormenta sin calma,

y aun no es, qual la mia, su suerte tan negra.

LIBRO TERCERO

 

El piensa qu'el mal qu'el alma le aquexa

es mas que el dolor de mi desuentura.

Aqui será bien que entre esta espessura

me esconda, por ver si acaso se quexa.

Mas, ¡ay!, que a la pena que nunca me dexa,

pensar ygualarla es gran desatino,

pues abre la senda y cierra el camino

al mal que se acerca y al bien que se alexa.

 

MARSIL[I]O

¡Passos que al de la muerte

me lleuays passo a passo,

forçoso he de acusar vuestra pereza!

Seguyd tan dulce suerte,

que en este amargo passo

está mi bien y en vuestra ligereza.

Mirad que la dureza

de la enemiga mia

en el ayrado pecho,

contrario a mi prouecho,

en su entereza está, qual ser solia;

huygamos si es possible

del aspero rigor suyo terrible.

¿A que apartado clima,

a que region incierta

yre a viuir, que pueda assegurarme

del mal que me lastima,

del ansia triste y cierta

que no se a de acabar hasta acabarme?

Ni estar quedo o mudarme

a la arenosa Libia,

o al lugar donde habita

el fiero y blanco scita,

vn solo punto mi dolor alibia:

que no está mi contento

en hazer de lugares mudamiento.

LIBRO TERCERO

 

Aqui y alli me alcança

el desden riguroso

de la sin par cruel pastora mia,

sin que amor ni esperança

vn término dichoso

me puedan prometer en tal porfia.

¡Belisa, luz del dia,

gloria de la edad nuestra:

si valen ya contigo

ruegos de vn firme amigo,

tiempla el rigor ayrado de tu diestra,

y el fuego deste mio

pueda en tu pecho deshazer el frio!

Mas sorda a mi lamento,

mas implacable y fiera

que a la voz del cansado marinero

el riguroso viento

qu'el mar turba y altera

y amenaza a la vida el fin postrero;

marmol, diamante, azero,

alpestre y dura roca,

robusta, antigua enzina,

roble que nunca inclina

la altiua rama al cierço que le toca:

todo es blando y suaue,

comparado al rigor que'n tu alma cabe.

Mi duro amargo hado,

mi inexorable estrella,

mi voluntad, que todo lo consiente,

me tienen condemnado,

Belisa ingrata y bella,

a que te sirua y ame eternamente.

Y aunque tu hermosa frente,

con riguroso ceño,

y tus serenos ojos

me anuncian mil enojos,

serás desta alma conocida dueño,

LIBRO TERCERO

 

en tanto que en el suelo

la cubriere mortal corporeo velo.

¿Ay bien que se le yguale

al mal que me atormenta?

¿Y ay mal en todo el mundo tan esquiuo?

El vno y otro sale

de toda humana cuenta,

y aun yo sin ella en viua muerte viuo.

En el desden auiuo

mi fe, y alli se enciende

con el elado frio;

mirad que desuario,

y el dolor desusado que me offende,

y si podra ygualarse

al mal que mas quisiere auentajarse.

Mas ¿quien es el que mueue

las ramas intricadas

deste acopado mirto y verde assiento?

 

OROMPO

Vn pastor que se atreue,

con razones fundadas

en la pura verdad de su tormento,

mostrar que el sentimiento

de su dolor crescido

al tuyo se auentaja,

por mas que tu le estimes,

leuantes y sublimes.

 

MARSILIO

Vencido quedarás en tal baraja,

Orompo, fiel amigo,

y tu mesmo serás dello testigo.

LIBRO TERCERO

 

Si de las ansias mias,

si de mi mal insano

la mas minima parte conocieras,

cessaran tus porfias,

Orompo, viendo llano

que tu penas de burla, y yo de veras.

 

OROMPO

Haz, Marsil[i]o, quimeras

de tu dolor estraño,

y al mio menoscaba

que la vida me acaba,

que yo espero sacarte d'esse engaño,

mostrando al descubierto

que el tuyo es sombra de mi mal, que's cierto.

Pero la voz sonora

de Crysio oygo que suena,

pastor que en la opinion se te parece;

escuchemosle aora,

que su cansada pena

no menos que la tuya la engrandece.

 

MARSILIO

Oy el tiempo me offrece

lugar y coyuntura

donde pueda mostraros

a entrambos y enteraros

de que sola la mia es desuentura.

 

OROMPO

Atiende aora, Marsil[i]o,

la voz de Crysio y lamentable estilo.

 

LIBRO TERCERO

 

CRYSIO

¡Ay dura, ay importuna, ay triste ausencia!

¡Quan fuera deuio estar de conocerte

el que ygualó tu fuerça y violencia

al poder inuencible de la muerte!

Que, quando con mayor rigor sentencia,

¿que puede mas su limitada suerte,

que deshazer el ñudo y rezia liga

que a cuerpo y alma estrechamente liga?

Tu duro alfanje a mayor mal se estiende,

pues vn espiritu en dos mitades parte.

¡O milagros de amor que nadie entiende,

ni se alcançan por sciencia ni por arte!

¡Que dexe su mitad con quien la enciende

alla mi alma, y trayga aca la parte

mas fragil, con la qual mas mal se siente

que estar mil vezes de la vida ausente!

Ausente estoy de aquellos ojos bellos

que serenauan la tormenta mia;

ojos vida de aquel que pudo vellos,

si de alli no passó la fantasia:

que verlos y pensar de merescellos,

es loco atreuimiento y demasia.

Yo los vi, ¡desdichado!, y no los veo,

y matame de verlos el desseo.

Desseo, y con razon, ver diuidida,

por acortar el término a mi daño,

esta antigua amistad, que tiene vnida

mi alma al cuerpo con amor tamaño,

que, siendo de las carnes despedida

con ligereza presta y buelo estraño,

podra tornar a ver aquellos ojos,

que son descanso y gloria a sus enojos.

LIBRO TERCERO

 

Enojos son la paga y recompensa

que amor concede al amador ausente,

en quien se cifra el mayor mal y offensa

que en los males de amor s'encierra y siente.

Ni poner discrecion a la defensa,

ni vn querer firme, leuantado, ardiente,

aprouecha a templar deste tormento

la dura pena y el furor violento.

Violento es el rigor desta dolencia;

pero, junto con esto, es tan durable,

que se acaba primero la paciencia,

y aun de la vida el curso miserable.

Muertes, desuios, celos, inclemencia

de ayrado pecho, condicion mudable,

no atormentan assi ni dañan tanto

como este mal, que'l nombre aun pone espanto.

Espanto fuera si dolor tan fiero

dolores tan mortales no causara;

pero todos son flacos, pues no muero,

ausente de mi vida dulce y cara.

Mas cesse aqui mi canto lastimero,

que a compañia tan discreta y rara

como es la que alli veo, será justo

que muestre al verla mas sabroso el gusto.

 

OROMPO

Gusto nos da, buen Crysio, tu presencia,

y mas viniendo a tiempo que podremos

acabar nuestra antigua diferencia.

CRYSIO

Orompo, si es tu gusto, comencemos,

pues que juez de la contienda nuestra

tan recto aqui en Marsil[i]o le tendremos.

 

LIBRO TERCERO

 

MARSILIO

Indicio days y conocida muestra

del error en que os trae tan embeuidos

essa vana opinion notoria vuestra,

pues quereis que a los mios preferidos

vuestros dolores tan pequeños sean,

harto llorados mas que conoscidos.

Mas porque el suelo y cielo juntos vean

quanto vuestro dolor es menos graue

que las ansias que el alma me rodean,

a mas pequeña que en mi pecho cabe

pienso mostrar en vuestra competencia,

assi como mi ingenio torpe sabe,

y dexaré a vosotros la sentencia

y el juzgar si mi mal es muy mas fuerte

qu'el riguroso de la larga ausencia

o el amargo espantoso de la muerte,

de quien entrambos os quexais sin tiento,

llamando dura y corta a vuestra suerte.

 

 

OROMPO

Desso soy, Marsil[i]o, muy contento,

pues la razon que tengo de mi parte

el triumpho le assegura a mi tormento.

 

CRYSIO

Aunque de exagerar me falta el arte,

vereys, quando yo os muestre mi tristeza,

cómo quedan las vuestras a vna parte.

LIBRO TERCERO

 

MARSILIO

¿Que ausencia llega a la inmortal dureza

de mi pastora, que es, con ser tan dura,

señora vniuersal de la belleza?

 

OROMPO

¡O, a que buen tiempo llega y coyuntura

Orfenio! ¿Veysle assomar? Estad atentos;

oyreysle ponderar su desuentura.

Celos es la occasion de sus tormentos:

celos, cuchillo y ciertos turbadores

de las paces de amor y los contentos.

 

CRYSIO

Escuchad, que ya canta sus dolores.

 

ORFENIO

¡O sombra escura que contino sigues

a mi confusa triste fantasia;

enfadosa tiniebla, siempre fria,

que a mi contento y a mi luz persigues!

¿Quando será que tu rigor mitigues,

monstruo cruel y rigurosa harpia?

¿Que ganas en turbarme la alegria,

o que bien en quitarmele consigues?

Mas si la condicion de que te arreas

se estiende a pretender quitar la vida

al que te dio la tuya y te ha engendrado,

 

LIBRO TERCERO

 

no me deue admirar que de mi seas

y de todo mi bien fiero homicida,

sino de verme viuo en tal estado.

 

OROMPO

Si el prado deleytoso,

Orfenio, te es alegre, qual solia

en tiempo mas dichoso,

ven, passarás el dia

en nuestra lastimada compañia.

Con los tristes el triste

bien ves que se acomoda facilmente;

ven, que aqui se resiste,

par desta clara fuente,

del leuantado sol el rayo ardiente.

Ven, y el vsado estilo

leuanta, y como sueles te defiende

de Crysio y de Marsil[i]o,

que cada qual pretende

mostrar que sólo es mal el que le offende.

Yo solo en este caso

contrario aure de ser a ti y a ellos,

pues, los males que passo,

bien podre encarecellos,

mas no mostrar la menor parte dellos.

 

ORFENIO

No al gusto le es sabrosa

assi a la corderuela deshambrida

la yerua, ni gustosa

salud restituyda

a aquel que ya la tuuo por perdida,

LIBRO TERCERO

 

como es a mi sabroso

mostrar en la contienda que se offrece

que el dolor riguroso

que el coraçon padece

sobr'el mayor del suelo se engrandece.

Calle su mal sobrado

Orompo; encubra Crysio su dolencia;

Marsil[i]o esté callado:

muerte, desden ni ausencia

no tengan con los celos competencia.

Pero si el cielo quiere

que oy salga a campo la contienda nuestra,

comience el que quisiere,

y de a los otros muestra

de su dolor con torpe lengua o diestra:

que no está en la elegancia

y modo de dezir el fundamento

y principal sustancia

del verdadero cuento,

que en la pura verdad tiene su assiento.

 

CRYSIO

Siento, pastor, que tu arrogancia mucha

en esta lucha de passiones nuestras

dara mil muestras de tu desuario.

ORFENIO

Tiempla esse brio, o muestralo a su tiempo,

que es passatiempo, Crysio, tu congoxa:

que el mal que affloxa con boluer el passo

no ay que hazer caso de su sentimiento.

LIBRO TERCERO

 

CRYSIO

Es mi tormento tan estraño y fiero,

que presto espero que tu mesmo digas

que a mis fatigas no se yguala alguna.

 

MARSILIO

Desde la cuna soy yo desdichado.

 

OROMPO

Aun engendrado creo que no estaua,

quando sobraua en mi la desuentura.

 

ORFENIO

En mi se apura la mayor desdicha.

 

CRYSIO

Tu mal es dicha, comparado al mio.

 

MARSILIO

Oppuesto al brio de mi mal estraño,

es gloria el daño que a vosotros daña.

OROMPO

Esta maraña quedará muy clara

quando a la clara mi dolor descubra.

Ninguno encubra agora su tormento,

que yo del mio doy principio al cuento:

LIBRO TERCERO

 

Mis esperanças, que fueron

sembradas en parte buena,

dulce fruto prometieron,

y, quando darle quisieron,

conuirtiole el cielo en pena.

Vi su flor marauillosa

en mil muestras desseosa

de darme vna rica suerte,

y en aquel punto la muerte

cortómela de embidiosa.

Yo quedé qual labrador

que del trabajo contino

de su espaciosa labor

fruto amargo de dolor

le concede su destino,

y aun le quita la esperança

de otra nueua buena andança,

porque cubrio con la tierra

el cielo donde se encierra

de su bien la confiança.

Pues si a término he llegado

que de tener gusto o gloria

viuo ya desesperado,

de que yo soy mas penado

es cosa cierta y notoria:

que la esperança assegura

en la mayor desuentura

vn dichoso fin que viene;

mas ¡ay de aquel que la tiene

cerrada en la sepultura!

 

MARSILIO

Yo, qu'el humor de mis ojos

siempre derramado ha sido

LIBRO TERCERO

 

en lugar donde han nascido

cien mil espinas y abrojos

qu'el coraçon m'an herido,

yo si soy el desdichado,

pues con nunca hauer mostrado

vn momento el rostro enxuto,

ni hoja, ni flor, ni fruto

he del trabajo sacado.

Que si alguna muestra viera

de algun pequeño prouecho,

sossegarase mi pecho,

y, aunque nunca se cumpliera,

quedara al fin satisfecho,

porque viera que valia

mi enamorada porfia

con quien es tan dessabrida,

que a mi yelo está encendida

y a mi fuego elada y fria.

Pues si es el trabajo vano

de mi llanto y sospirar,

y del no pienso cessar,

¿a mi dolor inhumano

qual se le podra ygualar?

Lo que tu dolor concierta

es que está la causa muerta,

Orompo, de tu tristeza;

la mia, en mas entereza,

quanto mas me desconcierta.

 

CRYSIO

Yo, que tiniendo en sazon

el fruto que se desuia

a mi contina passion,

vna subita occasion

gozarle me desuia,

LIBRO TERCERO

 

muy bien podre ser llamado

sobre todos desdichado,

pues que vendre a perecer,

pues no puedo parecer

adonde el alma he dexado.

Del bien que lleua la muerte

el no poder recobrallo

en aliuio se conuierte,

y vn coraçon duro y fuerte

el tiempo suele ablandallo.

Mas en ausencia se siente,

con vn estraño accidente,

sin sombra de ningun bien,

celos, muertes y desden,

que esto y mas teme el ausente.

Quando tarda el cumplimiento

de la cercana esperança,

afflige mas el tormento,

y alli llega el sufrimiento

adonde ella nunca alcança.

En las ansias desiguales,

el remedio de los males

es el no esperar remedio;

mas carecen deste medio

las de ausencia mas mortales.

 

ORFENIO

El fruto que fue sembrado

por mi trabajo contino,

a dulce sazon llegado,

fue con prospero destino

en mi poder entregado.

Y apenas pude llegar

a terminos tan sin par,

quando vine a conocer

LIBRO TERCERO

 

la occasion de aquel plazer

ser para mi de pesar.

Yo tengo el fruto en la mano,

y el tenerle me fatiga,

porque, en mi mal inhumano,

a la mas granada espiga

la roe vn fiero gusano.

Aborrezco lo que quiero,

y por lo que viuo muero,

y yo me fabrico y pinto

vn rebuelto laberintho

de do salir nunca espero.

Busco la muerte en mi daño,

que ella es vida a mi dolencia;

con la verdad mas me engaño,

y en ausencia y en presencia

va creciendo vn mal tamaño.

No ay esperança que acierte

a remediar mal tan fuerte,

ni por estar ni alexarme

es impossible apartarme

desta triste viua muerte.

 

OROMPO

¿No es error conocido

dezir que el daño que la muerte haze,

por ser tan estendido,

en parte satisfaze,

pues la esperança quita

qu'el dolor administra y solicita?

Si de la gloria muerta

no se quedara viua la memoria

qu’el gusto desconcierta,

es cosa ya notoria

LIBRO TERCERO

 

que, el no esperar tenella,

tiempla el dolor en parte de perdella.

Pero si está presente

la memoria del bien ya fenescido,

mas viua y mas ardiente

que quando posseydo,

¿quien duda que esta pena

no está mas que otras de miserias llena?

 

MARSILIO

Si a vn pobre caminante

le succediesse, por estraña via,

huyrsele delante,

al fenecer del dia,

el aluergue esperado

y con vana presteza procurado,

quedaria, sin duda,

confuso del temor que alli le offrece

la escura noche y muda,

y mas si no amanesce,

que el cielo a su ventura

no concede la luz serena y pura.

Yo soy el que camino

para llegar a (vn) aluergue venturoso,

y, quando mas vezino

pienso estar del reposo,

qual fugitiua sombra,

el bien me huye y el dolor me assombra.

 

CRYSIO

Qual raudo y hondo rio

suele impedir al caminante el passo,

LIBRO TERCERO

 

y al viento, nieue y frio

le tiene en campo raso,

y el aluergue delante

se le muestra de alli poco distante,

tal mi contento impide

esta penosa y tan prolixa ausencia,

que nunca se comide

a aliuiar su dolencia,

y casi ante mis ojos

veo quien remediara mis enojos.

Y el ver de mis dolores

tan cerca la salud, tanto me aprieta,

que los haze mayores,

pues por causa secreta,

quanto el bien es cercano,

tanto mas lexos huye de mi mano.

 

 

ORFENIO

Mostroseme a la vista

vn rico aluergue, de mil bienes lleno;

triumphé de su conquista,

y quando mas sereno

se me mostraua el hado,

vilo en escuridad negra cambiado.

Alli donde consiste

el bien de los amantes bien queridos,

alli mi mal assiste;

alli se ven vnidos

los males y desdenes

donde suelen estar todos los bienes.

Dentro desta morada

estoy, de do salir nunca procuro,

LIBRO TERCERO

 

por mi dolor fundada

de tan estraño muro,

que pienso que le abaten

quantos le quieren, miran y combaten.

 

OROMPO

Antes el sol acabará el camino

que es proprio suyo, dando buelta al cielo

despues de hauer tocado en cada signo,

que la parte menor de nuestro duelo

podamos declarar como se siente,

por mas que '1 bien hablar leuante el buelo.

Tu dizes, Crysio, qu'el que viue ausente

muere; yo, que estoy muerto, pues mi vida

a muerte la entregó el hado inclemente.

Y tu, Marsil[i]o, afirmas que perdida

tienes de gusto y bien toda esperança,

pues vn fiero desden es tu homicida.

Tu repites, Orfenio, que la lança

aguda de los celos te traspassa,

no sólo el pecho, que hasta el alma alcança.

Y como el vno lo que el otro passa

no siente, su dolor solo exagera,

y piensa que al rigor del otro passa.

Y, por nuestra contienda lastimera,

de tristes argumentos está llena

del caudaloso Tajo la ribera.

Ni por esto desmengua nuestra pena;

antes, por el tratar la llaga tanto,

a mayor sentimiento nos condemna.

LIBRO TERCERO

 

Quanto puede dezir la lengua, y quanto

pueden pensar los tristes pensamientos,

es occasion de renouar el llanto.

Cessen, pues, los agudos argumentos,

que en fin no ay mal que no fatigue y pene,

ni bien que de siguros los contentos.

¡Harto mal tiene quien su vida tiene

cerrada en vna estrecha sepultura,

y en soledad amarga se mantiene!

¡Desdichado del triste sin ventura

que padece de celos la dolencia,

con quien no valen fuerças ni cordura,

y aquel que en el rigor de larga ausencia

passa los tristes miserables dias,

llegado al flaco arrimo de paciencia,

y no menos aquel qu'en sus porfias

siente, quando mas arde, en su pastora

entrañas duras e intenciones frias!

 

CRYSIO

Hagase lo que pide Orompo agora,

pues ya de recoger nuestro ganado

se va llegando a mas andar la hora,

y, en tanto que al aluergue acostumbrado

llegamos, y que el sol claro se alexa,

escondiendo su faz del verde prado,

con voz amarga y lamentable quexa,

al son de los acordes instrumentos,

cantemos el dolor que nos aquexa.

LIBRO TERCERO

 

MARSILIO

Comiença, pues, ¡o Crysio!, y tus accentos

lleguen a los oydos de Claraura,

lleuados mansamente de los vientos,

como a quien todo tu dolor restaura.

 

CRYSIO

Al que ausencia viene a dar

su caliz triste a beuer,

no tiene mal que temer,

ni ningun bien que esperar.

En esta amarga dolencia

no ay mal que no esté cifrado,

temor de ser oluidado,

celos de agena presencia;

quien la viniere a prouar,

luego vendra a conocer

que no ay mal de que temer,

ni menos bien que esperar.

 

OROMPO

Ved si es mal el que me aquexa

mas que muerte conoscida,

pues forma quexas la vida

de que la muerte la dexa.

Quando la muerte lleuó

toda mi gloria y contento,

por darme mayor tormento,

con la vida me dexó.

LIBRO TERCERO

 

El mal viene, el bien se alexa

con tan ligera corrida,

que forma quexas la vida

de que la muerte la dexa.

MARSILIO

En mi terrible pesar

ya faltan, por mas enojos,

las lagrimas a los ojos

y el aliento al sospirar.

La ingratitud y desden

me tienen ya de tal suerte,

que espero y llamo a la muerte

por mas vida y por mas bien.

Poco se podra tardar,

pues faltan en mis enojos

las lagrimas a los ojos

y el aliento al sospirar.

 

ORFENIO

Celos, a fe, si pudiera,

que yo hiziera por mejor

que fueran celos amor,

y que el amor celos fuera.

Deste trueco grangeara

tanto bien y tanta gloria,

que la palma y la victoria

de enamorado lleuara.

Y aun fueran de tal manera

los celos en mi fauor,

que, a ser los celos amor,

el amor yo solo fuera.

LIBRO TERCERO

 

Con esta vltima cancion del celoso Orfenio

dieron fin a su egloga los discretos pastores,

dexando satisfechos de su discrecion a todos

los que escuchado los hauian, especialmente a

Damon y a Tyrsi, que gran contento en oyr-

los rescibieron, paresciendoles que mas que

de pastoril ingenio parescian las razones y ar-

gumentos que para salir con su proposito los

quatro pastores hauian propuesto. Pero hauien-

dose mouido contienda entre muchos de los cir-

cunstantes sobre qual de los quatro hauia ale-

gado mejor de su derecho, en fin se vino a

conformar el parecer de todos con el que dio el

discreto Damon, diziendoles que el para si te-

nia que, entre todos los disgustos y sinsabores

que el amor trae consigo, ninguno fatiga tanto

al enamorado pecho como la incurable pesti-

lencia de los celos, y que no se podian ygualar

a ella la pérdida de Orompo, ausencia de Cry-

sio, ni la desconfiança de Marsil[i]o.

—La causa es—dixo—que no cabe en razon

natural que, las cosas que estan impossibilitadas

de alcançarse, puedan por largo tiempo apre-

miar la voluntad a quererlas ni fatigar al desseo

por alcançarlas, porque, el que tuuiesse volun-

tad y desseo de alcançar lo impossible, claro está

que, quanto mas el desseo le sobrasse, tanto

mas el entendimiento le faltaria. Y por esta

mesma razon digo que la pena que Orompo pa-

dece no es sino vna lastima y compassion del

bien perdido; y por hauerle perdido de manera

que no es possible tornarle a cobrar, esta impos-

LIBRO TERCERO

 

sibilidad ha de ser causa para que su dolor se

acabe, que, puesto que el humano entendimien-

to no puede estar tan vnido siempre con la ra-

zon que dexe de sentir la pérdida del bien que

cobrar no se puede, y que, en effecto, ha de dar

muestras de su sentimiento con tiernas lagrimas,

ardientes sospiros y lastimosas palabras, so

pena de que, quien esto no hiziesse, antes por

bruto que por hombre racional sería tenido: en

fin fin, el discurso del tiempo cura esta dolen-

cia, la razon la mitiga, y las nueuas occasiones

tienen mucha parte para borrar la de la memo-

ria. Todo esto es al reues en el ausencia, como

apuntó bien Crysio en sus versos, que, como la

esperança en el ausente ande tan junta con el

desseo, dale terrible fatiga la dilacion de la tor-

nada, porque, como no le impide otra cosa el

gozar su bien sino algun braço de mar o alguna

distancia de tierra, parecele que, tiniendo lo prin-

cipal, que es la voluntad de la persona amada,

que se haze notorio agrauio a su gusto que co-

sas que son tan menos como vn poco de agua

o tierra le impidan su felicidad y gloria. Iuntase

assimesmo a esta pena el temor de ser oluidado,

las mudanças de los humanos coraçones; y, en

tanto que la ausencia dura, sin duda alguna que

es estraño el rigor y aspereza con que trata al

alma del desdichado ausente; pero, como tiene

tan cerca el remedio, que consiste en la torna-

da, puedese lleuar con algun aliuio su tormen-

to, y si succediere ser la ausencia de manera

que sea impossible boluer a la presencia des-

LIBRO TERCERO

 

seada, aquella impossibilidad viene a ser el re-

medio, como en el de la muerte. El dolor de que

Marsil[i]o se quexa, puesto que es como el mes-

mo que yo padezco, y por esta causa me hauia

de parescer mayor que otro alguno, no por esso

dexaré de dezir lo que en el la razon me mues-

tra, antes que aquello a que la passion me in-

cita: confiesso que es terrible dolor querer y no

ser querido, pero mayor sería amar y ser aborre-

cido; y si los nueuos amadores nos guiassemos

por lo que la razon y la experiencia nos enseñan,

veriamos que todos los principios en qualquier

cosa son difficultosos, y que no padece esta re-

gla excepcion en los casos de amor, antes en

ellos mas se confirma y fortalece; assi que, que-

xarse el nueuo amante de la dureza del rebelde

pecho de su señora, va fuera de todo razonable

término, porque como el amor sea y ha de ser

voluntario, y no forçoso, no deuo yo quexarme

de no ser querido de quien quiero, ni deuo ha-

zer caudal del cargo que le hago, diziendole

que está obligada a amarme porque yo la amo:

que, puesto que la persona amada deue, en ley

de naturaleza y en buena cortesia, no mostrarse

ingrata con quien bien la quiere, no por esso le

ha de ser forçoso y de obligacion que corres-

ponda del todo y por todo a los desseos de su

amante: que si esto assi fuesse, mil enamorados

importunos auria que por su solicitud alcanças-

sen lo que quiça no se les deuria de derecho; y

como el amor tenga por padre al conocimiento,

puede ser que no halle en mi la que es de mi

LIBRO TERCERO

 

bien querida partes tan buenas que la mueuan

e inclinen a quererme, y assi no está obligada,

como ya he dicho, a amarme, como yo estare

obligado a adorarla, porque hallé en ella lo que

a mi me falta. Y por esta razon no deue el des

deñado quexarse de su amada, sino de su ven-

tura, que le nego las gracias que al conocimien-

to de su señora pudieran mouer a bien querer-

le; y assi deue procurar con continos seruicios,

con amorosas razones, con la no importuna pre-

sencia, con las exercitadas virtudes, adobar y

enmendar en el la falta que naturaleza hizo,

que este es tan principal remedio, que estoy por

affirmar que será impossible dexar de ser ama-

do el que con tan justos medios procurare gran-

gear la voluntad de su señora. Y pues este mal

del desden tiene el bien deste remedio, consue-

lese Marsil[i]o y tenga lástima al desdichado y

celoso Orfenio, en cuya desuentura se encierra

la mayor que en las de amor imaginarse puede.

¡O celos, turbadores de la sossegada paz amo-

rosa, celos, cuchillo de las mas firmes esperan-

ças! No se yo que pudo saber de linages el que

a vosotros os hizo hijos del amor, siendo tan al

reues, que por el mesmo caso dexara el amor

de serlo, si tales hijos engendrara. ¡O celos, hi-

pocritas y fementidos ladrones, pues, para que

se haga cuenta de vosotros en el mundo, en

viendo nascer alguna centella de amor en algun

pecho, luego procurays mezclaros con ella, bol-

uiendoos de su color, y aun procurays vsurparle

el mando y señorio que tiene! Y de aqui nasce

LIBRO TERCERO

 

que, como os ven tan vnidos con el amor, pues-

to que por vuestros effectos days a conoscer

que no soys el mesmo amor, todavia procurays

que entienda el ignorante que soys sus hijos,

siendo, como lo soys, nascidos de vna baxa sos-

pecha, engendrados de vn vil y desastrado te-

mor, criados a los pechos de falsas imaginacio-

nes, crescidos entre vilissimas embidias, susten-

tados de chismes y mentiras. Y porque se vea

la destruycion que haze en los enamorados pe-

chos esta maldita dolencia de los rabiosos celos,

en siendo el amante celoso, conuiene, con paz

sea dicho de los celosos enamorados, conuiene,

digo, que sea, como lo es, traydor, astuto, re-

boltoso, chismero, antojadizo y aun mal criado;

y a tanto se estiende la celosa furia que le se-

ñorea, que a la persona que mas quiere es a

quien mas mal dessea. Querria el amante celo-

so que sólo para el su dama fuesse hermosa, y

fea para todo el mundo; dessea que no tenga

ojos para ver mas de lo que el quisiere, ni

oydos para oyr, ni lengua para hablar; que sea

retirada, dessabrida, soberuia y mal acondicio-

nada; y aun a vezes dessea, apretado desta pas-

sion diabolica, que su dama se muera y que

todo se acabe.

,,Todas estas passiones engendran los celos

en los animos de los amantes celosos; al reues

de las virtudes que el puro y senzillo amor multi-

plica en los verdaderos y comedidos amadores,

porque en el pecho de vn buen enamorado se

encierra discrecion, valentia liberalidad, come-

LIBRO TERCERO

 

dimiento y todo aquello que le puede hazer

loable a los ojos de las gentes. Tiene mas, assi-

mesmo, la fuerça deste crudo veneno: que no

ay antidoto que le preserue, consejo que le val-

ga, amigo que le ayude, ni disculpa que le qua-

dre; todo esto cabe en el enamorado celoso, y

mas: que qualquiera sombra le espanta, qual-

quiera niñeria le turba, y qualquier sospecha,

falsa o verdadera, le deshaze; y a toda esta des-

uentura se le añade otra: que, con las disculpas

que le dan, piensa que le engañan. Y no ha-

uiendo para la enfermedad de los celos otra

medicina que las disculpas, y no queriendo el

enfermo celoso admitiras, siguese que esta en-

fermedad es sin remedio, y que a todas las de-

mas deue anteponerse. Y assi, es mi parecer

que Orfenio es el mas penado, pero no el mas

enamorado, porque no son los celos señales de

mucho amor, sino de mucha curiosidad imper-

tinente; y si son señales de amor, es como la

calentura en el hombre enfermo, que el tenerla

es señal de tener vida, pero vida enferma y mal

dispuesta, y assi el enamorado celoso tiene amor,

mas es amor enfermo y mal acondicionado. Y

tambien el ser celoso es señal de poca confian-

ça del valor de si mesmo; y, que sea esto ver-

dad, nos lo muestra el discreto y firme enamo-

rado, el qual, sin llegar a la escuridad de los ce-

los, toca en las sombras del temor, pero no se

entra tanto en ellas que le escurezcan el sol de

su contento, ni dellas se aparta tanto que le des-

cuyden de andar solícito y temeroso; que si este

LIBRO TERCERO

 

discreto temor faltasse en el amante, yo le ten-

dria por soberuio y demasiadamente confiado,

porque, como dize vn comun prouerbio nuestro,

quien bien ama, teme; teme, y aun es razon que

tema, el amante que, como la cosa que ama es

en estremo buena, o a el le parecio serlo, no pa-

rezca lo mesmo a los ojos de quien la mirare, y

por la mesma causa se engendre el amor en otro,

que pueda y venga a turbar el suyo; teme y tema

el buen enamorado las mundanças de los tiem-

pos, de las nueuas occasiones que en su daño

podrian offrecerse, de que con breuedad no se

acabe el dichoso estado que goza, y este temor

ha de ser tan secreto, que no le salga a la lengua

para dezirle, ni aun a los ojos para significarle;

y haze tan contrarios effectos este temor del

que los celos hazen en los pechos enamorados,

que cria en ellos nueuos desseos de acrescentar

mas el amor, si pudiessen, de procurar con toda

solicitud que los ojos de su amada no vean en

ellos cosa que no sea digna de alabança, mos-

trandose liberales; comedidos, galanes, limpios

y bien criados; y tanto quanto este virtuoso te-

mor es justo se alabe, tanto y mas es digno que

los celos se vituperen.

Calló en diziendo esto el famoso Damon, y

lleuó tras la suya las contrarias opiniones de

algunos que escuchado le hauian, dexando a

todos satisfechos de la verdad que con tanta

llaneza les auia mostrado. Pero no se quedara

sin respuesta si los pastores Orompo, Crysio,

Marsil[i]o y Orfenio huuieran estado presentes a

LIBRO TERCERO

 

su plática, los quales, cansados de la recitada

egloga, se hauian ydo a casa de su amigo Da-

ranio. Estando todos en esto, ya que los bayles

y danças querian renouarse, vieron que por vna

parte de la plaça entrauan tres dispuestos pas-

tores, que luego de todos fueron conoscidos, los

quales eran el gentil Francenio, el libre Lauso y

el anciano Arsindo, el qual venia en medio de

los dos pastores con vna hermosa guirnalda de

verde lauro en las manos, y, atrauessando por

medio de la plaça, vinieron a parar adonde Tyr-

si, Damon, Elicio y Erastro y todos los mas prin-

cipales pastores estauan, a los quales con cor-

teses palabras saludaron, y con no menor cor-

tesia fueron dellos rescebidos, especialmente

Lauso de Damon, de quien era antiguo y ver-

dadero amigo. Cessando los comedimientos,

puestos los ojos Arsindo en Damon y en Tyrsi,

començo a hablar desta manera:

—La fama de vuestra sabiduria, que cerca y

lexos se estiende, discretos y gallardos pasto-

res, es la que a estos pastores y a mi nos trae a

suplicaros querays ser juezes de vna graciosa

contienda que entre estos dos pastores ha nas-

cido, y es que, la fiesta passada, Francenio y

Lauso, que estan presentes, se hallaron en vna

conuersacion de hermosas pastoras, entre las

quales, por passar sin pesadumbre las horas

occiosas del dia, entre otros muchos juegos, or-

denaron el que se llama de los propositos. Su-

cedio, pues, que, llegando la vez de proponer y

començar a vno destos pastores, quiso la suerte

LIBRO TERCERO

 

que, la pastora que a su lado estaua y a la mano

derecha tenia, fuesse, segun el dize, la thesore-

ra de los secretos de su alma, y la que por

mas discreta y mas enamorada en la opinion

de todos estaua. Llegandosele, pues, al oydo, le

dixo: "Huyendo va la esperança.,, La pastora,

sin detenerse en nada, prosiguio adelante; y al

dezir despues cada vno en público lo que al

otro hauia dicho en secreto, hallóse que la pas-

tora hauia seguydo el proposito, diziendo: "Te-

nella con el desseo.,, Fue celebrada por los que

presentes estauan la agudeza desta respuesta;

pero el que mas la solemnizó fue el pastor Lau-

so, y no menos le parecio bien a Francenio. Y

assi, cada vno, viendo que lo propuesto y res-

pondido eran versos medidos, se offrecio de glo-

sallos, y despues de hauerlo hecho, cada qual

procura que su glosa a la del otro se auentaje,

y, para assegurarse desto, me quisieron hazer

juez dello. Pero como yo supe que vuestra pre-

sencia alegraua nuestras riberas, aconsejéles

que a vosotros viniessen, de cuya estremada

sciencia y sabiduria questiones de mayor im-

portancia pueden bien fiarse. Han seguido ellos

mi parecer, y yo he querido tomar trabajo de

hazer esta guirnalda, para que sea dada en pre-

mio al que vosotros, pastores, vieredes que me-

jor ha glosado.

Calló Arsindo, y esperó la respuesta de los

pastores, que fue agradecerle la buena opinion

que dellos tenia, y offrecerse de ser juezes des-

apassionados en aquella honrosa contienda. Con

LIBRO TERCERO

 

este seguro, luego Francenio tornó a repetir los

versos y a dezir su glosa, que era esta:

Huyendo va la esperança;

tenella con el desseo.

 

GLOSA

Quando me pienso saluar

en la fe de mi querer,

me vienen luego a espantar

las faltas del merescer

y las sobras del pesar.

Muerese la confiança,

no tiene pulsos la vida,

pues se ve en mi mala andança

que, del temor perseguida,

huyendo va la esperança.

Huye, y lleuase consigo

todo el gusto de mi pena,

dexando, por mas castigo,

las llaues de mi cadena

en poder de mi enemigo.

Tanto se alexa, que creo

que presto se hara inuisible,

y en su ligereza veo

que, ni puedo, ni es possible

tenerla con el desseo.

Dicha la glosa de Francenio, Lauso començo

la suya, que assi dezia:

En el punto que os miré,

como tan hermosa os vi,

luego temi y esperé;

pero, en fin, tanto temi,

que con el temor quedé.

LIBRO TERCERO

 

De veros, esto se alcança:

vna flaca confiança

y vn temor acobardado,

que, por no verle a su lado,

huyendo va la esperança.

Y aunque me dexa y se va

con tan estraña corrida,

por milagro se verá

que se acabará mi vida

y mi amor no acabará.

Sin esperança me veo;

mas, por lleuar el tropheo

de amador sin interesse,

no querria, aunque pudiesse,

tenella con el desseo.

En acabando Lauso de dezir su glosa, dixo

Arsindo:

—Veys aqui, famosos Damon y Tyrsi, declara-

da la causa sobre que es la contienda destos

pastores; sólo resta agora que vosotros deys la

guirnalda a quien vieredes que con mas justo

título la meresce: que Lauso y Francenio son

tan amigos, y vuestra sentencia será tan justa,

que ellos tendran por bien lo que por vosotros

fuere juzgado.

—No entiendas, Arsindo—respondio Tyrsi—,

que con tanta presteza, aunque nuestros inge-

nios fueran de la calidad que tu los imaginas,

se puede ni deue juzgar la differencia, si ay al-

guna, destas discretas glosas. Lo que se de-

zir dellas, y lo que Damon no querra contrade-

zirme, es que ygualmente entrambas son buenas,

y que la guirnalda se deue dar a la pastora que

LIBRO TERCERO

 

dio la occasion a tan curiosa y loable contienda;

y si deste parecer quedays satisfechos, pagad-

nosle con honrar las bodas de nuestro amigo

Daranio, alegrandolas con vuestras agradables

canciones y autorizandolas con vuestra honrosa

presencia.

A todos parecio bien la sentencia de Tyrsi; los

dos pastores la consintieron, y se offrecieron de

hazer lo que Tyrsi les mandaua. Pero las pasto-

ras y pastores que a Lauso conoscian, se mara-

uillauan de ver la libre condicion suya en la red

amorosa embuelta, porque luego vieron en la

amarillez de su rostro, en el silencio de su len-

gua y en la contienda que con Francenio hauia

tomado, que no estaua su voluntad tan essenta

como solia,y andauan entre si imaginando quien

podria ser la pastora que de su libre coraçon

triumphado hauia. Quien imaginaua que la dis-

creta Belisa, y quien que la gallarda Leandra, y

algunos que la sin par Arminda, mouiendoles a

imaginar esto la ordinaria costumbre que Lauso

tenia de visitar las cabañas destas pastoras, y

ser cada vna dellas para subjectar con su gracia,

valor y hermosura otros tan libres coraçones

como el de Lauso; y desta duda tardaron mu-

chos dias en certificarse, porque el enamorado

pastor a penas de si mesmo fiaua el secreto de

sus amores. Acabado esto, luego toda la jouen-

tud del pueblo renouo las danças, y los pastori-

les instrumentos formaron vna agradable musi-

ca; pero viendo que ya el sol apresuraua su ca-

rrera hazia el ocaso, cessaron las concertadas

LIBRO TERCERO

 

vozes, y todos los que alli estauan determinaron

de lleuar a los desposados hasta su casa; y el

anciano Arsindo, por cumplir lo que a Tyrsi ha-

uia prometido, en el espacio que hauia desde

la plaça hasta la casa de Daranio, al son de la

çampoña de Erastro, estos versos fue cantando:

 

ARSINDO

Haga señales el cielo

de regozijo y contento

en tan venturoso dia;

celebrese en todo el suelo

este alegre casamiento

con general alegria.

Cambiese de oy mas el llanto

en suaue y dulce canto,

y, en lugar de los pesares,

vengan gustos a millares

que destierren el quebranto.

Todo el bien succeda en colmo

entre desposados tales,

tan para en vno nascidos:

peras les offrezca el olmo,

cerezas los carrascales,

guindas los mirtos floridos,

hallen perlas en los riscos,

vbas les den los lentiscos,

mançanas los algarrobos,

y, sin temor de los lobos,

ensanchen mas sus apriscos;

y sus machorras ouejas

vengan a ser parideras,

con que doblen su ganancia;

LIBRO TERCERO

 

las solicitas abejas

en los surcos de sus eras

hagan miel en abundancia;

logren siempre su semilla

en el campo y en la villa,

cogida a tiempo y sazon;

no entre en sus viñas pulgon,

ni en su trigo la neguilla.

Y dos hijos presto tengan,

tan hechos en paz y amor

quanto pueden dessear;

y, en siendo crescidos, vengan

a ser el vno doctor,

y otro, cura del lugar.

Sean siempre los primeros

en virtudes y en dineros,

que si seran, y aun señores,

si no salen fiadores

de agudos alcaualeros.

Mas años que Sarra viuan,

con salud tan confirmada,

que dello pese al doctor;

y ningun pesar resciban,

ni por hija mal casada,

ni por hijo jugador.

Y quando los dos esten

viejos qual Matusalen,

mueran sin temor de daño,

y haganles su cabo de año

por siempre jamas, amen.

Con grandissimo gusto fueron escuchados los

rusticos versos de Arsindo, en los quales mas se

alargara, si no lo impidiera el llegar a la casa

de Daranio, el qual combidando a todos los que

con el venian, se quedó en ella, si no fue que

LIBRO TERCERO

 

Galatea y Florisa, por temor que Theolinda de

Tyrsi y Damon no fuesse conocida, no quisie-

ron quedarse a la tcena de los desposados. Bien

quisiera[n] Elicio y Erastro acompañar a Galatea

hasta su casa; pero no fue possible que lo con-

sintiesse, y assi, se huuieron de quedar con sus

amigos, y ellas se fueron cansadas de los bayles

de aquel dia; y Theolinda con mas pena que

nunca, viendo que en las solemnes bodas de

Daranio, donde tantos pastores hauian acudido,

solo su Artidoro faltaua. Con esta penosa ima-

ginacion passó aquella noche en compañia de

Galatea y Florisa, que con mas libres y des-

apassionados coraçones la passaron, hasta que,

en el nueuo venidero dia, les succedio lo que se

dira en el libro que se sigue.

 

FIN DEL TERCERO LIBRO