imprimir

TEXTOS ELECTRÓNICOS / ELECTRONIC TEXTS

OBRAS COMPLETAS de Miguel de Cervantes. Ediciones publicadas por Rudolph Schevill y Adolfo Bonilla. Madrid: Gráficas Reunidas, 1914-1944

NOVELAS EJEMPLARES/Tomo III/ Las dos Doncellas

NOVELA de las dos Donzellas.

Cinco leguas de la ciudad de Seuilla, esta vn
lugar que se llama Castilblanco, y, en vno de
muchos mesones que tiene, a la hora que ano-
chezia, entró vn caminante sobre vn hermoso
quartago estrangero; no traia criado alguno, y,      5
sin esperar que le tuuiessen el estriuo, se arrojó
de la silla con gran ligereza. Acudio luego el
huesped- que era hombre diligente y de reca-
do -, mas no fue tan presto que no estuuiesse
ya el caminante sentado en vn poyo que en el      10
portal auia, desabrochandose muy apriessa los
botones del pecho, y luego dexó caer los bra-
ços a vna y a otra parte, dando manifiesto in-
dicio de desmayarse.
La huespeda, que era caritatiua, se llegó a      15
el, y, roziandole con agua el rostro, le hizo
boluer en su acuerdo; y el, dando muestras que
le auia pesado de que assi le huuiessen visto,
se boluio a abrochar, pidiendo que le diessen
luego vn aposento donde se recogiesse, y que,      20
si fuesse possible, fuesse solo.
Dixole la huespeda que no auia mas de vno
en toda la casa, y que tenia dos camas, y que

                                               P.2
NOVELAS EXEMPLARES


era forçoso, si algun huesped acudiesse, aco-
modarle en la vna.
A lo qual respondio el caminante que el pa-
garia los dos lechos, viniesse o no huesped
alguno; y, sacando vn escudo de oro, se le dio      5
a la huespeda, con condicion que a nadie dies-
se el lecho vazio.
No se descontentó la huespeda de la paga,
antes se ofrecio de hazer lo que le pedia, aun-
que el mismo Dean de Seuilla llegasse aquella      10
noche a su casa. Preguntole si queria cenar, y
respondio que no, mas que solo queria que se
tuuiesse gran cuydado con su quartago. Pidio
la llaue del aposento, y lleuando consigo vnas
bolsas grandes de cuero, se entró en el y cerro      15
tras si la puerta con llaue y aun - a lo que des-
pues parecio - arrimó a ella dos sillas.
Apenas se huuo encerrado, quando se jun-
taron a consejo el huesped y la huespeda, y el
moço que daua la cebada, y otros dos vezinos,      20
que acaso alli se hallaron, y todos trataron de
la grande hermosura y gallarda disposicion
del nueuo huesped, concluyendo que jamas
tal belleza auian visto. Tantearonle la edad, y
se resoluieron que tendria de diez y seys a      25
diez y siete años. Fueron y vinieron, y dieron
y tomaron - como suele dezirse - sobre que
podia auer sido la causa del desmayo que le
dio, pero como no la alcançaron, quedaronse
con la admiracion de su gentileza.      30
Fueronse los vezinos a sus casas, y el hues-
ped a pensar el quartago, y la huespeda a

                                               P.3
LAS DOS DONZELLAS


aderezar algo de cenar, por si otros huespe-
des viniessen; y no tardó mucho, quando entró
otro de poca mas edad que el primero y no de
menos gallardia, y apenas le huuo visto
la huespeda, quando dixo: "¡Valame Dios!, y,      5
¿que es esto? ¿Vienen, por ventura, esta noche
a posar angeles a mi casa?"
"¿Por que dize esso la señora huespeda?" ,
dixo el cauallero.
"No lo digo por nada, señor" , respondio la      10
mesonera, "solo digo que vuessa merced no se
apee, porque no tengo cama que darle, que
dos que tenia las ha tomado vn cauallero que
esta en aquel aposento y me las ha pagado
entrambas, aunque no auia menester mas de      15
la vna sola, porque nadie le entre en el apos-
sento, y es que deue de gustar de la soledad;
y en Dios y en mi anima que no se yo por que,
que no tiene el cara ni disposicion para escon-
derse, sino para que todo el mundo le vea y le      20
bendiga. "
"¿Tan lindo es, señora huespeda?" , replicó
el cauallero.
"¡Y como si es lindo!" , dixo ella, "¡y aun
mas que relindo!"      25
"Ten aqui, moço" , dixo a esta sazon el caua-
llero, "que, aunque duerma en el suelo, tengo
de ver hombre tan alabado" ; y, dando el estri-
uo a vn moço de mulas, que con el venia,

                                               P.4
NOVELAS EXEMPLARES


se apeó y hizo que le diessen luego de cenar,
y assi fue hecho, y, estando cenando, entró vn
alguazil del pueblo - como de ordinario en los
lugares pequeños se vsa - y sentose a con-
uersacion con el cauallero, en tanto que ce-      5
naua, y no dexó, entre razon y razon, de echar
abaxo tres cubiletes de vino y de roer vna pe-
chuga y vna cadera de perdiz que le dio el ca-
uallero, y todo se lo pagó el alguazil con pre-
guntarle nueuas de la Corte y de las guerras      10
de Flandes y baxada del Turco, no oluidandose
de los sucessos del Trasiluano, que nuestro
Señor guarde.
El cauallero cenaua y callaua, porque no ve-
nia de parte que le pudiesse satisfazer a sus      15
preguntas. Ya en esto, auia acabado el meso-
nero de dar recado al quartago, y sentose a
hazer tercio en la conuersacion y a prouar de
su mismo vino no menos tragos que el algua-
zil, y, a cada trago que embasaua, boluia y      20
derribaua la cabeça sobre el ombro yzquierdo,
y alabaua el vino, que le ponia en las nubes,
aunque no se atreuia a dexarle mucho en ellas,
por que no se aguasse.
De lance en lance, boluieron a las alabanças      25
del huesped encerrado, y contaron de su des-
mayo y encerramiento, y de que no auia que-
rido cenar cosa alguna. Ponderaron el aparato
de las bolsas, y la bondad del quartago y del
vestido vistoso que de camino traia. Todo      30
lo qual requeria no venir sin moço que le sir-

                                               P.5
LAS DOS DONZELLAS


uiesse. Todas estas exageraciones pusieron nue-
uo desseo de verle, y rogo al mesonero hiziesse
de modo como el entrasse a dormir en la otra
cama, y le daria vn escudo de oro. Y puesto
que la codicia del dinero acabó con la volun-      5
tad del mesonero de darsela, halló ser impos-
sible, a causa que estaua cerrado por de den-
tro, y no se atreuia a despertar al que dentro
dormia, y que tambien tenia pagados los dos
lechos.      10
Todo lo qual facilitó el alguazil, diziendo:
"Lo que se podra hazer, es: que yo llamaré a
la puerta, diziendo que soy la justicia, que por
mandado del señor alcalde traygo a aposentar
a este cauallero a este meson, y que, no auien-      15
do otra cama, se le manda dar aquella; a lo
qual ha de replicar el huesped que se le haze
agrauio, porque ya esta alquilada y no es ra-
zon quitarla al que la tiene. Con esto quedará
el mesonero desculpado, y vuessa merced      20
consiguira su intento. "
A todos les parecio bien la traza del algua-
zil, y por ella le dio el desseoso quatro reales.
Pusose luego por obra; y, en resolucion, mos-
trando gran sentimiento, el primer huesped      25
abrio a la justicia, y el segundo, pidiendole
perdon del agrauio que, al parecer, se le auia
hecho, se fue acostar en el lecho desocupado;
pero ni el otro le respondio palabra, ni menos
se dexó ver el rostro, porque, apenas huuo      30

                                               P.6
NOVELAS EXEMPLARES


abierto, quando se fue a su cama, y, buelta la
cara a la pared, por no responder, hizo que
dormia. El otro se acosto, esperando cumplir
por la mañana su desseo, quando se leuan-
tassen.      5
Eran las noches de las pereçosas y largas de
diziembre, y el frio y el cansancio del camino
forçaua a procurar passarlas con reposo; pero
como no le tenia el huesped primero, a poco
mas de la media noche començo a suspirar      10
tan amargamente, que con cada suspiro pare-
cia despedirsele el alma, y fue de tal manera
que, aunque el segundo dormia, huuo de des-
pertar al lastimero son del que se quexaua.
Y admirado de los sollozos con que acom-      15
pañaua los suspiros, atentamente se puso a es-
cuchar lo que, al parecer, entre si murmuraua.
Estaua la sala escura y las camas bien des-
uiadas, pero no por esto dexó de oyr, entre
otras razones, estas, que con voz debilitada y      20
flaca el lastimado huesped primero dezia: "¡Ay
sin ventura! ¿A donde me lleua la fuerça incon-
trastable de mis hados? ¿Que camino es el mio,
o que salida espero tener del intricado labe-
rinto donde me hallo? ¡Ay pocos y mal expe-      25
rimentados años, incapazes de toda buena con-
sideracion y consejo! ¿Que fin ha de tener esta
no sabida peregrinacion mia? ¡Ay honra me-
nospreciada! ¡Ay amor mal agradezido! ¡Ay

                                               P.7
LAS DOS DONZELLAS


respectos de honrados padres y parientes
atropellados! Y ¡ay de mi vna y mil vezes,
que tan a rienda suelta me dexé lleuar de mis
desseos! ¡O palabras fingidas, que tan de veras
me obligastes a que con obras os respondiesse!      5
¿Pero de quien me quexo, cuytada? ¿Yo no soy
la que quise engañarme? ¿No soy yo la que
tomó el cuchillo con sus mismas manos, con
que corté y eché por tierra mi credito, con el
que de mi valor tenian mis ancianos padres?      10
¡O fementido Marco Antonio! ¿Como es possi-
ble que en las dulces palabras que me dezias
viniesse mezclada la hiel de tus descortesias y
desdenes? ¿Adonde estas, ingrato? ¿Adonde te
fuyste, desconocido? Respondeme, que te ha-      15
blo; esperame, que te sigo; sustentame, que
descaezco; pagame, que me deues; socorreme,
pues por tantas vias te tengo obligado. "
Calló en diziendo esto, dando muestra en los
ayes y suspiros que no dexauan los ojos de      20
derramar tiernas lagrimas. Todo lo qual, con
sossegado silencio, estuuo escuchando el se-
gundo huesped, coligiendo, por las razones que
auia oydo, que sin duda alguna era muger la
que se quexaua, cosa que le auiuó mas el      25
desseo de conozella, y estuuo muchas vezes
determinado de yrse a la cama de la que creia
ser muger; y huuieralo hecho, si en aquella sa-
zon no le sintiera leuantar; y, abriendo la puer-

                                               P.8
NOVELAS EXEMPLARES


ta de la sala, dio vozes al huesped de casa
que le ensillasse el quartago, porque queria
partirse
A lo qual, al cabo de vn buen rato que el
mesonero se dexó llamar, le respondio que se      5
sossegasse, porque aun no era passada la me-
dia noche, y que la escuridad era tanta, que
sería temeridad ponerse en camino.
Quietose con esto, y boluiendo a cerrar la
puerta, se arrojó en la cama de golpe, dando      10
vn rezio suspiro.
Pareciole al que escuchaua, que seria bien
hablarle y ofrecerle para su remedio lo que de
su parte podia, por obligarle con esto a que
se descubriesse, y su lastimera historia le con-      15
tasse, y assi le dixo:
"Por cierto, señor gentilhombre, que si los
suspiros que aueys dado, y las palabras que
aueys dicho, no me huuieran mouido a condo-
lerme del mal de que os quexays, entendiera      20
que carecia de natural sentimiento, o que mi
alma era de piedra y mi pecho de bronce duro;
y si esta compassion que os tengo, y el pre-
supuesto que en mi ha nacido de poner mi
vida por vuestro remedio - si es que vuestro      25
mal le tiene -, merece alguna cortesia en re-
compensa, ruegoos que la vseys conmigo, de-
clarandome, sin encubrirme cosa, la causa de
vuestro dolor. "
"Si el no me huuiera sacado de sentido" , res-      30

                                               P.9
LAS DOS DONZELLAS


pondio el que se quexaua, "bien deuiera yo de
acordarme que no estaua solo en este aposen-
to, y assi huuiera puesto mas freno a mi len-
gua, y mas tregua a mis suspiros; pero en pago
de auerme faltado la memoria, en parte donde      5
tanto me importaua tenerla, quiero hazer lo que
me pedis, porque, renouando la amarga histo-
ria de mis desgracias, podria ser que el nueuo
sentimiento me acabasse. Mas si quereys que
haga lo que me pedis, aueysme de prometer,      10
por la fe que me aueys mostrado en el ofreci-
miento que me aueys hecho, y por quien vos
soys - que, a lo que en vuestras palabras mos-
trays, prometeys mucho -, que por cosas que
de mi oyays en lo que os dixere, no os aueys      15
de mouer de vuestro lecho, ni venir al mio, ni
preguntarme mas de aquello que yo quisiere
deziros, porque si al contrario desto hiziere-
des, en el punto que os sienta mouer, con vna
espada que a la cabecera tengo, me passaré el      20
pecho. "
Essotro - que mil impossibles prometiera,
por saber lo que tanto desseaua - le respon-
dio que no saldria vn punto de lo que le auia
pedido, afirmandoselo con mil juramentos.      25
"Con esse seguro pues" , dixo el primero, "yo
hare lo que hasta aora no he hecho, que es dar
cuenta de mi vida a nadie, y assi, escuchad:
»Aueys de saber, señor, que yo que en esta
posada entré - como sin duda os auran di-      30
cho - en trage de varon, soy vna desdichada
donzella, a lo menos vna que lo fue no ha ocho

                                               P.10
NOVELAS EXEMPLARES


dias, y lo dexó de ser por inaduertida y loca,
y por creerse de palabras compuestas y afey-
tadas de fementidos hombres. Mi nombre es
Teodosia, mi patria vn principal lugar desta
Andaluzia, cuyo nombre callo porque no os im-      5
porta a vos tanto el saberlo, como a mi el encu-
brirlo, mis padres son nobles, y mas que media-
namente ricos, los quales tuuieron vn hijo y vna
hija: el para descanso y honra suya, y ella para
todo lo contrario; a el embiaron a estudiar a      10
Salamanca; a mi me tenian en su casa, a donde
me criauan con el recogimiento y recato que su
virtud y nobleza pedian, y yo, sin pesadumbre
alguna, siempre les fuy obediente, ajustando
mi voluntad a la suya, sin discrepar vn solo      15
punto, hasta que mi suerte menguada, o mi
mucha demasia, me ofrecio a los ojos vn hijo
de vn vezino nuestro, mas rico que mis padres,
y tan noble como ellos.
"La primera vez que le miré, no senti otra      20
cosa que fuesse mas de vna complacencia de
auerle visto, y no fue mucho, porque su gala,
gentileza, rostro y costumbres eran de los ala-
bados y estimados del pueblo, con su rara dis-
crecion y cortesia. Pero, ¿de que me sirue ala-      25
bar a mi enemigo, ni yr alargando con razones
el sucesso tan desgraciado mio o, por mejor
dezir, el principio de mi locura? Digo, en fin,
que el me vio vna y muchas vezes desde vna
ventana, que frontero de otra mia estaua; des-      30
de alli - a lo que me parecio - me embio el
alma por los ojos, y los mios, con otra manera

                                               P.11
LAS DOS DONZELLAS


de contento que el primero, gustaron de mi-
ralle, y aun me forçaron a que creyesse
que eran puras verdades quanto en sus ade-
manes y en su rostro leia. Fue la vista la in-
tercessora y medianera de la habla, la habla      5
de declarar su desseo, su desseo de encender
el mio, y de dar fe al suyo.
"Llegose a todo esto las promessas, los ju-
ramentos, las lagrimas, los suspiros, y todo
aquello que a mi parecer puede hazer vn firme      10
amador, para dar a entender la entereza
de su voluntad y la firmeza de su pecho, y
en mi, desdichada, que jamas en semejantes
ocasiones y tranzes me auia visto, cada
palabra era vn tiro de artilleria, que derribaua      15
parte de la fortaleza de mi honra; cada lagrima
era vn fuego en que se abrasaua mi hones-
tidad; cada suspiro vn furioso viento que el
incendio aumentaua, de tal suerte, que acabó
de consumir la virtud que hasta entonces aun      20
no auia sido tocada; y, finalmente, con la pro-
messa de ser mi esposo, a pesar de sus padres,
que para otra le guardauan, di con todo mi
recogimiento en tierra, y, sin saber como, me
entregué en su poder a hurto de mis padres,      25
sin tener otro testigo de mi desatino que vn
page de Marco Antonio - que este es el nom-
bre del inquietador de mi sossiego -, y apenas
huuo tomado de mi la possession que quiso,

                                               P.12
NOVELAS EXEMPLARES


quando de alli a dos dias desaparecio del pue-
blo, sin que sus padres, ni otra persona alguna,
supiessen dezir ni imaginar donde auia ydo.
"Qual yo quedé, digalo quien tuuiere poder
para dezirlo, que yo no se, ni supe mas de sen-      5
tillo. Castigué mis cabellos, como si ellos tuuie-
ran la culpa de mi yerro; martirizé mi rostro,
por parecerme que el auia dado toda la oca-
sion a mi desuentura; maldixe mi suerte; acuse
mi presta determinacion; derramé muchas e      10
infinitas lagrimas; vime casi ahogada entre
ellas y entre los suspiros que de mi lastimado
pecho salian. Quexeme en silencio al cielo;
discurri con la imaginacion, por ver si descu-
bria algun camino o senda a mi remedio; y la      15
que hallé, fue vestirme en habito de hombre, y
ausentarme de la casa de mis padres, y yrme a
buscar a este segundo engañador Eneas, a este
cruel y fementido Vireno, a este defrauda-
dor de mis buenos pensamientos y legitimas y      20
bien fundadas esperanças; y assi, sin ahondar
mucho en mis discursos, ofreciendome la oca-
sion vn vestido de camino de mi hermano, y
vn quartago de mi padre, que yo ensillé, vna
noche escurissima me sali de casa, con inten-      25
cion de yr a Salamanca, donde, segun despues
se dixo, creian que Marco Antonio podia auer
venido, porque tambien es estudiante y cama-
rada del hermano mio que os he dicho. No
dexé assimismo de sacar cantidad de dineros      30
en oro, para todo aquello que en mi impensa-
do viage pueda sucederme. Y lo que mas me

                                               P.13
LAS DOS DONZELLAS


fatiga, es que mis padres me han de seguir y
hallar por las señas del vestido y del quarta-
go que traygo; y quando esto no tema, temo a
mi hermano, que esta en Salamanca, del qual,
si soy conocida, ya se puede entender el peli-      5
gro en que esta puesta mi vida, porque aunque
el escuche mis disculpas, el menor punto de su
honor passa a quantas yo pudiere darle.
"Con todo esto, mi principal determinacion
es, aunque pierda la vida, buscar al desalmado      10
de mi esposo, que no puede negar el serlo sin
que le desmientan las prendas que dexó en mi
poder, que son, vna sortija de diamantes con
vnas cifras que dizen: «Es Marco Antonio es
»poso de Teodosia.» Si le hallo, sabre del que      15
halló en mi, que tan presto le mouio a dexarme
y, en resolucion, hare que me cumpla la pala-
bra y fe prometida, o le quitaré la vida, mos-
trandome tan presta a la vengança, como fuy
facil al dexar agrauiarme, porque la nobleza de      20
la sangre que mis padres me han dado, va des-
pertando en mi brios que me prometen, o ya
remedio, o ya vengança de mi agrauio. Esta
es, señor cauallero, la verdadera y desdichada
historia que desseauades saber, la qual sera      25
bastante disculpa de los suspiros y palabras
que os despertaron. Lo que os ruego y suplico
es que, ya que no podays darme remedio, a
lo menos me deys consejo con que pueda huyr
los peligros que me contrastan, y templar el      30

                                               P.14
NOVELAS EXEMPLARES


temor que tengo de ser hallada, y facilitar los
modos que he de vsar para conseguir lo que
tanto desseo y he menester. "
Vn gran espacio de tiempo estuuo sin res-
ponder palabra el que auia estado escuchando      5
la historia de la enamorada Teodosia, y tanto,
que ella penso que estaua dormido, y que nin-
guna cosa le auia oydo; y, para certificarse de
lo que sospechaua, le dixo: "¿Dormis, señor? y
no seria malo que durmiessedes, porque el      10
apassionado que cuenta sus desdichas a quien
no las siente, bien es que causen en quien las
escucha mas sueño que lastima. "
"No duermo" , respondio el cauallero, "antes
estoy tan despierto, y siento tanto vuestra des-      15
uentura, que no se si diga que en el mismo
grado me aprieta y duele que a vos misma, y
por esta causa el consejo que me pedis, no solo
ha de parar en aconsejaros, sino en ayudaros
con todo aquello que mis fuerças alcançaren,      20
que puesto que en el modo que aueys tenido
en contarme vuestro sucesso, se ha mostrado
el raro entendimiento de que soys dota-
da, y que conforme a esto os deuio de en-
gañar mas vuestra voluntad rendida, que las      25
persuasiones de Marco Antonio, todavia quiero
tomar por disculpa de vuestro yerro vuestros
pocos años, en los quales no cabe tener ex-
periencia de los muchos engaños de los
hombres. Sossegad, señora, y dormid - si po-      30

                                               P.15
LAS DOS DONZELLAS


deys - lo poco que deue de quedar de la no-
che, que, en viniendo el dia, nos aconsejare-
mos los dos, y veremos que salida se podra
dar a vuestro remedio. "
Agradecioselo Teodosia lo mejor que supo,      5
y procuró reposar vn rato, por dar lugar a que
el cauallero durmiesse, el qual no fue possible
sossegar vn punto, antes començo a bolcarse
por la cama y a suspirar de manera, que le fue
forçoso a Teodosia preguntarle que era lo que      10
sentia; que si era alguna passion, a quien ella
pudiesse remediar, lo haria con la voluntad
misma que el a ella se le auia ofrecido.
A esto respondio el cauallero: "Puesto que
soys vos, señora, la que causa el desasossiego      15
que en mi aueys sentido, no soys vos la que
podays remedialle, que, a serlo, no tuuiera
yo pena alguna. "
No pudo entender Teodosia adonde se en-
caminauan aquellas confusas razones; pero to-      20
davia sospechó que alguna passion amorosa le
fatigaua, y aun penso ser ella la causa, y era
de sospechar y de pensar, pues la comodidad
del aposento, la soledad y la escuridad, y el
saber que era muger, no fuera mucho auer des-      25
pertado en el algun mal pensamiento, y, teme-
rosa desto, se vistio con grande priesa y con
mucho silencio, y se ciñó su espada y daga, y
de aquella manera, sentada sobre la cama, es-

                                               P.16
NOVELAS EXEMPLARES


tuuo esperando el dia, que de alli a poco espa-
cio dio señal de su venida con la luz que en-
traua por los muchos lugares y entradas que
tienen los aposentos de los mesones y ventas.
Y lo mismo que Teodosia auia hecho el caua-      5
llero, y apenas vio estrellado el aposento con
la luz del dia, quando se leuantó de la cama,
diziendo:
"Leuantaos, señora Teodosia, que yo quiero
acompañaros en esta jornada, y no dexaros      10
de mi lado, hasta que como legitimo esposo
tengays en el vuestro a Marco Antonio, o que
el, o yo, perdamos las vidas, y aqui vereys la
obligacion y voluntad en que me ha puesto
vuestra desgracia."      15
Y diziendo esto, abrio las ventanas y puer-
tas del aposento.
Estaua Teodosia desseando ver la claridad,
para ver con la luz que talle y parecer tenia
aquel con quien auia estado hablando toda la      20
noche; mas quando le miró y le conocio, qui-
siera que jamas huuiera amanecido, sino que
alli, en perpetua noche, se le huuieran cerrado
los ojos, porque apenas huuo el cauallero buel-
to los ojos a mirarla - que tambien desseaua      25
verla - quando ella conocio que era su her-
mano, de quien tanto se temia, a cuya vista
casi perdio la de sus ojos, y quedó suspensa
y muda, y sin color en el rostro. Pero sacando
del temor esfuerço, y del peligro discrecion,      30
echando mano a la daga, la tomó por la punta
y se fue a hincar de rodillas delante de su

                                               P.17
LAS DOS DONZELLAS


hermano, diziendo, con voz turbada y teme-
rosa:
"Toma, señor y querido hermano mio, y
haz con este hierro el castigo del que he co-
metido, satisfaziendo tu enojo, que, para tan      5
grande culpa como la mia, no es bien que nin-
guna misericordia me valga; yo confiesso mi
pecado, y no quiero que me sirua de disculpa
mi arrepentimiento; solo te suplico que la pena
sea de suerte que se estienda a quitarme la      10
vida, y no la honra, que puesto que yo la he
puesto en manifiesto peligro, ausentandome de
casa de mis padres, todavia quedará en opi-
nion, si el castigo que me dieres fuere secreto. "
Mirauala su hermano, y aunque la soltura de      15
su atreuimiento le incitaua a la vengança, las
palabras tan tiernas y tan eficazes con que ma-
nifestaua su culpa, le ablandaron de tal suer-
te las entrañas, que, con rostro agradable, y
semblante pazifico, la leuantó del suelo, y la      20
consolo lo mejor que pudo y supo, diziendole,
entre otras razones, que por no hallar castigo
ygual a su locura, le suspendia por entonces;
y assi por esto, como por parecerle que aun
no auia cerrado la fortuna de todo en todo las      25
puertas a su remedio, queria antes procurarsele
por todas las vias possibles, que no tomar ven-
gança del agrauio que de su mucha liuiandad
en el redundaua.
Con estas razones boluio Teodosia a cobrar      30

                                               P.18
NOVELAS EXEMPLARES


los perdidos espiritus; tomó la color a su ros-
tro, y reuiuieron sus casi muertas esperanças.
No quiso mas don Rafael - que assi se lla-
maua su hermano -tratarle de su sucesso; solo
le dixo que mudasse el nombre de Teodosia      5
en Teodoro, y que diessen luego la buelta a
Salamanca los dos juntos a buscar a Marco An-
tonio, puesto que el imaginaua que no estaua
en ella, porque, siendo su camarada, le huuiera
hablado, aunque podia ser que el agrauio que      10
le auia hecho le enmudeciesse y le quitasse la
gana de verle.
Remitiose el nueuo Teodoro a lo que su
hermano quiso. Entró en esto el huesped, al
qual ordenaron que les diesse algo de al-      15
morçar, porque querian partirse luego.
Entre tanto que el moço de mulas ensillaua,
y el almuerço venia, entró en el meson vn
hidalgo, que venia de camino, que de don
Rafael fue conocido luego. Conociale tambien      20
Teodoro, y no ossó salir del aposento, por
no ser visto. Abraçaronse los dos, y preguntó
don Rafael al recien venido, que nueuas auia
en su lugar.
A lo qual respondio que el venia del Puerto      25
de Santa Maria, adonde dexaua quatro galeras
de partida para Napoles, y que en ellas auia
visto embarcado a Marco Antonio Adorno, el
hijo de don Leonardo Adorno, con las quales
nueuas se holgo don Rafael, pareciendole que      30

                                               P.19
LAS DOS DONZELLAS


pues tan sin pensar auia sabido nueuas de lo
que tanto le importaua, era señal que tendria
buen fin su sucesso. Rogole a su amigo que
trocasse con el quartago de su padre, que el
muy bien conocia, la mula que el traia, no di-      5
ziendole que venia, sino que yua a Salaman-
ca, y que no queria lleuar tan buen quartago
en tan largo camino.
El otro, que era comedido y amigo suyo, se
contentó del trueco, y se encargó de dar el      10
quartago a su padre. Almorçaron juntos, y
Teodoro solo, y llegado el punto de partirse, el
amigo tomó el camino de Cazalla, donde
tenia vna rica heredad. No partio don Rafael
con el, que por hurtarle el cuerpo le dixo que      15
le conuenia boluer aquel dia a Seuilla; y assi
como le vio ydo, estando en orden las caual-
gaduras, hecha la cuenta, y pagado al huesped,
diziendo "A Dios" , se salieron de la posada,
dexando admirados a quantos en ella queda-      20
uan de su hermosura y gentil disposicion, que
no tenia para hombre menor gracia, brio y
compostura don Rafael, que su hermana be-
lleza y donayre. Luego, en saliendo, conto don
Rafael a su hermana las nueuas que de Marco      25
Antonio le auian dado, y que le parecia que,
con la diligencia possible, caminassen la buelta
de Barcelona, donde de ordinario suelen parar
algun dia las galeras que passan a Italia, o vie-

                                               P.20
NOVELAS EXEMPLARES


nen a España, y que si no huuiessen llegado,
podian esperarlas, y alli sin duda hallarian a
Marco Antonio.
Su hermana le dixo que hiziesse todo aque-
llo que mejor le pareciesse, porque ella no      5
tenia mas voluntad que la suya.
Dixo don Rafael al moço de mulas que con-
sigo lleuaua, que tuuiesse paciencia, porque le
conuenia passar a Barcelona, assegurandole
la paga a todo su contento, del tiempo que      10
con el anduuiesse.
El moço, que era de los alegres del oficio, y
que conocia que don Rafael era liberal, res-
pondio que hasta el cabo del mundo le acom-
pañaria y seruiria.      15
Preguntó don Rafael a su hermana que di-
neros lleuaua. Respondio que no los tenia con-
tados, y que no sabia mas de que en el escri-
torio de su padre auia metido la mano siete o
ocho vezes, y sacadola llena de escudos de      20
oro, y segun aquello, imaginó don Rafael que
podia lleuar hasta quinientos escudos, que con
otros dozientos que el tenia y vna cadena de
oro que lleuaua, le parecio no yr muy desaco-
modado; y mas persuadiendose que auia de      25
hallar en Barcelona a Marco Antonio.
Con esto se dieron priessa a caminar, sin
perder jornada, y, sin acaescerles desman o
impedimento alguno, llegaron a dos leguas
de vn lugar, que esta nueue de Barcelona, que      30

                                               P.21
LAS DOS DONZELLAS


se llama Ygualada. Auian sabido en el camino,
como vn cauallero que passaua por embaxador
a Roma, estaua en Barcelona esperando las
galeras, que aun no auian llegado, nueua que
les dio mucho contento. Con este gusto cami-      5
naron hasta entrar en vn bosquezillo, que en
el camino estaua, del qual vieron salir vn hom-
bre corriendo, y mirando atras como espantado.
Pusosele don Rafael delante, diziendole:
"¿Por que huys, buen hombre? o ¿que cosa os      10
ha acontezido, que con muestras de tanto
miedo os haze parecer tan ligero?"
"¿No quereys que corra apriessa, y con mie-
do" , respondio el hombre, "si por milagro me
he escapado de vna compañia de vandoleros      15
que queda en esse bosque?"
"Malo" , dixo el moço de mulas, "malo ¡viue
Dios! ¿Vandoleritos a estas horas? ¡Para mi
santiguada, que ellos nos pongan como nue-
uos!"      20
"No os congojeys, hermano" , replicó el
del bosque, "que ya los vandoleros se han ydo,
y han dexado atados a los arboles deste bosque
mas de treynta passageros, dexandolos en ca-
misa; a solo vn hombre dexaron libre, para      25
que desatasse a los demas, despues que ellos
huuiessen traspuesto vna montañuela que le
dieron por señal. "
"Si esso es, " dixo Caluete - que assi se lla-

                                               P.22
NOVELAS EXEMPLARES


maua el moço de mulas -, "seguros podemos
passar, a causa que al lugar donde los vando-
leros hazen el salto, no bueluen por algunos
dias, y puedo assegurar esto, como aquel que
ha dado dos vezes en sus manos, y sabe de      5
molde su vsança y costumbres. "
"Assi es" , dixo el hombre, lo qual, oydo por
don Rafael, determinó passar adelante, y no
anduuieron mucho, quando dieron en los ata-
dos, que passauan de quarenta, que los estaua      10
desatando el que dexaron suelto.
Era estraño espectaculo el verlos, vnos des-
nudos del todo, otros vestidos con los vestidos
astrosos de los vandoleros; vnos llorando de
verse robados, otros riendo de ver los estra-      15
ños trages de los otros; este contaua por me-
nudo lo que le lleuauan; aquel dezia que le pe-
saua mas de vna caxa de Agnus, que de Roma
traia, que de otras infinitas cosas que lleua-
uan. En fin, todo quanto alli passaua eran llan-      20
tos y gemidos de los miserables despojados.
Todo lo qual mirauan, no sin mucho dolor, los
dos hermanos, dando gracias al cielo, que de
tan grande y tan cercano peligro los auia libra-
do. Pero lo que mas compassion les puso, espe-      25
cialmente a Teodoro, fue ver al tronco de vna
enzina atado vn muchacho de edad al parecer
de diez y seys años, con sola la camisa y vnos
calçones de lienço; pero tan hermoso de rostro,
que forçaua y mouia a todos que le mirassen.      30
Apeose Teodoro a desatarle, y el le agrade-

                                               P.23
LAS DOS DONZELLAS


ció con muy corteses razones el beneficio; y por
hazersele mayor, pidio a Caluete, el moço de
mulas, le prestasse su capa, hasta que en el
primer lugar comprassen otra para aquel gentil
mancebo. Diola Caluete, y Teodoro cubrio con      5
ella al moço, preguntandole de donde era, de
donde venia, y a donde caminaua.
A todo esto estaua presente don Rafael, y el
moço respondió que era del Andaluzia, y de
vn lugar, que en nombrandole, vieron que no      10
distaua del suyo sino dos leguas. Dixo que ve-
nia de Seuilla, y que su designio era passar a
Italia a prouar ventura en el exercicio de las
armas, como otros muchos españoles acostum-
brauan; pero que la suerte suya auia salido      15
azar, con el mal encuentro de los vando-
leros, que le lleuauan vna buena cantidad de
dineros, y tales vestidos, que no se compraran
tan buenos con trezientos escudos; pero
que con todo esso pensaua proseguir su ca-      20
mino, porque no venia de casta que se le auia
de elar al primer mal sucesso el calor de su
feruoroso desseo.
Las buenas razones del moço, junto con auer
oydo que era tan cerca de su lugar, y mas con      25
la carta de recomendacion que en su hermosu-
ra traia, pusieron voluntad en los dos hermanos
de fauorecerle en quanto pudiessen. Y repar-
tiendo entre los que mas necessidad, a su pare-
cer, tenian, algunos dineros, especialmente      30

                                               P.24
NOVELAS EXEMPLARES


entre frayles y clerigos, que auia mas de ocho,
hizieron, que subiesse el mancebo en la mula de
Caluete, y sin detenerse mas, en poco espacio
se pusieron en Ygualada, donde supieron que
las galeras el dia antes auian llegado a Barce-      5
lona, y que de alli a dos dias se partirian, si
antes no les forçaua la poca seguridad de la
playa. Estas nueuas hizieron que la mañana
siguiente madrugassen antes que el sol, puesto
que aquella noche no la durmieron toda, sino      10
con mas sobresalto de los dos hermanos que
ellos se pensaron, causado de que, estando a la
mesa, y con ellos el mancebo que auian des-
atado, Teodoro puso ahincadamente los ojos en
su rostro, y, mirandole algo curiosamente, le      15
parecio que tenia las orejas horadadas; y en
esto, y en vn mirar vergonçoso que tenia, sos-
pechó que deuia de ser muger, y desseaua aca-
bar de cenar, para certificarse a solas de su
sospecha; y entre la cena le preguntó don Ra-      20
fael, que cuyo hijo era, porque el conocia toda
la gente principal de su lugar, si era aquel que
auia dicho. A lo qual respondio el mancebo,
que era hijo de don Enrique de Cardenas, ca-
uallero bien conocido.      25
A esto dixo don Rafael que el conocia bien
a don Enrique de Cardenas, pero que sabia y
tenia por cierto, que no tenia hijo alguno, mas
que si lo auia dicho por no descubrir sus pa-
dres, que no importaua, y que nunca mas se lo      30
preguntaria.
"Verdad es" , replicó el moço, "que don En-

                                               P.25
LAS DOS DONZELLAS


rique no tiene hijos, pero tienelos vn hermano
suyo, que se llama don Sancho. "
"Esse tampoco" , respondio don Rafael, "tiene
hijos, sino vna hija sola, y aun dizen que es de
las mas hermosas donzellas que ay en la Anda-      5
luzia; y esto no lo se mas de por fama, que,
aunque muchas vezes he estado en su lugar,
jamas la he visto. "
"Todo lo que, señor, dezis, es verdad" , res-
pondio el mancebo, "que don Sancho no tiene      10
mas de vna hija, pero no tan hermosa como
su fama dize; y si yo dixe que era hijo de don
Enrique, fue porque me tuuiessedes, señores,
en algo, pues no lo soy, sino de vn
mayordomo de don Sancho, que ha muchos      15
años que le sirue, y yo naci en su casa, y por
cierto enojo que di a mi padre, auiendole to-
mado buena cantidad de dineros, quise ve-
nirme a Italia, como os he dicho, y seguir el
camino de la guerra, por quien vienen, segun      20
he visto, a hazerse illustres aun los de es-
curo linage. "
Todas estas razones, y el modo con que las
dezia, notaua atentamente Teodoro, y siempre
se yua confirmando en su sospecha.      25
Acabose la cena, alçaron los manteles, y en
tanto que don Rafael se desnudaua, auiendole
dicho lo que del mancebo sospechaua, con su
parecer y licencia se apartó con el mancebo a
vn valcon de vna ancha ventana, que a la calle      30

                                               P.26
NOVELAS EXEMPLARES


salia, y en el puestos los dos de pechos, Teo-
doro assi començo a hablar con el moço:
"Quisiera, señor Francisco" - que assi auia
dicho el que se llamaua -, "aueros hecho tan-
tas buenas obras, que os obligaran a no negar-      5
me qualquiera cosa que pudiera, o quisiera pedi-
ros; pero el poco tiempo que ha que os conozco,
no ha dado lugar a ello; podria ser, que en el
que esta por venir, conociessedes lo que merece
mi desseo; y si al que aora tengo no gustaredes      10
de satisfazer, no por esso dexaré de ser vuestro
seruidor, como lo soy tambien (que) antes
que os le descubra. Sepays, que aunque tengo
tan pocos años como los vuestros, tengo mas ex-
periencia de las cosas del mundo que ellos      15
prometen, pues con ella he venido a sospechar
que vos no soys varon, como vuestro trage lo
muestra, sino muger, y tambien nacida, como
vuestra hermosura publica; y quiza tan des-
dichada como lo da a entender la mudança del      20
trage, pues jamas tales mudanças son por bien
de quien las haze. Si es verdad lo que sospe-
cho, dezidmelo, que os juro, por la fe de caua-
llero que professo, de ayudaros y seruiros en
todo aquello que pudiere. De que no seays      25
muger, no me lo podeys negar, pues por las
ventanas de vuestras orejas se vee esta verdad
bien clara; y aueys andado descuydada en
no cerrar y dissimular essos agujeros con algu-

                                               P.27
LAS DOS DONZELLAS


na cera encarnada, que pudiera ser que otro tan
curioso como yo, y no tan honrado, sacara
a luz lo que vos tan mal aueys sabido encubrir.
Digo, que no dudeys de dezirme quien soys,
con presupuesto que os ofrezco mi ayuda; yo      5
os asseguro el secreto que quisieredes que
tenga. "
Con grande atencion estaua el mancebo es-
cuchando lo que Teodoro le dezia; y viendo
que ya callaua, antes que le respondiesse pala-      10
bra, le tomó las manos, y llegandoselas a la
boca, se las besó por fuerça, y aun se las bañó
con gran cantidad de lagrimas, que de sus her-
mosos ojos derramaua, cuyo estraño sentimien-
to le causó en Teodoro de manera, que no pudo      15
dexar de acompañarle en ellas - propia y natu-
ral condicion de mugeres principales, enterne-
cerse de los sentimientos y trabajos agenos -,
pero despues que con dificultad retiró sus
manos de la boca del mancebo, estuuo atenta      20
a ver lo que le respondia; el qual, dando vn
profundo gemido, acompañado de muchos
suspiros, dixo:
"No quiero, ni puedo negaros, señor, que
vuestra sospecha no aya sido verdadera; mu-      25
ger soy, y la mas desdichada que echaron
al mundo las mugeres; y pues las obras que
me aueys hecho y los ofrecimientos que me
hazeys, me obligan a obedezeros en quanto
me mandaredes, escuchad, que yo os dire      30

                                               P.28
NOVELAS EXEMPLARES


quien soy, si ya no os cansa oyr agenas des-
uenturas. "
"En ellas viua yo siempre" , replicó Teodoro,
"si no llegue el gusto de saberlas, a la pena
que me daran el ser vuestras, que ya las      5
voy sintiendo como propias mias. "
Y tornandole a abraçar y a hazer nueuos
y verdaderos ofrecimientos, el mancebo, algo
mas sossegado, començo a dezir estas razones:
"En lo que toca a mi patria, la verdad he      10
dicho; en lo que toca a mis padres, no la dixe,
porque don Enrique no lo es, sino mi tio y su
hermano don Sancho, mi padre, que yo soy la
hija desuenturada que vuestro hermano dize
que don Sancho tiene, tan celebrada de her-      15
mosa, cuyo engaño y desengaño se echa de
ver en la ninguna hermosura que tengo. Mi
nombre es Leocadia; la ocasion de la mudança
de mi trage oyreys aora: dos leguas de mi
lugar, esta otro de los mas ricos y nobles de la      20
Andaluzia, en el qual viue vn principal caua-
llero, que trae su origen de los nobles y anti-
guos Adornos de Genoua. Este tiene vn hijo,
que, si no es que la fama se adelanta en sus ala-
banças, como en las mias, es de los gentiles      25
hombres que dessearse pueden. Este, pues,
assi por la vezindad de los lugares, como por
ser aficionado al exercicio de la caça, como
mi padre, algunas vezes venia a mi casa, y
en ella se estaua cinco o seys dias, que todos,      30
y aun parte de las noches, el y mi padre las

                                               P.29
LAS DOS DONZELLAS


passauan en el campo. Desta ocasion tomó la
fortuna, o el amor, o mi poca aduertencia,
la que fue bastante para derribarme de la alteza
de mis buenos pensamientos a la baxeza del
estado en que me veo. Pues auiendo mirado,      5
mas de aquello que fuera licito a vna recatada
donzella, la gentileza y discrecion de Marco
Antonio, y considerado la calidad de su linage y
la mucha cantidad de los bienes que llaman
de fortuna que su padre tenia, me parecio      10
que si le alcançaua por esposo, era toda la feli-
cidad que podia caber en mi desseo. Con este
pensamiento, le comence a mirar con mas cuy-
dado, y deuio de ser, sin duda, con mas descuy-
do, pues el vino a caer en que yo le miraua, y      15
no quiso, ni le fue menester al traydor, otra
entrada para entrarse en el secreto de mi pecho
y robarme las mejores prendas de mi alma.
"Mas no se para que me pongo a contaros,
señor, punto por punto, las menudencias de      20
mis amores, pues hazen tan poco al caso, sino
deziros de vna vez lo que el con muchas de
solicitud grangeó conmigo, que fue que, auien-
dome dado su fe y palabra, debaxo de grandes
y, a mi parecer, firmes y christianos jura-      25
mentos, de ser mi esposo, me ofreci a que hi-
ziesse de mi todo lo que quisiesse; pero aun no
bien satisfecha de sus juramentos y palabras,
porque no se las lleuasse el viento, hize que

                                               P.30
NOVELAS EXEMPLARES


las escriuiesse en vna cedula, que el me dio fir-
mada de su nombre, con tantas circunstancias
y fuerças escrita, que me satisfizo. Recebida la
cedula, di traza como vna noche viniesse de
su lugar al mio y entrasse por las paredes de      5
vn jardin a mi aposento, donde, sin sobresalto
alguno, podia coger el fruto que para el solo
estaua destinado. Llegose, en fin, la noche por
mi tan desseada..."
Hasta este punto auia estado callando Teo-      10
doro, teniendo pendiente el alma de las palabras
de Leocadia, que con cada vna dellas le tras-
passaua el alma, especialmente quando oyo el
nombre de Marco Antonio y vio la peregrina
hermosura de Leocadia y consideró la gran-      15
deza de su valor con la de su rara discrecion,
que bien lo mostraua en el modo de contar su
historia.
Mas quando llegó a dezir: "Llegó la noche
por mi tan desseada..." , estuuo por perder la      20
paciencia, y, sin poder hazer otra cosa, le salteó
la razon, diziendo:
"¿Y bien?, assi como llegó essa felicissima
noche, ¿que hizo? ¿Entró, por dicha? ¿Gozas-
tesle? ¿Confirmó de nueuo la cedula? ¿Quedó      25
contento en auer alcançado de vos lo que dezis
que era suyo? ¿Supolo vuestro padre? O, ¿en
que pararon tan honestos y sabios principios?"
"Pararon" , dixo Leocadia, "en ponerme de la
manera que veys, porque no le gozé, ni me      30
gozó, ni vino al concierto señalado."

                                               P.31
LAS DOS DONZELLAS


Respiró con estas razones Teodosia, y detuuo
los espiritus, que poco a poco la yuan dexando,
estimulados y apretados de la rabiosa pestilen-
cia de los zelos, que, a mas andar, se le yuan
entrando por los huessos y medulas, para to-      5
mar entera possession de su paciencia, mas no
la dexó tan libre, que no boluiesse a escuchar
con sobresalto lo que Leocadia prosiguio, di-
ziendo:
"No solamente no vino, pero de alli a ocho      10
dias supe, por nueua cierta, que se auia ausen-
tado de su pueblo y lleuado de casa de sus
padres a vna donzella de su lugar, hija de vn
principal cauallero, llamada Teodosia, donze-
lla de estremada hermosura y de rara discre-      15
cion; y, por ser de tan nobles padres, se supo
en mi pueblo el robo, y luego llegó a mis
oydos, y con el la fria y temida lança de los
zelos, que me passó el coraçon y me abrasó el
alma en fuego, tal, que en el se hizo ceniça      20
mi honra y se consumio mi credito, se secó mi
paciencia y se acabó mi cordura. ¡Ay de mi!,
desdichada, que luego se me figuró en la ima-
ginación Teodosia mas hermosa que el sol y
mas discreta que la discrecion misma, y, sobre      25
todo, mas venturosa que yo, sin ventura; lei
luego las razones de la cedula, vilas firmes y
valederas, y que no podian faltar en la fe que
publicauan; y aunque a ellas, como a cosa
sagrada, se acogiera mi esperança, en cayendo      30

                                               P.32
NOVELAS EXEMPLARES


en la cuenta de la sospechosa compañia que
Marco Antonio lleuaua consigo, daua con todas
ellas en el suelo. Maltraté mi rostro, arranqué
mis cabellos, maldixe mi suerte, y lo que mas
sentia era no poder hazer estos sacrificios a      5
todas horas, por la forçosa presencia de mi
padre.
"En fin, por acabar de quexarme sin impe-
dimento, o por acabar la vida, que es lo mas
cierto, determiné dexar la casa de mi padre.      10
Y como, para poner por obra vn mal pensa-
miento, parece que la ocasion facilita y allana
todos los inconuenientes, sin temer alguno
hurté a vn page de mi padre sus vestidos y
a mi padre mucha cantidad de dineros, y vna      15
noche, cubierta con su negra capa, sali de casa
y a pie caminé algunas leguas, y llegué a vn
lugar que se llama Osuna, y, acomodandome
en vn carro, de alli a dos dias entré en Seuilla,
que fue auer entrado en la seguridad possible      20
para no ser hallada, aunque me buscassen.
Alli compré otros vestidos y vna mula, y con
vnos caualleros, que venian a Barcelona con
priessa, por no perder la comodidad de vnas
galeras que passauan a Italia, caminé hasta      25
ayer, que me sucedio lo que ya aureys sabido
de los vandoleros, que me quitaron quanto
traia y, entre otras cosas, la joya que susten-
taua mi salud y aliuiaua la carga de mis traba-
jos, que fue la cedula de Marco Antonio, que      30
pensaua con ella passar a Italia y, hallando a

                                               P.33
LAS DOS DONZELLAS


Marco Antonio, presentarsela por testigo de su
poca fe, y a mi por abono de mi mucha firme-
za, y hazer de suerte que me cumpliesse la pro-
messa. Pero, juntamente con esto, he conside-
rado que con facilidad negará las palabras que      5
en vn papel estan escritas, el que niega las
obligaciones que deuian estar grauadas en el
alma, que, claro esta, que, si el tiene en su com-
pañia a la sin par Teodosia, no ha de querer
mirar a la desdichada Leocadia, aunque con      10
todo esto pienso morir, o ponerme en la pre-
sencia de los dos, para que mi vista les turbe su
sossiego. No piense aquella enemiga de mi
descanso gozar tan a poca costa lo que es mio;
yo la buscaré, yo la hallaré, y yo la quitaré      15
la vida, si puedo."
"Pues, ¿que culpa tiene Teodosia" , dixo Teo-
doro, "si ella quiza tambien fue engañada de
Marco Antonio, como vos, señora Leocadia,
lo aueys sido?"      20
"¿Puede ser esso assi" , dixo Leocadia, "si se
la lleuó consigo? y, estando juntos los que bien
se quieren, ¿que engaño puede auer? Ninguno,
por cierto; ellos estan contentos, pues estan
juntos, ora esten, como suele dezirse, en los      25
remotos y abrasados desiertos de Libia, o en
los solos y apartados de la elada Scitia. Ella le
goza, sin duda, sea donde fuere, y ella sola ha
de pagar lo que he sentido hasta que le halle."
"Podia ser que os engañassedes" , replicó      30
Teodosia, "que yo conozco muy bien a essa

                                               P.34
NOVELAS EXEMPLARES


enemiga vuestra que dezis, y se de su condi-
cion y recogimiento que nunca ella se auentu-
raria a dexar la casa de sus padres, ni acudir
a la voluntad de Marco Antonio; y quando lo
huuiesse hecho, no conociendoos, ni sa-      5
biendo cosa alguna de lo que con el teniades,
no os agrauió en nada, y donde no ay agrauio,
no viene bien la vengança."
"Del recogimiento" , dixo Leocadia, "no ay
que tratarme, que tan recogida y tan honesta      10
era yo, como quantas donzellas hallarse pudie-
ran, y con todo esso hize lo que aueys oydo.
De que el la lleuasse, no ay duda; y de que
ella no me aya agrauiado, mirandolo sin pas-
sion, yo lo confiesso; mas el dolor que siento      15
de los zelos, me la representa en la memoria,
bien assi como espada que atrauesada tengo
por mitad de las entrañas, y no es mucho que
como a instrumento que tanto me lastima, le
procure arrancar dellas y hazerle pedaços.      20
Quanto mas, que prudencia es apartar de
nosotros las cosas que nos dañan, y es natural
cosa aborrecer las que nos hazen mal y aque-
llas que nos estoruan el bien."
"Sea como vos dezis, señora Leocadia" , res-      25
pondio Teodosia, "que assi como veo que la
passion que sentis no os dexa hazer mas acer-
tados discursos, veo que no estays en tiempo
de admitir consejos saludables. De mi os se

                                               P.35
LAS DOS DONZELLAS


dezir lo que ya os he dicho, que os he de ayu-
dar y fauorecer en todo aquello que fuere justo
y yo pudiere; y lo mismo os prometo de mi
hermano, que su natural condicion y nobleza no
le dexarán hazer otra cosa. Nuestro camino      5
es a Italia; si gustaredes venir con nosotros, ya
poco mas a menos sabeys el trato de nuestra
compañia; lo que os ruego es me deys licencia
que diga a mi hermano lo que se de vuestra
hazienda, para que os trate con el comedimien-      10
to y respecto que se os deue, y para que se
obligue a mirar por vos, como es razon. Iunto
con esto, me parece no ser bien que mudeys
de trage; y si en este pueblo ay comodidad de
vestiros, por la mañana os compraré los vesti-      15
dos mejores que huuiere y que mas os con-
uengan, y en lo demas de vuestras pretensio-
nes, dexad el cuydado al tiempo, que es gran
maestro de dar y hallar remedio a los casos
mas desesperados."      20
Agradecio Leocadia a Teodosia, que ella
pensaua ser Teodoro, sus muchos ofrecimien-
tos, y diole licencia de dezir a su hermano todo
lo que quisiesse, suplicandole que no la desam-
parasse, pues veia a quantos peligros estaua      25
puesta, si por muger fuesse conocida. Con esto
se despidieron y se fueron a acostar, Teodosia
al aposento de su hermano, y Leocadia a otro
que junto del estaua. No se auia aun dormido

                                               P.36
NOVELAS EXEMPLARES


don Rafael, esperando a su hermana, por saber
lo que le auia passado con el que pensaua ser
muger, y, en entrando, antes que se acostasse,
se lo preguntó; la qual, punto por punto, le
conto todo quanto Leocadia le auia dicho, cuya      5
hija era, sus amores, la cedula de Marco Anto-
nio, y la intencion que lleuaua.
Admirose don Rafael, y dixo a su hermana:
"Si ella es la que dize, seos dezir, hermana,
que es de las mas principales de su lugar y      10
vna de las mas nobles señoras de toda la An-
daluzia. Su padre es bien conocido del nues-
tro, y la fama que ella tenia de hermosa
corresponde muy bien a lo que aora vemos en
su rostro. Y lo que desto me parece es que de-      15
uemos andar con recato, de manera que ella
no hable primero con Marco Antonio que nos-
otros, que me da algun cuydado la cedula que
dize que le hizo, puesto que la aya perdido;
pero sossegaos y acostaos, hermana, que para      20
todo se buscará remedio."
Hizo Teodosia lo que su hermano la man-
daua en quanto al acostarse, mas en lo de
sossegarse no fue en su mano, que ya tenia
tomada possession de su alma la rabiosa en-      25
fermedad de los zelos. ¡O quanto mas de lo que
ella era se le representaua en la imaginacion
la hermosura de Leocadia y la deslealtad de
Marco Antonio! ¡O quantas vezes leia, o

                                               P.37
LAS DOS DONZELLAS


fingia leer, la cedula que la auia dado!
¡Que de palabras y razones la añadia, que
la hazian cierta y de mucho efecto! ¡Quan-
tas vezes no creyo que se le auia perdido! ¡Y
quantas imaginó que sin ella Marco Antonio      5
no dexara de cumplir su promessa, sin acor-
darse de lo que a ella estaua obligado! Passo-
sele en esto la mayor parte de la noche, sin
dormir sueño. Y no la passó con mas descanso
don Rafael, su hermano, porque assi como      10
oyo dezir quien era Leocadia, assi se le abrasó
el coraçon en sus amores, como si de mu-
cho antes para el mismo efeto la huuiera
comunicado; que esta fuerça tiene la hermo-
sura, que, en vn punto, en vn momento, lleua      15
tras si el desseo de quien la mira [y] la
conoce: y quando descubre o promete alguna
via de alcançarse y gozarse, enciende con po-
derosa vehemencia el alma de quien la con-
templa, bien assi del modo y facilidad con que      20
se enciende la seca y dispuesta poluora con
qualquiera centella que la toca.
No la imaginaua atada al arbol, ni vestida
en el roto trage de varon, sino en el suyo de
muger, y en casa de sus padres ricos y de tan      25
principal y rico linage como ellos eran. No
detenia, ni queria detener el pensamiento en
la causa que la auia traydo a que la conociesse;

                                               P.38
NOVELAS EXEMPLARES


desseaua que el dia llegasse, para proseguir
su jornada y buscar a Marco Antonio, no tanto
para hazerle su cuñado, como para estoruar
que no fuesse marido de Leocadia, y ya le
tenian el amor y el zelo de manera, que to-      5
mara por buen partido ver a su hermana sin
el remedio que le procuraua, y a Marco An-
tonio sin vida, a trueco de no verse sin es-
perança de alcançar a Leocadia, la qual espe-
rança ya le yua prometiendo felize su-      10
cesso en su desseo, o ya por el camino de la
fuerça, o por el de los regalos y buenas obras,
pues para todo le daua lugar el tiempo y la
ocasion. Con esto, que el a si mismo se pro-
metia, se sossegó algun tanto, y de alli a poco      15
se dexó venir el dia, y ellos dexaron las ca-
mas, y llamando don Rafael al huesped, le
preguntó si auia comodidad en aquel pueblo
para vestir a vn page a quien los vandoleros
auian desnudado.      20
El huesped dixo que el tenia vn vestido ra-
zonable que vender; truxole, y vinole bien a
Leocadia; pagole don Rafael, y ella se le vistio
y se ciñó vna espada y vna daga con tanto
donayre y brio, que en aquel mismo trage sus-      25
pendio los sentidos de don Rafael y dobló los
zelos en Teodosia.
Ensilló Caluete, y a las ocho del dia partie-
ron para Barcelona, sin querer subir por en-
tonces al famoso monasterio de Monserrat,      30

                                               P.39
LAS DOS DONZELLAS


dexandolo para quando Dios fuese seruido
de boluerlos con mas sossiego a su patria.
No se podra contar buenamente los
pensamientos que los dos hermanos lleuauan,
ni con quan diferentes animos los dos yuan      5
mirando a Leocadia, desseandola Teodosia la
muerte, y don Rafael la vida, entrambos zelo-
sos y apassionados; Teodosia buscando tachas
que ponerla, por no desmayar en su esperança;
don Rafael hallandole perfecciones, que de      10
punto en punto le obligauan a mas amarla. Con
todo esto, no se descuydaron de darse priesa,
de modo que llegaron a Barcelona poco antes
que el sol se pusiesse. Admiroles el hermoso si-
tio de la ciudad, y la estimaron por flor de las      15
bellas ciudades del mundo, honra de España,
temor y espanto de los circunuezinos y aparta-
dos enemigos, regalo y delicia de sus morado-
res, amparo de los estrangeros, escuela de la
caualleria, exemplo de lealtad, y satisfacion de      20
todo aquello que de vna grande, famosa, rica y
bien fundada ciudad puede pedir vn discreto y
curioso desseo.
En entrando en ella, oyeron grandissimo
ruydo, y vieron correr gran tropel de gente con      25
grande alboroto, y preguntando la causa de
aquel ruydo y mouimiento, les respondieron
que la gente de las galeras, que estauan en la
playa, se auia rebuelto y trabado con la de

                                               P.40
NOVELAS EXEMPLARES


la ciudad. Oyendo lo qual don Rafael, quiso yr
a ver lo que passaua, aunque Caluete le dixo
que no lo hiziesse, por no ser cordura yrse a
meter en vn manifiesto peligro, que el sabia
bien quan mal librauan los que en tales pen-      5
dencias se metian, que eran ordinarias en aque-
lla ciudad, quando a ella llegauan galeras. No
fue bastante el buen consejo de Caluete para
estoruar a don Rafael la yda, y assi le siguie-
ron todos, y, en llegando a la marina, vieron      10
muchas espadas fuera de las vaynas, y mucha
gente acuchillandose sin piedad alguna. Con
todo esto, sin apearse, llegaron tan cerca, que
distintamente veian los rostros de los que
peleauan, porque aun no era puesto el sol. Era      15
infinita la gente que de la ciudad acudia, y
mucha la que de las galeras se desembar-
caua, puesto que el que las traia a cargo,
que era vn cauallero valenciano, llamado don
Pedro Vique, desde la popa de la galera ca-      20
pitana amenazaua a los que se auian embar-
cado en los esquifes, para yr a socorrer a los
suyos. Mas viendo que no aprouechauan sus
vozes, ni sus amenazas, hizo boluer las proas
de las galeras a la ciudad y disparar vna pieça      25
sin vala, señal de que, si no se apartassen, otra
no yria sin ella.
En esto estaua don Rafael atentamente mi-
rando la cruel y bien trabada riña, y vio y

                                               P.41
LAS DOS DONZELLAS


notó que de parte de los que mas se señala-
uan de las galeras, lo hazia gallardamente vn
mancebo de hasta veynte y dos o pocos mas
años, vestido de verde, con vn sombrero de la
misma color, adornado con vn rico trenzillo,      5
al parecer de diamantes; la destreza con que el
moço se combatia, y la vizarria del vestido,
hazia que boluiessen a mirarle todos quantos la
pendencia mirauan: y de tal manera le miraron
los ojos de Teodosia y de Leocadia, que am-      10
bas a vn mismo punto y tiempo dixeron:
"¡Valame Dios, o yo no tengo ojos, o aquel
de lo verde es Marco Antonio!"
Y en diziendo esto, con gran ligereza sal-
taron de las mulas, y poniendo mano a sus      15
dagas y espadas, sin temor alguno se entraron
por mitad de la turba, y se pusieron la vna a
vn lado, y la otra al otro de Marco Antonio
- que el era el mancebo de lo verde, que se
ha dicho -.      20
"No temays" , dixo assi como llegó Leoca-
dia, "señor Marco Antonio, que a vuestro lado
teneys quien os hara escudo con su propia
vida, por defender la vuestra."
"¿Quien lo duda" , replicó Teodosia, "estan-      25
do yo aqui?"
Don Rafael, que vio y oyo lo que passaua,
las siguio assimismo, y se puso de su parte.
Marco Antonio, ocupado en ofender y defen-

                                               P.42
NOVELAS EXEMPLARES


derse, no aduirtio en las razones que las dos le
dixeron, antes, cebado en la pelea, hazia cosas,
al parecer, increybles.
Pero como la gente de la ciudad por momen-
tos crecia, fueles forçoso a los de las galeras      5
retirarse, hasta meterse en el agua. Retirauase
Marco Antonio de mala gana, y a su mismo
compas se yuan retirando a sus lados las dos
valientes y nueuas Bradamante y Marfisa, o
Hipolita y Pantasilea. En esto vino vn caua-      10
llero catalan de la famosa familia de los Cardo-
nas, sobre vn poderoso cauallo, y poniendo-
se en medio de las dos partes, hazia retirar los
de la ciudad, los quales le tuuieron respecto
en conociendole. Pero algunos, desde lexos, ti-      15
rauan piedras a los que ya se yuan acogiendo al
agua: y quiso la mala suerte que vna acertasse
en la sien a Marco Antonio, con tanta furia,
que dio con el en el agua, que ya le daua a la
rodilla; y apenas Leocadia le vio caydo, quan-      20
do se abraçó con el, y le sostuuo en sus bra-
ços, y lo mismo hizo Teodosia.
Estaua don Rafael vn poco desuiado, defen-
diendose de las infinitas piedras que sobre el
llouian; y queriendo acudir al remedio de su      25
alma y al de su hermana y cuñado, el caualle-
ro catalan se le puso delante, diziendole: "Sos-
segaos, señor, por lo que deueys a buen sol-
dado, y hazedme merced de poneros a mi lado,
que yo os libraré de la insolencia y demasia      30
deste desmandado vulgo."

                                               P.43
LAS DOS DONZELLAS


"¡A señor" , respondio don Rafael, "dexadme
passar, que veo en gran peligro puestas las co-
sas que en esta vida mas quiero!"
Dexole passar el cauallero, mas no llegó tan
a tiempo que ya no huuiessen recogido en el      5
esquife de la galera capitana a Marco Antonio
y a Leocadia, que jamas le dexó de los braços;
y queriendose embarcar con ellos Teodosia, o
ya fuesse por estar cansada, o por la pena de
auer visto herido a Marco Antonio, o por ver      10
que se yua con el su mayor enemiga, no tuuo
fuerças para subir en el esquife, y, sin duda ca-
yera desmayada en el agua, si su hermano no
llegara a tiempo de socorrerla, el qual no sin-
tio menor pena de ver que con Marco Antonio      15
se yua Leocadia, que su hermana auia sentido
- que ya tambien el auia conocido a Marco
Antonio -.
El cauallero catalan, aficionado de la gentil
presencia de don Rafael y de su hermana- que      20
por hombre tenia - los llamó desde la orilla y
les rogo que con el se viniessen; y ellos, for-
çados de la necessidad, y temerosos de que la
gente, que aun no estaua pazifica, les hizies-
se algun agrauio, huuieron de aceptar la oferta      25
que se les hazia. El cauallero se apeó, y toman-
dolos a su lado, con la espada desnuda passó
por medio de la turba alborotada, rogandoles
que se retirassen, y assi lo hizieron.
Miró don Rafael a todas partes, por ver si ve-      30
ria a Caluete con las mulas, y no le vio, a cau-

                                               P.44
NOVELAS EXEMPLARES


sa que el, assi como ellos se apearon, las ante-
cogio y se fue a vn meson, donde solia posar
otras vezes.
Llegó el cauallero a su casa, que era vna de
las principales de la ciudad, y preguntando a      5
don Rafael en qual galera venia, le respondio
que en ninguna, pues auia llegado a la ciudad
al mismo punto que se començaua la penden-
cia, y que por auer conocido en ella al caua-
llero que lleuaron herido de la pedrada en el      10
esquife, se auia puesto en aquel peligro, y que
le suplicasse diesse orden como sacassen a
tierra al herido, que en ello le importaua el con-
tento y la vida.
"Esso hare yo de buena gana" , dixo el caua-      15
llero, "y se que me le dara seguramente el
general, que es principal cauallero, y pariente
mio."
Y sin detenerse mas, boluio a la galera, y ha-
lló que estauan curando a Marco Antonio, y      20
la herida que tenia era peligrosa, por ser en la
sien yzquierda, y dezir el cirujano ser de
peligro; alcançó con el general se le diesse para
curarle en tierra, y puesto con gran tiento en
el esquife, le sacaron, sin quererle dexar Leo-      25
cadia, que se embarcó con el como en segui-
miento del norte de su esperança.
En llegando a tierra, hizo el cauallero traer de
su casa vna silla de manos, donde le lleuassen.

                                               P.45
LAS DOS DONZELLAS


En tanto que esto passaua, auia embiado don
Rafael a buscar a Caluete, que en el meson es-
taua con cuydado de saber lo que la suerte
auia hecho de sus amos; y quando supo que
estauan buenos, se alegró en estremo, y vino a      5
donde don Rafael estaua.
En esto llegaron el señor de la casa, Marco
Antonio y Leocadia, y a todos aloxó en ella
con mucho amor y magnificiencia. Ordenó lue-
go como se llamasse vn cirujano famoso de la      10
ciudad, para que de nueuo curasse a Marco
Antonio; vino, pero no quiso curarle hasta otro
dia, diziendo que siempre los cirujanos de los
exercitos y armadas eran muy experimentados,
por los muchos heridos que a cada paso te-      15
nian entre las manos, y assi no conuenia curarle
hasta otro dia. Lo que ordenó, fue le pusiessen
en vn aposento abrigado, donde le dexassen
sossegar. Llegó en aquel instante el cirujano
de las galeras, y dio cuenta al de la ciudad      20
de la herida, y de como la auia curado, y del
peligro que de la vida, a su parecer, tenia el
herido, con lo qual se acabó de enterar el de
la ciudad que estaua bien curado, y ansimis-
mo, segun la relacion que se le auia hecho,      25
exageró el peligro de Marco Antonio.
Oyeron esto Leocadia y Teodosia, con aquel
sentimiento que si oyeran la sentencia de su
muerte, mas por no dar muestras de su dolor,
le reprimieron y callaron, y Leocadia determi-      30

                                               P.46
NOVELAS EXEMPLARES


nó de hazer lo que le pareció conuenir para
satisfacion de su honra: y fue que, assi como
se fueron los cirujanos, se entró en el aposen-
to de Marco Antonio, y delante del señor de
la casa, de don Rafael, Teodosia, y de otras      5
personas, se llegó a la cabezera del herido, y,
assiendole de la mano, le dixo estas razones:
"No estays en tiempo, señor Marco Antonio
Adorno, en que se puedan ni deuan gastar con
vos muchas palabras, y assi solo querria que      10
me oyessedes algunas, que conuienen, si no
para la salud de vuestro cuerpo, conuendran
para la de vuestra alma, y para deziroslas es
menester que me deys licencia y me aduir-
tays si estays con sujeto de escucharme, que no      15
seria razon, que auiendo yo procurado desde el
punto que os conoci no salir de vuestro gusto,
en este instante, que le tengo por el postrero,
seros causa de pesadumbre."
A estas razones, abrio Marco Antonio los      20
ojos, y los puso atentamente en el rostro de
Leocadia, y auiendola casi conocido, mas por
el organo de la voz que por la vista, con voz
debilitada y doliente, le dixo:
"Dezid, señor, lo que quisieredes, que no es-      25
toy tan al cabo que no pueda escucharos, ni
essa voz me es tan desagradable, que me cause
fastidio el oyrla."
Atentissima estaua a todo este coloquio
Teodosia, y cada palabra que Leocadia dezia,      30

                                               P.47
LAS DOS DONZELLAS


era vna aguda saeta que le atrauesaua el
coraçon, y aun el alma de don Rafael, que assi-
mismo la escuchaua.
Y prosiguiendo Leocadia, dixo:
"Si el golpe de la cabeça - o, por mejor de-      5
zir, el que a mi me han dado en el alma - no
os ha lleuado, señor Marco Antonio, de la me-
moria, la imagen de aquella que poco tiempo ha
que vos deziades ser vuestra gloria y vuestro
cielo, bien os deueys acordar quien fue Leoca-      10
dia, y qual fue la palabra que le distes, firmada
en vna cedula de vuestra mano y letra, ni se os
aura oluidado el valor de sus padres, la entereza
de su recato y honestidad, y la obligacion en
que le estays, por auer acudido a vuestro gusto      15
en todo lo que quisistes. Si esto no se os ha
oluidado, aunque me veays en este trage tan
diferente, conocereys con facilidad que yo soy
Leocadia, que, temerosa que nueuos aciden-
tes y nueuas ocasiones no me quitassen lo      20
que tan justamente es mio, assi como supe que
de vuestro lugar os auiades partido, atropellan-
do por infinitos inconuenientes, determiné se-
guiros en este habito, con intencion de buscaros
por todas las partes de la tierra, hasta hallaros;      25
de lo qual no os deueys marauillar, si es que
alguna vez aueys sentido hasta donde llegan
las fuerças de vn amor verdadero y la rabia
de vna muger engañada. Algunos trabajos he

                                               P.48
NOVELAS EXEMPLARES


passado en esta mi demanda, todos los qua-
les los juzgo y tengo por descanso con el des-
cuento que han traydo de veros, que puesto
que esteys de la manera que estays, si fuere
Dios seruido de lleuaros desta a mejor vida,      5
con hazer lo que deueys a quien soys antes de
la partida, me juzgaré por mas que dichosa,
prometiendoos, como os prometo, de darme tal
vida despues de vuestra muerte, que bien poco
tiempo se passe sin que os siga en esta vltima      10
y forçosa jornada; y assi os ruego, primeramen-
te por Dios - a quien mis desseos y intentos
van encaminados -, luego por vos, que deueys
mucho a ser quien soys, vltimamente por mi, a
quien deueys mas que a otra persona del mun-      15
do, que aqui luego me recibays por vuestra
legitima esposa, no permitiendo haga la justi-
ticia lo que con tantas veras y obligaciones la
razon os persuade."
No dixo mas Leocadia, y, todos los que en la      20
sala estauan, guardaron vn marauilloso silen-
cio, en tanto que estuuo hablando, y con el
mismo silencio esperauan la respuesta de Mar-
co Antonio, que fue esta:
"No puedo negar, señora, el conoceros, que      25
vuestra voz y vuestro rostro no consentiran
que lo niegue. Tampoco puedo negar lo mucho
que os deuo, ni el gran valor de vuestros pa-
dres, junto con vuestra incomparable honesti-
dad y recogimiento; ni os tengo, ni os tendre      30
en menos por lo que aueys hecho, en venirme
a buscar en trage tan diferente del vuestro;

                                               P.49
LAS DOS DONZELLAS


antes por esto os estimo y estimaré en el mayor
grado que ser pueda. Pero, pues mi corta suerte
me ha traydo a termino, como vos dezis, que
creo que sera el postrero de mi vida, y son los
semejantes trances los apurados de las verda-      5
des, quiero deziros vna verdad, que, si no os
fuere aora de gusto, podria ser que despues os
fuesse de prouecho.
"Confiesso, hermosa Leocadia, que os quise
bien y me quisistes, y juntamente con esto, con-      10
fiesso que la cedula que os hize, fue mas por
cumplir con vuestro desseo que con el mio, por-
que antes que la firmasse con muchos dias tenia
entregada mi voluntad y mi alma a otra donze-
lla de mi mismo lugar, que vos bien conoceys,      15
llamada Teodosia, hija de tan nobles padres
como los vuestros; y si a vos os di cedula fir-
mada de mi mano, a ella le di la mano firmada
y acreditada con tales obras y testigos, que que-
dé impossibilitado de dar mi libertad a otra      20
persona en el mundo. Los amores que con vos
tuue, fueron de passatiempo, sin que dellos al-
cançasse otra cosa sino las flores que vos sa-
beys, las quales no os ofendieron, ni pueden
ofender en cosa alguna. Lo que con Teodosia      25
me passó, fue alcançar el fruto que ella pudo
darme, y yo quise que me diesse, con fe y se-
guro de ser su esposo, como lo soy. Y si a ella
y a vos os dexé en vn mismo tiempo, a vos
suspensa y engañada, y a ella temerosa, y a su      30
parecer sin honra, hizelo con poco discurso, y
con juyzio de moço, como lo soy, creyendo

                                               P.50
NOVELAS EXEMPLARES


que todas aquellas cosas eran de poca impor-
tancia, y que las podia hazer sin escrupulo al-
guno; con otros pensamientos que entonces me
vinieron y solicitaron lo que queria hazer, que
fue venirme a Italia, y emplear en ella algunos      5
de los años de mi juuentud, y despues boluer
a ver lo que Dios auia hecho de vos y de mi
verdadera esposa. Mas doliendose de mi el
cielo, sin duda creo que ha permitido poner-
me de la manera que me veys, para que, con-      10
fessando estas verdades, nacidas de mis mu-
chas culpas, pague en esta vida lo que deuo, y
vos quedeys desengañada y libre para hazer lo
que mejor os pareciere. Y si en algun tiempo
Teodosia supiere mi muerte, sabra de vos, y de      15
los que estan presentes, como en la muerte le
cumpli la palabra que le di en la vida. Y si en
el poco tiempo que de ella me queda, señora
Leocadia, os puedo seruir en algo, dezidmelo,
que como no sea recebiros por esposa, pues no      20
puedo, ninguna otra cosa dexaré de hazer, que
a mi sea possible, por daros gusto."
En tanto que Marco Antonio dezia estas ra-
zones, tenia la cabeça sobre el codo, y, en
acabandolas, dexó caer el braço, dando mues-      25
tras que se desmayaua.
Acudio luego don Rafael, y, abraçandole es-
trechamente; le dixo:
"Bolued en vos, señor mio, y abraçad a vues-
tro amigo y a vuestro hermano, pues vos que-      30
reys que lo sea; conoced a don Rafael, vuestro
camarada, que sera el verdadero testigo de

                                               P.51
LAS DOS DONZELLAS


vuestra voluntad, y de la merced que a su her-
mana quereys hazer, con admitirla por vuestra."
Boluio en si Marco Antonio, y al momen-
to conocio a don Rafael, y, abraçandole estre-
chamente, y besandole en el rostro, le dixo:      5
"Aora digo, hermano y señor mio, que la
suma alegria que he recebido en veros, no pue-
de traer menos descuento que vn pesar gran-
dissimo, pues se dize que tras el gusto se sigue
la tristeza; pero yo dare por bien empleada      10
qualquiera que me viniere, a trueco de auer
gustado del contento de veros."
"Pues yo os le quiero hazer mas cumplido" ,
replicó don Rafael, "con presentaros esta joya,
que es vuestra amada esposa" , y buscando a      15
Teodosia, la halló llorando detras de toda la
gente, suspensa y atonita entre el pesar y la
alegria, por lo que veia y por lo que auia oydo
dezir.
Assiola su hermano de la mano, y ella, sin      20
hazer resistencia, se dexó lleuar donde el qui-
so, que fue ante Marco Antonio, que la cono-
ció y se abraçó con ella, llorando los dos tier-
nas y amorosas lagrimas. Admirados quedaron
quantos en la sala estauan, viendo tan estraño      25
acontecimiento; mirauanse vnos a otros, sin
hablar palabra, esperando en que auian de parar
aquellas cosas. Mas la desengañada y sin ven-
tura Leocadia, que vio por sus ojos lo que Mar-
co Antonio hazia, y vio al que pensaua ser      30
hermano de don Rafael en braços del que te-

                                               P.52
NOVELAS EXEMPLARES


nia por su esposo, viendo junto con esto bur-
lados sus desseos y perdidas sus esperanças, se
hurtó de los ojos de todos, que atentos esta-
uan mirando lo que el enfermo hazia con el
page que abraçado tenia, y se salio de la sala      5
o aposento, y en vn instante se puso en la
calle, con intencion de yrse desesperada por el
mundo, o adonde gentes no la viessen.
Mas apenas auia llegado a la calle, quando
don Rafael la echó menos, y, como si le faltara      10
el alma, preguntó por ella, y nadie le supo dar
razon donde se auia ydo; y assi, sin esperar
mas, desesperado salio a buscarla, y acudio
adonde le dixeron que possaua Caluete, por
si auia ydo alla a procurar alguna caualgadura      15
en que yrse; y no hallandola alli, andaua como
loco por las calles buscandola, y de vnas par-
tes a otras, y pensando si por ventura se auia
buelto a las galeras, llegó a la marina, y vn
poco antes que llegasse, oyo que a grandes vo-      20
zes llamauan desde tierra el esquife de la ca-
pitana, y conocio que quien las daua era la
hermosa Leocadia, la qual, rezelosa de algun
desman, sintiendo pasos a sus espaldas, em-
puñó la espada, y esperó apercebida que llegas-      25
se don Rafael, a quien ella luego conocio, y le
pesó de que la huuiesse hallado, y mas en par-
te tan sola, que ya ella auia entendido, por mas
de vna muestra que don Rafael le auia dado,
que no la queria mal, sino tambien, que toma-      30

                                               P.53
LAS DOS DONZELLAS


ra por buen partido que Marco Antonio la qui-
siera otro tanto.
¿Con que razones podre yo dezir aora las que
don Rafael dixo a Leocadia declarandole su
alma, que fueron tantas, y tales, que no me      5
atreuo a escriuirlas?; mas pues es forçoso dezir
algunas, las que, entre otras, le dixo, fueron
estas:
"Si con la ventura que me falta, me faltasse
aora ¡o hermosa Leocadia! el atreuimiento de      10
descubriros los secretos de mi alma, quedaria
enterrada, en los senos del perpetuo oluido, la
mas enamorada y honesta voluntad que ha
nacido, ni puede nacer en vn enamorado pe-
cho. Pero por no hazer este agrauio a mi justo      15
desseo, vengame lo que viniere, quiero, seño-
ra, que aduirtays, si es que os da lugar vuestro
arrebatado pensamiento, que en ninguna cosa
se me auentaja Marco Antonio, si no es en el
bien de ser de vos querido. Mi linage es tan      20
bueno como el suyo, y en los bienes que llaman
de fortuna no me haze mucha ventaja; en los de
naturaleza [no] conuiene que me alabe,
y mas si a los ojos vuestros no son de estima.
Todo esto digo, apassionada señora, porque      25
tomeys el remedio y el medio que la suerte os
ofrece en el estremo de vuestra desgracia. Ya
veys que Marco Antonio no puede ser vuestro,
porque el cielo le hizo de mi hermana, y el mis-
mo cielo, que oy os ha quitado a Marco Anto-      30
nio, os quiere hazer recompensa conmigo, que

                                               P.54
NOVELAS EXEMPLARES


no desseo otro bien en esta vida que entregar-
me por esposo vuestro. Mirad que el buen su-
cesso esta llamando a las puertas del malo, que
hasta aora aueys tenido; y no penseys que el
atreuimiento que aueys mostrado en buscar a      5
Marco Antonio, ha de ser parte para que no os
estime y tenga en lo que merecierades, si nun-
ca le huuierades tenido, que en la hora que
quiero y determino ygualarme con vos, eligien-
doos por perpetua señora mia, en aquella mis-      10
ma se me ha de oluidar, y ya se me ha oluida-
do, todo quanto en esto he sabido y visto; que
bien se que las fuerças que a mi me han força-
do a que tan de rondon y a rienda suelta me
disponga a adoraros y a entregarme por vues-      15
tro, essas mismas os han traydo a vos al es-
tado en que estays, y assi no aura necessidad
de buscar disculpa, donde no ha auido yerro al-
guno."
Callando estuuo Leocadia a todo quanto don      20
Rafael le dixo, sino que, de quando en quando,
daua vnos profundos suspiros, salidos de lo
intimo de sus entrañas.
Tuuo atreuimiento don Rafael de tomarle
vna mano, y ella no tuuo esfuerço para estor-      25
uarselo, y assi, besandosela muchas vezes, le
dezia:
"Acabad, señora de mi alma, de serlo del
todo a vista destos estrellados cielos que nos
cubren, y deste sossegado mar que nos escu-      30
cha, y destas bañadas arenas que nos sustentan.
Dadme ya el si, que sin duda conuiene tanto

                                               P.55
LAS DOS DONZELLAS


a vuestra honra, como a mi contento. Bueluoos
a dezir que soy cauallero, como vos sabeys, y
rico, y que os quiero bien - que es lo que mas
aueys de estimar -, y que, en cambio de halla-
ros sola, y en trage que desdize mucho del de      5
vuestra honra, lexos de la casa de vuestros pa-
dres y parientes, sin persona que os acuda a lo
que menester huuieredes, y sin esperança de
alcançar lo que buscauades, podeys boluer a
vuestra patria en vuestro propio, honrado y ver-      10
dadero trage, acompañada de tan buen esposo
como el que vos supistes escogeros, rica, con-
tenta, estimada y seruida, y aun loada de to-
dos aquellos a cuya noticia llegaren los su-
cessos de vuestra historia. Si esto es assi, como      15
lo es, no se en que estays dudando. Acabad
- que otra vez os lo digo - de leuantarme del
suelo de mi miseria al cielo del mereceros, que
en ello hareys por vos misma, y cumplireys
con las leyes de la cortesia y del buen cono-      20
cimiento, mostrandoos en vn mismo punto agra-
decida y discreta.
"Ea, pues" , dixo; a esta sazon la dudosa Leo-
cadia, "pues assi lo ha ordenado el cielo, y no
es en mi mano, ni en la de viuiente alguno,      25
oponerse a lo que el determinado tiene, haga-
se lo que el quiere y vos quereys, señor mio;
y sabe el mismo cielo con la verguença que
vengo a condecender con vuestra voluntad, no
porque no entienda lo mucho que en obede-      30
ceros gano, sino porque temo que, en cumplien-
do vuestro gusto, me aueys de mirar con otros

                                               P.56
NOVELAS EXEMPLARES


ojos de los que quiza hasta agora, mi-
randome, os han engañado. Mas sea como fue-
re, que en fin el nombre de ser muger legitima
de don Rafael de Villauicencio no se podia per-
der; y con este titulo solo viuire contenta. Y      5
si las costumbres que en mi vieredes, despues
de ser vuestra, fueren parte para que me esti-
meys en algo, dare al cielo las gracias de auer-
me traydo por tan estraños rodeos y por tantos
males a los bienes de ser vuestra. Dadme, se-      10
ñor don Rafael, la mano de ser mio, y veys
aqui os la doy de ser vuestra, y siruan de tes-
tigos los que vos dezis: el cielo, la mar, las are-
nas, y este silencio, solo interrumpido de
mis suspiros y de vuestros ruegos."      15
Diziendo esto, se dexó abraçar, y le dio la
mano, y don Rafael le dio la suya, celebrando
el noturno y nueuo desposorio solas las lagri-
mas que el contento, a pesar de la passada
tristeza, sacaua de sus ojos. Luego se boluie-      20
ron a casa del cauallero, que estaua con gran-
dissima pena de su falta, y lo mismo tenian
Marco Antonio y Teodosia, los quales ya por
mano de clerigo estauan desposados; que a
persuasion de Teodosia, temerosa que algun      25
contrario acidente no le turbasse el bien que
auia hallado, el cauallero embió luego por quien
los desposasse, de modo que, quando don Ra-

                                               P.57
LAS DOS DONZELLAS


fael y Leocadia entraron, y don Rafael conto lo
que con Leocadia le auia sucedido, assi les
aumentó el gozo, como si ellos fueran sus cer-
canos parientes, que es condicion natural y
propia de la nobleza catalana saber ser amigos      5
y fauorecer a los estrangeros que dellos tienen
necessidad alguna.
El sacerdote, que presente estaua, ordenó
que Leocadia mudasse el habito, y se vistiesse
en el suyo; y el cauallero acudio a ello con pres-      10
teza, vistiendo a las dos de dos ricos vesti-
dos de su muger, que era vna principal señora,
del linage de los Granolleques, famoso y an-
tiguo en aquel reyno. Auisó al cirujano - quien
por caridad se dolia del herido - como hablaua      15
mucho y no le dexauan solo, el qual vino y
ordenó lo que primero, que fue que le dexassen
en silencio. Pero Dios, que assi lo tenia orde-
nado, tomando por medio e instrumento de sus
obras - quando a nuestros ojos quiere hazer      20
alguna marauilla - lo que la misma naturaleza
no alcança, ordenó que el alegria y poco silen-
cio que Marco Antonio auia guardado, fuesse
parte para mejorarle, de manera, que otro dia,
quando le curaron, le hallaron fuera de peli-      25
gro; y de alli a catorze se leuantó tan sano, que
sin temor alguno se pudo poner en ca-
mino. Es de saber que, en el tiempo que Marco
Antonio estuuo en el lecho, hizo voto, si Dios
le sanasse, de yr en romeria a pie a Santiago      30

                                               P.58
NOVELAS EXEMPLARES


de Galizia, en cuya promessa le acompañaron
don Rafael, Leocadia y Teodosia, y aun Calue-
te, el moço de mulas - obra pocas vezes vsada
de los de oficios semejantes -. Pero la bondad
y llaneza que auia conocido en don Rafael, le      5
obligó a no dexarle, hasta que boluiesse a su
tierra; y viendo que auian de yr a pie, como
peregrinos, embio las mulas a Salamanca, con
la que era de don Rafael, que no faltó con quien
embiarlas.      10
Llegose, pues, el dia de la partida, y, acomo-
dados de sus esclauinas, y de todo lo necessa-
rio, se despidieron del liberal cauallero, que
tanto les auia fauorecido y agasajado, cuyo
nombre era don Sancho de Cardona, illustrissi-      15
mo por sa[n]gre, y famoso por su persona;
ofrecieronsele todos de guardar perpetuamente
ellos y sus decendientes, a quien se lo dexa-
rian mandado, la memoria de las mercedes tan
singulares del recebidas, para agradezelles      20
siquiera, ya que no pudiessen seruirlas.
Don Sancho los abraçó a todos, diziendoles
que de su natural condicion nacia hazer aque-
llas obras, o otras que fuessen buenas, a todos
los que conocia o imaginaua ser hidalgos cas-      25
tellanos. Reyteraronse dos vezes los abraços,
y con alegria, mezclada con algun sentimiento
triste, se despidieron, y caminando con la co-
modidad que permitia la delicadeza de las dos

                                               P.59
LAS DOS DONZELLAS


nueuas peregrinas, en tres dias llegaron a Mon-
serrat, y estando alli otros tantos, haziendo lo
que a buenos y catholicos christianos de-
uian, con el mismo espacio boluieron a su cami-
no; y sin sucederles reues ni desman alguno,      5
llegaron a Santiago. Y despues de cumplir su
voto con la mayor deuocion que pudieron, no
quisieron dexar el habito de peregrinos hasta
entrar en sus casas, a las quales llegaron poco a
poco, descansados y contentos; mas antes que      10
llegassen, estando a vista del lugar de Leoca-
dia - que, como se ha dicho, era vna legua del
de Teodosia - desde encima de vn recuesto los
descubrieron a entrambos, sin poder encubrir
las lagrimas que el contento de verlos les      15
truxo a los ojos, a lo menos a las dos desposa-
das, que con su vista renouaron la memoria de
los passados sucessos.
Descubriase desde la parte donde estauan
vn ancho valle, que los dos pueblos diuidia, en      20
el qual vieron a la sombra de vn oliuo vn dis-
puesto cauallero, sobre vn poderoso cauallo,
con vna blanquissima adarga en el braço yz-
quierdo, y vna gruesa y larga lança terciada en
el derecho; y, mirandole con atencion, vieron      25
que assimismo por entre vnos oliuares venian
otros dos caualleros con las mismas armas, y
con el mismo donayre y apostura, y de alli a
poco, vieron que se juntaron todos tres, y, auien-

                                               P.60
NOVELAS EXEMPLARES


do estado vn pequeño espacio juntos, se apar-
taron, y vno de los que a lo vltimo auian ve-
nido, se apartó con el que estaua primero deba-
xo del oliuo, los quales, poniendo las espuelas
a los cauallos, arremetieron el vno al otro con      5
muestras de ser mortales enemigos, començan-
do a tirarse brauos y diestros botes de lança,
ya hurtando los golpes, ya recogiendolos en las
adargas con tanta destreza, que dauan bien a
entender ser maestros en aquel exercicio.      10
El tercero los estaua mirando, sin mouerse de
vn lugar; mas no pudiendo don Rafael sufrir es-
tar tan lexos, mirando aquella tan reñida y sin-
gular batalla, a todo correr baxó del recuesto,
siguiendole su hermana y su esposa, y en poco      15
espacio se puso junto a los dos combatientes,
a tiempo que ya los dos caualleros andauan
algo heridos; y auiendosele caydo al vno el
sombrero, y con el vn casco de azero, al bol-
uer el rostro, conocio don Rafael ser su padre,      20
y Marco Antonio conocio que el otro era el
suyo. Leocadia, que con atencion auia mira-
do al que no se combatia, conocio que era el
padre que la auia engendrado, de cuya vista
todos quatro suspensos, atonitos, y fuera de si      25
quedaron; pero dando el sobresalto lugar al
discurso de la razon, los dos cuñados, sin dete-
nerse, se pusieron en medio de los que pelea-
uan, diziendo a vozes: "No mas, caualleros, no
mas, que los que esto os piden y suplican son      30

                                               P.61
LAS DOS DONZELLAS


vuestros propios hijos; yo soy Marco Antonio,
padre y señor mio" , dezia Marco Antonio:
"yo soy aquel por quien, a lo que imagino,
estan vuestras canas venerables puestas en este
riguroso tranze; templad la furia, y arrojad      5
la lança, o boluedla contra otro enemigo, que
el que teneys delante ya de oy mas ha de ser
vuestro hermano."
Casi estas mismas razones dezia don Rafael
a su padre, a las quales se detuuieron los caua-      10
lleros, y atentamente se pusieron a mirar a los
que se las dezian, y boluiendo la cabeça, vie-
ron que don Enrique, el padre de Leocadia,
se auia apeado, y estaua abraçado con el que
pensauan ser peregrino: y era que Leocadia se      15
auia llegado a el, y dandosele a conocer le
rogo que pusiesse en paz a los que se comba-
tian, contandole en breues razones como don
Rafael era su esposo, y Marco Antonio lo era de
Teodosia.      20
Oyendo esto su padre, se apeó, y la tenia
abraçada, como se ha dicho; pero, dexandola,
acudio a ponerlos en paz, aunque no fue me-
nester, pues ya los dos auian conocido a sus
hijos, y estauan en el suelo, teniendolos abra-      25
çados, llorando todos lagrimas de amor y de
contento nacidas. Iuntaronse todos, y boluie-
ron a mirar a sus hijos, y no sabian que dezir-
se. Atentauanles los cuerpos, por ver si eran

                                               P.62
NOVELAS EXEMPLARES


fantasticos, que su improuisa llegada esta y
otras sospechas engendraua; pero, desengaña-
dos algun tanto, boluieron a las lagrimas y a
los abraços.
Y en esto assomó por el mismo valle gran      5
cantidad de gente armada, de a pie y de a ca-
uallo, los quales venian a defender al caualle-
ro de su lugar. Pero como llegaron, y los
vieron abraçados de aquellos peregrinos, y pre-
ñados los ojos de lagrimas, se apearon y ad-      10
miraron, estando suspensos, hasta tanto que
don Enrique les dixo breuemente lo que Leo-
cadia, su hija, le auia contado.
Todos fueron a abraçar a los peregrinos con
muestras de contento, tales, que no se pueden      15
encarecer. Don Rafael de nueuo conto a todos,
con la breuedad que el tiempo requeria, todo
el sucesso de sus amores, y de como venia ca-
sado con Leocadia, y su hermana Teodosia con
Marco Antonio, nueuas que de nueuo causaron      20
nueua alegria. Luego, de los mismos cauallos
de la gente que llegó al socorro, tomaron los
que huuieron menester para los cinco peregri-
nos, y acordaron de yrse al lugar de Marco An-
tonio, ofreciendoles su padre de hazer alli las      25
bodas de todos; y con este parecer se partieron,
y algunos de los que se auian hallado presen-
tes, se adelantaron a pedir albricias a los pa-
rientes y amigos de los desposados. En el ca-
mino supieron don Rafael y Marco Antonio la      30
causa de aquella pendencia, que fue, que el
padre de Teodosia y el de Leocadia auian de-

                                               P.63
LAS DOS DONZELLAS


safiado al padre de Marco Antonio, en razon
de que el auia sido sabidor de los engaños de
su hijo, y auiendo venido los dos, y hallando-
le solo, no quisieron combatirse con alguna
ventaja, sino vno a vno, como caualleros, cuya      5
pendencia parara en la muerte de vno, o en la
de entrambos, si ellos no huuieran llegado.
Dieron gracias a Dios los quatro peregrinos
del sucesso felize, y otro dia, despues que
llegaron, con real y esplendida magnificencia y      10
sumptuoso gasto, hizo celebrar el padre de Mar-
co Antonio las bodas de su hijo y Teodosia, y
las de don Rafael y de Leocadia, los quales luen-
gos y felizes años viuieron en compañia de
sus esposas, dexando de si illustre genera-      15
cion y decendencia, que hasta oy dura en estos
dos lugares, que son de los mejores de la An-
daluzia; y si no se nombran, es por guardar el
decoro a las dos donzellas, a quien quiza
las lenguas maldizientes, o neciamente escru-      20
pulosas, les [haran] cargo de la ligereza
de sus desseos y del subito mudar de trages, a
los quales ruego que no se arrojen a vituperar
semejantes libertades, hasta que miren en si
si alguna vez han sido tocados destas que      25
llaman flechas de Cupido, que en efeto es
vna fuerça, si assi se puede llamar, incontras-
table, que haze el apetito a la razon.

                                               P.64
NOVELAS EXEMPLARES


Caluete, el moço de mulas, se quedó con la
que de don Rafael auia embiado a Salamanca,
y con otras muchas dadiuas que los dos des-
posados le dieron; y los poetas de aquel tiem-
po tuuieron ocasion donde emplear sus plumas,      5
exagerando la hermosura y los sucessos de las
dos tan atreuidas, quanto honestas donzellas,
sugeto principal deste estraño sucesso.